El 21 de diciembre de 1988 un Boeing 747 (Vuelo 103) de Pan American World Airways explotó en el aire, y sus restos así como los cuerpos de 259 pasajeros se desparramaron sobre un área de más de 2 kilómetros cuadrados, provocando la muerte de 11 personas más en la ciudad escocesa de Lockerbie
El avión se dirigía a Londres desde Francfort, y la causa del siniestro fue un explosivo plástico cerca de cerca de ½ kilogramo, ubicado en un radiocasete dentro del compartimento de carga, bajo la cabina de mando. desencadenando una secuencia de eventos que llevó a la rápida destrucción de la aeronave.
El 23 de febrero del presente año, durante las protestas iniciales contra el régimen libio, el ex ministro de Justicia, Mustafa Abdel Jalil, aseguró que Muammar al-Gaddafi fue quien ordenó el atentado terrorista de Lockerbie. Por su parte, Hillary Clinton aseguró ante Congreso de EEUU que su gobierno actuaría con la mayor firmeza si se comprobase la participación del “hermano Gadafi” en esta horrenda acción.
Hoy, cuando la mejor opción del menú de Gadafi pareciera ser entregarse al Tribunal Penal de la Haya para ser juzgado por crímenes de lesa humanidad (pues las otras pasan por la que le tocó a Sadam Hussein y la que ahora enfrenta Hosni Mubarak, sin destacar otras variantes como la “justicia popular”), la amenaza de Clinton pareciera ser “peanuts” (término que usan los gringos al referirse a las menudencias).
Pero llama a la más pura reflexión como la codicia y el desmedido afán de lucro de las trasnacionales petroleras, especialmente las europeas, le permitió al bárbaro criminal mantenerse en el poder absoluto durante más de cuatro décadas.
Porque si a alguien puede calificársele como “autor intelectual” del atentado terrorista de Lockerbie, es a Gadafi.
Tras la más acuciosa investigación criminal y 3 años de investigación conjunta de Scotland Yard, la policía del condado donde ocurrió el suceso, la CIA y el FBI; en habiendo recibido la a más de 15 mil testigos, 13 de noviembre de 1991 se acusó formalmente a Abdelbaset Ali Mohmed Al Megrahi, agente de la inteligencia libia y jefe de seguridad de las Aerolíneas Árabes Libias (LAA), y Al Amin Khalifa Fhimah, el director de la estación de las LAA en el aeropuerto de Malta como “autores materiales”.
Gadafi se negó a entregar a los sospechosos, por lo que la ONU estableció sanciones contra Libia de 1992. Esta penalización logró que el tirano enviara a los sospechosos A Holanda, y que las autoridades neerlandesas los pusieran a su vez bajo la custodia de las fuerzas de seguridad de Escocia el 5 de abril de 1999. El 31 de enero de 2001, Megrahi fue condenado por homicidio y sentenciado a 27 años de prisión. Fhimah resultó absuelto.
En octubre de 2002, Gadafi ofreció 10 millones de dólares por víctima y el 15 de agosto de 2003 se responsabilizó plenamente por el atentado. El 12 de septiembre de 2003, las Naciones Unidas levantaron las sanciones contra Libia que habían durado 15 años.
Megrahi pidió que su condena fuera revisada, y el 20 de agosto de 2009 Abdel Baset Ali al-Megrahi fue liberado por razones humanitarias. Fue recibido en Libia como “héroe nacional”, y no se murió de cáncer en la próstata a los 3 meses (como le habían vaticinado los médicos escoceses, quien sabe sí debido a la ingesta de caldos de los Highlands y una buena mordida petrolera). Hoy el “hermano Megrahi” debe andar encuevado con el otro hermano.
En lo personal, el atentado de Lockerbie fue un golpe muy duro, porque fue el inicio del proceso que llevaría a Pan Am a la bancarrota, empresa de la cual había sido su asesor de marketing y publicista en América Latina por más de 15 años. También, a la larga, se convertiría en la excusa que emplearían mis socios para echarme de mi agencia.
Lo mejor de Pan Am no fueron sus registros pioneros (entre otros, primera en volar directamente a Europa desde EEUU, a los destinos de Asia y el Pacífico desde la Costa Oeste, en sobrevolar el Ártico, en usar aviones jet para el servicio de pasajero, en ofrecer cine y choice of entrée en las comidas de abordo), sino la calidad de servicio para el confort de sus viajeros. Una calidad que la hacía percibir no como “línea de bandera” de EEUU (nunca lo fue), sino como un transporte global, donde todos sus usuarios sentían un vínculo afectivo de pertenencia.
