¡Que alguien invente un spam para WhatsApp!
Una de las mayores ventajas del correo electrónico es el spam, el cual le permite al
usuario la posibilidad de mandar a la basura, a priori, una cantidad de
contenidos que a no le interesan. Empero, en “WhatsApp” esa alternativa no existe, y
no le deja al subscritor sino dos opciones: vaciar a diario el buzón lleno de un material irrelevante para él, o retirarse de la red social.
¿Por qué vaciar el buzón? Porque, aunque los teléfonos
inteligentes cuentan con un almacén muy grande para memoria, como todo en la vida,
éste es finito y se rellena rápidamente. Para quien sólo cuenta con wifi cuando sale al exterior, es grave, porque “WhatsApp” se guinda, se
bloquea e impide que el acceso a mensajes que sí resultan vitales para uno.
Además, hay algo pernicioso en el manejo de las redes, no
digo en ésta sino en todas. Por definición ellas debería manejarse conforme a
la libertad de información –u obligación que tienen sus coordinadores de
permitirle a los adscritos investigar y
recibir informaciones y opiniones, así como difundirlas, sin limitación de
fronteras, por este medio de expresión; así como en la libertad de expresión –
según el DRAE: El derecho a
manifestar y difundir libremente el propio pensamiento.
Pero casi nunca ocurre así. Quien crea un espacio en “WhatsApp”, de repente se
cree dueño o concesionario del mismo –como si se tratara de un medio masivo y
no participativo o de doble flujo. Además, otra persona –probablemente un
amigo dateado– asume la Jefatura de Información y, entre ambos –consciente o inconscientemente–
empiezan a trazar una línea editorial: lo que puede o no decirse e, incluso, el
lenguaje ajustado según la Ley Resorte o las nuevas disposiciones de la
Prostituyente.
No lamento si lo que voy a decir irrita, fastidia o
encoleriza a alguien. He aquí lo que para mí es “spam” en “WhatsApp”:
1.
Las aperturas diarias donde sobran las
bendiciones y estampitas religiosas. Cada quien tiene derecho a manifestar su
fe, siempre que respete la creencia del otro y del que no cree. Si desea
ahondar sobre ella, debería abrir su propio espacio y explayarse sobre los
temas religiosos. Estas manifestaciones no sólo me recuerdan a las de los
jerarcas del castro–chavismo, sino al famoso refrán: “Dime de qué presumes y
te diré de qué careces”
2.
Las recomendaciones de los expatriados sobre lo
que quienes nos la estamos calando en Venezuela debemos o no hacer. Por
ejemplo: “Ir a Miraflores, y sentarnos en el piso –como hicieron en Ucrania o
Cafarnaúm– hasta que el mentado se vaya”. Si el recomendante se cree tan buen
táctico, que se dé un paseíto por aquí y que practique su prédica en vivo y
directo.
3. La
pretendida “seriedad” de que quien escriba deba tener al tocar los temas
políticos. El sarcasmo o humorismo político no sólo ha sido tradición en
Venezuela, sino que, asimismo revela una gran inteligencia y la posesión de un
abultado acervo cultural. Más daño hacen Leonardo Padrón y Claudio Nazoa que
los centenares de opináticos que colman las redes con sus desvaríos.
Para finalizar, dejo este pensamiento sobre la libertad de
expresión:
Constituye uno de los
derechos humanos fundamentales humanos y están presente la mayoría de los
sistemas democráticos. Consiste en el derecho a manifestar libre y públicamente
por cualquier medio una opinión, un pensamiento o proponer una acción, así como
a ser protegido especialmente en el ejercicio de ese derecho frente a quienes
de cualquier modo o manera puedan impedirlo, estableciéndose para tal fin
procedimientos sumarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario