Una pesadilla recurrente
Me despierto siempre antes de que
salga el Sol, y, a veces, creo haber dejado atrás una horrenda pesadilla.
En mi distorsión onírica, aparece
un comandante inepto y derrochador que ha gastado más de 10 veces el Plan
Marshall en dádivas a sus amigotes y amigotas filo comunistas del Caribe y el
resto del mundo, adquisición de helicópteros y rusos que ya cuentan con decenas
de oficiales y clases fallecidos en accidentes inexplicados, compra de votos y
votantes al mayor y detal en unas desorganizaciones llamadas misiones, riqueza
inmerecida para quienes le mantienen en el poder contra viento y marea y conversión
del territorio venezolano en servidumbre de paso para el tráfico de toda clase
de ilícitos especialmente drogas destinadas a la destrucción de las juventudes
europeas, armas para los narco-guerrilleros colombianos, su franquicia elena en
el país –el Ejército de Liberación Bolivariano y los grupos paramilitares estilo
La Piedrita.
En mi grotesco sueño, tras 21 días
de rebelión en el antiguo cuartel y hasta la semana pasada penitenciaría La
Planta, los pranes y sus reos cautivos
ganan una batalla que les permite trasladarse a las cárceles de su elección,
como si se tratara de escoger sus hoteles para vacacionar. Mientras la novel
Ministra encargada de poner el orden a los malandros privados de libertad se
ufana de haber concluido una exitosa e incruenta negociación a fin de ponerle
punto final al penal de El Paraíso, además del vecino muerto y los demás
heridos, aparecen los restos mortales y calcinados de nueve presos cuya
identificación será muy improbable. Lo que no se ven, por ningún lado, son las
armas de la trifulca; entre las cuales figuraban fusiles M-16 y pistolas de 9
mm.
Las tienen de adorno
Lo peor del ex cantinero militar,
empero, es haberle entregado la República a los dos dinosaurios que mantienen
tiranizada a Cuba por más de 50: los hermanitos Castro Ruz.
Este delito de lesa nación –como acertadamente lo describe Antonio
Pasquali- tiene una definición muy precisa en la Constitución, y la ley penal
le asigna la pena máxima, sin atenuantes. No sólo para quien lo comete
directamente, sino también para sus cómplices, o quienes se han hecho los locos
frente a tan grande infamia.
Me refiero, específicamente, a los
oficiales y miembros de las FFAA, cuya impretermitible obligación es defender
la soberanía, y que tan valerosamente enfrentaron y dominaron la invasión del
Ejército Rojo de Cuba durante le década del sesenta del siglo pasado en la
denominada Batalla de Machurucuto.
Hay que reconocer que esos
compatriotas de ayer no las tenían, como los de hoy, de adorno.
Miénteme una eternidad…
Cuando me apercibo de que estoy
despierto, siento vergüenza de ser venezolano. Y comprendo el sentimiento de
una de mis amigas, quien niega su nacionalidad cuando viaja al exterior, y
afirma ser ciudadana costarricense, pues el acento se parece.
Porque lo peor de mi pesadilla es
que en ella todos mienten.
Miente el CNE, que desde el 2004 no
ha dado una data completa y cierta de los resultados comiciales.
Miente el gobierno, con singular
descaro y cinismo, como lo han atestiguado los ex magistrados de la Corte
Suprema Luis Velásquez Alvaray y Eladio Aponte Aponte.
Mienten Raimundo y todo el mundo,
pero lo más grave es que también lo hace la oposición.
El brazo político de la denominada
oposición democrática, la MUD, ha convencido a los votantes antichavistas de
que no hay que movilizarse ni tomar la calle, sino quedarse en casita, cultivar
la apatía y la pasividad, y salir –eso sí- el 7 de octubre a votar por su
candidato. Que la MUD está convencida de la imposibilidad de que haya fraude, y
que, una vez se declare la victoria de Capriles, el Guasón le entregará el
poder, y todos los apologéticos, burócratas, esbirros y sicarios que viven como
niguas de su supuestamente exigua humanidad, se pondrán a las órdenes del
todavía gobernador de Miranda.
¡Por Dios! Además de corruptos,
forajidos y vende-patria, ¿tendremos que calarnos los venezolanos la fama de
pendejos de marca mayor, por no emplear el otro vocablo, el que empieza con
“h”?
Yo particularmente me rehúso a
ello. Más bien, invito a mis conciudadanos a que se indignen, pues sobran
motivos para hacerlo.
Que actúen como los ciudadanos de
otros países, y vuelvan a retomar las calles. Eso es precisamente lo que no
quiere el gobierno comunista ni la MUD.
Que las decenas de protestas que
hoy se generan en toda Venezuela, por diferentes razones, se coordinen bajo una
bandera única, sin esperar a los negociados de octubre. Y propongo un lema,
para darle un buen palo a la lámpara: Pueblo,
¡levántate y arréchate!
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