Cristo y Buda
Luis García Planchart
Abriole la puerta de calma infinita.
Después, esfumose. Siddhartha medita.
Una voz celeste suave musita
"Tú eres Tathagatha, puro, sin igual".
En fondos dorados, entre rosas blancas
lució sus encantos la diosa Verdad.
El iluminado quedose hierático
aspirando triste un perfume enigmático
que manaba lento de la eternidad.
El cuerpo sin alma subió al aposento
Yashodara y el niño dormían.
Siddhartha sintió un agobio violento
corazones en sombras yacían...
grave palpitaba el firmamento.
Se arrancó la flecha que le lanzó Mara
traspasando salió de la estancia
Dulce el corazón se durmió en la fragancia
que la luz del cielo le dejara.
Y marchó con la bienaventuranza
Siddhartha solloza. El palacio lejano
enseña entre ramas sus oros bruñidos.
La cálida noche derrite sus tules
entre las estrellas rojizas y azules.
Lloran los chacales en junglas perdidos.
No se moleste si le hablen de Buda
Hay gente que se molesta cuando le hablamos sobre Buda y el budismo, y los comparamos con Cristo y el cristianismo.
Tuercen la boca, expresan gestos o palabras de conmiseración o sorna y, en ocasiones, intentan convertirlo a uno; como si fueran los inquisidores de Torquemada frente a los judíos, en la España del Siglo XV; o los árabes frente a los cruzados en una Yihad.
No debería ser así, pues si hay alguien seguro de su fe, sea cual fuera ella, la intolerancia hacia la creencia ajena más bien denota inseguridad o fanatismo.
Durante el régimen de libertades que Venezuela vivió, por cuatro décadas, hubo tolerancia religiosa absoluta, inspirada en la tradición de acogida del país hacia los migrantes y reforzada por el Concilio Vaticano II (1962–1965), que inició el santo Papa Juan XXIII y que finalizó el también santo Papa Pablo VI, evento histórico que marcó al cristianismo durante el siglo XX.
En esos decenios de la Venezuela libre, odiados hoy por los comunistas que le entregaron la soberanía del país a la tiranía cubana y lo destruyeron, se construyeron dos sinagogas y una hermosa mezquita en la ciudad de Caracas.
En la actualidad, la intolerancia la norma del narcorégimen hacia todo lo que no cuadre con su pretendida espiritualidad, orientada más hacia la santería cubana, con oraciones en ñáñigo y sacrificio de animales, cuyos restos aparecen tirados en las cunetas de las vías públicas, así como con el uso de ropajes típicos de la secta afrocubana, cuyos seguidores se evidencian y muestran cada día más agresivos en la malhadada República Socialista del Siglo XXI.
Curioso es que la cuadrilla de delincuentes armados que desgobierna a Venezuela, comenzando con el dictador que la preside hasta el último de sus subalternos, se persignen en público y dediquen sus alocuciones a Dios, la Virgen y los Santos; aunque, en realidad, lo que realmente hacen para nada tiene que ver con la santidad pero sí con lo contrario: el pillaje, el espionaje, la trácala, la tramposería, la represión, la tortura, el narcotráfico, la corrupción y la desatención al prójimo de a extremos imaginables.
La humildad es fundamental en el budismo
Para quien desconoce al budismo, pero se interesa en él, preparé una especie de guía, con el perdón de los venerables maestros que dedicaron sus vidas a entenderlo y explicarlo, pero cuyos textos –por enrevesados que son– atraen a muy pocos, pero distraen a muchos.
Lo más relevante en Siddharta Gautama, más conocido como Buda Gautama, Sakiamuni, o simplemente Buda, fue su humildad. Él nunca afirmó ser Dios ni tampoco el único o el primero de los budas. Tampoco se limitó a los terrestres, abriendo la probabilidad de que, en el resto del Universo, hubiera otros seres pensantes. Lo que Buda dejó entender fue que el ser humano era quien tenía mayores posibilidades de crecer espiritualmente, hasta llegar a integrarse a Dios, y que esto se debía a su potencial de iluminación.
Las fechas de su nacimiento y muerte son inciertas; la mayoría de los historiadores de principios del siglo XX databan su existencia 500 años AC, pero investigaciones ulteriores fecharon su muerte hacia el 400 AC, con más o menos 20 años de variación. El descubrimiento reciente de un santuario budista –el templo Maya Devi–, edificado aproximadamente en el 550 AC, pareciera indicar que Buda nació mucho antes.
Como sucede en otras religiones, la presencia de Siddharta como figura central del budismo, sus relatos, discursos y reglas monásticas se convirtieron en tradiciones orales que pasaron de generación en generación, y sólo adquirieron su forma escrita casi 4 siglos después de su fallecimiento.
Los textos conocidos más antiguos son los Gandhara, hallados al este de Afganistán y redactados entre los siglos I AC y III DC. También se conservan, en la Biblioteca Británica. otros escritos budistas en idioma gandjarim, grabados sobre 27 rollos de corteza de abedul.
El budismo no catequiza ni hace proselitismo
En el budismo no hay proselitismo ni catequización, como sucede en las Religiones de los Libros –llamadas así pues sus catecismos y doctrinas están escritas en obras cuyos seguidores las consideran como verdades reveladas–. En el judaísmo, por la Torá; en el cristianismo, por la Biblia; y en el islamismo, por el Corán.
Los budistas creen que, si alguien se siente cómodo con sus creencias, ¿para qué incomodarlo, presionándolo para que se salga de ellas? Buda consideraba a sus seguidores como los granos de arena, que se van formando lentamente por la erosión de las rocas y el lavado de los lodos en los ríos hasta que, finalmente, se juntan y crean las playas.
La actitud del budismo hacia la sexualidad también es radicalmente distinta de las Religiones de los Libros.
Para el budismo no hay pecado original
Al carecer el budismo de una leyenda como el Paraíso Terrenal, con Adán, Eva, la manzana y la serpiente, la mujer budista nace sin pecado original. Por eso, el ejercicio de la sexualidad nunca resulta un acto pecaminoso, independientemente se haga o no con fines reproductivos.
Aún habiendo abrazado Buda el celibato durante un período importante de su vida, jamás lo predicó lo como un camino hacia la perfección espiritual. Lo que les pidió a sus discípulos es que fuesen moderados, que buscasen un equilibrio entre la complacencia y la privación.
Lo que sí promueve el budismo es la estabilidad del matrimonio como valor, pero tampoco considera dramático o conflictivo, espiritualmente hablando, la ruptura del vínculo.
En términos generales, el budismo estima que lo que al ser humano le hace más daño es el exceso y el desequilibrio. Sería una versión de lo que Platón consideraba como el balance de las Tres Almas: la Racional –superior, inmortal y divina–; la Irascible –voluntariosa y el valiente, denominada actualmente autoestima–; la Concupiscible –pasional, hedonista y deseosa de bienes materiales–.
Hay una anécdota según la cual un santurrón se presenta ante lo que sería el equivalente budista del Cielo, y alega, como su derecho a entrar, el haber dedicado su vida entera a la meditación, habiéndose separado para ello de todo contacto humano, viviendo como eremita en una cueva y comiendo lo que la naturaleza tuvo a bien darle. Quien juzga su caso, dictamina–: Regresa a la existencia terrena. y vívela, porque nunca lo hiciste.
Un príncipe que renunció a seguir siéndolo
Siddharta fue hijo la reina Mayadeví, de noble y largo linaje. Según la tradición sakia, ella debía dar a luz en el reino de su padre, por lo cual, al acercarse la fecha de la concepción, dejó Kapilavastu. Sin embargo, no tuvo tiempo de llegar a la casa paterna, y su hijo nació en un jardín, a medio de camino entre Kapilavastu y Lumbini, bajo la sombra de un árbol Sala[1].
En la época de Buda, la Astrología era una ciencia, emparentada con la Cosmogonía por su exactitud matemática, una tecnología que equivaldría en el presente a la Planificación Estratégica. Empero, a la Astrología le pasó lo mismo que a muchas otras disciplinas antiguas, que, por ser haber sido orales, se fueron olvidando y distorsionando con el correr de los tiempos.
Al quinto día del nacimiento del principito, se celebró la ceremonia de imposición de nombre, a quien llamaron Siddharta, cuyo significado es, quien logra su propósito. Al evento asistieron ocho eruditos astrólogos. Todos, excepto uno, aseguraron que el bebé se convertiría en un gran rey o en un gran santo. El único que difirió de la visión mayoritaria lo percibió, desde un principio, como un gran santo.
No fue sino tardíamente cuando Siddhartha se convirtió en Buda, tras vivir veintinueve años de manera regalada y principesca en Kapilavastu, casarse con su prima, Yasodharā, y procrear al unigénito Rajula. Así lo comentan los relatos sobre su vida de joven adulto, donde se afirma que estuvo apartado de la religión, hasta que se fue, definitivamente, en busca de lo milagroso.
Aunque en su principado la diferencia social no estaba tan marcada, en el resto de la India la población se dividía en cuatro castas, muy distintas. que no podían entremezclarse pues sus creencias básicas, no les daban a todos los hombres el mismo origen.
La horrorosa desigualdad de la India
Al contrario de las Religiones de los Libros, cuyo principio de igualdad deriva de la fábula de Adán, el primer hombre, en el hinduismo, nació en la desigualdad más absoluta.
Los brahmanes nacieron en la boca de Dios; los guerreros, de su brazo; los agricultores y comerciantes, de sus muslos; y los sudri, –siervos– de sus pies.
La existencia y posición social del indio estaban determinadas por su casta. La división entre estas castas era tan profunda, tan clara, que nadie podía saltar la talanquera de una a otra por méritos, riquezas o por ningún otro motivo.
Así, un sudra no pudiera haberse convertido en comerciante –aunque se hubiese enriquecido por azar–, pues los mercaderes le rechazarían como un advenedizo; ni tampoco un agricultor en guerrero; ni un guerrero –aunque fuese famoso– en brahmán, cuya casta representaba el pináculo de la segmentación clasista en la India, pues su origen se suponía divino, como el atribuido a los reyes europeos.
A los descastados –que eran mayoría y que representarían en nuestra sociedad moderna los indigentes– se les consideraba parias, esto es, apátridas, desvinculados, a quienes nadie podía acercárseles, ni socorrer, ni dirigirles la palabra, so pena de convertirse también en parias.
Una persona, por muy poderosa y de elevada condición que fuera, incluso un brahmán, que inadvertidamente tuviese algún contacto, o hubiese empleado, aún inconscientemente, algún enser perteneciente a cualquiera de estos desgraciados, se condenaba de forma irremediable.
Su casta no tardaría en condenarlo y en expulsarlo; pena terrible pues, con tal rechazo, no iba a tener más contacto con sus pares, ni pertenecer a la sociedad humana.
Perdía parientes, amigos, a veces incluso su mujer e hijos, que preferirán abandonarle antes de compartir su deshonor. Nadie se sentaría a su lado a la mesa, ni le ofrecería siquiera una gota de agua; y el matrimonio estaría vedado para sus hijos y sus hijas. Se transformaba un verdadero maldito. a quien todos evitarían como a un apestado, y sería señalado con el dedo con el más profundo desprecio
Ni siquiera la última casta, la de los siervos, se permitiría acoger a un ser tan degradado, aunque antes hubiese sido un brahmán. Se vería obligado a huir entre el resto de los parias o a refugiarse en los barrios habitados por extranjeros, únicos lugares donde podrá gozar de algún sosiego.
Incluso las mujeres que hubiesen tenido algún contacto con un paria no escapaban a tan terrible pena. Entre los raja-puti, el padre mataba inexorablemente a la hija. Los otros, por el contrario, arrojaban a la mujer culpable de la casta, después de haberle afeitado la cabeza.
No siempre, sin embargo, la exclusión era definitiva, especialmente cuando se trataba de cortesanos.
A veces se admitía la rehabilitación con dolorosas y humillantes pruebas. Al culpable se le quemaba la lengua con un bastoncillo al rojo vivo, se le marcaba con un hierro candente, o se le hacía andar sobre carbones encendidos. Otras veces, se le forzaba a arrastrase varias veces bajo el vientre de una ternera, animal sagrado para los indios. También se les obligaba a beber una pócima compuesta por la mezcla de cinco sustancias producidas por la vaca: leche, yogurt, mantequilla, bosta y orín.
Buda puso los pies sobre el suelo
Frente a estas insensatas e inhumanas costumbres, apoyadas por la clase dominante y la religión oficial, se rebeló Buda, un proceso cuya primera fase comenzó por enterarse de qué pasaba en la vida real, fuera de la jaula de oro en la cual vivía, pues su papá quiso ocultarle siempre las facetas de la enfermedad, el dolor, la miseria y la vejez.
