Los papeles de un paraíso perdido
Dedicatoria
A Gloria Cuenca, mi entrañable y siempre recordada compañera de
clases, quien me hizo revalorizar la profesión de periodista .
Prólogo
He hecho el esfuerzo de armar el rompecabezas sobre el último escándalo
financiero global, Los papeles del
Paraíso, como un humilde reconocimiento a la titánica labor de
investigación llevada a cabo, durante más de un año, por el l Consorcio Internacional de
Periodistas de Investigación –ICIJ– y sus asociados. En total, más de 100
medios masivos e interactivos de 67 países, que aportaron a 380 para poner en
negro sobre blanco y de manera congruente los 1,4 terabytes de información
filtrados.
¿Por qué lo hicieron? No hay fama ni gloria en esta labor de
ratones de biblioteca. Es más, muchos de
los miembros del gigantesco equipo encabezado por ICIJ seguramente prefieren
seguir de incógnitos. Pero si hay ideales, valores, compromisos y todos
aquellos ingredientes que han hecho del periodismo uno de los más hermosos
oficios.
Al buscar las piezas sueltas, recordé a mis padres, ambos
periodistas, quienes tuvieron una vida plena de experiencia. De su afán por
estudiar, entender y estar al día en todo lo humano y lo divino. Y poder
comunicárselo a sus semejantes, de una manera sencilla y coloquial.
Hoy en Venezuela, en la miseria material y ética a la cual nos ha
llevado el foropaulismo –versión amplificada del comunismo–, es difícil
observar, a simple vista, la presencia de esa moral profesional que aprendí de
mis padres. No hay medios ni noticias independientes, todos los medios masivos
están sometidos a la impronta del censor del régimen que penaliza cualquier
desviación del catecismo oficial. Los periodistas de sucesos están sometidos a
los desmanes de la Guardia Nazi–onal, que les despoja de sus herramientas de
trabajo y les golpea salvajemente. Los programas de noticias se banalizan y
rellenan con temas alejados del diario acontecer: alimentación, deportes,
música, salud. Más se parecen a contenidos de interés general que a los noticieros
de antaño.
De la prensa escrita, poco queda. Toneladas de papel que se
desperdician en apologías al sistema y su narco–cúpula. De repente, uno que
otro párrafo en El Carabobeño, El Correo
del Caroní, El Nacional, El Impulso, palos que no hacen montaña. Y, aún en
ellos, nadie enfrenta a quienes siguen hablando con mentiras y medias verdades.
Por eso, Los papeles del
Paraíso representan para mí un bálsamo revitalizador, la evidencia de que,
aunque los chicos malos parecieran
estar ganando la guerra, los chicos
buenos pueden infringir heridas mortales y volver a equilibrar la balanza.
El
triángulo de las Bermudas
El archipiélago de las Bermudas es un territorio británico de
ultramar, miembro de la comunidad del Caribe, y está situado en el Atlántico Norte,
frente a la costa este de EEUU. El punto del continente más cercano a Bermudas es
el cabo Hateras. en Carolina del Norte, a 1.030 Km al noroeste, mientras que
Miami dista 1.770 km al suroeste..
La economía bermudeña se basa en seguros, reaseguros y turismo, por
lo cual sus habitantes gozan desde hace
más de un siglo de uno de los mayores per cápita del mundo. Las islas tienen un
clima subtropical, imprevisible y estacionalmente tormentoso. Las islas
configuran el pico norte del famoso Triángulo
de las Bermudas, amplia zona marítima en la que han desaparecido. Inexplicablemente,
decenas de barcos y aviones.
Sir Reginald Woodifield Appleby
Appleby es uno de los bufetes offshore más prestigiosos del mundo,
fundado en 1898 en Bermudas, como una actividad side–line del comandante Sir Reginald Woodifield Appleby (1865–1948), un juez de paz que disfrutaba pavoneándose,
tomando té, jugando al críquet y disparando sus rifles. El comandante era
legislador de las islas, y fue ordenado Caballero del Imperio por sus servicios públicos en Bermudas,
lo cual representó un reconocimiento a su función de ser el poder detrás del
poder insular. Era tal su reputación autoritaria que, cuando salió a vacacionar
a Inglaterra, en 1924, The Royal Gazette & Colonist Daily predijo un
aumento de la criminalidad durante su ausencia.
