Durante los días que corren, los espacios mediáticos se han saturado con la hipocresía de los castro-chavistas y de sus aparentes adversarios -los de la oposición tolerada-.
El motivo no es otro que la masacre habida en El Rodeo 2, la cual ya lleva una semana de duración, cuenta con más de 30 muertosm un número indeterminado de heridos y comenzó con un enfrentamiento entre dos grupos de presos para controlar el penal –los dueños de las prisiones también dominan las calles, es la más antigua y cierta ley del sistema penitenciario, y funciona en todas partes-.
A fin de recuperar el manejo situacional, al régimen no se le ocurrió nada mejor que enviar a 5 mil guardias nacionales para que impusieran el orden interno, requisaran las armas –entre ellas, muchas de guerra que fueron, obviamente, suministradas a los detenidos por la misma fuera cuyo honor ni se divisa, por los funcionarios del Ministerio a cargo de Tarek El Assaimi, o por ambos en conchupancia plena- y trasladaran a los reos más peligrosos a otros centros de mayor seguridad como las Colonias Móviles de El Dorado –antaño empleadas para la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes, que en mala hora fue derogada por el gobierno de Caldera 2, pues permitía retener a los antisociales potencialmente peligrosos e indigentes hasta por 6 meses, mientras se les preparaban los juicios correspondientes o se les enviaba a otros lugares para su rehabilitación-.
Según el general Luis Motta Domínguez, Comandante General de la Guardia Nacional, un elevado porcentaje de los reclusos seguía amotinado y disparando contra sus subalternos, habiéndose registrado para el día de ayer un par de muertos y tres heridos entre oficiales, suboficiales y tropas. Nada se dijo sobre la población de El Rodeo, pero los familiares –quienes se comunicaban a través de celulares- aseguraban que los estaban matando.
Regreso ahora a lo de la hipocresía, que es el tema de este blog, y no a la síntesis informativa de la misma que, por pública y notoria, ya es una notocia crimini.
Desde el Chúo Torrealba hasta El Assaimi, los opinantes de oficio se refieren a los alzados de El Rodeo como hermanos en desgracia. El Nacional les ha dedicado, al menos, tres editoriales. La mayoría de los articulistas se conduele de su triste suerte. Y qué decir de los llamados defensores de los derechos civiles.
Basura, pura basura.
Ni son mis hermanos, ni están en desgracia. En desgracia nos encontramos todos los que hemos sido víctimas de sus acciones delictivas. Mis hermanos de sangre nunca han exhibido el menor rasgo antisocial, ni tampoco lo han hecho a quienes, cariñosamente, llamo brothers.
Tampoco me siento representado ni protegido por ninguno de esos buscadores de protagonismo que defienden al asesino y no al doliente, al ladrón y no al atracado, al defraudado y no estafador.
Jorge Cardenal Urosa Sabino, Arzobispo de Caracas, ha declarado que ningún cristiano debe alegrarse ante la muerte de un semejante. Lo hizo en referencia a la ejecución del líder máximo de Al Quaeda.
Que Dios me perdone, mi querido Cardenal, pues no me satisfacen por los fallecimientos de El Rodeo. Pero sí me entra un fresquito…
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