Creer que esto no fue posible es necio, ya que aislar en burbujas a los mandatarios de las miserias de la sociedad fue –y sigue siendo– práctica común de los adulantes que les cortejan. Por ejemplo, Carlos V, monarca de España y los Países Bajos, en cuyos dominios nunca se ponía el Sol, pocas ocasiones tuvo de salir fuera del Palacio Real, y, al hacerlo, fue para alojarse en recintos similares, como La Alhambra, donde disfrutó su luna de miel.
A este aislamiento entre soberanos y súbditos debió su vida Hernán Cortes, llamado a juicio por corrupción pues, su relato sobre lo que eran México y el Nuevo Mundo, hizo que Carlos V, ansioso como estaba de conocer lo que pasaba afuera, aunque sólo fuese de referencia, le perdonara y nombrara Virrey del antiguo Imperio Azteca.
Los biógrafos de Siddhartha aseguran que, durante una de sus escasas salidas, el príncipe conoció a un viejo. Cuando su cochero Chana le explicó que todas las personas envejecían, el príncipe insistió en visitar al resto de su reino. Estando en ello, se consiguió con un enfermo, un cadáver descompuesto y un asceta[2].
Estos Cuatro Encuentros persuadieron a Siddhartha de que debía buscar la cura para el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, convirtiéndose él mismo en asceta.
Acompañado por Chana y montando su caballo Kantaka, Siddhartha renunció a su vida de oropel, y comenzó a subsistir como indigente y mendicante, durante un tiempo al que llamó, La Gran Partida.Inicialmente, Gautama había ido a Rajgir, en el estado indio de Bihar, donde pidió limosna. A este momento se le conoció como La Gran Renuncia.
Buda rechazó villas y castillos
Los cortesanos de Bimbisara, el rey de Magadja, le escucharon, reconocieron su talento y santidad y le condujeron ante su monarca, quien se impresionó tanto con Siddhartha que le ofreció su trono, el cual Buda rechazó, condicionando su aceptación a cambio de la promesa de regresar, cuando hubiese alcanzado La Iluminación.
Siddhartha dejó Rajagaha, y estudió yoga, bajo la tutela de dos anacoretas[3]. Después que pudo dominar las enseñanzas del maestro Arada Kalama, los kalamas le invitaron a tomar su lugar. Sin embargo, decidió ir mucho más allá, convirtiéndose en pupilo de Udaka Ramaputta. Con él, aprendió nuevas técnicas de meditación, y alcanzó elevados estados de conciencia objetiva.
En esta etapa de su crecimiento, Siddhartha deseaba integrar su Yo, para lograr liberarse. De nuevo le ofrecieron reemplazar a su tutor, y, una vez más, rechazó la propuesta, partiendo hacia nuevos rumbos.
Junto a cinco de sus compañeros, Siddhartha logró aún mayor austeridad, rechazando cualquier bien material, auto–disciplinándose y sometiéndose a continuas dietas de hambre.
Llegó a parecerse a un esqueleto, revestido de pellejo, y a punto estuvo de ahogarse mientras se bañaba, pies carecía de fuerzas para salir de la tina. El incidente lo llevó a revaluar y renunciar a su ascetismo.
Captó dos aprendizajes importantes: que privarse de todo no conduce a la iluminación, y que, llegado a cierto punto, ningún maestro es capaz de enseñar más de lo que él mismo sabe; por lo cual decidió no seguir buscando la sabiduría por fuera, sino adentro de sí mismo.
Semejanzas entre Buda y Jesucristo
Existe más de una coincidencia entre Jesús de Nazaret y Siddharta Gautama, por lo cual es menester hablar de sincretismos pues, como asevero el psiquiatra Karl Gustav Jung, más que coincidencias, hay que hablar de sincretismos, para entender la fusión y poder asimilar lo que realmente sucedió.
Al período indocumentado transcurrido entre la infancia de Jesús y el comienzo de su misión que, según lo relata el Nuevo Testamento comenzó a los 30 años, se denomina años perdidos u oscuros, la misma edad a la cual Buda inició sus prédicas.
Los Evangelios narran el nacimiento de Jesús, y el subsiguiente viaje de sus padres a Egipto para librarse del infanticidio genocida decretado por Herodes (Mateo 2:13-23). Hay una referencia general a que María y Jesús vivieron en Nazaret (2:23 Mateo; Lucas. 2:39-40). También una nota aislada de la visita de María, José y Jesús a Jerusalén para celebrar la Pascua, cuando Jesús contaba con 12 años de edad (Lucas 2:41-50).
Después de ese episodio, hay una laguna en la historia de dieciocho años de la vida de Cristo, desde que cumplió los 12 hasta los 30 años. Aparte de la alusión genérica de que Jesús creció en sabiduría, estatura y aceptación creciente por Dios y el hombre (Lucas 2:52), la Biblia no dice nada más sobre qué hizo por tanto tiempo. Se supone que vivió en Nazaret durante ese período, pero, ¿haciendo qué?
Jesús estudió en la Sinagoga de Nazaret, donde pasó sus primeros años de vida. La educación estaba dividida en dos niveles. Primero, en la Casa del Libro, donde los niños aprendían a leer libros sagrados en hebreo y memorizaban la Torá. Después en la Casa de la Interpretación, donde les enseñaban las leyes judías y sus interpretaciones.
Jesús vivió en el Lejano Oriente
La presencia de Jesús durante los años perdidos en la India, Nepal y Tíbet ha sido avalada por una copiosa documentación. En su libro. Los años perdidos de Jesús, Elizabeth Clare Prophet se refiere a ella.
El Bhavishya Maha Purana describe así su encuentro con Jesús:
Un día, Shalivahana, jefe de los Shakas, llegó a una sierra nevada –el Himalaya–, y allí, en la Tierra de los Hun, parte del imperio Kushan, el poderoso rey encontró a un hombre bien parecido, sentado sobre una de sus cimas. Su piel era cobriza y vestía de blanco. El rey le preguntó al santo que quién era. Así le respondió: Me llaman Isaputra –hijo de Dios–, nacido de una virgen, ministro de los no creyentes, y ando, siempre, en busca de la verdad […] Por favor, pon atención a la religión que traje para los no creyentes […] Mediante la justicia, la verdad, la meditación y la unidad de espíritu, el hombre encontrará su camino a Isa –Dios en sánscrito–, quien habita en el centro de la luz, permanece constante como el Sol y disuelve todo lo transitorio para siempre. La imagen dichosa de Isa, el donante de felicidad, fue revelada en mi corazón; y me llamaron Issa Masih –Jesús el Mesías–.
En 1887 Nicolás Notovitch, corresponsal de guerra ruso, visitó la India y el Tíbet. Aseveró haber encontrado, en la lamasería de Hemis Ladakh, el manuscrito, Vida del Santo Issa, el Mejor de los Hijos de Hombres –Issa es el nombre en árabe de Jesús–. Su crónica, junto a un texto traducido de la Vida del Santo Issa, fue publicado en francés en 1894 bajo el título de, La vida desconocida de Jesucristo, fue traducida al alemán, español, inglés e italiano.
El Evangelio de Acuario de Levi Dowling, editado en inglés en 1908, fue traducido a varios idiomas. Dowling estudió el budismo y otras creencias orientales por cuatro décadas, a fin de poder entender a los Registros Akásicos, donde se encuentran minuciosamente registrados los hechos históricos más resaltantes sobre la vida de Jesús, y cuyo contenido abarca ventidos capítulos.
En los Registros Akásicos, los tres últimos años que Jesús predicó en Palestina coinciden con el relato de El Nuevo Testamento, pero Dowling le agrega otros actos de evidente origen budista. La narración sigue al joven Jesús a través de asiria, Egipto, Grecia, la India, Persia y el Tíbet. Los Registros Akásicos afirman contener la verdadera historia de Jesús, y en ellos se incluyen sus años perdidos, los cuales, según Dowling, fueron silenciados exprofeso en la Biblia.
Dowling coincide con Barnett Hillman Streeter, erudito del Nuevo Testamento de Oxford, quien encontró cuatro parecidos notables con el Sermón de la Montaña en la enseñanza moral de Buda.
Jesús estudió budismo en Judea
Gruber y Kersten (1995) afirmaron que el budismo fue sustancial en la vida y las enseñanzas de Jesús, y que éste fue influenciado por las enseñanzas y prácticas de los maestros de la escuela budista Theravada, establecida en Judea. Aseveran que Jesús vivió la vida de un budista ideal, y que enseñaba budismo a sus discípulos.
Otros eruditos están convencidos que Jesús estuvo inspirado por el budismo, y que las evidencias están en el Evangelio de Tomás y otros antiguos textos cristianos, encontrados en Nag Hammadi, Egipto. Las teorías sobre dicha posibilidad están expuestas en, Los Evangelios gnósticos y El evangelio secreto de Tomás, de Elaine Pagels.