Cuando el Parlamento se reunió en Hamilton para discutir sobre el
primer impuesto sobre la renta en la isla, en julio de 1940, el comandante se
opuso tenazmente, calificando al ISR como
el último refinamiento de la tortura del hombre, al cual hay que resistir a
toda costa; y así lo reportó The Royal Gazette. Se desestimó la moción, lo cual,
desde entonces, convirtió a Bermudas en atractivo centro para engordar
patrimonios lejos del escrutinio tributario.
El bufete que el comandante Appleby fundó hace casi 120 años, como un
negocio colateral, hoy es miembro destacado
de la red global de abogados, contadores, banqueros y mediadores que registran y
administran compañías y cuentas bancarias para clientes que quieren evadir impuestos
o mantener en secreto sus movimientos de capital, creando para ellos sociedades
offshore.[1]
Appleby se considera a sí mismo líder
de la industria, y una prueba fehaciente de que el sector offshore opera
limpia y profesionalmente–. Damos
asesoría innovadora, oportuna y ética, pregona su panfleto de 8 páginas a
full color.
Desde que su expansión en 1979, Appleby se convirtió en transnacional,
con casi un millar de empleados y cobertura en los principales paraísos
fiscales del Caribe y el resto del globo–: Parece
un monstruo -¡lo cual es muy bueno!-–, afirmó uno de sus clientes en encuesta
de satisfacción celebrada el 2013.
Además de registrar compañías de maletín, fideicomisos[2]
y otras actividades sui géneris, Appleby es un holding financiero con varias
subsidiarias, filiales y sociedades que redactan testamentos, litigan y
asesoran corporaciones. Los estadounidenses representan el mayor porcentaje en
el trabajo cotidiano de Appleby, y su clientela está esparcida en los 50
estados de la Unión.
Una filtración de casi 7 millones de datos permitió penetrar en el
archivo secreto de Appleby. Allí se develaron billonarias operaciones de
importantes políticos y empresarios de Canadá, Colombia, EEUU, España, Gran
Bretaña, Rusia y muchos otros países; así como las agresivas estrategias anti–impositivas
de gigantes corporativos como Apple,
Nike.
Sus clientes incluyen princesas, primeros ministros, presidentes y
estrellas de Hollywood. La mayoría de los representados de alto perfil, como la
Reina Isabel II de Inglaterra o el Presidente Juan Manuel Santos de Colombia,
son atendidos por especialistas individuales. Appleby le sirve a los oligarcas
más ricos de África, el Levante y Rusia. Una de cada diez empresas en la
cartera de Appleby tiene vínculos con clientes conectados a la política –funcionarios
elegidos y designados–, sus familias y asociados cercanos.
Appleby factura más de US$ 1,000 millones al año. Sus clientes piensan
que el bufete es muy trabajador y amigable. Un cliente feliz le dijo a
Appleby que contar con sus servicios equivalía a quedarse aislado en medio de un desierto africano y ver aterrizar a un
avión de British Airways que te sacará de allá en primera clase.
El año pasado, tras la publicación de Los papeles de Panamá, Appleby rechazó un curso de actualización
sobre el lavado de dinero que le hizo su consultora de riesgos, alegando que sus
controles eran prácticamente
inexpugnables–: No necesitamos clases, por ahora.
En su lugar, decidió pulir su imagen patrocinando la Copa América –la competencia más famosa del
mundo en navegación a vela–, los maratones familiares de 5 kilómetros y las
ventas de tortas, así como ayudando a miles de damnificados monetarios a
recuperar lo robado por el ex dictador nigeriano Sani Abacha y a las enfermeras
que tratan a los infectados con Ébola en África Occidental.
En otras palabras, lavándose las
manos.
