sábado, 8 de septiembre de 2012

Carta abierta sobre la ñoña y otros temas del cambio


Querido primo AN:
Después de que conversáramos ayer, me quedé reflexionado sobre algunos de tus argumentos y lo que yo pienso sobre los mismos.
Como planificador, que fue uno de los posgrados que cursé, encuentro que existe cierta confusión, incluso entre la gente más preparada, al referirse a la estructura y los componentes de esta ciencia tan antigua y, a la vez, tan actual.
Muchos equivocan y yuxtaponen los significados de vocablos como misión y visión, metas y objetivos, regla y política, estrategia y táctica, amenaza y debilidad, fortaleza y oportunidad, etcétera.
No pretendo convertir esta misiva en una lección de una de las materias que dicto a nivel de pregrado, pero sí emplear correctamente su terminología para expresar mi preocupación sobre lo que ahora sucede, vinculado especialmente al devenir comicial del cual no separan apenas menos de un mes.
¿Qué pasa si gana El Flaco?
Algunos de mis amigos más radicales creen que no es posible confiarle el mando supremo al Niño –así llaman a Henrique Capriles Radonzki-, que detrás del Flaco se asoma la ominosa figura de Henry Ramos Allup y otros dirigentes políticos de la IV República, cuyos polvos trajeron estos lodazales.
Y, finalmente, que todo el que está metido en esa especie de nueva Descoordinadora Democrática que es la MUD es colaboracionista, quintacolumnista o tonto útil hasta que demuestre lo contrario.
Confieso que, por mi pasión venezolanista, en más de una oportunidad he hecho míos algunos o todos esos calificativos. Pero esas actitudes se derivan del pathos, esa porción del espíritu platónico que exige el reconocimiento a su propia dignidad o autoestima,  y no del alma que razona.
Por eso, no me queda otra que regresar al raciocinio, e intentar comprender qué es lo que está pasando aquí y ahora.
Según Benjamín Tripler (2009), uno de los planificadores más famosos del mundo, visión es la manifestación estratégica de un estado que se quiere alcanzar, el driver del cambio, el norte que guía a una empresa humana. Si se elige el camino correcto y el tiempo adecuado es posible lograrla según lo planificado.
Yo te pregunto y me pregunto, ¿qué visión queremos lograr para la Venezuela que heredarán nuestros hijos y nietos? ¿Un país aislado donde sus habitantes se ahoguen de claustrofobia; o bien porque pierdan su capacidad económica o patrimonial de viajar por el mundo, o bien porque hayan adquirido la infrahumana condición de refugiados y sólo se ocupen de ellos los artistas pop, las ONG y una que otra dependencia ineficaz de la ONU? ¿Una colonia dirigida por el chulo Tiranosaurio Rex desde La Habana y sometida al vampirismo diario de garraputas como la Kirchner, el Morales y el Ortega, entre otros bandidos de su misma calaña? Porque eso es lo que obtendremos si el Guasón permanece en el poder.
Lo que me lleva a otra definición, la de objetivos, que son siempre cualitativos y responden las preguntas: ¿Hacia y hasta dónde podemos, queremos, debemos ir?
Para mí, el objetivo es salir del Guasón. No importa si lo hacemos a través del Niño, la Niña, la Pinta o la Santa María.
Salir del Guasón no significa regresar al otro pasado
No creo que Venezuela se merezca y el mundo tolere sólo dos opciones: el estalinismo aberrante propugnado hoy por los foro paulistas, donde todo se reduce a perder=perder para la gran mayoría, y la vuelta al falangismo vivido en España desde la década de los años treinta del siglo pasado.
Según mi perspectiva, ambas opciones son los polos extremos de un mismo continuo, de una misma manera de actuar, el autoritarismo, condenado hoy aún en las naciones políticamente más atrasadas del Medio Oriente, y en contra del cual se han alzado los pueblos árabes, cuyos resultados, por conocidos, no vale la pena comentar.
Una fábula ejemplificadora
En cuanto a los figurones sospechosos de la IV República y los monitos que ahora brincan al ritmo del Guasón organillero, quiero recordarte la fábula del pollito:
Érase un pollito que se alejó de su mamá gallina y hermanitos, quedándose perdido a la vera del camino.
Pasó entonces una vaca, y le cubrió con una buena porción de bosta.
El pollito dijo:
¾ Pío, pío, pío… (es lo que hacen lo de su especie cuando tienen hambre, cuando tienen frío)
Un gavilán colorado, que sobrevolaba la escena, se lanzó en picada, atrapó al pollito, se lo llevó a un río, lo lavó cuidadosamente… y se lo zampó de un bocado.
La moraleja de esta historia se divide en tres partes:
1.         No todo el que te caga es tu enemigo
2.          No todo el que te saca de la ñoña es tu amigo
3.          Cuando estés cubierto de mierda, no digas ni pío.

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