Algunos teólogos islamistas, particularmente los Ahmadiyyas –que fueron escribas al servicio de Mahoma–, afirmaron que, tras su resurrección, Jesús habría fallecido en Cachemira, a la edad de 120 años.
Los actuales Ahmadiyyas creen mantienen esta versión, desde hace más de un siglo. Fuentes musulmanas y persas han rastreado la estancia temporal de Jesús, conocido como Issa, o Yuz Asaf –líder de los sanados– en la vieja Ruta de la Seda hasta el Oriente Lejano. Los libros Cristo en Cachemira, de Aziz Kashmiri; Jesús vivió y murió en Cachemira de, Andreas Faber Káiser; y Jesús vivió en India, de Holger Kersten, exhiben documentos y artículos en apoyo de dicha hipótesis.
El IV Camino
Durante el siglo pasado, Gregorio Ivanovich Gurdjieff, maestro esotérico nacido en Rusia, fundó una escuela en San Petersburgo y París, basándose en la hipótesis de que lo que se conoce como vigilia no es más que un estado intermedio entre el sueño y la ensoñación, y que, para poder estar realmente despierto, es preciso reeducar al cuerpo y al cerebro, con ejercicios a los cuales llamó movimientos, y que combinan la lectura de textos selectos con yoga, faquirismo y antiguas danzas de los derviches, o monjes voladores del desierto árabe.
El Cuarto Camino –así bautizó a su centro de estudios–, atrajo a las mentes más preclaras de la época, entre Buckmister Fuller –arquitecto estadounidense, creador de las estructuras de los domos–, Herman Hesse –novelista suizo, Premio Nobel de Literatura– y Julián Huxley –biólogo inglés, Premio Nobel de Medicina–.
Gurdjieff sostuvo que, para poder captar realmente al mundo exterior, había que ser capaz de inducir experiencias místicas –como se las conoce comúnmente –, o de conciencia objetiva, como prefirió denominarlas él –.
Lo que hizo Gurdjieff fue un acto de viveza, en la acepción criolla de la palabra, pues plagió como suyas gran parte de las enseñanzas de Buda, les añadió otros componentes esotéricos desconocidos en Europa antes de la II Guerra Mundial –como las artes marciales, el taichí, la meditación yoga– y creó una escuela que supuestamente le permitiría los occidentales pudieran alcanzar la conciencia objetiva o iluminación.
En su proyecto, Gurdjieff estuvo asociado de Peter Ouspensky, matemático y psicólogo ruso, que venía de la India sin haber hallado lo que había ido a buscar. El Instituto Gurdjieff tuvo varios discípulos en París, Nueva York, Caracas y Buenos Aires; habiendo llegado a su apogeo durante las décadas de los sesenta y setenta del Siglo XX.
El Budismo Zen
El Zen es una rama del budismo que enseña a generar experiencias místicas de manera voluntaria, mediante tres disciplinas básicas –el Arte de la Arquería, el Arreglo de las Flores y el Servicio del Té–.
La fundación de Suiza
Con la práctica en el manejo del arco y la flecha, los estudiantes avanzados aciertan sus disparos, totalmente vendados. William Tell, fundador de la Confederación Helvética así lo hizo, colocando una manzana sobre la cabeza su hijo. En su caso, la fecha se convirtió una extensión de su memoria visual. Para todos, de lo que se trata es de focalizar vuestro pensamiento hacia lo que queremos lograr, sin apartarnos un ápice de nuestros propósitos.
El arreglo floral
En Japón, cuya superficie equivale a la tercera parte de Venezuela, menos de un quinto de esos 307 mil kilómetros cuadrados resultan aptos para la siembra y la cría, y los espacios reservados a las plazas y parques se decretan en algún momento, pero pudieran terminarse hasta cien años después, o mucho más tarde.
El arreglo floral está vinculado con la construcción de las plazas y parques japoneses. La secuencia es la siguiente:
1. Primero, se abre un área para que los peatones tracen sus senderos y determinen sus lugares favoritos.
2. Después, los monjes budistas identifican los sitios donde la mayoría merienda, los niños juegan, los novios se cortejan y las personas meditan.
