lunes, 29 de marzo de 2010

No todo lo que luce es oro

No solemos leer a Rigoberto Lanz ni a los colaboradores de su buzón dominical de ideas porque, a diferencia de otros marxistas que han evolucionado –como Tony Blair, Felipe González y Michele Bachelet, verbigracia-, estos caballeros se mantienen congelados en las ideas que estuvieron en boga hasta los años sesenta del siglo XX, e intentan hoy entretejer un imposible sebucán con afirmaciones e informaciones qué sólo justifican su reluctancia al cambio.
La primera de ellas es que toda la burguesía es global y partidaria del Imperio. En primer término, hay que identificar a cuál burguesía se refieren, y en segundo término, de qué Imperio hablan.
Se nos ocurre que describen a una burguesía financiera, apátrida y que se maneja en el terreno de las especulaciones bursátiles y financieras, un grupo minúsculo de irresponsables que casi llevaron al mundo a una catástrofe semejante al del crac de los años treinta, y el cual, afortunadamente, ha sido plenamente detectado y penalizado –aunque parcialmente- en EEUU y algunos países de la Unión Europea.
Pero no ciertamente a la burguesía nacionalista que impidió en Colombia que la narcoguerrilla asumiera el poder, con un elevado costo en bajas de su propia gente y pérdidas materiales. O la que le puso un parado a Lula, ex presidente del Foro de Sao Paulo. O la que enfrentó y venció el proyecto continuista de los esposos Kirchner.
Una burguesía como la que existió en Venezuela en los años cincuenta y sesenta, donde descollaban figuras, entre otras, como las de Eugenio Mendoza, Concepción Quijada y Alejandro Hernández, pero que ahora es una especie en vías de extinción, gracias al cierre de la mitad de las industrias privadas de la nación, la estatización de firmas centenarias y la invasión y destrucción de las fincas productivas.
En cuanto al Imperio, suponemos que se refieren a EEUU, que representa algo así como el paga pedos de los izquierdistas retardatarios, desfasados y desorientados del Siglo XXI, y cuyo más connotado representante lo encarna el Guasón en Venezuela. Aunque no es el único, pues a su lado también florecen otros notorios personajes como los jefes de estados de Bielorrusia, Corea del Norte, Cuba, Irán y Nicaragua.
La globalización no es una ideología ni tampoco fue, al menos en sus inicios, una doctrina. El vocablo lo inventó el Filósofo de la Comunicación Social, Marshal McLuhan, quien a través de la observación y la reflexión previó, antes de que existieran los satélites comunicacionales, la revolución infotecnológica que sobrevendría en su época, así como el impacto social que ésta tendría en las sociedades, a corto y mediano plazos.
Pese a ser estadounidense, McLuhan no era un perverso agente de la CIA, el FBI o la DEA, que había desarrollado una herramienta para servirle en bandeja de plata el resto del planeta a su gobierno, sino, más bien, un crítico feroz contra de la hegemonía mediática y un buscador de soluciones para que la Humanidad saliera del sopor colectivo en el cual, a su parecer, lo había sumido una dieta promedio de diez horas diarias de pasividad televisiva, recibiendo mensajes que, mayoritariamente, resultaban idiotas.
La globalidad, según McLuhan, no era bancaria ni proletaria, sino grupal, referida a nichos de individuos, con demografías y psicografías en común, quienes, más allá de sus fronteras se unirían espontáneamente en torno a tendencias en boga, preferencias, intereses y actitudes. Y McLuhan daba como ejemplo el blue jean, prenda de vestir que ya en su momento constituía el uniforme cotidiano de los jóvenes, sin distingos por sexo, razas, creencias o hábitats.
Al apoderarse la política de la Aldea Global, la incluyó en su diccionario y menú de opciones, como también lo hizo con la homeóstasis –proveniente de la Medicina, para redefinir a la famosa mano invisible del mercado-, la Estadística –para decir mentiras o medias verdades con márgenes de error predeterminados- y la Teoría del Caos –derivada de la astronomía y la meteorología, para rellenar el vacío existente entre el cuento sin fin de la dictadura del proletariado y su praxis, llamada socialismo científico, y la utopía comunista de que, cada quien debe recibir según su necesidad-.
Para Lanz, la soberanía resulta, asimismo, un criterio demodé, propio de los estados nacionales de los siglos XVIII y XIX. Por traslación, Lanz concluye que la soberanía debe desaparecer y dar paso a una lucha de clases internacional, donde los malos son los burgueses y los buenos los revolucionarios, y que estos últimos tienen el deber de unirse, doquiera se encuentren, para que la ortodoxia maximalista renazca como el Ave Fénix, y volvamos a las andadas.
Todo lo cual constituiría una intrascendente y retórica charla de café, si ella no encubriera, a nuestro juicio, una justificación para lo que el Guasón hace y deshace a su antojo, en prejuicio de la República, con la evidente complicidad de sus socios del ALBA y la descarada injerencia de Cuba, Irán, las FARC, el ETA y todos los países y bichitos de esa misma y baja ralea.
Además, la propuesta de Lanz es una falsía, porque la soberanía no es una cuestión económica, sino sociológica, antropológica y política, una red de convergencia –también en el moderno lenguaje comunicacional- que incluye la historia, los valores, las costumbres, el folclor, las creencias, la identidad y la razón de ser de los pueblos, por pequeños que sean territorialmente hablando.
¿Por qué no van Lanz y su equipo a China, una pujante potencia mundial que además es comunista, a proponer sus trasnochadas hipótesis? Porque China, a diferencia del Imperio Soviético y Cuba, no está dispuesta a ceder ni un milímetro de soberanía, por ninguna causa y a ningún precio. Lo demostró, contundentemente en la guerra contra el Japón –que fue de liberación nacional-, al ocupar el Tíbet –su última frontera-, al actuar punitivamente contra Vietnam –otrora su aliado incondicional- y al rescatar las antiguas colonias de Hong Kong y Macao, ocupadas por ingleses y portugueses.
De manera, respetando la opinión mentada y admirando a El Nacional por hacerse eco de ella, ya que el periódico es otra víctima de las persecuciones desatadas por el Guasón y sus esbirros contra las libertades consagradas en la Carta Magna, les sugerimos a Lanz releer la historia contemporánea sin los prejuicios y preconceptos del materialismo, sino con las mentes abiertas a la nueva dinámicas social, donde no todo lo que luce es oro.

