domingo, 9 de junio de 2013

La conjura contra Atel


Los versos satánicos y Ricardo y Leocenis
La que les están aplicando a Ricardo Bravo y Leocenis García con Atel tiene el mismo significado y valor didáctico que la ejecución ordenada por los ayatolás contra Salman Rushide, a raíz de la publicación de sus Versos satánicos.
Desde luego, para poder aceptar esta afirmación, hay que considerar que el fanatismo, entendido como pasión exacerbada, desmedida y tenaz hacia una causa religiosa o política, constituye una sociopatía, caracterizada por la incondicional adhesión, el entusiasmo desmedido y la monomanía crónica focalizada sobre ciertos temas, de manera obstinado, indiscriminada y violenta.
Cuando el fanatismo supera a la racionalidad, conduce a extremos al crimen político o religioso, donde la tortura y la ejecución sirve para satisfacer la apetencia incondicional, individual o grupal, de imponer una creencia, por absurda que ella luzca o sea.
A Bravo lo conocí cuando ambos andábamos de convención en convención, promoviendo los contenidos de las televisoras que representábamos en los mercados globales. Me consta que su sueño era convertir a Atel en una televisora famosa, no engordarla para venderla como si fuera ganado.
Hizo lo que pudo –en realidad, ambos los hicimos, y hasta me tocó representarlo en Punta del Este, Uruguay, cuando el colega marabino andaba ya escaso de fuerza-, pero no pudo contra la meteorización de los canales televisivos, la falta de apoyo de los anunciantes –locales y nacionales- y la carencia de recursos financieros en espera de mejores tiempos.
Las estadísticas que les molestaron a las magistradas
A García me lo presentó Eugenio Escuela, cuando Sexto Poder andaba en búsqueda de un encuestador independiente para las presidenciales del 2012. Pese a que tuvimos un cordial encuentro, el negocio no se llevó a cabo, pero sí me condujo a otro cliente, con quien realicé un primer trabajo, cuya publicación ocasionó que las supuestas delincuentes del CNE –denunciadas como tales por la MUD y numerosos comunicadores- prohibieran los sondeos comiciales no controlados por el gobierno. Toda esta la historia la conocen mis seguidores, y figura en mis blogs, así es que remito a quien quiera refrescarlas a ellos.
Lo que sí descubrí entonces es que había, prácticamente, un empate entre el Difunto y Henrique Capriles, lo cual desató sobre mi modesta persona un alud de imprecaciones y hasta publicaciones en inglés, donde los críticos –que no sabían que las sumatorias estadísticas se calculan en filas y no en columnas- intentaron mofarse de mí aduciendo que no sabía de aritmética elemental.
Pese a que quedaron como verdaderos asnos –con el perdón de Platero y yo-, las canonjías generosamente otorgadas por el régimen de Agonizante permitieron sembrar ruido y preparar el fraude del millón de votos a favor del narcotráfico y el castro-comunismo. ¡Ojo, conste que quien aseveró primero que en Venezuela manda un cartel fue Henrique Capriles, y así figura en la última publicación de Sexto Día!
La insólita preocupación por el financiamiento de Sexto Poder
Volvamos a García, del que poco puedo hablar en lo personal, pero de quien he seguido de cerca su trayectoria. Cabe para él una frase de Fedor Dostoievski: A veces las cargas de la libertad suelen ser más pesadas que las de la esclavitud. Del director y dueño de Sexto Poder se dice de todo, lo cual –a mi juicio- lo hace aún más interesante. Pero la pregunta más frecuente es, ¿de dónde sacó los reales para montar su semanario? Ante interrogantes similares sobre el financiamiento de Tal Cual, Teodoro Petkoff se ha negado sistemáticamente a responderlas.
Como nada sé matemáticas y estoy desautorizado para emplearlas públicamente por las susodichas, tome mi siguiente estimado como una licencia literaria. Si usted calcula el espacio total de Sexto Poder de los últimos 5 números, observará de un 25 a un 30% dedicado a los anuncios, sobre todo de aseguradoras, inmobiliarias y bancos. Eso es platica, no tanto como retirarse pero sí como el germen de una empresa de su género. Y al fin y al cabo, ¿quién carajo le preguntó a Cisneros de dónde obtuvo los reales para arrancar con Venevisión, o a Miguel Ángel con la Cadena Capriles, o a Armando con el Bloque De Armas?
La importancia de llamarse Leocenis
Tanto se revuelve la maledicencia cuando se refiere a la propiedad mediática que en lugar de pedir copias en los registros mercantiles –bueno, ignoro como funcionan ahora pues están en manos de los cubanos-, los chismosos prefieren hacer conjeturas. Pero nadie debería juzgar a un periódico, televisora o radio por quien lo posea, sino por la información y opinión que difunda, pues de eso se trata: Por sus obras les conoceréis –dice la Biblia.
Suponga usted que al buen Leocenis García el capital se lo prestó, digamos, Diosdado Cabello –ya que puede estar seguro que el Ilegítimo no lo fue-, ¿y eso que importa? Salvo para Mª. Corina Machado, Julio Borges y otros agraviados por un facineroso y tiracoñazos diputado suplente, hay que convenir con Winston Churchill en que: Los enemigos de mis enemigos son mis amigos.
La otra pregunta es el por qué esa avidez gubernamental de poner a todo el mundo a opinar e informar a favor del régimen castro chavista. Tienen a las televisoras y radios supuestamente independientes supuestamente a su favor, pero nunca en su contra. La Banda de los enanos se apoderó de Globovisión, según Nicolás Chaccal la Cadena Capriles caerá en manos de Smark López –testaferro de Tareck El Aissami, el gobernador de Aragua- y FM Center fue vendida o va a serlo a los boliburgueses. ¿Para que quieren a Atel?
Estoy convencido de que no se trata de una zancadilla contra Bravo y García, sino de algo más profundo, más íntimo. Dado que, por brutos e ignorantes, estos ñángaras del presente son incapaces de hacer nada bien –y mucho menos lo que requiera de algún nivel cultural-, intentan convertir el panorama mediático en una conjura intelectual, donde priven los mensajes como los micros con preludio y coda de Patria querida, única explicación sensata que explica la conjura contra Atel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario