Ayer fui a Elmer Boutique (El Mercado Municipal de Chacao), pues he descubierto que allí se consigue casi de todo y los precios son mucho más solidarios que en otros establecimientos.
Y volví a experimentar la incapacidad de escuchar que padecen las nuevas generaciones, esta vez con un marchante de lácteos. Le pedí Queso de Año con la cáscara pintada de amarillo (tonalidad lograda con achiote, colorante natural, y que lo diferencia del concha negra, que sólo Dios sabe de dónde proviene), y me dio Queso Gouda hecho en Holanda. De su error me di cuenta al llegar a casa, pues mis seguidores ya saben que ando al presente como Mr. Magoo.
Para quienes no conocen los quesos de Venezuela, he de advertirles que son tan retorcidos como la personalidad colectiva de mis paisanos. Pese a que en su mayoría son blancos, el color de la inocencia, bien apartados están de esa virtud. Y se parecen mucho más a los italianos, tan retorcidos como los nuestros, que a los neerlandeses, amarillos, redondos y blandos.
Al Queso de Año no hay manera de confundirlo con el Gouda. El primero es duro, casi como la piedra pómez, y el otro no va dmás allá de semiduro. El de Año tiene agujeritos, el Gouda no; y, finalmente, el holandés está recubierto por una capa de parafina roja o amarilla.
Entonces, ¿por qué no me oyó? Básicamente porque la revolución de la informática está destruyendo el poder atencional del ser humano. En un excelente ensayo, publicado por Mario Vargas Llosa la semana pasada en El Nacional, narra el contenido de un libro donde su actor tuvo que pasar un año sabático en una aislada región de EEUU, sin Internet ni Blackberry, para recuperar su capacidad de lectura.
Así como David Cameron, Premier del Reino Unido, estudia intervenir las redes sociales para prevenir o mitigar su efectos entre los indignados jóvenes de la clase media baja inglesa; a mi me gustaría poder hacer lo mismo, en mi carácter de docente universitario, para transmitir mis clases por twitter o facebook (o al menos un resumen de ellas) a fin de contrarrestar la falta de luces de los estudiantes venezolanos, ya que con la otra necesidad básica que señalaba Simón Bolívar en referencia a nuestro fenotipo, la carencia de moral, ahí si que tiro la toalla. Sobre todo siguiendo la actuación de su clase dirigente durante los últimos 20 años, empeñada como está en que Venezuela se africanice, convirtiéndose en un país de muertos de hambre, pero eso sí, gobernada por pranes y con malandros armados con fusiles AKG. Algo así como Somalia.
La educación antigua se proponía tres objetivos. Que el alumno aprendiera a escuchar, a ejecutar tareas según las instrucciones recibidas y, finalmente, a teorizar. Este último objetivo tenía una fecha cierta: 5º Año de Bachillerato.
Pero si nadie o pocos escuchan, menos siguen instrucciones, ¿quiénes podrán teorizar en el futuro? Es posible que el Señor de Allá Arriba, que últimamente se ha apiadado de los venezolanos y pareciera haberle puesto el visto bueno a un Plan B que bien bolsa sería la oposición si no lo aprovecha, nos tenga preparada otra sorpresa. ¡Que así sea!
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