Un
PowerPoint que lo contó todo
Robert Woods, ex policía de Liverpool, fue contratado en el 2006 como
gerente de cumplimiento de las normas corporativas. En el 2011, descubrió varios
cangrejos, y decidió resumirlos en una presentación PowerPoint:
1. La presentación
de 44 páginas –con imágenes de Los Sopranos, el famoso serial de HBO
sobre la mafia— planteaba el lado oscuro de la historia de Appleby
2. La oficina de
Appleby en las Islas Caimán tenía más de 600 clientes con registros non–compliant. En el argot financiero, significaba que
carecía de identificación de los usuarios, direcciones y otros datos que
garantizaran la legitimidad de sus empresas, y que las mismas no constituían simples
fachadas para lavar dineros de la corrupción política, el crimen organizado, el
narcotráfico o el terrorismo
3. Bajo una
diapositiva intitulada Delitos de
financiación al terrorismo, el texto aseveraba–: Hay un caso de US$ 400 millones, definitivamente contaminado, con el es
difícil lidiar
4. Se abrió un fideicomiso para que un cliente comprara
propiedades en Londres, aceptando su dinero sin hacer preguntas. Después se
supo que el instrumento financiero estaba a nombre de un ex funcionario
paquistaní, acusado de malversación y que había infiltrado dinero sucio en Appleby.
5. Algunas de las porquerías que hicimos fueron
asombrosas.
Cinco años más tarde, Woods había ascendido al cargo de director de cumplimiento.
Pero poco o nada habían mejorado las cosas desde su contratación.
Woods, quien ocupaba aún su puesto en Appleby cuando el Consorcio
Internacional de Periodistas de Investigación ICIJ inició su investigación, se
negó a comentar cuando se le preguntó si el bufete había mejorado sus prácticas
de selección de clientes desde el 2011.
El
Süddeutsche Zeitung ataca nuevamente
El periódico alemán Süddeutsche Zeitung recibió el expediente de Appleby
–correos electrónicos, historiales, solicitudes bancarias, documentos
judiciales y otros archivos–, y los compartió con el ICIJ– y sus asociados,[3]
en total, más de 380 periodistas de 67 países que investigaron por más de un
año los 1,4 terabytes de información disponibles.
Appleby no respondió a ICIJ directamente. Publicó, en cambio, un
remitido en su página web donde afirma que el holding está comprometido con el
cumplimiento de las normas más rigurosas, y que rechaza cualquier acusación de
irregularidades hacia la empresa y sus clientes–: Somos un bufete offshore que asesora a los clientes sobre formas
legítimas y completamente legales para administrar sus negocios. No toleramos
comportamientos ilegales. Es cierto que no somos infalibles. Cuando descubrimos
errores actuamos rápidamente para solucionarlos y notificamos a las autoridades
pertinentes.
Según Adrián Blanco[4],
los resultados obtenidos llenan un legajo de 13,4 millones de documentos
filtrados desde de dos bufetes offshore: Appleby, fundada en Bermudas, y Asiaciti Trust, en Singapur. Del primero provienen
siete millones de documentos; del segundo, cerca de medio millón; y se basan en
los registros mercantiles de 19 jurisdicciones opacas: Antigua y Barbuda, Aruba, Bahamas, Barbados, Bermudas,
Islas Caimán, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, Isla de
San Vicente y Trinidad y Tobago (Caribe); Islas Cook, Islas Marshall, Samoa y
Vanuatu (Oceanía); Malta (Europa), Líbano (Levante) y Labuan, territorio
federal de Malasia (Asia).
Blanco cree que los implicados forjaron complejas estructuras
societarias para ocultar a los verdaderos beneficiario de los bienes, lograr su
mejor optimización fiscal y evadir impuestos. Lo hicieron, principalmente, a
través de sociedades, fideicomisos y fundaciones. En algunos casos el objetivo
es acumular y proteger patrimonios, pero a menudo hay otros fines, como la compraventa
acciones, inmuebles, obras de arte o el desvío de beneficios de las personas naturales
y jurídicas, como lo detectaron la Lista
Falciani[5] y Los papeles de Panamá. Los beneficiarios
finales ocultan su identidad –y no la declararan a las autoridades
tributarias– para no pagar impuestos. Por eso a esta categoría se la conoce como
compañías de maletín, ya que su único
propósito es enmascarar es a los verdaderos dueños de los patrimonios. A la
sombra de estas compañías se han cobijado jefes de Estado, políticos,
narcotraficantes y criminales de la peor especie y de todo el mundo.
