El 25 de marzo de 2011 falleció María Cristina Verón Castro, quien dedicó su vida laboral al turismo, desempeñando en esta área productiva altos cargos como fueron las gerencias de estaciones de Viasa en Bridgetown, Port of Spain, La Habana y Milano, la gerencia general de American Express en Caracas, su propia agencia de viajes en Tenerife, especializada en temporadistas europeos en Cuba, Dominicana y Venezuela –empleando para ello los aviones de Viasa que, en varias oportunidades, se quedaban en Europa por 24 horas o más, y sus tripulaciones que descansaban después de los vuelos trasatlánticos por una semana-.
Así, Chris pudo generar ingresos importantes y no esperados para Viasa, sin irritar a los sindicatos, pues por estas jornadas adicionales los pilotos, sobrecargos y el personal de atención al pasajero recibían pagos por horas extras.
El sueño de Chris fue poseer su propia aerolínea, y a punto estuvo de cumplirlo pues antes de que el Guasón se encargara de la Presidencia, los aeroplanos estaban en el país, las tripulaciones contratadas, las autoridades había autorizado el funcionamiento de la empresa y los gobiernos de las Antillas menores las rutas que conectarían esa vasta región insular con los aeropuertos internacionales del Oriente de Venezuela.
Pero la primera medida que tomó el novel designado por el Guasón para Misterios, Trácalas y Conspiraciones –que así llegó a conocerse al Ministerio de Transporte y Comunicaciones- fue cancelarle la permisería a Pas Airlines, la compañía de Chris. ¿Por qué? Por que le dio la gana, por el puro placer de joder, ya que ningún otro proyecto surgió después al respecto y Venezuela sigue prácticamente aislada de sus vecinos caribeños. Esta injusta e ilegal decisión le costó a Chris toda su fortuna, hecha a pulso en una actividad altamente competitiva, donde sólo triunfan los mejores.
Conocí a Chris mucho antes, cuando trabajaba con Nils Petersen, figura legendaria en el turismo venezolano. Chris y Nils prepararon todas las convenciones de Ford, General Motors y sus Concesionarios, así como las de Indulac e Ilapeca. Es interesante destacar que, aunque muchas de ellas se llevaron a cabo en el país, otras se realizaron fuera, ya que para la familia de los Concesionarios tales eventos constituían unas vacaciones extraordinarias, pues el cronograma preveía actividades especiales para las esposas, los adolescentes y los niños. Algunas “zanahoria” como los desfiles de moda, y otras no tanto.
Recuerdo en una ocasión, en Nueva Orleans, mientras los Concesionarios acudían al mejor local de strip tease femenino de la ciudad, a la misma hora y en el mismo local –pero entrado por otra puerta- sus cónyuges presenciaban un espectáculo similar, donde los artistas eran bien dotados caballeros. Esto hoy es usual en Caracas, y casi no hay despedida de soltera sin su correspondiente stripper masculino. Pero entonces no lo era, y cuando se descubrió el asunto, a todos les pareció excelente y fue como el momento estelar de la comunicación de las parejas asistentes.
Pese a ser uno de sus mejores clientes, a Chris yo no le caía nada bien. Me consideraba arrogante, y probablemente eso era cierto entonces. Además, andaba con más de 50 Kg. de sobrepeso y me movía entre las falsas atmósferas dle aire acondicionado. Como dice el play musical argentino: “El mundo siempre ha sido/para todo el mundo./Pero hoy es de un señor en ascensor./Que en una escalerita de aeropuerto/Cultiva un maletín pero ninguna flor./ Ay que vivos/son los ejecutivos,/que vivos que son:/del sillón al avión,/del avión al harén/siempre tienen razón./Y además tienen la sartén,/la sartén por el mango/y el mango también.”
Sólo que mi estilo de vida, admirado y envidiado por muchos, estaba lleno de falsedades, murmuraciones y puñaladas traperas, de las cuales yo me convertiría en víctima a futuro.
Una década más tarde me reencontré con Chris en La Tabernita Escondida. Diez y ocho años de matrimonio habían terminado, y le comenté que para mí era muy triste hallarme nuevamente en la necesidad de buscar pareja, pues no sirvo para vivir solo. Hay cosas que no soy capaz de hacer, como desenredar el envoplast –papel filmo- cuando comienza a salir incompleto. Esa misma noche nos fuimos a la cama, y comenzó una historia de amor que terminó el viernes pasado, antes del mediodía.
Hasta el final estuve esperando un milagro que no se llegó a dar: la remisión de su cruel enfermedad. Con el mayor cariño, me convertí en su enfermero durante su agonía, que comenzó con el 2011. Además, la lloré todos los días, porque sabía lo que estaba sufriendo, al no poder ni siquiera expresarse coherentemente al final del camino. Desde que Chris y yo nos empatamos, nuestros diálogos no tenían fin. Hablábamos y hablábamos, y a veces nos quedábamos dormidos, abrazados, sin haber finalizado la conversa del día. Además, la telepatía funcionaba frecuentemente entre nosotros.
Peleábamos por estupideces. Odiaba que ella viera el Canal 8, pero Chris sostenía que quería saber por dónde saldrían los tiros. Le refutaba, diciéndole que escuchar esas cochinadas y perversiones le hacía mucho daño. Ella poseía un lenguaje muy depurado, jamás pronunciaba malas palabras, y le molestaban mis groserías. Pero hasta allí llegaban nuestras desavenencias.
Chris fue una mujer de buenos sentimientos. La que más me amó y quien más yo amé. Cuando estaba sin hogar, sin trabajo y sin un centavo, me abrió las puertas de su corazón y de su casa. De ahí en adelante empezó a darme una lección de vida para que aprendiera a disfrutar de las cosas sencillas. Me aupó para que regresara a la docencia, para que me sintiera bien trasladándome en transporte público. Empezó a redactar un cuaderno, con su bella letra de colegio de monjas, sobre nuestra relación. Para Chris, por ejemplo, ir al Mercado de Chacao y comerse una pizza en los alrededores era un programa sensacional, un día de fiesta.
Antes de que mamá muriera, la comprometía a que me diera señales de si había vida después de la muerte, y esto la retuvo indebidamente hasta que pudo comunicarse conmigo. No quiero retener a Chris más tiempo, porque ya sufrió demasiado. Debes irte Chris, a un sitio muy hermoso, porque te lo ganaste. Si puedes, Ayúdame a ser mejor. Adiós, mi bienamada. Adiós, mi Chris.
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