El punto 30
Así como hay una tormenta perfecta, existe un punto de
ignición perfecto, que se conoce con el número 30. Se da cuando la atmósfera
contiene menos del 30% de humedad, la temperatura supera los 30 grados Celsius
y el viento sopla a más de 30 Km /hora. La probabilidad de incendios
forestales, al llegar al punto 30, supera el 70%. Y eso es, precisamente, lo
que está ocurriendo en dos de las más hermosas islas del Atlántico Norte: La
Palma y Madeira.
En la Palma, la superficie afectada por fuego que la
tiene en ascuas desdec3 de agosto ha superado las 4 mil 800 hectáreas, lo que
equivale al 6,8% de la superficie total
de la isla, según la consejera de Política Territorial, Sostenibilidad y
Seguridad del Gobierno de Canarias, Nieves Lady Barreto.
En Madeira la situación es más grave, ya que hay 13
frentes flamígeros abierto, algunos incluso en el área urbana de Funchal,
capital de la Isla. Al menos tres personas murieron, hay un total de 300
heridos hospitalizados, varios desaparecidos y miles de refugiados, muchos de
quienes son turistas.
Este punto 30, de origen climático, se aplica
asimismo a la sociopolítica. Se refiere en ésta a la reactividad social y se da cuando
un gobierno tiene menos del 30% del apoyo popular –según la última entrega de Venebarómetro, el régimen venezolano sólo alcanza al
11,1% en esta categoría–, más del 30% de los ciudadanos están dispuestos a
desconocer al mandatario –conforme a la misma fuente, la cifra va por 34,3%– y
menos del 30% apoya al sistema –el porcentaje correspondiente sólo llega al
20,2%–.
¿Qué sucede en una país cuando se llega al Punto 30? Lo
mismo que pasa en un territorio, se desatan los incendios incontrolables; en el caso de un
pueblo, sociales.
Creo que Venezuela llegó a ese llegadero.
El revocatorio es irrelevante
Después de un triunfo impecable en diciembre del 2015, a
la MUD pareciera haberle ocurrido lo que al cazador que, muerto el tigre se asustó
del cuero.
Tras haber analizado varias encuestas como la antes citada
y dialogado con sus coordinadores, pienso que, a estas alturas, el revocatorio
es irrelevante. Es irrelevante porque que tiene muy poco peso dentro en el
actual contexto. Por que tiene escasa o ninguna probabilidad para cambiar el
decurso de los acontecimientos que ya están irrevocablemente en marcha.
Al principio, los asambleístas se propusieron una solución constitucional, electoral, pacífica y
democrática para sacar a Maduro. Por que lo de diciembre no fue para empoderar
a Ramos Allup, Capriles o Borges, si no la manifestación multitudinaria de rechazo frontal a la dictadura de
Maduro. El mensaje fue muy claro entonces y está más claro ahora. En este
preciso momento, el pueblo más que revocatorio, regionales o presidenciales, lo
que se quiere es salir de Maduro. A cualquier costo.
El votante no desea mantener el sistema, si no voltearlo
patas arriba. No quiere a los enchufados de la IV República ni a los de la V
República, si no que aspira a gente fresca y
nueva. De esos que se han fogueado en las manifestaciones de 2014, de quienes
están subsumidos en La Tumba, versión
caraqueña de La Fortaleza, hecha bajo
los mismos principios y con la misma autoría del Comandante en Jefe del
Ejército de Ocupación Nacional, General Ramiro Valdés.
Si antes hubo ira, que se quería evitar, hoy hay
reactividad social, en focos concentrados, como cuando comenzaron los fuegos de
La Palma y Madeira. Se manifiesta, de manera cotidiana, en los saqueos
generalizados y enfrentamientos del pueblo contra las FFAA, como ocurrió el 1º
de julio en Tucupita; el linchamiento de malandros, como pasó el 16 de mayo en
Puerto Ordaz, donde los vecinos ejecutaron a batazos a tres antisociales que
robaban las baterías de sus vehículos; y el desacato a las autoridades, como
sucedió con el incremento unilateral de las tarifas de los celulares, que dejó
a la mayoría de los usuarios en blanco a finales del mes de julio y que, frente
a la carta de Cercotel desautorizando estos los aumentos, la respuesta de la
telefónicas fue: O pagas, o te quedas sin
servicio.