La data suministrada por el ICIJ hace una vivisección de Appleby
desde 1950 hasta el 2016. Incluye también archivos de la división de Servicios
Corporativos de Appleby, que separada en 2016 con el nombre de Estera.
En las Islas Caimán, el 50% de los 20 mayores clientes de Appleby en
2014 eran grandes bancos y empresas de inversión: Bank of America, Citigroup, Crédit Suisse, HSBC y Wells Fargo. Otros firmas
contables como KPMG, Ernst & Young y Price Waterhouse–Coopers, a quienes agasaja frecuentemente en cócteles,
cenas y otros eventos sociales.
Cuando ICIJ y otros medios asociados comenzaron su ofensiva con los Papeles de Panamá, en abril de 2016, el
resto de la banca offshore se desentendió del asunto. Calificaron a Mossack
Fonseca, y centro del escándalo, como un
caso atípico–: Mossack Fonseca
representa uno de los últimos bastiones de un turbio sistema financiero
internacional que se está extinguiendo rápidamente, asegur ó
la Revista Wealth Management.
Los archivos de Appleby muestran lo contrario. Si los bufetes
offshore gastan grandes cantidades de dinero y esfuerzo para mantener su imagen
pública, el secretismo, las comisiones bajo la mesa y los atractivos beneficios
financieros generados en la economía subterránea, al ser publicados, dificultan
a los intermediarios negociar con criminales, políticos corruptos y otros
clientes cuestionables.
La presentación analizada es sólo una de al menos cuatro realizadas entre
2007 y 2015, donde se cuestionaba el rigor del proceso de selección de
clientes. No está claro si esta información la conocían los empleados de
Appleby. Pero, en cada una de ellas, las notas para el orador bajo cada
diapositiva proporcionan opiniones espontáneas de personas informadas de los
errores de cumplimiento de Appleby–: El
80% de la batalla se gana o pierde en la puerta –rezaba una diapositiva usada
repetidamente–. Si dejamos entrar a los
clientes incorrectos, nos arriesgamos al fracaso.
Cortesía de El Confidencial de España
La
papa caliente
El 29 de junio de 1993, estando aún frescos los combates en Kuwait, la
Cámara de Representantes del Congreso de EEUU se reunió para discutir el programa
de armas nucleares en Irak, pues –según la CIA– Hussein había incumplido el acuerdo
que le permitía a la ONU examinar sus armas de destrucción masiva, lo cual
había suscitado gran alarma al respecto–: Irak
continúa alardeando sobre su poderío militar, masacrando a sus propios
ciudadanos en el norte, y a los chiitas iraquíes en el sur–, aseguró el
congresista demócrata Tom Lantos de California.
Leyó, para apoyar su tesis y que constara en acta, que Crescent Petroleum, una supuesta empresa de fachada no fabricaba las armas
pero sí estaba definitivamente vinculada
con la principal organización iraquí que las producía. Crescent Petroleum negó entonces y después dicha afirmación.
Se trataba de un tremendo lío, con terribles consecuencias, pues la información
deficitaria y tergiversada recogida por la CIA obligó al ejército estadounidense
a regresar a Irak, desatando una crisis aún no resuelta y que, conforme a la
Lay de la Causalidad, empujó a los yihadistas para la formación de Isis y todos
los desastres acaecidos en la región.