sábado, 27 de marzo de 2010

El burro y la vara

Érase un burro que se volvió ateo. ¿Sabe por qué? Porque concurrió a una lectura bíblica, y oyó decir la siguiente admonición: Con la misma varas que midas, serás medido.
Recordamos la fábula porque resulta una manera adecuada de responderle a un hijo su interrogante: ¿Con qué cara miran a sus descendientes, familiares y amigos los legisladores, fiscales, jueces y policiales después de que decidieran aprehender a Oswaldo Álvarez Paz, Guillermo Zuloaga y Wilmer Azuaje por un delito no tipificado en el Derecho Penal –nula pena sine legem-, tras el señalamiento y lineamientos públicos que el Guasón y sus parientes más cercanos hicieron de manera alevosa, pública y notoria?
Con caras de burros, ateos y comunistas por dobles razones, en los tres casos.
Burros, por lo de la vara y la mínima inteligencia que se reatribuye a esa especie equina.
Ateos porque prevén que sus comportamientos no sólo van a ser juzgados allá en el Cielo, sino aquí en la Tierra, y en mucho menor tiempo del que ellos creen.
Comunistas, pues como bien lo dijo Mao Zedong: Si de lejos ves una fruta parecida a la manzana, en un árbol similar al manzano. Si la arrancas, la muerdes, exhala un aroma que recuerda a la manzana, y derrama un líquido idéntico al jugo de manzana; lo más probable es que dicha fruta sea una manzana. Si alguien q habla y procede como un esbirro de Pol-Pot, Tito o Stalin, lo más probable es que sea comunista. Que, por cierto, es lo contrario de demócrata, ya que el humanismo y el totalitarismo son como el aceite y vinagre.
Si lo de Oswaldo fue malo y lo del Zulú peor, lo de Wilmer pasó la raya amarilla en slide. Al diputado Azuaje le han asesinado a un hermano y a un hijo, y él mismo ha sido víctima de 16 atentados en contra de su vida. ¿Y qué es lo que le cobran al diputado? Haber denunciado públicamente los tejemanejes de la familia del Guasón en Barinas, entre los más connotados, un posible fraude a favor de Adán –quien no es, ciertamente, el referido por el Génesis como coautor del pecado original-.
Lo del Oswaldo fue malo, porque las reacciones locales resultaron tardías, incoherentes y de escasa contundencia, según lo reconoce El Nacional en su editorial del viernes próximo pasado. Y lo Zulú fue peor pues, tras la salida de Alberto Federico Ravel de Globovisión, el Guasón creyó haber obtenido una patente de corso para acallar el canal de La Florida, soslayando los shock que le impusieron los cierres de RCTV.
Según afirmara ayer el diputado Juan José Molina, compañero de bancada de Azuaje, el motivo en esta ocasión fue que el régimen dispusiera de un recurso expedito para liberarse de los diputados contendores, no de la presente sino de la futura Asamblea Nacional.
Es decir, no únicamente los medios han de autocensurarse, de aquí en lo adelante, sino también los legisladores que contaban con inmunidad parlamentario, puesto que el Tribunal Supremo de Injusticia y las focas que representan los intereses del Guasón en el Congreso se limpiaron el trasero con dicha y básica garantía constitucional. Como lo han hecho con otras, especialmente en con los derechos humanos y la libertad de expresión.
Con lo que llegamos a la trágica pregunta que se ha hecho Armando Durán en cuatro artículos sucesivos publicados por El Nacional: Elecciones, ¿para qué? Lo cual no quiere decir que no se deba hacerlo, sino que es necesario ir con los sentidos muy abiertos para lo que va a suceder, antes, durante y después del proceso comicial.
Como afirma juiciosamente Tal Cual en la última página de su edición de ayer, el Guasón no está agitando toros rojos para que la gente los embista, y el pueda clavarles su famosa vara de un guamazo. Son, seguramente, estrategias cocinadas en la sala situacional, bajo la conseja –entre otros- de Charco de Sangre, como le llamara Teodoro Petkoff en un reciente ensayo.
Por lo que no vale la pena seguir apoltronados, esperando a que el parto con placenta previa de la Mesa de la Unidad de sus frutos por cesárea, sino adoptar una actitud diferente, pasar de la defensiva a la ofensiva. Como lo hiciera, también ayer, Alejandra Benítez, medalla de oro en esgrima los Suramericanos de Medellín, quien dijo estar enojada porque la obligaron a recibir la presea con la chaqueta tricolor, cuando era bien sabido que el régimen para nada había costeado su entrenamiento, y que todo se lo debía a su patrocinante –cuyo logotipo fue excluido de las fotos oficiales-.
Este el tipo de acciones que quienes rechazan al Guasón deberían emprender de una vez por todas. Alejandra demostró al declarar ante los medios internacionales que tiene más guáramo que muchos de quienes se echan de guapos. Fue muy valiente y demostró con los hechos que no se va a dejar medir con ninguna vara. Y que si el burro se la muestra, lo enfrentará con su temible espada de campeona.

