Una vivencia enriquecedora
Al reflexionar sobre el término globalidad, el primer significado que se me ocurre en nada se parece a la ilusión de un mundo feliz de Marshal McLuhan, quien anticipaba un planeta donde todos vestirían jeans y comentarían las peripecias del serial de TV de más alto rating.
Ni tampoco según el entendimiento los especuladores bursátiles, modernos y perversos loteros del Primer Mundo, que abogan por el irrestricto libre mercado a lo laissez passé, laissez faire, con la debida protección estatal a los capitales volátiles, como lo ha hecho por décadas la Reserva Federal de EEUU bajo la dirección del inefable Alan Greenspan.
Percibo más bien este concepto como una degradación de la Aldea de McLuhan, donde lo global califica a los extremos de la maldad humana, verbigracia, el culillo de la ONU y las grandes potencias que le permite al sátrapa Bashar Al-Assad asesinar a 70 compatriotas al día, utilizando una fuente de armamento idéntica de la cual se surte su colega de acá para aprestar, en ambos casos, a ejércitos y paramilitares.
Para mí, la globalidad debería ser esa red de convergencia que llama Mario Vargas Llosa civilización, y que define como un ritual compartido. en el que una pequeña colectividad, elevada espiritual, intelectual y emocionalmente por una vivencia común que anula momentáneamente todo lo que hay en ella de encono, miseria y violencia y exalta lo que alberga de generosidad, amplitud de visión y sentimiento, se trasciende a sí misma.
El enfermo imaginario
Vargas Llosa ubica su definición dentro del contexto de una comedia de Jean-Baptiste Poquelin –Molière- de la cual disfrutó recientemente en París, y cuyo título, El enfermo imaginario, pudiera venir de perlas para describir la situación que padece Venezuela, causada por el velo desinformativo tejido por la inteligencia cubana y los mequetrefes como William Izarra sobre un supuesto cáncer del Comandante-Presidente Chávez. Un status que desestima el Gobernador-Candidato Capriles en los siguientes términos: No hago de mi vida personal, como Chávez, una historia que pretende sea la historia del país.
De alguna manera, el rumor sobre el agravamiento de la enfermedad presidencial, real o ficticia, pero mediáticamente manipulada, desafortunadamente se yuxtapuso a mi decisión de Año Nuevo de no pararle bolas a los discursos del Guasón, de ni siquiera leer la información digerida que publican los denominados medios independientes. Actitud que empleó Capriles para las primarias, magistralmente asesorado por Dick Morris, y que tan buenos resultados le trajo.
Samba y 70 mil condones
Pero me fue imposible rechazar a los parientes y amigos que telefonean y repiten los runrún de Nelson Bocagrande, las versiones de La Patilla y hasta lo que publica El Nuevo Herald. Sobre todo, cuando ya ningún canal –ni siquiera los de cable- transmite desde el Sambódromo de Río, donde, según TVE, el Ministerio de Salud de Vilma Rousseau repartió 70 mil condones; acto que no critico y, al contrario, felicito, y el cual me parece más trascendente que el tamaño de la bola que le sacaron o se reprodujo en el bajo vientre del Primer Mandatario.
Trascendente, porque, ¿cuántos embarazos indeseados y enfermedades de transmisión venérea no se evitaron con esa modesta inversión y oportuna distribución?
En cuanto a los primeros, no cabe duda que es más económico e incruento prevenir la bastardía en las carnestolendas que cazar a los niños de la calle, ya crecidos delictivamente en las favelas de Río. Como lo hace la policía de Rousseau para asegurar la integridad de los visitantes al Mundial y las Olimpíadas.
Respecto a las ETV, es bueno recordar que los tres lugares de mayor contagio del sida –cuando el virus aún no había mutado y era llamado cáncer gay- fueron los baños públicos de San Francisco preferidos por los homosexuales, donde un sobrecargo de Air France lo desparramó a diestra y siniestra; el Retreat´s Plato de Nueva York, donde los miembros del club hacían de todo con los suyos propios; y el Carnaval de Río, donde se contaminaron muchos venezolanos.
Definitivamente, el tema del cáncer nos lleva a la reciente denuncia de Kem Gamble sobre la presión de las farmacológicas transnacionales para evitar innovaciones y mejoras en el tratamiento de esta verdadera epidemia lo que calificara mucho antes el siquiatra venezolano Álvaro Martínez Arcaya como Estado Global Fascista-Sanitario. Por lo cual, el Carnaval 2012 se me ha convertido en globalidad, cánceres y carnestolendas.
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