Querido
primo AN:
Después de que
conversáramos ayer, me quedé reflexionado sobre algunos de tus argumentos y lo
que yo pienso sobre los mismos.
Como
planificador, que fue uno de los posgrados que cursé, encuentro que existe
cierta confusión, incluso entre la gente más preparada, al referirse a la
estructura y los componentes de esta ciencia tan antigua y, a la vez, tan
actual.
Muchos equivocan
y yuxtaponen los significados de vocablos como misión y visión, metas y
objetivos, regla y política, estrategia y táctica, amenaza y debilidad,
fortaleza y oportunidad, etcétera.
No pretendo
convertir esta misiva en una lección de una de las materias que dicto a nivel
de pregrado, pero sí emplear correctamente su terminología para expresar mi
preocupación sobre lo que ahora sucede, vinculado especialmente al devenir
comicial del cual no separan apenas menos de un mes.
¿Qué
pasa si gana El Flaco?
Algunos de mis
amigos más radicales creen que no es posible confiarle el mando supremo al Niño –así llaman a Henrique Capriles
Radonzki-, que detrás del Flaco se asoma la ominosa figura de Henry Ramos Allup
y otros dirigentes políticos de la IV República, cuyos polvos trajeron estos
lodazales.
Y, finalmente,
que todo el que está metido en esa especie de nueva Descoordinadora Democrática
que es la MUD es colaboracionista, quintacolumnista o tonto útil hasta que
demuestre lo contrario.
Confieso que,
por mi pasión venezolanista, en más de una oportunidad he hecho míos algunos o
todos esos calificativos. Pero esas actitudes se derivan del pathos, esa porción
del espíritu platónico que exige el reconocimiento a su propia dignidad o
autoestima, y no del alma que razona.
Por eso, no me
queda otra que regresar al raciocinio, e intentar comprender qué es lo que está
pasando aquí y ahora.
Según Benjamín
Tripler (2009), uno de los planificadores más famosos del mundo, visión es la manifestación estratégica de un
estado que se quiere alcanzar, el driver del cambio, el norte que guía a una
empresa humana. Si se elige el camino correcto y el tiempo adecuado es posible
lograrla según lo planificado.
Yo te pregunto y
me pregunto, ¿qué visión queremos lograr para la Venezuela que heredarán
nuestros hijos y nietos? ¿Un país aislado donde sus habitantes se ahoguen de
claustrofobia; o bien porque pierdan su capacidad económica o patrimonial de
viajar por el mundo, o bien porque hayan adquirido la infrahumana condición de
refugiados y sólo se ocupen de ellos los artistas pop, las ONG y una que otra
dependencia ineficaz de la ONU? ¿Una colonia dirigida por el chulo Tiranosaurio
Rex desde La Habana y sometida al vampirismo diario de garraputas como la
Kirchner, el Morales y el Ortega, entre otros bandidos de su misma calaña?
Porque eso es lo que obtendremos si el Guasón permanece en el poder.
Lo que me lleva
a otra definición, la de objetivos, que son siempre cualitativos y responden
las preguntas: ¿Hacia y hasta dónde
podemos, queremos, debemos ir?
Para mí, el
objetivo es salir del Guasón. No importa si lo hacemos a través del Niño, la
Niña, la Pinta o la Santa María.
Salir
del Guasón no significa regresar al otro pasado
No creo que
Venezuela se merezca y el mundo tolere sólo dos opciones: el estalinismo
aberrante propugnado hoy por los foro paulistas,
donde todo se reduce a perder=perder para
la gran mayoría, y la vuelta al
falangismo vivido en España desde la década de los años treinta del siglo
pasado.
Según mi
perspectiva, ambas opciones son los polos extremos de un mismo continuo, de una
misma manera de actuar, el autoritarismo,
condenado hoy aún en las naciones políticamente más atrasadas del Medio
Oriente, y en contra del cual se han alzado los pueblos árabes, cuyos
resultados, por conocidos, no vale la pena comentar.
Una
fábula ejemplificadora
En cuanto a los
figurones sospechosos de la IV República y los monitos que ahora brincan al
ritmo del Guasón organillero, quiero recordarte la fábula del pollito:
Érase un pollito
que se alejó de su mamá gallina y hermanitos, quedándose perdido a la vera del
camino.
Pasó entonces
una vaca, y le cubrió con una buena porción de bosta.
El pollito dijo:
¾ Pío, pío, pío… (es lo que
hacen lo de su especie cuando tienen hambre, cuando tienen frío)
Un gavilán
colorado, que sobrevolaba la escena, se lanzó en picada, atrapó al pollito, se
lo llevó a un río, lo lavó cuidadosamente… y se lo zampó de un bocado.
La moraleja de
esta historia se divide en tres partes:
1. No todo el que te caga es tu enemigo
2. No todo el que te saca de la ñoña es tu amigo
3. Cuando estés cubierto de mierda, no digas ni pío.
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