martes, 23 de marzo de 2010

Ciudad Gótica

Al universo surrealista en cual nos ha subsumido el que les contamos, hemos intentado, vanamente, hallarle un parecido con cualquier ejemplo de estado o nación del presente o el pasado. Pero, hasta el momento, ha resultado ser un ejercicio infructuoso pues, aparentemente, lo que sucede en Venezuela no tiene parangón ni antecedentes en la realidad objetiva, ni puede ser explicado dentro del rigor del método científico.
Antes de expresar nuestro diagnóstico al respecto, veamos algunos ejemplos, extraídos de los mejores articulistas de la prensa nacional.
Jesús Petit Da Costa equipara la situación actual de la República de Venezuela con la que vivió la Capitanía General de Venezuela hace dos siglos, como territorio conquistado y sometido a la más inicua explotación por la Monarquía Española. En su símil –que, por cierto, constituye una buena aproximación no tanto para entender lo que pasa sino para explicárselo de manera simple a los demás-, el que les contamos personificaría a Vicente Emparam, y su superior jerárquico, Fidel Castro, a Alfonso VII, el rey derrocado por Napoleón Bonaparte.
Armando Durán, por su parte, en cuatro entregas dominicales consecutivas, desmenuza la trampa electoral montada por el régimen para perpetuar la presidencia vitalicia del que les contamos, no sólo con sus propios recursos y personal sino, asimismo, con el concurso de los colaboracionistas de oposición, de mala y buena fe, y concluye en que, aún cuando tiene la convicción de que todo es una farsa, hay que ir a votar en septiembre.
Manuel Caballero sugiere que la Mesa Unitaria cambie a su voceros, al menos en el Estado Zulia, y ponga en pantalla caras frescas. Carlos Blanco relata la mutación del caraqueño, residente de una pequeña manzana que siempre estaba en vigilia, en beligerante, que sale de madrugada a caerse a coñazos por quítame esta pajita del hombro, y que sólo se divierte intramuros, si los malandros le permiten llegar indemne a su morada.
En dos excelentes distopías -así se llaman las columnas que publica los lunes Ibsen Martínez en Tal Cual-, el escritor se dedica a mirar los árboles –en su caso, los bueyes con los cuales nos ha tocado arar- y no el bosque-la situación general-, y concluye en que con amigos como los Salas, ¿para qué necesitamos enemigos?
El Presidente de Datanálisis, quien acusa los golpes que le propina Martínez el lunes antepasado, dedica su propio espacio a defender su libertad a expresarse como le dé la gana, y focaliza su argumentación en el hecho de que no es astrólogo, y su arte, oficio y ciencia no versa sobre el mañana sino sobre el hoy.
Aquí vale la pena detenernos, por dos razones- Conocida es la fobia de Martínez contra la investigación social, proveniente, quizás, de su desencuentro con el one way mirror, mientras realizaba una breve pasantía publicitaria. Y también es del dominio pública la forma guabinosa en que Vicente León responde a la pregunta: Si las elecciones fueran mañana, ¿quién las ganaría?
A Martínez, con el mayor afecto, queremos recordarle que, pese a sus reservas, la investigación en profundidad –grupal o individual- es la manera más efectiva de desvelar la actitud de los electores frente a los programas y personajes en pugna. Y esto sucede porque, a diferencia de las encuestas, que son fotografías sobre las tendencias que están en boga y las matrices opináticas que ellas van formando y desechando –como lo reconoce el mismo León- la investigación motivacional constituye una radiografía o ecosonograma del nivel de compromiso del votante, de eso que llama Fidel: Patria o muerte.
Pero sucede que los bueyes adoran las encuestas, porque son estadísticamente representativas, con errores calculados apriorísticamente, y esto les tranquiliza. Además, los sondeos de opinión pública son vendibles para la revolución y el gobierno, de manera indistinta.
A nosotros, todo lo que vemos y sentimos, nos conduce a la formulación de hipótesis extraordinarias, a la manera de Edgard Allan Poe, Ambrose Bierce o, mejor aún, Harold Philip Lovecraft. Detallemos cuáles son:
- Sospechamos que hemos sido invadidos por una horda extraterrestre –véanse las películas Riverboard y Ciudad en tinieblas, actualmente en la cartelera de la televisión por cable-, que el resto de la Humanidad ha perecido y que el ámbito de la República Bolivariana es un laboratorio donde sobreviven algunos especímenes para darle un segundo chance a los buenos.
- Creemos que, tanto Martínez como León, deben seguir sus manifiestas inclinaciones y dedicarse, el primero, a hacer encuestas y, el segundo, a escribir novelas de anticipación. De esa manera se clarificaría la situación en el más puro estilo macondiano.
- Lo que pasa en Venezuela ha sido descrito en las historietas, comiquitas o tebeos de Batman. A diferencias de éstao, aquí no hay por ahora un Batman, ni un batimóvil, ni una baticueva, ni un vampiresco reflector. Tampoco existe un Jefe de Policía como el de la saga, porque los candidatos a ese cargo fueron condenados a 30 años de presidio. Pero si hay un Guasón, y todos sabemops quién es.
Al recorrer las calles de la ciudad en tinieblas que describe Carlos Blanco, escuchar a los portavoces de la Mesa Unitaria, leer las distopías de Martínez y las replicas de León, observar a los indigentes que duermen desamparados y drogados en los portales de lo que antes fueran edificios de lujo y oler los vapores de la basura no recolectada, el hedor de la mezcla de caca humana y perruna y los orines de los transeúntes, no nos cabe otra alternativa que concluir que estamos en Ciudad Gótica.
PS: Ante la captura de Oswaldo Álvarez Paz, a quien lo encanaron al más puro estilo mexicano –todos machos del montón, todos con pistola en mano-, ha llegado la hora que lo que aún resta de la democracia cristiana en el mundo reaccione y lo defienda. Porque si conspirar es expresar lo que se siente a través de los medios masivos, todos los aquí mentados irán, más temprano que tarde, a las mazmorras de la ex Disip que ahora controla el G2. Cuando hablamos de la democracia cristiana, no nos referimos exclusivamente a los copeyanos de acá, sino a los alemanes, los centroamericanos, los chilenos, los italianos, y, en fin, a todas esas personas que lograron los milagros económicos y sociales en tiempos de la Guerra Fría. Álvarez Paz no sólo es un amigo en desgracia, sino un líder genuino, un ejemplo como ciudadano, padre de familia, dirigente político y venezolano. Caigan sobre las miserables focas que hicieron el trabajo sucio de denunciarle todas las maldiciones gitanas.