La petrolera, propiedad de Abdul Hameed Dhia Jafar, es cliente de Appleby desde 1984. Durante casi 30 años la
relación se desarrolló sin problemas, según los archivos del bufete. Fue sólo
en el 2013, cuando Crescent Petroleum solicitó ayuda
legal para reestructurar la compañía. Aún entonces, le costó trabajo digerir al
bufete de los antecedentes delictuales de la petrolera, aunque un hermano de Abdul Hameed fuese jefe del programa de armas
nucleares durante el mandato de Hussein.
Otro cliente que le pasó inadvertido a Appleby fue Ayre Laniado, director y copropietario de Omega
Diamonds, compañía belga que opera en la bolsa diamantífera de Amberes.
En mayo de 2013, los medios de Bélgica denunciaron que Omega Diamonds
pagaría cerca de US $200 millones para liberarse de un juicio por comercio
ilegal de diamantes africanos. Al caso se le echó tierrita, y el nombre de Laniado no apareció por ningún lado. Más
adelante, cuando Laniado quiso crear un nuevo fideicomiso, un empleado de
Appleby detectó las tarjetas amarillas sobre
la compañía, pero aún así autorizó a negociar con él, creando otro fideicomiso
en abril de 2014.
Robert Woods, director de Cumplimiento de Appleby, se encabronó al
enterarse, tres meses más tarde–: La nuestra
es una estructura de confianza y las acusaciones son extremadamente graves,
relacionadas con “diamantes de sangre”. ¿Por qué no se me informó esto cuando
se hizo la verificación?, escribió en julio del 2014.
Woods les comentó a sus colegas que el episodio representaba un
fracaso total en los controles de seguridad. Y advirtió que las subsidiarias del
bufete no debían aceptar que el ingreso de beneficios a corto plazo eclipsara
la necesidad de seguir las políticas y reglas de Appleby para evaluar los riesgos
que representaban personajes como Laniado, desconociendo sus actividades
ilícitas quedándose a ciegas sobre sus próximas maniobras–: Lo que está hecho, ya está hecho. Pero, a
futuro, no podemos dejarnos llevar por el dinero fácil. El bufete debe estar concienciado que, si
bien puede ganar de golpe mucha plata, la gestión del fideicomiso conlleva un
alto riesgo. Al final de la ruta, si algo sale mal, ¡Appleby se quedará con “la
papa caliente” entre sus manos!
Appleby siempre conoció los riesgos.
Nos
van a conseguir con los pantalones abajo
Appleby utiliza un software para reducir errores humanos e
identificar a clientes peligrosos. El manual de la firma exige que los
empleados verifiquen a los solicitantes mediante una exhaustiva investigación, y
que actualicen los datos de cualquiera que esté involucrada en política al
menos una vez al año. En teoría, el bufete y sus subsidiarias están obligados a
realizar auditorías internas, y abrir expedientes sobre las que estimen como compañías problemáticas para garantizar
su fiabilidad.
Estos controles funcionan a veces. Por ejemplo, cuando en las Islas
Vírgenes Británicas se rechazó la cuenta del magnate ruso de bienes raíces
Boris Shemyakin, tras descubrir que en su país había sido enjuiciado por un
desfalco de varios millones de dólares, aunque Shemyakin lo hubiera negado de
plano. También no fue aceptada la cuenta de Ernst & Young[6]
cuando ésta quiso comprar por su intermedio dos Gulfstream –a US$ 20 millones c/u.– como jets privados para los
hijos de un ex ministro del gobierno de Azerbaiyán y un ciudadano llamado Manouchehr
Khangah.
Al revisar la base de datos de WikiLeaks, Appleby se enteró que uno
de los contactos de la embajada estadounidense se había referido a Khangah como representante de un ex político que dirigía
una de las operaciones más corruptas en Azerbaiyán.
En medio de una diapositiva PowerPoint, preparada en 2012 para una
sesión de capacitación en Bermudas, destacaba una lámina gris con la leyenda Arthur Andersen, refiriéndose a la firma
de auditoría culpable de haber destruido documentos relacionados con el colapso
de Enron.
