Préndale una vela a San Sebastián…
San Sebastián Mártir, Patrono de los
Militares Cristianos
El 20 de julio de 1944 hubo un intento fallido de asesinar a
Adolf Hitler, organizado por oficiales de la Wehrmatch bajo el comando del
coronel Claus von Stauffenberg. Su muerte sería el detonante de un golpe de
Estado conocido como Operación Valquiria,
con el cual se desplazaría del a la cúpula gobernante, y se establecería un
diálogo con los Aliados para poner fin a una guerra que ya se daba por perdida.
Los conjurados contaban con el apoyo del ejercito de reserva y la sublevación
de los millones de trabajadores de las fábricas alemanas.
Stauffenberg introdujo la bomba de TNT dentro de su maletín,
y la colocó bajo la mesa de la sala situacional de la Guarida del Lobo, cuartel general de Hitler, donde se reuniría con
sus generales. A pesar del estallido, Hitler
sobrevivió. Tras el fracaso, cinco mil personas fueron detenidas, y
doscientas terminaron ejecutadas de manera implacable.
Rommel,
condenado a muerte por un chivatazo
El más notable de los condenados fue el Mariscal Erwin
Rommel, el Zorro del Desierto, a
quien Hitler le dio la alternativa de suicidarse con cianuro de potasio o ser expuesto a la
vindicta pública, tras un juicio amañado en el cual siempre terminaría siendo
culpable. Si escogía el juicio, su familia lo perdería todo, y acabaría en un
campo de concentración. Caso contrario, sería enterrado con honores y los suyos
respetados. El 14 de octubre de 1944 su hijo de 15 años, Manfred, vio como Rommel
subía a un carro del Estado Mayor, y fallecía, cinco segundos tras ingerir la
cápsula venenosa, a escasos 200 metros de la entrada de su casa.
Lo paradójico del caso es que Rommel no apoyó la conspiración
contra Hitler, pero tampoco denunció a quienes le invitaron a participar en
ella. El único y fatal error que cometió fue hablar mal del Führer ante los
generales Stuppenagel, Hoenecker y Speidel, quienes le acusaron para mitigar el
dolor de las torturas en las mazmorras de la Gestapo.
Este caso real de la historia revela de qué manera conspiran
los militares en todo el mundo, pues lo hacen de una forma muy distinta a los
de los civiles.
La conspiración civil –o resistencia–
se encuentra descrita, de manera muy detallada, en la obra La guerra revolucionaria de León Trotsky, libro de cabecera de
Vladimir Lenin, Mao Zedong y Ernesto Guevara.
Trotsky:
Cómo conspiran los civiles
En ella Trotsky recomienda formar de células integradas por
no más de tres individuos, de manera que sí alguno de ellos cae, se reduzcan
sensiblemente las pérdidas.
Es bueno recordar que Trotsky huyó de la URSS cuando supo que
iba a perder la vida por órdenes de Joseph Stalin. Se radicó en México y fundó
la II Internacional Socialista, madre de Acción Democrática y todos los partidos
socialdemócratas. El haber ascendido de bajo a alto perfil por dicha causa le
gano el primer lugar en la lista de quienes iban a ser ejecutados por órdenes
del tirano soviético, quien le encomendó la misión letal al comunista catalán
Ramón Mercader.
Mercader:
El catalán que asesinó al abuelo de Acción Democrática
Mercader se ganó la confianza de Trotsky, y terminó
clavándole un zapapico en la cabeza, a consecuencia de lo cual éste murió tras
una larga y espantosa agonía. Mercader
fue capturado, condenado a 20 años de presidio y liberado en 1960. Fidel le
recibió como héroe de la Revolución,
y murió en La Habana, en 1978, tras haber visitado Moscú y Praga.
Volviendo al tema enunciado al principio, cuando hay
chivatazos al por mayor, los civiles caen de a tres, los militares de uno en uno.
Usted pensará, amigo seguidor, que es mejor ser militar que
civil en este caso. Nada más equivocado. Frente a los dictadores –casi siempre
sádicos y psicópatas, independientemente si son de izquierda o derecha, comunistas
o capitalistas, laosianos o venezolanos–, el uno en uno atrae la sospecha
incidental hacia todo oficial relacionado de alguna manera con el o los
detenidos: Vg.se graduaron al mismo
tiempo, son compadres o cuñados, se echan palos juntos.
La sospecha incidental
se ve atizada –como el fuego del herrero– por cortesanos que no quieren perder
sus posiciones, aspiran a crecer mediante el sapeo o están cagados porque presienten el final.
Así, comienza una zafra donde caen justos por pecadores. En
la primera purga, por ejemplo, Stalin se cargó a 35 mil oficiales del Ejército
Rojo. Y, al final de su existencia –a la cual puso prematuramente su fiel Lavrenti Beria, presidente de la
KGB–, Stalin mató a más conciudadanos que los que murieron durante la II Guerra
Mundial. O, al menos, es lo que pudiera inferirse del contenido de los archivos
recientemente desclasificados por Vladimir Putin.
El límite de estas zafras llega cuando la oficialidad en
pleno percibe que puede ser liquidada, física o institucionalmente, y se rebela
contra el régimen opresor. Sucedió incluso en la URSS, tras la caída del Muro
de Berlín, cuando los tanquistas se negaron a dispararle a los manifestantes
frente al Parlamento en Moscú, iniciando la famosa perestroika, un proceso que reestructuró la economía y la política
en Rusia, dirigido por Mijaíl Gorbachov, el último presidente soviético (1990
–1991).