jueves, 18 de marzo de 2010

El síndrome de Arias Cárdenas

No sabe cuánto debe agradecerle Argentina a Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), escritor, docente, periodista, estadista y militar; gobernador de la Provincia de San Juan (1862-1864), Senador Nacional (1874-1879) y Presidente la República (1868-1874), no sólo por haber implementado la educación pública universal, gratuita y obligatoria y priorizar el cultivo de la ciencia y la cultura en esa nación austral, sino por haber impuesto el uso de nombres del santoral cristiano a los inmigrantes que aspiraban a nacionalizarse y a los recién nacidos presentados ante el Registro Civil, en sus modos gramaticales y versiones castellanas.
Como maestro, Sarmiento advirtió que las oleadas de migrantes que arribaban a su país tras la Independencia, poseían todas las motivaciones para lograr el éxito, pero carecían de apellidos pronunciables.
Entendía Sarmiento que la relación entre alumnos y profesores se basaba en la confianza mutua, y que raramente ella podía darse cuando ni los unos ni el otro podían recordar cómo se llamaban. Además, que pasar una lista con apellidos procedentes del mundo entero y nombres fantasiosos, recortaría el tiempo de las clases de manera considerable e indeseable.
Cuando se es pedagogo, resulta sencillo seguir la línea de razonamiento que indujo al notable sudamericano a tomar tan drástica decisión.
En lugar de, ¿dígame usted Svoboda, que implica la separación de los poderes?; ¿dígame, Manuel…? Pues es cierto que, ante el apellido Svoboda –uno facilito, checo por cierto- el facilitador duda sobre cómo pronunciarlo y cae ipso-facto en especulaciones inútiles e innecesarias: ¿Será que la “v” es muda, y tendré que llamarlo Soboda? ¿O muda la “s”, y he de llamarle Voboda? Y, por si fuera poco, da al interpelado la oportunidad de replicar: Maestro, tanto la “s” con la “v” se pronuncian, de una manera suave que suena ese-ve, eso sí, pero como aspiradas…
Con lo cual el facilitador queda como un pendejo, pero un pendejo frustrado; pues quisiera decirle: ¡Andá a la mierda, boludo, a joder a la p… que te parió! Mas esa frase no podía salir de la boca de un maestro, y mucho menos uno como Sarmiento, quien era un señor decentísimo y de gran finura al hablar. Y tampoco lo podemos decir los profesores de ahora, aunque sí pensarla.
Hemos recordado la anécdota anterior de un personaje, en cuyo honor se celebra el 11 de septiembre el Día Panamericano del Maestro, porque aún cuando lo primero que se olvida bajo hipnosis es el nombre, en condiciones normales éste reviste de gran significado, tal como se destaca en la comedia La importancia de llamarse Ernesto, escrita por Oscar Wilde en 1895 y, quizás, la mejor de sus obras.
Pensamos que si en Venezuela hubiera mandado alguien como Sarmiento, en lugar de los caudillos militares que continuaron destruyendo al país por lo que restó del Siglo XIX y hasta que Juan Vicente Gómez impuso el orden desde 1902 hasta 1927, nos habríamos librado de muchos pesares- Pues no es lo mismo llamarse Diosdado que Jesús, Arné que Andrés, Cilia que Ercilia, y así.
Es obvio que a quien lo bauticen como Jonfresón –no es invento, así se llama uno de nuestros alumnos- o Usmaíl –tampoco, la conocimos en Puerto Rico, y a su mamá la inspiración le vino de los sellos de las cartas que le enviaba su cónyuge, al servicio del ejército estadounidense, y que invariablemente tenían la inscripción US Mail-, tiene que ser sujeto de chanzas desde la Primaria.
A veces, como Jonfresón, se las toman a bien, pero, en otras, pudieran ser las causas primarias de ese resentimiento social que orienta las mayoría acciones de la mayoría de los próceres de la V República. Aunque a otros, como Hugo, Luisa y Elías, el mal pareciera provenir de otras raíces.
Si a estos nombres creativos les añadimos los errores ortográficos que añaden los funcionarios cuasi iletrados de los registros vernáculos, los resultados resultan catastróficos.
Aquí nadie se llama John sino Jhon. Y como la “h” es muda, debería pronunciarse Jon, como en la palabra “cojón”. Y si en vez de Jhon, le aplican el diminutivo Jhonny, el resultado es risible. Nos preguntamos si el ex gobernador Jhonny Yánez, famoso como actor de reparto en el affaire de la maleta, hubiese llegado a serlo llamándose Juancito. Por lo menos, no habría aturdido a medio Estado Cojedes con el abominable jingle de campaña cuya coda terminaba así: Yoni Yánez…Yoni Yánez.
Por eso preocupa Henri, el que acaba se saltar la talanquera.
Universalmente, Henri no termina en i latina, sino griega. Y, además, está la versión castiza, Enrique, que la ostentan ambos Salas, el Feo y el Anciano. Como cristianos, admitimos que alguien pude equivocarse, por once años y más. San Ignacio fue mujeriego hasta los 50, después se dejó de eso y vean que tronco de empresa montó.
Desconcierta Henri porque se sigue confesando revolucionario. Y eso aquí no implica únicamente adhesión al socialismo –que nada tiene que ver con los de Tony Blair, Felipe González y Michele Bachelet-, sino lesa devoción perruna a la causa de los hermanitos Castro Ruz, la entrega de nuestra soberanía a Cuba y todo lo demás que ya hemos comentado innumerables veces.
Por lo que no se trata de darse golpes de pecho, sino de accionar contundentemente en pro de los sagrados intereses y valores de la República. Lo que más perjudica a Henri es lo que puso fuera de combate a Raúl Isaías Baduel, la sospecha –la gente piensa mal y a veces acierta- que algunos de quienes se están apeando del tren en plena marcha –a menos que tengan datos que no poseemos- pudieran comportarse como lo hizo un señor que le dijo gallina al que le contamos- En cualquier caso, la zancadilla a Henri no provendría de Hugo ni sus hugonotes, sino de un fenómeno conocido como el síndrome de Arias Cárdenas.

martes, 16 de marzo de 2010

Vamos por Internet!

Si Franz Kafka hubiese nacido en Venezuela, habría que considerarle un escritor costumbrista.
Cristina Verón.
Hace un par de años Andrés Openheimer publicó Cuentos chinos, una interesantísima crónica sobre la evolución del sistema político en la nación más poblada del mundo, tras el período pos-Xiaoping.
Entre las curiosidades que llaman más la atención en su relato, se encuentra el control que ejerce la dictadura comunista sobre Internet, y que el Editor en Jefe del Nuevo Herald de Miami asegura se halla en manos de un grupo no mayor de 10 mil técnicos. Como buen periodista, Openheimer observa que el único periódico virtual estadounidense cuya lectura se permite en China es The New York Times, y que aún las notas, declaraciones y artículos de éste son eliminadas cuando versan sobre dos temas tabúes: los derechos humanos y las religiones, especial pero no exclusivamente, aquélla en la cual creen los seguidores del Dalai Lama.
Openheimer resalta el trabajo de orfebrería que realizan los censores del Times, pues –según él- han desarrollado un software idéntico al empleado por el periódico de la Gran Manzana, que no deja espacios en blanco o con tachaduras, sino que, antes bien, sustituye al material excluido por otros contenidos del mismo diario, publicados en su edición cotidiana o en tirajes anteriores.
A este control supremo –nos imaginamos- es al cual aspira el que les contamos cuando arremete contra Internet, Noticiero Digital, los canales internacionales de televisión por suscripción y Oswaldo Álvarez Paz, todos ellos en un mismo round.
El Nacional afirma ayer en su editorial que el propósito les queda grande, a él y a su asesor Ramiro Valdés, a quien apodan en Cuba –conforme a la información citada- Charco de sangre. Quisiéramos compartir el optimismo de Miguel Henrique Otero, mas, según observaciones que hemos realizados y comentarios que nos han hecho, la situación pareciera ser distinta.
Vemos como Mari Pili Hernández se está convirtiendo, prácticamente, en el ancla de Unión Radio, mientras que a la profesora Marta Colomina se le restringe cada día más su espacio mediático, y Nelson Bocaranda quedó para narrar viajes a lugares exóticos, absolutamente fuera del alcance de la mayoría de los venezolanos –lo cual equivale a que los programas del canal Gourmet les fueran exhibidos, una y otra vez, a quienes se encuentran en la extrema pobreza-.
A la señora de La Victoria la obligan a reducir la potencia de su emisora para que sólo llegue a dicha población y un par de caseríos más, porque es antichavista furibunda e invitaba a perifonear en su frecuencia a los duros de la oposición. En fin, no la cierran del todo, pero la enfrentan con la bancarrota.
Después del arrugue de los accionistas mayoritarios de Globovisión, ya no se ven en sus programas personajes como Carlos Blanco, Armando Durán, Marianela Salazar o el mismo Álvarez Paz. En su lugar, aparecen los mismos chicos y chicas de siempre, ya lo sabe usted, amigo lector, aquellos que insisten al final de sus declaraciones en que hay que votar, el que les contamos saldrá por la vía comicial en el 2012 y todo debe estar dentro de la Constitución y nada fuera de ella, como si los Artículos 333 y 350 no estuviesen incluidos en su texto. Además de los mentados, ahora también aparecen en Globovisión eruditos que hablan mucho pero poco añaden a lo que ya sabemos o suponemos.
En el fondo, si no fuera trágico, nos recuerdan las cuartetas de última estrofa forzada, que tan bien escribe Gaterolacho, y que derivan de la décima española: Todito te lo perdono,/ menos faltarle a mi madre, /que una madre no se encuentra/ y a ti te encontré en la calle./ etcétera/ y a ti te encontré en la calle/ etcétera y bis.
En cuanto a los programas internacionales, ya los cableadores demostraron –con su complicidad en el cierre de RCTV- la voluntad de quedar bien con el régimen, según lo ha repetido muchas veces Marcel Granier. Y también la señora esa que preside el organismo que ustedes conocen solicitó la apertura –empleamos el mismo neologismo que ella usa- contra el amigo Álvarez Paz.
De manera que el, ¡Vienen por mí!, se transforma ahora en, ¡Vamos por Internet!