La presentación sugería que si el bufete no mejoraba su monitoreo
sobre los clientes, la empresa podría
correr la misma suerte de otros involucrados en escándalos financieros como
David Duncan, ex auditor de Andersen, quien se declaró culpable de obstrucción
a la justicia, y Raj Rajaratnam, gerente de
fondos de cobertura de la auditoría, que apareció en las noticias esposado por
el FBI, mientras lo arrestaban por fraude por varios millones de dólares.
Entre 2005 y 2015, más de una docena de inspecciones internas y
regulatorias en la islas de Man, Caimán, Bermudas, Vírgenes Británicas y la
oficina de Londres, encontraron fallas sustanciales que podrían haber sumido a
Appleby en litigios y causado graves
consecuencias financieras y de imagen–: Nos
van a conseguir con los pantalones abajo. Así no podemos seguir–, vaticinó
Woods.
A la chita callando
En octubre de 2014 la Autoridad Monetaria de Bermudas –BMA– auditó
una subsidiaria de Appleby, y encontró flaquezas
graves o muy preocupantes, pues el 46% de los archivos examinados carecían
de información sobre el origen del dinero administrado. Tampoco existía
constancia alguna que se identificaran los riesgos de lavado de dinero o del
financiamiento al terrorismo, aseguró la BMA, se habían desestimado sus recomendaciones
obtenidas en pesquisas previas–: Estas
omisiones incrementan la preocupación de la BMA sobre el cumplimiento
regulatorio y el sistema de control del bufete.
En octubre de 2015, un director de Appleby reveló en un informe confidencial
enviado al gobierno insular, que la oficina de Bermudas había resuelto amigablemente, con una multa, la
omisión de las recomendaciones de la BMA para fortalecer su red contra el lavado
de dinero. La multa fue de US$ 500.000, más su existencia y cuantía nunca se
anunciaron–: No hubo censura pública,
pues los reguladores de acordaron mantener el asunto a la chita callando.
Un portavoz de la BMA le manifestó a la ICIJ que no validaba ni
invalidaba las decisiones relacionadas con la aplicación de la ley. Pero, en
2016, cambió de actitud, y ahora publica detalles de las multas y otras
sanciones en su página web.
El inversionista incógnito
Durante 33 años, Michael Cannon patrulló las calles de Toronto. En
sus horas libres, estudiaba para invertir en la Bolsa e incrementar su modesto
sueldo de policía, notablemente mermado por la factura tributaria. En el 2005
Cannon colocó cerca de US$ 20.000 en una sociedad offshore, ofrecida como asociación benéfica con deducción fiscal.
Se trataba de una trampa, como lo admitiría después la justicia canadiense, armada
para atrapar a pequeños inversionistas como Cannon, con la promesa de ganar 10 mil dólares canadienses en
créditos, donando 2 mil quinientos a la caridad.
Al estallar la burbuja, en 2009, Cannon dejó de ser incógnito para
liderar una demanda colectiva a favor de casi 10 mil inversionistas, donde
había enfermeras, profesores y abogados que habían pagado más de US $100
millones, perdiendo con ello millones al momento en que la oficina tributaria
declaró al esquema inválido. La demanda buscaba compensación de parte de
asesores, promotores y abogados involucrados.
Edward Furtak, llamado cerebro
de la beneficencia cayó en la acusación, junto a Appleby en Bermudas. A
Furtak, un viejo cliente de Appleby, el bufete le prestó US $2,6 millones para comprar
inmuebles en Costa Rica, y le administraba al menos tres fideicomisos offshore
y el yate Takapuna, de 34 metros de
eslora y bandera jamaicana, con un valor de US$5 millones.
Los abogados de los demandantes alegaron que Appleby había mediado en
la operación descrita como un flujo
circular de fondos, de la cual Furtak sacó US $20 millones limpios de polvo
y paja. Los apoderados afirmaron que un
mono con ojos y oídos tapados quizás no habría previsto el resultado, pero
que para Appleby no había excusas.
En 2010 un juez dictaminó que Appleby había perjudicado a muchas
personas en Canadá al utilizar
conscientemente el dinero del fideicomiso de Furtak y permitir el fraude.