3. Luego, destinan esos espacios para comederos, juegos, escarceos amorosos y templos.
4. Más tarde, pavimentan los caminos que conducen a cada sector, siguiendo los senderos que abrieron las pisadas.
5. Seguidamente, levantan las instalaciones apropiadas a cada uso: cabañas y fogones para preparar y calentar comida, campos abiertos y seguros para que los niños se ejerciten, rincones oscuros y discretos para que las parejas gocen de su intimidad, templos para orar y meditar.
6. Finalmente, escogen las plantas, las flores y las hierbas que se adaptan a estos fines, las siembran y las cuidan.
Servir el té para crecer uno mismo
La función psicológica del servicio del té es aprender a observarse a uno mismo durante los actos y rutinas más elementales. Servir el té o prestar cualquier auxilio al prójimo –dar un masaje, vendar una herida, cocinar algo que le guste a los demás-son oportunidades invaluables para analizar, evaluar y corregir nuestra propia conducta y disposición de ánimo. Herman Hesse asegura en su obra, El juego de abalorios, que lo importante no es hacer algo de manera excelente, sino hacerlo todo bien.
La práctica moderna del budismo
Una versión actualizada y occidentalizada de lo que debería hacer un budista para desarrollar su potencial de crecimiento, pudiera sintetizarse así:
1. Leer, de todo un poco. La lectura no sólo enriquece al vocabulario, sino que ejercita la capacidad de ver en la propia mente lo que otros visualizan. Como dice el Génesis: Primero fue la palabra.
2. Decodificar la estructura y la forma de las fotografías, ilustraciones, pinturas y esculturas.
3. Escuchar música, que es un puente tendido entre los dos hemisferios cerebrales, el que razona y el que imagina.
4. Practicar artes marciales, danza, teatro. Al hacerlo, desarrollamos la armonía neuronal y el pensamiento creativo.
5. Familiarizarse con el diseño gráfico e iconográfico Los softwares de diseño gráfico son una bendición para quienes no saben dibujar o esculpir, y un milagro para quienes sí saben hacerlo, pues se convierten en extensiones naturales de sus intelectos.
El diseño, además, es una forma moderna de estar en contacto con la naturaleza, utilizando sus recursos para hacer productos útiles para la humanidad.
Finlandia sólo cuenta con 5,4 millones de habitantes, dispersos sobre 338.145 km². Se trata de una república parlamentaria y democrática, perteneciente a la Unión Europea desde 1995. La economía finlandesa es una de las más prósperas del mundo, y se basa en la explotación de los servicios y manufacturas. En el país se ha implantado el Estado del Bienestar para auxiliar a los sectores más vulnerables de su población, una democracia transparente y la nación posee uno de los más bajos de corrupción del planeta. El símbolo de Finlandia no es un león ni una espada, sino las tijeras de Fiskars, que representan el amor de su pueblo por el diseño.
El emblema nacional de Finlandia
El emblema nacional de Finlandia
Entre las mejores creaciones del país se cuentan la sauna finlandesa –templo de la relajación física y mental por excelencia–, el escurridor de platos de Maiju Gebhard que elimina el secado manual y brinda cero impacto ambiental, la descontaminación de sus 200 mil lagos –iniciada hace medio siglo–, Linux, sistema operativo y de código abierto mundial lanzado en 1991, los videojuegos Angry Birds de Rovio Entertainment, uno de los principales, los Mumins –protagonistas de narrativa infantil y juguetes–, y, finalmente, las tijeras de Fiskars, que revolucionaron la herramienta principal de corte y costura desde el Medioevo, y han sido adoptadas e imitadas en el mundo entero.
6. Servir al prójimo. Nadie vive para sí mismo, sino que, todo cuanto hace se proyecta a los demás, llámense individuos, grupos, naciones o globalidad. Por eso, servir al prójimo es algo inherente a la naturaleza humana.
7. Prestar atención a las ideas en boga. El hombre es gregario, odia la soledad, para él, lo que es moda no incomoda. O no debería incomodarle, salvo que vaya contra sus principios y valores.
8. Regresar al niño que todos llevamos dentro, volviendo a los juegos, fantasía y sensualidad de nuestros años de vida. Si no divierte lo que hacemos, si no nos gratifica emocionalmente, nos auto-condenamos a vivir una existencia mediocre, gris.