viernes, 12 de marzo de 2010

De la Gran Venezuela al Caos Mayor

Ayer observamos un reportaje preparado por la televisión sobre los inmigrantes que residen en España, y los conflictos que su presencia ocasiona en medio de una recesión económica de la cual no termina de salir, probablemente por una mediocre gestión del gobierno, que se resiste a poner en marcha las recetas keynesianas que están funcionando en América Latina, EEUU y algunos miembros de la Unión Europea.
De las pateras a los balseros del aire
Los migrantes en España pueden ser agrupados según su origen en cuatro segmentos: africanos, asiáticos, centroeuropeos y sudamericanos.
En el primer grupo, a su vez, hay tres subcategorías: los que proceden del norte del continente negro –de Argelia y Marruecos, principalmente-, los que vinieron de las Guineas y los subsaharianos. En su mayoría, se trata de indocumentados que arribaron en pateras y trabajaron bajo un modo de producción semejante a la esclavitud o servidumbre de la gleba, hasta que vino la crisis y los españoles les reemplazaron en los oficios que antes no querían desempeñar, y con salarios que consideraban indignos, hasta que el desempleo les reventó el bolsillo.
Los africanos constituyen el lumpen de la sociedad ya que, al carecer de papeles, son víctimas potenciales de la extorsión, pueden ser apresados, confinados en campos de concentración y deportados a sin mayores problemas ni explicaciones.
Los centroeuropeos, especialmente los balcánicos, ingresaron a España con pasaportes válidos –en algunos casos- y bajo la protección de la mafia rusa –en los demás-. Destacan en esta subcategoría las mujeres dedicadas a la prostitución, actividad que en esa nación no se considera delito –lo que el Código penaliza la alcahuetería-, perro cuya gestión está asociada, lamentablemente, a otros crímenes como el narcotráfico.
Los sudakas –en su mayoría ecuatorianos y dominicanos- viven en una especie de limbo, algunos poseen residencia legal y otros no. En el primer caso, el gobierno financia su retorno a América, siempre y cuando se comprometan a no volver a España en 3 años. Esta medida fue inventada para los homeless –sin techo- de Nueva York por su Alcaldía.
Los chinos parecen inmortales
Lo asiáticos se subdividen en chinos y los demás –agfanos, hindúes y paquistaníes, entre otros-. Los chinos constituyen un caso especial, pues no se integran para nada a la cultura ibérica, casan entre ellos mismos, no hablan siquiera español y poseen sus propios medios masivos de comunicación. Los chinos llegan a España, establecen comercios, exportan las ganancias a China, establecen PYMES familiares allá –que fabrican los productos a ser expendidos en los establecimientos de España- y van acumulando riqueza. Cuando tienen lo suficiente, venden sus negocios a otros paisanos, y vuelven a China. Y, de esta manera, el ciclo se repite ad infinitum.
Los reporteros observan, asombrados, que en España no hay velorios, entierros ni cementerios chinos. Acá tampoco. En nuestra vida hemos visto publicado un obituario que informe sobre el deceso de un ciudadano chino, y en las visitas al Cementerio del Este o al General del Sur, hemos podido observar el sepelio de un chino. ¿Qué hacen con sus difuntos? Misterio.
Pueblo somos todos los venezolanos
Todo los cual nos lleva a recapacitar sobre el terrible error que comete cualquier país –Venezuela por ejemplo- al abrirle las puertas a la inmigración indiscriminada. Después de la caída de Marcos Pérez Jiménez, los gobiernos democráticos de Venezuela les cerraron las puertas a las familias europeas, y, como éramos un territorio despoblado, dejaron que el vacío se llenara con marginales procedentes de los países vecinos y el Caribe. Esta situación llegó al paroxismo durante la época de la Gran Venezuela, y los cerros –nuestras villas miserias- se poblaron de ranchos, habitadas por personas de bajo nivel cultural, practicantes de la maternidad y paternidad irresponsables e imbuidas de un resentimiento social que era totalmente ajeno a la idiosincrasia , tradición y valores venezolanos.
A mediados de siglo, cuando estudiábamos en el Liceo de Aplicación –un instituto público donde había que sacar 15/20 en promedio para reinscribirse al siguiente período-, nuestros profesores y compañeros éramos homogéneos –no nos referimos a eso que ahora ha dado en llamarse diversidad, y que encubre al neo-racismo, el neo-radicalismo y el neo-marxismo-, pues estábamos convencidos de que Venezuela era, sino el mejor, uno de los mejores países del mundo, teníamos fe en el futuro, sentíamos el orgullo de ser venezolanos y nos percibíamos como su pueblo.
En el curso había tres negros: Elizabeth, venezolana 100%, quien triunfaría como Ingeniera en Obras Públicas y dirigente socialcristiana, Alberto, de padre alemán y madre barloventeña, que se convertiría en afamado científico internacional, y Edgard, de abuelos martiniqueños, que se licenciaría en la Escuela Militar y destacaría como cantante de música típica; dos judíos uno asquenazí –recatado de un kibutz israelí por sus padres, quienes no consideraban apropiada que las educación allí impartida era buena para los que contaban con una sólida familia-, y otro sefardí –cuyo progenitor regentaba un comercio de línea blanca-.
Los 33 alumnos restantes éramos criollos y cristianos, con ese color indefinido que iba desde el blanco lechoso hasta el moreno oliváceo, gama dominante en la España hija de las 20 mil leches.
También se lo eran nuestros profesores, quienes destacaban por sus talentos y estudios, al punto de que de tres de los docentes que nos daban Castellano y Literatura ocuparían butacas en la Academia de la Lengua, y los dos restantes publicarían admirable obra escrita. O la de Geografía Económica, que, años más tarde, ocuparía el despacho del Ministerio de Hacienda. O el de Física II, que trabajaría en su especialidad en los proyectos nucleares más avanzados de EEUU.
Teníamos excelentes laboratorios, instalaciones deportivas, comedor popular, centros culturales y de esparcimiento, cuyos presidentes eran elegidos por votación. Pocas prohibiciones y muchas rutinas, exentos de autoritarismos, mantenían el orden, la disciplina y el rendimiento del plantel, por lo cual –ingenuamente- odiábamos al régimen militar y lo responsabilizábamos de los males de entonces, que hoy no pasarían de ser simples calamidades.
Ningún Estado debe importar marginales
El recuerdo brumoso del pasado de Venezuela y del presente noticioso de España nos lleva a concluir que, a ninguna nación del mundo puede imponérsele la recepción indiscriminada de migrantes, y que cada Estado tiene de obligación de elegir el perfil de personas que espera convivan en él.
La idea no es que formen colonias extraterrestres como los chinos, ni colapsen los servicios públicos como los marginales latinoamericanos, ni engrosen las listas de desocupados, mendigos, delincuentes, narcotraficantes y prostitutas.
Los países modernos, si no quieren ver destruidas sus identidades y redes de convergencia como sucedió en Venezuela y pareciera estar pasando en España, tienen el deber supino de escoger entre quienes desean abandonar sus lugares de origen a aquéllos dispuestos a adoptar una nueva y plena ciudadanía, aportando para ello lo mejor de su trabajo, virtudes y luces. De resto, se exponen a repetir el desastre que sucedió acá, y que nos llevó de la Gran Venezuela al Caos Mayor.

