Mitos y leyendas urbanas
Los mitos son relatos basados en
la tradición y la leyenda, que intentan explicar cualquier tópico de difícil
comprensión.
Empero, no todos los mitos son explicativos.
Los hay relacionados con alguna fuerza natural o divina, y otros con historias
y leyendas transmitidas oralmente, de generación en generación.
La mitología -literalmente, colección de mitos- aparece en la
mayoría de las religiones y, de igual modo, casi todas la mitologías dependen
de , al menos, una religión.
Famosos hacedores de mitos fueron
los antiguos griegos y romanos. Los primeros percibieron la existencia de hechos malditos -conductas,
fenómenos y sucesos cuyos orígenes y desarrollos no podían ser comprendidos a
la luz del conocimientos que poseían-. Así, la atracción
que ciertas jóvenes sienten por los hombres mayores la convirtieron en un mito,
y se le atribuyeron a Edipo y. Y lo contrario, a Electra -la atracción de
las señoras mayores por los jóvenes-.
Griegos y romanos no se quedaron
sólo en la mitología, sino que la proyectaron al teatro, la poesía y la
escultura, entre algunas disciplinas del saber. De ahí La Ilíada y La Odisea, El rapto de las Sabinas y El caballo de Troya; cuyos contenidos
varían desde la simple propaganda hasta la intención manifiesta de propagar los
valores éticos, morales y religiosos de la sociocultura.
La leyenda urbana -del inglés urban legend- es un relato
perteneciente al folclore contemporáneo; es una tradición popular, emparentable
con la superstición, el cual, pese a
contener elementos sobrenaturales o inverosímiles, se presenta como hechos
actuales. Circula de boca en boca y por
las redes sociales, teniendo como trasfondo una moraleja.
Esta atracción fatal del humano
por los mitos y las leyendas le ha hecho rellenar sus lagunas cognitivas -las cuales, en
casos como los de Venezuela son colectivamente extensas- con infinidad
de versiones sobre información de vieja data, ubicada en el entorno de quienes las
narran y reciben.
En más de una oportunidad, el mitómano asegura que los protagonistas
de una leyenda urbana fueron conocidos o parientes de alguna persona cercana. Por
eso, a la mitomanía se la conoce en inglés como: Friend of a friend tales; Historias
del amigo de un amigo.
Los mitos y leyendas urbanas más
creíbles y dañinos son:
El capitalismo lleva en sí mismo el
germen de su propia destrucción
Karl Marx concebía la Economía
como la superposición de modos de producción (El Capital, 1867); secuencia iniciada en la Antigüedad con la
Esclavitud, proseguida con el Feudalismo en el Medioevo, el Mercantilismo en la
Edad Moderna y, en su época, el Capitalismo.
Pronosticaba la sustitución del Capitalismo
por el Imperialismo –o explotación de los países atrasados por las potencias
coloniales-, y su reemplazo por el
Comunismo –donde cada trabajador sería compensado según sus necesidades-.
Sostenía que el fin del capitalismo radicaba en su propia contradicción pues,
mientras la producción era colectiva, el reparto de la riqueza era individual (Materialismo Histórico).
Elaboró fórmulas para acelerar estos cambios:
lucha de clases, condiciones dadas, internacionalización de la revolución y
transición –el socialismo y la dictadura
del proletariado- (Materialismo
Dialéctico).
Con el apoyo de Federico Engels,
recomendó opciones para reemplazar a las instituciones claves de la burguesía:
la familia, la propiedad privada y el Estado.
Su revolución no se produjo en las formas ni
espacios anticipados. No triunfó en Inglaterra –insignia del industrialismo-
sino en Rusia -país semifeudal-, Japón –la más avanzada nación asiática
industrial- sino en China –la más atrasada-, España –gobernada por la izquierda
radical -sino en Cuba –su colonia hasta 1902-.
Basado en las crisis del Siglo
XIX, John M. Keynes, un genio natural de la teoría y praxis económicas, creó la
Economía Moderna o Macroeconomía (1920-1930).
Complementó su obra con la Teoría general de la ocupación, el interés y
el dinero (1936), donde desveló el funcionamiento del capitalismo,
diagnosticó sus males y propuso las terapias adecuadas.
No concibió al capitalismo como
una capa superpuesta o declinante del devenir histórico, sino como un organismo vivo, sometido a constantes
variaciones, a las cuales considera fisiológicas; en contraste con las
fijaciones, a las que estima patológicas.
La fábula del hombre nuevo
Antonio Gramsci (1891-1937),
teórico comunista italiano, afirmó en 1917: La
revolución de los bolcheviques es la revolución contra El Capital de Carlos
Marx...
En la década de los 60 del Siglo XX, el Che Guevara,
planificador del régimen cubano, aseguró que el cambio sólo era posible creando a un hombre nuevo; que no debería
desear riquezas ni privilegios, sino sólo estar al servicio del Partido, la
Revolución y el Pueblo.
Charles Betelheim, dirigente comunista
francés, arguyó que estos conceptos se aproximaban peligrosamente a los de Nietzsche
y Heidegger -adoptados para justificar el holocausto nazi, y que no es posible cambiar a la naturaleza
humana.
Guevara murió en 1967 sin haber comprobado su
hipótesis, aunque su imagen se convirtió en icono global de todas las rebeldías
y rebeldes desde entonces.
La crítica más contundente contra el denominado
socialismo científico es su fracaso
rotundo en Asia y Europa, donde extensos territorios sometidos a su influjo por
decenios, debieron adoptar el capitalismo para equipararse con el resto del
mundo.
La persona puede ser persuadida
subliminalmente
A raíz de la Guerra de Corea y a
causa de las declaraciones públicas de oficiales de Estados Unidos, capturados
en combate y prisioneros de guerra, la CIA se formuló la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que militares
estadounidenses, formados en Annapolis y West Point, bajo el Código de Honor de
Ivanhoe, puedan declarar en contra de sus país, su Presidente y el juramento de
fidelidad que le deben a la bandera?
La respuesta fue muy simple: ¡No es posible! Entonces, ¿por qué lo hacen? Porque les lavaron el cerebro. ¿Y cómo se los lavaron? ¡Con técnicas
subliminales!
He aquí la primera referencia
histórica a lo subliminal, reforzada
por el largometraje El candidato manchú,
que casi le valió un Oscar a Frank Sinatra. Aunque el artista no lo obtuvo, sí
creó con su película el mito que perdura hasta ahora.
Hoy se reconoce que ningún rehén,
por bien formado que esté, puede resistir a la tortura moderna, y no hay
organismo de seguridad que tome en cuenta sus declaraciones. Más bien, con
quienes actúan en alto riesgo, se acuerdan previamente códigos para enviar
mensajes en situaciones críticas. Sin embargo, para los críticos, la propaganda
subliminal es un artículo de fe, y así explican el proceso:
Para
construir una secuencia cinematográfica o videográfica, se requieren 24
fotogramas o cuadros, que equivalen a un segundo, ya que ¼ de segundo es el
tiempo mínimo perceptible a nivel mental.
Si
se sustituye un cuadro por una imagen fija que diga, por ejemplo, Vote por Luis
García, el espectador no la percibe consciente, pero si subconscientemente.
Al acumular el número de impactos a que recibe
un espectador o televidente, si la técnica funcionase, el sublimizado votará
por Luis García.
Bryan Key citaba supuestos casos
en los cuales la técnica era empleada para controlar, distorsionar y dirigir el
comportamiento de compra mediante mensajes ocultos; e intentó probar que había
manipulación a través de apelaciones más emotivas que racionales –como el
eslogan de L’Oreal de París, Because you worth
it-, que no representaba mayor economía para la consumidora; o mediante
estímulos sensoriales, frente a los cuales el receptor no tendría mecanismos
defensivos.
Sin embargo, Rubén Treviño
asegura que las investigaciones de Bryan Key son descriptivas, no tienen un
sustento experimental bajo situaciones o elementos controlados, y recuerda la lectura de una nota en Advertising Age donde se le ofrecía al
psiquiatra –o a quien fuera capaz de hacerlo- una jugosa retribución a cambio
del incremento significativo de las ventas por vía subliminal, sin que, hasta
ahora, nadie la haya reclamado el premio gordo.
Oscar Bákit Padilla, académico,
profesor universitario y Presidente-Fundador del Colegio de la Publicidad de
Costa Rica, comenta al respecto:
Una
de las pocas pruebas sobre publicidad subliminal de las cuales tengo noticia se
realizó con el refresco Coca-Cola. Entre los miles de asistentes a una sala de
cine, la cual había sido provista con expendios para que, a la salida de la
misma, el subconsciente colectivo respondiese a la incitación de Drink
Coca-Cola! inserta en forma subliminal, sólo se pudo registrar un incremento
muy reducido en la sed. Sin embargo, a dicho incremento se opuso el hecho de
que, normalmente, no hay ventas de refrescos a la salida de los teatros. Un
grupo especializado realizó las encuestas y examinó sus resultados, los cuales
fueron, simplemente, frustrantes. Posteriormente, muchas otras pruebas
demostraron que la publicidad subliminal era un fraude y que su notoriedad
había surgido de circunstancias dolorosamente trágicas como fueron las
relacionadas con el asesinato de John F. Kennedy.
Si fuera posible lavarle el
cerebro a las masas subliminalmente, ¿por qué los publicistas no alcanzan las
posiciones políticas más codiciadas en el mundo? ¿Será porque son idealistas o
idiotas y desdeñan aplicar a su favor un recurso simple que supuestamente
enriquece y da poder a sus clientes?
Los medios promueven hábitos dañinos
Existen diferencias radicales,
derivadas de la propia naturaleza de los bienes que se ofertan libremente en el
mercado. Hay productos dañinos, como los cigarrillos; peligrosos, como los
licores; prescindibles, como las colas negras.
Guillermo Zuloaga, ex presidente
de Globovisión y de FEVAP, declaró una vez: Los
cigarrillos se anunciarán mientras su venta sea lícita, y ésta perdurará en
tanto y en cuanto las tabacaleras continúen siendo contribuyentes privilegiados
por todos los fiscos del mundo.
La publicidad induce a la violencia
Para la gran mayoría de los
humanos, la violencia mediática es catártica. Tomás Eloy Martínez destaca al
efecto la insensibilización de los televidentes frente al desangre cotidiano de
la posguerra iraquí.
Sin embargo, algunos inadaptados,
especialmente los psicópatas, toman los contenidos violentos como malos
ejemplos a seguir.
Independientemente de si la
televisión contribuye o no con la violencia real, la publicidad no es ni puede
ser solidaria de los programas que difundan los medios, sino de los comerciales
que produce.
Aún así, vale la pena destacar la
expresa recomendación de no anunciar en los programas de televisivos violentos
a los anunciantes de la trasnacional publicitaria JWT, hecha por Joel
Baumbewol, Vicepresidente de Planeamiento e Investigación de la firma.
Los publicistas nunca fueron
apóstoles de la violencia, ¿de qué sirven los consumidores muertos, presos o
discapacitados? El Código de Ética de ANDA y FEVAP, establece una prohibición
formal de inducir al miedo, al terror y a la violencia, o explotar la
superstición. Lo que ANDA y FEVAP comparten es la existencia de medios libres
en Venezuela, con programas de información y opinión no controlados por el
Estado, en base, preferiblemente, a la autorregulación y no a la Ley RESORTE.
La publicidad induce al consumismo
Es verdad pero, ¿acaso es malo?
Sugerirle al consumidor que mejore su estilo y calidad de vida no constituye
una maldad, sino un estímulo para su progreso.
Quienes más férreamente se han
opuesto al consumismo son políticos como Luis Echeverría, ex presidente de
México –hoy procesado por la Corte Suprema de su país como responsable de la
masacre estudiantil conocida como La
noche de Tlatelolco (1968)-, quien sostenía que (sic) la publicidad incita a la gente de menores recursos a abandonar la
inocente bondad de su pobreza.
Estimaba Echeverría, como lo
hicieran entonces y como lo hacen ahora otros políticos latinoamericanos, que
la publicidad es subversiva y resulta mejor ponerle un parado, antes de que los
pobres se conciencien sobre su injusta condición y decidan darle la vuelta a la
tortilla.
En 1961 Vance Packard inquiría: ¿Hacia dónde vamos, bajo las presiones que
tratan de tornarnos más manirrotos, imprudentes y reflexivos en nuestros
hábitos de consumo? ¿Cuál es el impacto que esta presión a favor del derroche
ejerce sobre Estados Unidos, y sobre la conducta y el carácter de su pueblo?
Después de los atentados del 11
de Septiembre de 2002, la respuesta fue clara y contundente, pues, junto a las
Torres Gemelas, también se desplomó la crítica esencial contra el consumismo.
En los días subsiguientes al
siniestro, la gente aprendió que la globalización opera como un gigantesco
centro comercial, y que su parálisis, aunque sólo por poco tiempo, ocasiona
terribles consecuencias: caída de bolsas, quiebra de empresas y pérdida de
centenares de miles de puestos de trabajo en el mundo entero.
Hoy la mayoría comienza percibir
que el consumismo no sólo es útil y pertinente, sino indispensable para la
prosperidad colectiva, y que también podría ser determinante para quienes
reclaman su inserción en aquellas sociedades que, injustamente, les mantienen
excluidos.
Los medios deberían educar
La pedagogía es una de las
opciones mediáticas, pues las técnicas que emplea para entretener también son
muy efectivas en motivación ciudadana.
Renny Otolina enseñó a una
generación de peatones a cruzar las esquinas, atendiendo a las señales del
tránsito. Lamentablemente su iniciativa careció de continuidad, y nunca más se
dio otra campaña semejante.
Chiclet’s Adams persuadió a los
venezolanos de no ensuciar las calles y plazas, instalando canastos en muchos
lugares públicos y aupando a la gente su inolvidable eslogan: ¡Apúntale a la cesta!
Antes de que el Metro de Caracas
comenzara a rodar, Publicistas Venezolanos Asociados creó una conducta de
respeto entre los futuros pasajeros, que aún persiste y que nada concuerda con
su comportamiento de los mismos al emerger a la superficie.
El Banco de Venezuela incorporó,
exitosamente, a miles de voluntarios en sus operativos de reforestación en todo
el país.
Ciertamente los medios saben y
pude educar, siempre y cuando haya alguien dispuesto a pagar por la enseñanza.
Lamentablemente, los medios de la
hegemonía comunicacional que maneja el Estado utilizan un idioma pedestre,
rufianesco y cuartelarlo. Que a lo mejor le quedaba bien al comandante eterno hoy
difunto. Pero que al norsantanteriano, a Cabello, a los boliburgueses y los bolichicos les
queda de la patada.