El Presidente Porfirio Lobo de Guatemala, ante la muerte del cantautor Facundo Cabral, ha declarado en CNN que su país se ha convertido –merced al poder de los carteles mexicanos del narcotráfico- en un “Estado fallido”- Con gran humildad le ha respondido a su entrevistadora, que le ofreció a la doctora Cristina Fernández de Kirchner, Presidente de la República Argentina, la opción de que enviase agentes de seguridad a su nación para supervisar la investigación del crimen.
La señora Cristina dijo: “no”. Que ella confiaba en la actuación de la policía guatemalteca para resolver el caso, aprehender a los culpables y llevarles a juicio.
Al féretro de Cabral lo trasladaron de Guatemala a Buenos Aires en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana. Porque fue en México donde el poeta vivió su exilio, durante la dictadura militar que casi acabó con Argentina.
A Cabral lo conocí en mi casa, en Caracas. Me lo presentó Cristina, mi mujer. Me pareció, sobre todo, alguien agradable y gratificante. Escanciando Lacrado Don Valentín, vimos la biografía de Cabral. Nada de lo que en ella figura le definía como el objetivo probable de un sicariato.
Por eso, su muerte me lleva a reflexionar sobre la Ley del Karma. Tuvo que ser en otra vida donde Facundo la cagó. En esta, no fue de aquí ni de allá, y sus seguidores y conocidos le consideraban un buen hombre, hecho a pulso y talento desde su humilde origen.
No falta quienes, desde la redes sociales y al enterarse de que los tiros no eran contra Cabral sino su empresario, banalicen el asunto y desestimen el autogol que Lobo se ha metido al calificar a Guatemala como “Estado fallido”.
Y es que el poder de la combinación del comercio ilícito y la guerra revolucionaria –tal como la describiera Trotsky y la ejecutaran la insurgencia colombiana, Sendero Luminoso y y, recientemente, los carteles mexicanos- que Colombia, Perú y México vivieron o viven cruentos y largos períodos donde, si no la totalidad, parte de su soberanía territorial, política y económica. Y tampoco existe ninguna nación iberoamericana libre de el nefasto influjo de la ecuación droga-poder-sicariato.
Lo saben muy bien las autoridades brasileñas, que a sangre y fuego están acabando con las madrigueras de los malhechores que manejan el crimen organizado desde las favelas de Río de Janeiro. Lo hacen para limpiar las calles de la ciudad antes de las Olimpíadas. Y lo saben los dolientes de los periodistas y policías vilmente asesinados en la frontera norte de México.
En Venezuela, la mayor demostración de ese poder se ha dado durante los sucesos de las penitenciarías de El Rodeo. Los reclusos, verticalmente organizados como las guerrillas comunistas, manejaban una industria extorsiva floreciente, cuya productividad fue estimada por El Nacional” en US $ 6.5 millones al año. De toda se vendía y compraba a precio de oro adentro, desde fusiles AK-47 hasta prostitutas, pasando por la protección para evitar ser violado o la llamada vía celular.
Las incompetentes, cómplices o ambas cosas a la vez autoridades civiles y militares quedaron desnudas –como el Rey del cuento- en el Rodeo.Y no pudieron evitar que Yorvis Lóèz Cortez (a) “Oriente –que manejaba una de las áreas que se rebeló y mantuvo a distancia a más de 3 mil guardias nacionales y 400 paracaidistas del Ejércit, se fugara con 26 lugartenientes y anunciara en Facebook: Yo estoy dode tenía que estar”. A raíz de lo cual los venezolanos conocimos una nueva acepción del vocablo pran: “el preso que manda”. Y confirmamos lo que se sabía: Con este gobierno, la que manda es el hampa. Por lo cual, el único Estado fallido no es Nicaragua.
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