martes, 9 de marzo de 2010

Una historia de sapos.

I
Si Cristina y quien esto escribe nos privamos de encender los ventiladores, el aire acondicionado o el secador de pelo para cumplir con las normas de la estatizada, desposeída y burocratizada Electricidad de Caracas para no superar el mínimo establecido por quien les conté, ¿de qué vale este sacrificio si algún vecino, hijo de la Gran Bretaña, decide dejar todos sus enseres prendidos y, al final, su consumo individual se contabiliza en el total de la factura del condominio, generando un alza que afecta a todos los residentes del inmueble?
¿Y quién nos garantiza que el infractor no está al servicio del PUS, del G2 cubano o de cualquiera de los ideólogos del socialismo-castrismo-comunismo del Siglo XXI, de los vendepatria, traidores y prevaricadores que nos entregan como corderos atados a Cuba, Irán, ELN, ETA, FARC, FBL, Irán y cuantas miasmas pululan y contaminan la Patria de Bolívar? ¿Si no ha sido contratado precisamente para jodernos y ponernos a su merced? ¿Si no es el comisario político, electo a dedo en los cenáculos del poder rojo, para encargarse de la distribución de espacios entre los indigentes que nos acechan?
II
Dado que el Presidente de Cavetesu –el organismo gremial que agrupa a los proveedores de televisión por cable en Venezuela y demás directivos han decidido convertirse en intérpretes y ejecutores de los lineamientos de Conatel –según ha declarado recientemente en Globovisión el doctor Marcel Granier- , ahora han decidido ir más allá y convertirse en la caja chica de ese desprestigiado organismo gubernamental y recaudar un mes por adelantado a los suscriptores de la televisión paga a fin de entregárselos a esa lacra, bajo el supuesto de que, si alguien se diese de baja, el dinero le será devuelto.
Grandes carajos.: ¿A quiénes intentan engañar? ¿En qué banco(s) serán depositados esos fondos, que ascienden –a vuelo de pájaro- en más de 200 millones de dólares?
Mire usted, señor Seijas: No nos da la gana de adelantarle lo que pide para que lo ingrese en las arcas de este gobierno antinacional, corrupto y desgraciado. Si nos quiere cortar el servicio, ¡hágalo! Ya veremos cómo seguimos comunicándonos.
III
En las paredes de la urbanización donde residimos han aparecido figuritas –grafitos- pintadas en varios colores, con la predominancia de rojo y negro. Representan a niños y adultos. Los negros son enemigos de la satrapía, los rojos –supuestamente-, favorables a ella.
Según nos narra un dirigente comunal, a la “hora de la verdad”, las hordas del PUS ocuparán los inmuebles, y repartirán los espacios disponibles entre sus camaradas.
Primero muertos que bañados en sangre.
Durante el descalabrado referendo, (des)organizado por la (des)Coordinadora Democrática, tuvimos la oportunidad de observar una manifestación de motorizados chavistas. Estábamos, a dos cuadras de casa, con un vecino mayor que nosotros.
Los motorizados gritaban: “¡Viva Chávez!”. Mi compañero de ocasión repostaba: “¡En Cuba!”
Al oírlo, uno de los sicofantes del hamponato detuvo su moto y nos apuntó con una 9 milímetros. Yo. Vestido con un short sin calzoncillos, me lo bajé, y le diijimos: “Hijo de puta: ¡Dispárame o te la meo!”. Obviamente no lo hizo, pues si lo hubiera hecho no estaríamos narrando el cuento,
Dado que mis queridos vecinos nos vieron en cueros, y las damas conocen nuestro trasero y pene, nada tenemos que ocultarles,
IV
Le tenemos mucho respeto, admiración y cariño a nuestro hermano astrológico, el doctor Msrcel Granier, quien nació en el mismo lugar, a la misma hora ye un lugar contiguo al cual lanzamos nuestros primeros berridos. A él y a todos los venezolanos de corazón les pedimos que no pierdan la fe, que no se entreguen, que no claudiquen. Que este país no es una mierda, y, ni mucho meno s, una historia de sapos,

Una historia de sapos.