Las falacias del castrismo
Entre la pusilánime oficialidad venezolana que le sigue
como oveja al matadero, Raúl Castro ha sembrado la idea que el Ejército Cubano
es invencible. Se trata de una falacia más del comunismo internacional.
El 10 de mayo de 1967 el Ejército Cubano, bajo la
dirección del venezolano Fernando Soto Rojas, alias Comandante Ramírez, desembarcó el balneario Machurucuto del estado
Miranda. En las primeras de cambio, las FFAA de Venezuela capturaron a dos
miembros de Ejército Cubano en fragrante
delito al desembarcar a guerrilleros entrenados en La Habana. Un oficial
cubano murió durante la fallida operación. Otros cubanos capturados en la misma
–Manuel Gil Castellanos y Pedro Cabrera Torres– fueron interrogados por la
inteligencia militar y firmaron confesiones publicadas por la prensa nacional.
El día 15 de mayo de ese mismo año, se reunieron en
Miraflores el presidente Raúl Leoni y los dirigentes Reinaldo Leandro Mora, Ignacio
Iribarren Borges, Gonzalo Barrios, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Jóvito
Villalba, Jaime Lusinchi, Manuel Mantilla, Pedro París Montesinos, Raúl Nass,
David Morales Bello y los generales Ramón F. Gómez y Martín Márquez Añez. Todos
ellos acordaron, por unanimidad, denunciar a Cuba por intervención y agresión
militar contra Venezuela. Al final se llegó por consenso a solicitar una
reunión de la OEA según los artículos 39 y 40 de su Carta; e, igualmente, a
hacer llegar la denuncia ante las Naciones Unidas.
Sobre este suceso, Márquez Añez les recomendó a los
políticos–: Los generales comprendemos
que los medios de acción diplomáticos son limitados. Pero en alguna forma deben
ustedes demostrar que se está defendiendo lo que el poeta llama “el sagrado
suelo de la patria”. Así lo siente el pueblo. Y hay subalternos nuestros que no
tolerarían que sus superiores, responsables de la defensa nacional, tuviesen
una actitud pasiva.
A partir esa humillante derrota, los Castro Ruz tragaron
grueso, y decidieron vengarse del pueblo venezolano y su dirigencia, un proceso
de larga duración que ha llegado al presente con la desinstitucionalización
democrática del país y la destrucción de su aparato productivo.
La degradación del venezolano como pueblo, se está
logrando con esas largas colas para comprar comida y medicamentos. Al igual que
Stalin, Hitler o Pol Pot, manipular las necesidades básicas de la Pirámide de
Maslow es la manera más abyecta, pero también más eficaz, para que el oprimido
le lama las botas las botas al opresor. Hoy no tenemos qué comer, con qué
curarnos y la oposición está exilada, al servicio de del régimen o detenida;
pues frente a una dictadura de esta calaña no puede hablarse de oposición, sino
de resistencia. Por eso, afirmar que no hay fuerza para hacer más de lo que se
está haciendo es una estupidez.
Todos fuimos culpables de que Chávez llegara al poder. Quien
rechace su responsabilidad en esta tragedia, que siga callado, pero que no se
las eche de inocente o intente ocultar su estigma bajo el inmaculado manto de
una vestal. Pero sólo quienes ven como única salida la solución constitucional, electoral, pacífica y
democrática para sacar a Maduro, son culpables de que su régimen nefasto se
mantenga en el poder.
A los judíos del gueto de Varsovia les tomó diez años
reaccionar contra el oprobioso y macabro
final que les esperaba en los campos de exterminio. A los chilenos, diecisiete
salir de Pinochet. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para que Venezuela reaccione
y comprenda que llegamos al Punto 30?
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