En Suramérica, dichos procesos han tomado menos tiempo, porque
quienes detentaban el poder estuvieron dispuestos a entregarlo… poniendo, claro
está, sus condiciones. Eso fue lo que creyeron en la República Dominicana los
mediadores que iba a pasar con los diálogos habidos entre la cúpula gobernante
de Venezuela y la MUD. Pero se puso en evidencia que Maduro, siguiendo
instrucciones de La Habana, no entregaría la
Revolución –eufemismo con que los comunistas denominan al poder–; sino que lo que esperaba una rendición incondicional.
Entre los ejemplos de transición política pacífica en
Iberoamérica hay tres, que vale la pena mencionar:
El de
Manuel Odría en Perú
El 27 de octubre de 1948 el general Manuel Arturo Odría
defenestró a José Luis Bustamante y Rivero. Este período de la historia peruana
puede ser mejor entendido leyendo la novela Conversación
en la Catedral (1969) de Mario Vargas Llosa. Odría Gobernó a Perú por ocho
años, regresando al militarismo, el liberalismo económico, la represión y la
persecución a los líderes apristas –socialdemócratas– y al populismo. Cuando se
dio cuenta que su ochenio no podía
estirarse más, dio elecciones libres y se transó con el candidato opositor,
Manuel Prado Ugarteche, al retorno a la democracia a cambio de total impunidad
para él y sus allegados.
El de
Gustavo Rojas Pinillas en Colombia
El general Rojas Pinilla dio un golpe de Estado en 1953 aprovechándose
de la anomia política causada por el partido Liberal. Rojas gobernó con la ANAC
–Asamblea Nacional Constituyente–, organismo creado por él mismo, que legitimó
su ascenso a ña Presidencia y le designó como Primer Mandatario para los
cuatrienios 1954–1958 y 1958–1962. Rojas otorgó amnistía a los guerrilleros
liberales y emprendió reformas económicas y políticas. Empero, ejerció la
censura de prensa y dejó que el crimen político se convirtiese en pecata minuta, por lo cual la presión
popular le obligó a renunciar el 10 de mayo de 1957. Tras un breve exilio,
Rojas volvió al país y participó en las presidenciales de 1962 y 1970, donde
tuvo destacada figuración. Rojas falleció en 1975, y sus simpatizantes fundaron
la guerrilla del M–19.
El de
Augusto Pinochet en Chile
La oposición, encabezada por el dirigente socialcristiano
Patricio Aylwin, aceptó que Pinochet se mantuviese 10 meses más tras a la
cabeza de las FFAA, tras su victoria electoral; que ninguno de los implicados
en los operativos de la Legión Cóndor –con
30 mil muertos y/o desaparecidos– fuese juzgado por crímenes de lesa humanidad;
y que ni a él ni a los suyos les tocaran sus biyuyos. No fue fácil para la
unidad democrática calarse estas condiciones, pero tragaron grueso, lo hicieron y Chile salió adelante.
Rodríguez
Torres: Sapeado, preso y mal recomendado
¿Qué queda ahora en Venezuela? No quisiera especular, pero la
depre de mis amigos es tan grande y contagiosa, que me motiva a tirarles unos
caramelitos:
1.
El famoso Plan
de la Patria que hoy pretende aplicar Maduro, tras 20 años intentos
frustrados, fue redactado por Richard Izarra, hermano del oficial William
Izarra, y constituyó el núcleo político del MB–200 o qué hacer si Chávez y los golpistas del 4–F hubiesen triunfado
2.
Lamentablemente, entre quienes no se leyeron o
no creyeron en los Izarra Brothers estuvieron
El Nacional, RCTV y Venevisión, importantes medios masivos
que se empataron en la moda de la anti–política y le abrieron sus espacios a
la campaña electoral de Hugo Chávez. Es posible que hubiesen creído, entonces,
que Chávez era tan manejable como los políticos de la IV República. ¡Quién
sabe!
3.
Lo demás es historia reciente y viviente, con el
agravante de que la mayoría de los venezolanos –que ahora decidieron leer menos
que nunca, y les ladilla escuchar sobre estos asuntos– sigue sin enterarse del
guión escrito por los Izarra
4.
No hay solución incruenta ni electoral en el
caso venezolano. La salida está en la Carta Magna, la cual se prevé un cambio de facto ante la ruptura del hilo institucional
La dirigencia y el activismo arribista de los partidos tradicionales tampoco
ayuda mucho pues, como se sabe parte del
sistema; sabe también que, con Maduro, también saldrían ellos.
5.
A la narco–cúpula no la a sacar la economía, la
crisis humanitaria ni la invasión extranjera; sino las FFAA, con apoyo popular.
6. Presiento
que la zafra militar ha llegado en Venezuela al punto de saturación –o
desesperación– y lo que le queda a los milicos es la defensa propia.
Así es que, si usted quiere el cambio, préndale su vela a San
Sebastián, Patrono de los Soldados Cristianos. O cruce los dedos y espere al
miércoles a ver que pasa con la convocatoria urgente e inesperada de la OEA por Mr. Pence, Vicepresidente de EEUU…
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