I
Si Cristina y quien esto escribe nos privamos de encender los ventiladores, el aire acondicionado o el secador de pelo para cumplir con las normas de la estatizada, desposeída y burocratizada Electricidad de Caracas para no superar el mínimo establecido por quien les conté, ¿de qué vale este sacrificio si algún vecino, hijo de la Gran Bretaña, decide dejar todos sus enseres prendidos y, al final, su consumo individual se contabiliza en el total de la factura del condominio, generando un alza que afecta a todos los residentes del inmueble?
¿Y quién nos garantiza que el infractor no está al servicio del PUS, del G2 cubano o de cualquiera de los ideólogos del socialismo-castrismo-comunismo del Siglo XXI, de los vendepatria, traidores y prevaricadores que nos entregan como corderos atados a Cuba, Irán, ELN, ETA, FARC, FBL, Irán y cuantas miasmas pululan y contaminan la Patria de Bolívar? ¿Si no ha sido contratado precisamente para jodernos y ponernos a su merced? ¿Si no es el comisario político, electo a dedo en los cenáculos del poder rojo, para encargarse de la distribución de espacios entre los indigentes que nos acechan?
II
Dado que el Presidente de Cavetesu –el organismo gremial que agrupa a los proveedores de televisión por cable en Venezuela y demás directivos han decidido convertirse en intérpretes y ejecutores de los lineamientos de Conatel –según ha declarado recientemente en Globovisión el doctor Marcel Granier- , ahora han decidido ir más allá y convertirse en la caja chica de ese desprestigiado organismo gubernamental y recaudar un mes por adelantado a los suscriptores de la televisión paga a fin de entregárselos a esa lacra, bajo el supuesto de que, si alguien se diese de baja, el dinero le será devuelto.
Grandes carajos.: ¿A quiénes intentan engañar? ¿En qué banco(s) serán depositados esos fondos, que ascienden –a vuelo de pájaro- en más de 200 millones de dólares?
Mire usted, señor Seijas: No nos da la gana de adelantarle lo que pide para que lo ingrese en las arcas de este gobierno antinacional, corrupto y desgraciado. Si nos quiere cortar el servicio, ¡hágalo! Ya veremos cómo seguimos comunicándonos.
III
En las paredes de la urbanización donde residimos han aparecido figuritas –grafitos- pintadas en varios colores, con la predominancia de rojo y negro. Representan a niños y adultos. Los negros son enemigos de la satrapía, los rojos –supuestamente-, favorables a ella.
Según nos narra un dirigente comunal, a la “hora de la verdad”, las hordas del PUS ocuparán los inmuebles, y repartirán los espacios disponibles entre sus camaradas.
Primero muertos que bañados en sangre.
Durante el descalabrado referendo, (des)organizado por la (des)Coordinadora Democrática, tuvimos la oportunidad de observar una manifestación de motorizados chavistas. Estábamos, a dos cuadras de casa, con un vecino mayor que nosotros.
Los motorizados gritaban: “¡Viva Chávez!”. Mi compañero de ocasión repostaba: “¡En Cuba!”
Al oírlo, uno de los sicofantes del hamponato detuvo su moto y nos apuntó con una 9 milímetros. Yo. Vestido con un short sin calzoncillos, me lo bajé, y le diijimos: “Hijo de puta: ¡Dispárame o te la meo!”. Obviamente no lo hizo, pues si lo hubiera hecho no estaríamos narrando el cuento,
Dado que mis queridos vecinos nos vieron en cueros, y las damas conocen nuestro trasero y pene, nada tenemos que ocultarles,
IV
Le tenemos mucho respeto, admiración y cariño a nuestro hermano astrológico, el doctor Msrcel Granier, quien nació en el mismo lugar, a la misma hora ye un lugar contiguo al cual lanzamos nuestros primeros berridos. A él y a todos los venezolanos de corazón les pedimos que no pierdan la fe, que no se entreguen, que no claudiquen. Que este país no es una mierda, y, ni mucho meno s, una historia de sapos,

lunes, 8 de marzo de 2010

Carta abierta a Julio César Rivas

Apreciado Julio:
En más de una oportunidad he admirado tu posición valiente frente al régimen comunista que está acabando con este país.
Hoy, sin embargo, como padre, abuelo y profesor universitario, me siento obligado a llamarte la atención.
Aunque a mis alumnos les cueste trabajo creerlo, fui joven como tú. De la generación de 1958. La de Los Beatles, que hicieron una revolución haciendo el amor y no la guerra. Antes de ellos, las parejas no tenían relaciones íntimas. Los hombres se calentaban con las novias, y se desfogaban con las prostitutas. Era un mundo realmente gris y muy triste por cierto.
En una protesta contra la Seguridad Nacional y la Guardia Nacional de Marcos Pérez Jiménez, Nelson, mi compañero del Liceo de Aplicación, fue herido por una bala en el pie y cayó en mis brazos. Algunos días después, recibí un planazo y estuve casi cuatro horas en Capuchinos, en una alcantarilla, respirando a medio pulmón.
Mi abuela, que en paz descanse, me curó con árnica para que papá no me viera el rojez dejado por el machete, lo cual habría significado –a lo mejor- una pela y admoniciones sobre mi comportamiento antisocial.
Cuando llegó la democracia y hubo un golpe de estado contra ella, salí con un rifle calibre 22 a defender el sistema contra los insurgentes del Palacio Blanco.
Julio, te estoy hablando de una edad de 17 a 18 años, en la cual ya sabía cómo preparar cócteles Molotov y echárselos a las pick-up de la Seguranal y de la Guardia.
Los adecos, los comunistas, los copeyanos y los urredistas que trabajaron en la clandestinidad contra la dictadura perezjimenista, que integraron la Junta Patriótica y que lograron derribar al oprobioso gobierno de entonces, así como los miles de jóvenes que nos convertimos en carne de cañón entonces, fuimos miserablemente traicionados. ¿Por quiénes? Por los que se habían ido. Por los que volvieron, y nos apartaron como se espanta a los zancudos, de un capirotazo. Esa es, Julio, la triste verdad que los chamos vivimos en aquellos tiempos, y que no desearía que ustedes volvieran a experimentar.
Julio: Eres joven y tienes un mundo por delante. Pero como sé cómo te sientes, y puedo retrotarme a tu visión del mundo –que era la mía cuando tenía tu edad-, quiero hacerte algunos señalamientos para tu desempeño, partiendo del dicho de que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
En primer lugar, debo decirte que es muy fácil seducir a un joven. El octogenario sátrapa cubano ha decretado en la isla sumisa que una botella de ron y un catre para folgar son suficientes para mantener más de 50 años de tiranía. Pero para seducir a un joven como tú, quizás hacen falta más cosas: un supuesto cargo en la Anal -o Asamblea Nacional- . Una 4x4. Un apartamento. ¡Qué sé yo! Perdón, no hablo de tus valores ni convicciones, sino de tu edad –que en tu caso, es un handicap y no un plus--.
La gente con la cual estás asociado, a mi parecer, es una mierda. Fíjate que Don Álvaro Uribe, Presidente de Colombia, no le puso empeño a la reelección –aunque sabía que podía lograrla-, no porque no le gustara el poder, sino porque reflexionó y se convenció de que ya estaba bien.
Pero la tribu de lo Salas quiere ser reelegida per secula seculorum. Como Chávez. Y eso no está nada bien.
Por eso, Julio, te pido reflexiones y recapacites. Y no entregues el pequeño capital que ahora posees a esa horda de facinerosos colaboracionistas que sólo pretenden mantener sus cuotas de poder al costo que sea, aún cuando implique la definitiva desintegración, quiebre u holocausto de la República.
Julio, sí hubiese sido mi alumno, hasta ahora tendrías 20/20, pero el domingo te hubiese puesto 0.
Y perdóname que te hable como un docente pues, al fin y al cabo, eso es lo que soy.
Profesor Luis García Planchart.