9. Escribir, dibujar, ilustrar, cantar, danzar, preparar comidas, tocar o componer música, manteniendo siempre la conexión con el sentimiento popular. A menos que estemos pagando en la actual vida el colmo del karma, alguna distinción imaginativa debe habernos dado el Señor. Lo importante es descubrirla, y practicarla… antes de que se esfume. Tal habilidad está, necesariamente, conectada con una necesidad, expectativa o deseo del prójimo.
10. Cocinar, preparar y servir alimentos y bebidas. Entre los 18 y los 21 años, como promedio, termina nuestro crecimiento físico. Para crecer emocionalmente, hay que aprender a observarse a uno mismo. A detectar nuestras fallas, y eliminarlas; a identificar nuestras virtudes, y realzarlas. Finalmente, una vez que hayamos limpiado ese disco duro al cual llamamos cerebro y revaluado lo que decidimos dejar grabado, podemos almacenar nuevas y maravillosas experiencias.
11. Hacer de cada oportunidad una obra de arte. En Cyrano de Bergerac, su autor, el poeta Edmundo Rostand, define con exactitud qué es un beso. La gente se besa a diario, al saludar, al despedir a su pareja. Pero, en muchos casos, besar se vuelve automático e irrelevante.
Cyrano le pregunta a su amada:
––¿Y, al fin y al cabo, señora, ¿qué es un beso?
Y se responde:
––Un juramento de color de rosa, que al verbo amar añaden.
Esta simple definición lo cambia todo, pues induce a la reflexión sobre el verdadero sentido de la vida, a convertir el cotidiano y simple beso un en una obra de arte.
12. Meditar, al menos 5 minutos diarios. Algunas escuelas, que buscan más el protagonismo que la enseñanza, transformaron la meditación en algo poco menos que imposible. Aseguran sus cuestionables maestros que, para lograr el efecto deseado, hay que comenzar por poner la mente en blanco. Logsamp Rampa, en El médico del Tíbet, reconoce que él mismo ni siquiera puede mantener la vista fija en un cronómetro durante un minuto.
Está bien, no se puede hacer. Y eso, ¿qué importa? No es posible que más de 80 millones de japoneses pongan sus mentes en blanco, ni puedan fijar la vista por más sesenta segundos en un reloj. Y, sin embargo, como parte de su cultura, meditan todos los días del año.
Meditar es simple, divertido y fácil.
Basta cerrar los ojos, hacer tres aspiraciones y expiraciones profundas, respirar normalmente, pensar en algo grato y, tras cinco minutos, repetir las tres aspiraciones y respiraciones profundas. ¿Qué se gana con ello? Cargarse de energía universal, repotenciarse con ese fluido nutritivo que, según Ferdinand Lavoisier, ni se crea ni se destruye; o, que, como el cariño verdadero, ni se compra ni se vende.
En resumen…
El budismo le aportó a la humanidad variadas y útiles herramientas para su crecimiento. En política, por ejemplo, las huelgas de hambre y las de manos caídas para lograr metas y objetivos del bien común, en lugar de las guerras y las manifestaciones cruentas. En salud, la meditación y el yoga. En sociología, la igualdad entre todos los seres humanos. En teología, la posibilidad de encontrar esa partícula de divinidad en nuestra propia alma.
En el epicentro geográfico de su aparición, el budismo cambió fundamentalmente la sociocultura de las castas, dándole la oportunidad al país de convertirse en una nación moderna tras su Independencia. Y, aunque aún persista esa estúpida forma de racismo en la India, por lo menos la mayoría de su población sabe que está mal pensar así. En su periferia, también naciones como Japón y Suiza recibieron su influencia benéfica, sin añadir el posible vínculo entre Buda y Jesús, que haría aún más extensivo la influencia del budismo en el mundo occidental.
Creo que la idea budista de entender al ser humano como co-creador de la Tierra, y, por ende, responsable biológico del entorno natural, se aplica hoy, más que nunca, frente a crisis como las del cambio climático, y el agotamiento de los recursos naturales. Y que es por ahí por donde deberían misionarse los budistas del Siglo XXI, para mejorar nuestro planeta, y la calidad y estilo de vida de sus criaturas.
Fotos e imágenes referenciales cortesía de Google
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[1] El árbol Sala –Shorea Robusta– es originario del subcontinente indio, y nace al sur del Himalaya. Tiene gran importancia económica, debido a sus variadas aplicaciones.
[2] Persona que renuncia a los bienes terrenos, y se concentra en su propia espiritualidad.
[3] Monjes dedicados a la penitencia y el recogimiento.