Es por eso que, aunque el Cardenal nos ha recomendado no alegrarnos por las desgracias de nadie, yo me alegro particularmente por la del “hermano Gadafi”. Y la mejor recomendación para su hermano acá es la que le diera en otra ocasión Juan Carlos, descendiente en línea directa de Isabel la Católica y Felipe El Hermoso: “¿Por qué no te callas?”
miércoles, 24 de agosto de 2011
domingo, 14 de agosto de 2011
El Plan B
Ayer fui a Elmer Boutique (El Mercado Municipal de Chacao), pues he descubierto que allí se consigue casi de todo y los precios son mucho más solidarios que en otros establecimientos.
Y volví a experimentar la incapacidad de escuchar que padecen las nuevas generaciones, esta vez con un marchante de lácteos. Le pedí Queso de Año con la cáscara pintada de amarillo (tonalidad lograda con achiote, colorante natural, y que lo diferencia del concha negra, que sólo Dios sabe de dónde proviene), y me dio Queso Gouda hecho en Holanda. De su error me di cuenta al llegar a casa, pues mis seguidores ya saben que ando al presente como Mr. Magoo.
Para quienes no conocen los quesos de Venezuela, he de advertirles que son tan retorcidos como la personalidad colectiva de mis paisanos. Pese a que en su mayoría son blancos, el color de la inocencia, bien apartados están de esa virtud. Y se parecen mucho más a los italianos, tan retorcidos como los nuestros, que a los neerlandeses, amarillos, redondos y blandos.
Al Queso de Año no hay manera de confundirlo con el Gouda. El primero es duro, casi como la piedra pómez, y el otro no va dmás allá de semiduro. El de Año tiene agujeritos, el Gouda no; y, finalmente, el holandés está recubierto por una capa de parafina roja o amarilla.
Entonces, ¿por qué no me oyó? Básicamente porque la revolución de la informática está destruyendo el poder atencional del ser humano. En un excelente ensayo, publicado por Mario Vargas Llosa la semana pasada en El Nacional, narra el contenido de un libro donde su actor tuvo que pasar un año sabático en una aislada región de EEUU, sin Internet ni Blackberry, para recuperar su capacidad de lectura.
Así como David Cameron, Premier del Reino Unido, estudia intervenir las redes sociales para prevenir o mitigar su efectos entre los indignados jóvenes de la clase media baja inglesa; a mi me gustaría poder hacer lo mismo, en mi carácter de docente universitario, para transmitir mis clases por twitter o facebook (o al menos un resumen de ellas) a fin de contrarrestar la falta de luces de los estudiantes venezolanos, ya que con la otra necesidad básica que señalaba Simón Bolívar en referencia a nuestro fenotipo, la carencia de moral, ahí si que tiro la toalla. Sobre todo siguiendo la actuación de su clase dirigente durante los últimos 20 años, empeñada como está en que Venezuela se africanice, convirtiéndose en un país de muertos de hambre, pero eso sí, gobernada por pranes y con malandros armados con fusiles AKG. Algo así como Somalia.
La educación antigua se proponía tres objetivos. Que el alumno aprendiera a escuchar, a ejecutar tareas según las instrucciones recibidas y, finalmente, a teorizar. Este último objetivo tenía una fecha cierta: 5º Año de Bachillerato.
Pero si nadie o pocos escuchan, menos siguen instrucciones, ¿quiénes podrán teorizar en el futuro? Es posible que el Señor de Allá Arriba, que últimamente se ha apiadado de los venezolanos y pareciera haberle puesto el visto bueno a un Plan B que bien bolsa sería la oposición si no lo aprovecha, nos tenga preparada otra sorpresa. ¡Que así sea!
Y volví a experimentar la incapacidad de escuchar que padecen las nuevas generaciones, esta vez con un marchante de lácteos. Le pedí Queso de Año con la cáscara pintada de amarillo (tonalidad lograda con achiote, colorante natural, y que lo diferencia del concha negra, que sólo Dios sabe de dónde proviene), y me dio Queso Gouda hecho en Holanda. De su error me di cuenta al llegar a casa, pues mis seguidores ya saben que ando al presente como Mr. Magoo.
Para quienes no conocen los quesos de Venezuela, he de advertirles que son tan retorcidos como la personalidad colectiva de mis paisanos. Pese a que en su mayoría son blancos, el color de la inocencia, bien apartados están de esa virtud. Y se parecen mucho más a los italianos, tan retorcidos como los nuestros, que a los neerlandeses, amarillos, redondos y blandos.
Al Queso de Año no hay manera de confundirlo con el Gouda. El primero es duro, casi como la piedra pómez, y el otro no va dmás allá de semiduro. El de Año tiene agujeritos, el Gouda no; y, finalmente, el holandés está recubierto por una capa de parafina roja o amarilla.
Entonces, ¿por qué no me oyó? Básicamente porque la revolución de la informática está destruyendo el poder atencional del ser humano. En un excelente ensayo, publicado por Mario Vargas Llosa la semana pasada en El Nacional, narra el contenido de un libro donde su actor tuvo que pasar un año sabático en una aislada región de EEUU, sin Internet ni Blackberry, para recuperar su capacidad de lectura.
Así como David Cameron, Premier del Reino Unido, estudia intervenir las redes sociales para prevenir o mitigar su efectos entre los indignados jóvenes de la clase media baja inglesa; a mi me gustaría poder hacer lo mismo, en mi carácter de docente universitario, para transmitir mis clases por twitter o facebook (o al menos un resumen de ellas) a fin de contrarrestar la falta de luces de los estudiantes venezolanos, ya que con la otra necesidad básica que señalaba Simón Bolívar en referencia a nuestro fenotipo, la carencia de moral, ahí si que tiro la toalla. Sobre todo siguiendo la actuación de su clase dirigente durante los últimos 20 años, empeñada como está en que Venezuela se africanice, convirtiéndose en un país de muertos de hambre, pero eso sí, gobernada por pranes y con malandros armados con fusiles AKG. Algo así como Somalia.
La educación antigua se proponía tres objetivos. Que el alumno aprendiera a escuchar, a ejecutar tareas según las instrucciones recibidas y, finalmente, a teorizar. Este último objetivo tenía una fecha cierta: 5º Año de Bachillerato.
Pero si nadie o pocos escuchan, menos siguen instrucciones, ¿quiénes podrán teorizar en el futuro? Es posible que el Señor de Allá Arriba, que últimamente se ha apiadado de los venezolanos y pareciera haberle puesto el visto bueno a un Plan B que bien bolsa sería la oposición si no lo aprovecha, nos tenga preparada otra sorpresa. ¡Que así sea!
sábado, 13 de agosto de 2011
Con los libros, sin la noche
Jorge Luis Borges, al ser designado Director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, se quedó ciego. Y escribió el Poema de los Dones, cuya primera cuarteta expresa lo siguiente:
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de Dios,
que con finísima ironía,
me dio a la vez los libros y la noche.
No me queda más que recordar a Borges pues, el jueves que viene, me van a operar de un desprendimiento de la retina. Y no sé (ni tampoco los retinólogos) como quedará del ojo con el cual mejor veía.
Lo cual me lleva a reflexionar sobre lo terriblemente frágiles o vulnerables que somos los humanos. Y, asimismo, acerca de una frase que solía repetir mamá: La salud es un estado anormal entre dos enfermedades.
El motivo de este blog no es excusarme. En más de una oportunidad he repetido la famosa frase de Lavosier: Qui se excuse, se accuse (Quien se excusa se acusa).
Sólo quiero aclarar, en este calichoso (no pasa nada) y caluroso mes de agosto (llueve y el sol calcina cuando aparece), que mi postura frente al régimen no ha cambiado, que no estoy chorreado por las amenazas rojo-rojitas o verde-verdecitas, sino por el reto ante una operación de alta cirugía y que, finalmente, cuando salga del trance, volveré a la palestra.
Esperando sus oraciones y deseos, quedo de ustedes. Con los libros, sin la noche.
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de Dios,
que con finísima ironía,
me dio a la vez los libros y la noche.
No me queda más que recordar a Borges pues, el jueves que viene, me van a operar de un desprendimiento de la retina. Y no sé (ni tampoco los retinólogos) como quedará del ojo con el cual mejor veía.
Lo cual me lleva a reflexionar sobre lo terriblemente frágiles o vulnerables que somos los humanos. Y, asimismo, acerca de una frase que solía repetir mamá: La salud es un estado anormal entre dos enfermedades.
El motivo de este blog no es excusarme. En más de una oportunidad he repetido la famosa frase de Lavosier: Qui se excuse, se accuse (Quien se excusa se acusa).
Sólo quiero aclarar, en este calichoso (no pasa nada) y caluroso mes de agosto (llueve y el sol calcina cuando aparece), que mi postura frente al régimen no ha cambiado, que no estoy chorreado por las amenazas rojo-rojitas o verde-verdecitas, sino por el reto ante una operación de alta cirugía y que, finalmente, cuando salga del trance, volveré a la palestra.
Esperando sus oraciones y deseos, quedo de ustedes. Con los libros, sin la noche.
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