jueves, 4 de marzo de 2010

Guerreros de porcelana china

Tiene la nariz ganchuda. Sus ojos son dos hendiduras, como cortados en el rostro. El pecho como un pollo. Su voz semeja los aullidos de un chacal. Carece de toda misericordia, y posee un corazón de tigre o lobo. En las malas se arrepiente y humilla, pero cuando triunfa es duro como una roca y capaz de destruir a sus adversarios sin miramientos.
Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia, pues la anterior descripción no describe a algún de sátrapa famoso del pasado reciente o de la actualidad, sino a Zheng, quien se proclamó Rey de Qin a los 13 años de edad, en el 246 ADC, y murió en el 210, antes de cumplir medio siglo.
Zheng presumía ser el más grande, más que cualquier otro soberano. Así lo aseguraba. No se cansaba de repetirlo y, a falta de gigantografías o vallas que no existían en su época, ordenó que sus supuestos méritos quedaran grabados para la posteridad, a golpes de cincel, sobre mármol y granito.
Desposeyó de los medios productivos y propiedades a los ricos y se apoderó de éstos para su propio beneficio y el de su entorno íntimo. Reformó totalmente a la sociedad, simplificando, dogmatizando y banalizando al taoísmo, hasta convertirlo en una flexible ideología al servicio de su tiránico régimen.
Para concretar su proyecto político, que esperaba duraría 10 milenios, venció con astucia y malas mañas a las clases dirigentes de los estados vecinos, a un costo de millones de víctimas fatales. Para Zheng, éstas resultaban perfectamente, prescindible, porque, a medida que iba ampliando sus vastos dominios, se convencía de que el único imprescindible era él.
Qin estaba ubicado en la frontera occidental de China, donde comienza el desierto. Entre sus pobladores había un número considerable de tártaros, iletrados y primitivos, que habían venido más allá del mundo civilizado. Eran tiempos de luchas constantes entre los príncipes chinos, semejantes a las que ocurrirían tras la caída de Roma en Europa Medieval, y probablemente por razones análogas. Sin embargo, el Estado Qin estaba lejos, distante y al margen.
El pueblo de Qin carece de la menor noción de lo que son las buenas maneras, las relaciones familiares o las costumbres honestas. Golpean sus cazuelas de barro, hacen chocar sus cacharros, tañen sus laúdes rústicos y golpean grandes huesos contra sus tambores básicos, mientras gritan: ¡Uhh! ¡Ahh! Así recrean sus ojos y oídos. Si algún lector cree que fantaseamos al respecto, le sugerimos que examine los relatos pretéritos y corrobore la información suministrada.
Esa música no degeneraba –observaba el filósofo Xunzi-. No seducía y corrompía a la gente con melodías y ritmos dulces y decadentes. El pueblo era sencillo y respetuoso con sus funcionarios. La autoridad no tenía otro fin que el buen hacer del Estado y el bienestar del pueblo. En resumen, allí todo era como el filósofo al servicio del autócrata deseaba.
Desgraciadamente, identificó una falla estructural: Qin despreciaba a Confucio y sus seguidores. Tarde o temprano, esta falencia conduciría a una catástrofe. Xunzi estaba convencido. Lo cierto es que, hasta que ello ocurrió, transcurrió mucho tiempo.
A Zheng se le recuerda como el primer unificador del Imperio, lo que logró tras prolongadas y cruentas guerras; el constructor de la Gran Muralla, para lo cual esclavizó a más de un millón de sus enemigos; y el destructor del pensamiento confuciano mediante el expedito procedimiento de quemar sus manuscritos –en la República Bolivariana, los libros no se queman sino se reciclan en papel toilette-, milenios antes de que los guardias rojos de la Revolución Cultural de Mao Zedong acabaran con la tumba, los enseres e instrumentos musicales del venerado Maestro y sus más connotados discípulos.
¿Y qué era realmente lo que a Zheng le incordiaba de Confucio? Las virtudes que, según el Maestro, debía adoptar el buen ciudadano: cortesía, civismo, cultivo del pensamiento, apego a los valores históricos, honestidad, moralidad, amor fraterno, justicia y voluntad para negociar y concertar.
Qin era para las naciones vecinas lo que España para Grecia, Prusia para Alemania o Venezuela para Colombia. La gente fina arrugaba la nariz al hablar de ese pueblo inculto, en el cual la ignorancia había sido elevada al grado de virtud, pero se le respetaba y hasta se le temía.
A Zheng le resbalaba el juicio de sus pares. No se quería saber nada de Confucio ni de su doctrina humanista. Consideraba su pensamiento como un contenido idealista, extraño y decadente que nada tenía que ver con Qin.
Cuando Zheng, en el o 221 ADC, conquistó los demás principados de China –y con ellos todo lo que había debajo del cielo- y logró unificarlos, comenzó la época de terror. Y para que todos se percataran de la trascendencia del cambio, en vez de adoptar el antiguo título de rey, decidió acuñar uno nuevo: Qin Shihuang, Primer Emperador Excelso. A partir de entonces, sus sucesores deberían numerarse, una serie interminable para una dinastía proyectada a diez milenios.
Lo cual no sucedió, pues cuatro años después de la muerte de Zheng, el segundo emperador excelso se envenenó y con él terminó la dinastía Qin. Los 10 mil años quedaron reducidos a quince. El imperio de Zheng, pegado con saliva de loro, se desplomó, pero nunca volvieron los viejos y buenos tiempos.
Pese a que se creía la reencarnación de un antiguo dios de la guerra, y que no le temblaba la mano para encarcelar y asesinar a sus oponentes –al punto de que ordenó el seppu o suicidio de su segundo hijo, al suponer que estaba inmerso en una conspiración para derrocarle- Zheng era un cobarde redomado, que jamás participó en ninguna de las contiendas por él desencadenadas y que vivía rodeado de guardias de seguridad para prevenir –según él- numerosos intentos de magnicidio.
Al final de sus días, la paranoia de Zheng llegó a tal extremo que dejó de verse en público y construyó una red de laberínticas galerías que conectaban al palacio de gobierno con múltiples moradas o búnkeres. Jamás pernoctaba dos veces seguidas en el mismo lugar.
Obsesionado por la inminencia de su muerte, planificó su propio mausoleo, protegido por miles de estatuas de cerámica que representaban burócratas, soldados a caballo y a pie. Los arqueólogos que todavía trabajan en el rescate de estas esculturas milenarias, ya que la mayoría de ellas se descubrió en muy mal estado, conjeturan que estaban provistas de armas reales, con mecanismos que se accionaban ante la presencia de invasores, en el más puro estilo de Indiana Jones.
Al lado de su sarcófago de bronce, yacen los esqueletos de seis de sus más hermosas concubinas que fueron enterradas vivas, tras el fallecimiento de Zheng durante un infructuoso viaje donde esperaba hallar el elixir de la inmortalidad.
Desde entonces el nombre adoptado por Zheng, Qin Shihuang, se ha convertido en sinónimo de pavor para todos los chinos, excepto para uno, Mao Zedong, quien lo reivindicó durante una reunión del Partido Comunista, durante la Revolución Cultural: ¿De qué lo acusan? ¿De haber enviado 46 intelectuales a trabajos forzados? ¡Nosotros mandamos 46 mil!
A partir de Deng Xiapoing, el humanismo, la existencia en valores y el arte de negociar pacíficamente, según los preceptos de Confucio, se han vuelto a poner de moda. ¿Qué queda de Zheng en la China contemporánea? Un mal recuerdo, un capítulo que la gente prefiere olvidar. Asimismo, las estatuas de más de 6 mil guerreros, como una constancia de que la crueldad es un rasgo dominante en la naturaleza humana. Pero son sólo eso, figuras en porcelana china.