“Dime qué dice…”
Durante una etapa de peladera familiar, Mamá, cuyo seudónimo
como escritora y periodista era Juana de Ávila y quien siempre fue una lectora
contumaz, comenzó a familiarizarse con las traducciones al español ---prefería
a las originales en francés e inglés--- y con el boom de la literatura
latinoamericana; gracias a una prima que compraba libros a granel, y se los
daba para que los leyera antes, a ver valían la pena para el interés de la
pariente con recursos.
Mamá leía, y contestaba, en cada caso, a la pregunta: Dime qué dice… Este ejercicio le valió
para desarrollar a futuro una de sus columnas más famosas de la Cadena Capriles
---la de Miguel Ángel padre, no la de ahora---, Solapa de libros,. Y ya entonces no tuvo que depender del aporte
familiar, porque autores y editoriales colmaban la biblioteca hogareña en busca
de publicity para sus obras.
El Dime qué dice… se
ha transformado hoy en común denominador de quienes deberían estar informados,
pero les da harta ladilla esforzarse en hacerlo. Te piden a cambio un Resumen ejecutivo. Claro, ellos son los ejecutivos, y tu el pendejo Ratón de biblioteca; o nerd, como se le llama ahora.
Sintetizar no es difícil para quien maneja el idioma;
para el que no, resulta imposible. En la
década de los sesenta del siglo pasado, Estela Raval escribió Don Quijote, canción que hicieron famosa
Los 5 latinos, y que convierte en un
cubito Maggi los dos tomos de la obra de Don Miguel de Cervantes
En más de 40 años como publicista, escribí por lo menos de 10 mil comerciales de televisión,
así como una cantidad inconmensurable de textos para otras piezas
publicitarias: afiches, avisos de prensa y revistas, folletos, habladores,
informativos, panorámicos, spots de radio, volantes y varias categorías.
La redacción publicitaria se basa en el género literario
denominado copy ---de ahí el nombre copywriter que se aplica a los
redactores---. Como lo explicaba mi amigo, colega y compañero de faena
Graterolacho, contiene los tres momentos de la narrativa: nudo, trama y desenlace.
Además, añadía Graterolacho, el desenlace siempre es un pié forzado: El producto como héroe; o el consumidor como
héroe, gracias al producto. Y todo esto sucede en 20 segundos, 7 palabras
y, a veces, menos. Fíjese en el eslogan que escribí hace años para el extinto Banco de Comercio,
y aún sigue siendo plagiado, ente otros, por la República Dominicana: El banco de Comercio lo tiene todo.
Empero, a estas alturas de mi vida, me rehúso a
sintetizar lo que escribo. El que quiera enterarse, que lo lea todo. Y si no
quiere, que no lo lea. Cada día es mayor el número de ignorantes en el mundo, y
cuentan con líderes de éxitos y fracasos, como Trump y Maduro, respectivamente.
Pero no saben por qué.
El espía
garrochista
La verdadera historia de los espías dista mucho de los
visos de romanticismo, heroicidad e idealismo con que las tiñen los
largometrajes del Agente 007 o las novelas de John Le Carré.
El caso, por ejemplo, de Richard Julius Hermann Krebs (1905-1951,
alias Jan Valtin, resulta emblemático al respecto. Fue un triple garrochista: comunista alemán, al
servicio de la URSS, quien ejerció el espionaje entre ambas guerras mundiales.
En 1931 se topó con la realidad soviética, tras un breve recorrido
por Murmansk y Leningrado. En vez de un Paraíso
del proletariado, lo que halló fue
depauperación, insensibilidad hacia el sufrimiento humano y una exasperante
incompetencia. Empero, poseído por el fanatismo ideológico, prosiguió en su
devoción al Kremlin.
Krebs operó como doble agente, infiltrado en la Gestapo, hasta
1938, año en el cual huyó a EEUU.). Desde 1937 trabajó como agente doble
infiltrado en la Gestapo hasta que al año siguiente huyó a los EE. UU. y renegó
de la Komintern.
En 1941 publicó, bajo su seudónimo, su relato
autobiográfico, La noche quedó atrás,
el cual rápidamente se convirtió en best-seller. Allí narra su existencia como militante
comunista, desde su afiliación al partido, en los años veinte, y destaca
especialmente su rol en actividades destinadas a socavar las bases precarias de
la democracia alemana.
Tras la consolidación del asalto al poder por Hitler, con
prácticamente un posgrado en agit-prop,
Krebs fue detenido y torturado por la
Gestapo. Empero, pudo convencer a las autoridades de su conversión al nazismo y
fue puesto en libertad.
Krebs pasó a la clandestinidad. Tiempos sórdidos, sólo endulzados
por la relación con Firelei, a quien nunca el espía identificó con su nombre
propio.
Pese a haberse convertido en estrella del contraespionaje
ruso, su fe en la causa comunista se resquebrajó ante la negativa de sus
superiores a ayudarlo a sacar de Alemania a Firelei y el hijo de ambos.
Krebs comenzó a dudar tanto de Stalin como sus jefes
inmediatos, y a cuestionar la bondad de una ideología que le exigía un
sacrificio incondicional. Krebs dejó ser el idealista que asaltaba precintos
policiales y combatía en las barricadas, y no quiso seguir matando por órdenes
de Moscú. Resuelto a romper con todo, realizó su tercer y definitivo salto de garrocha, esta vez a EEUU, En venganza, sus ex camaradas
liquidaron a Firelei.
Krebs escribió su autobiografía tras refugiarse en EEUU. Revela
en ella el trasfondo psicológico del
terrorismo, la exaltación del Caín que todos llevamos dentro, la transformación
del ser humano en un asesino sin conciencia, donde nada está prohibido siempre
que el protagonista esté políticamente claro.
Además, como el comunismo no era entonces ni es ahora ninguna
postura a favor de los desposeídos, sino una manera violenta de acceder al
poder por parte de una minoría incapaz de hacerlo legítimamente.
Un libro así podría haberlo escrito Ilich Ramírez, alias
Carlos El Chacal, si en el alma de este condenado a perpetua por la justicia
francesa cupiese un átomo de arrepentimiento. Sin embargo, en la celda de la
cual no volverá salir, debe consolarse con
las palabras del occiso Hugo Chávez Frías: Es
un tipo del pueblo y el pueblo se identifica con él. ¿Y cómo se identifica
el pueblo venezolano con El Chacal? ¿Acaso matando policías? Hay que recordar
que Chávez amaba a esta clase de psicópatas, quizás porque nunca tuvo el valor
de emularlos. ¿Se acuerda del señor João
de Gouveia, quien el 19 de diciembre del 2002 asesinó e hirió a decenas de
manifestantes pacíficos en la Plaza Altamira, y para quien el presidente pidió y
obtuvo un trato carcelario preferencial.
Otras versiones que seguramente coincidirían con los
planteamientos de Jean Valtin serían las de los pilotos que estrellaron los
jets comerciales el 11S en New York y Washington. O la del verdugo británico de
Isis, recientemente fallecido en el Levante tras un bombardeo aliado. Sin embargo,
los musulmanes citados deben estar al momento persiguiendo huríes en el paraíso
islamista, recompensa prometida a quienes mueren asesinando masivamente a
inocentes en cualquier rincón del mundo y en nombre de la yihad. No sé a
quienes perseguirán las chicas veladas, que ahora también son terroristas.
Por lo cual el testimonio de Kleber resulta absolutamente
actual, en Venezuela y el resto del planeta, pues, al menos aquí, el 6 de
diciembre La noche quedó atrás.
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