El juez sentenció que Appleby simplemente
había hecho lo que Furtak le había pedido hacer, pese a su obligación de saber
de dónde venía y a dónde iría el dinero.
La demanda contra Furtak se resolvió en sus primeras etapas, y Furtak
alegó su inocencia, pues el programa tributario había sido contextualizado
conforme a la ley, según le comunicaron sus abogados a ICIJ.
La demanda contra Appleby continuó por más tiempo.
En el 2013, los abogados de Appleby le dijeron a directiva que, aunque el rol del bufete en el asunto había
sido bastante limitado, era muy relevante. Estamos muy preocupados pues Bermudas parece haber transferido el
dinero incondicionalmente, y el bufete podría ser inculpado de enriquecerse a
costa de los inversionistas.
En las instancias inferiores, Appleby defendió a rajatabla su
comportamiento y prometió elevar cualquier decisión en su contra a los
tribunales superiores. Temía una multa de US$ 28,5 millones, según los datos
filtrados. La idea –según un empleado
del bufete– era alargar el juicio hasta
de que se les acabara la gasolina a los demandantes. Pero Cannon no se
rindió, y Appleby tuvo que bajarse de la mula en mayo de 2017, con US$ 12,7
millones.
Tras bambalinas, a algunos en Appleby les preocupaba el tiempo que le
tomaría al bufete que la gente se olvidara de la imagen generada por el juicio.
Cualquiera que hubiera tenido una copia de las presentaciones de PowerPoint,
recordaría la advertencia de Woods–: Cada
nueva investigación que revele que un fideicomisario offshore pertenece a un delincuente
será otro clavo en el ataúd del sector.
[1] Una sociedad offshore es una
empresa establecida según la legislación mercantil de un estado extranjero, y
cuya actividad económica se desenvuelve fuera de la jurisdicción donde fue registrada.
El término describe a las compañías surgidas en los paraísos fiscales, donde no llevan a cabo ninguna actividad
comercial y carecen de nómina laboral. Así se aprovechan de las ventajas
fiscales y el secretismo del país que les hospeda.
[2]
Un fideicomiso –del latín fideicommissum; fides, fe y commissus, comisión– es un contrato
en el cual una o más personas –fideicomitente(s)
o fiduciante(s)– ceden sus derechos
patrimoniales o de otra índole, presentes o futuros, a un tercero –persona
natural o jurídica, llamada fiduciaria–,
para que los administre en beneficio propio o de un tercero, llamado beneficiario, y estos derechos y sus
proventos sean transferidos, al término de un plazo o cumplimiento de una
condición, al fiduciante, al beneficiario o a otro, llamado fideicomisario. Los bienes afectados no
corren el riesgo comercial del fiduciante ni del fiduciario, pues el objeto del
fideicomiso no puede ser perseguido por los acreedores de ninguno de ellos, ni
afectado por la quiebra de ambos o de alguno. Se trata, en resumen, de una
cesión de bienes o capital de personas físicas o jurídicas, pero con la
diferencia que el empoderamiento legal se da en una jurisdicción offshore. Así,
las partes se benefician de los privilegios y el secretismo de los paraísos
fiscales.
[3] Centro de Investigación
Periodística de Chile –CIPER–, BBC y The Guardian, (Londres). El Confidencial y La Sexta (Madrid), La Nación
(Buenos Aires), Le Monde (París), The New York Times (Nueva York), Univisión (Miami), y 91 medios más en todo
el mundo.
[4] @AdrianBlancoR, 05/11/17
[5] Nombres de 130 mil supuestos evasores
fiscales con cuentas no declaradas en la sucursal de Ginebra del banco HSBC. Se
la llama así por Hervé Falciani, ingeniero informático, ex
trabajador del banco, que filtró la lista desde de trabajo. Relacionada con
ella se encuentra la Lista Lagarde, 2 mil
nombres extraídos de la Lista
Falciani. Su nombre alude a la ex ministra francesa de Economía Christine
Lagarde, quien, en octubre de 2010, la se remitió al Ministerio de Hacienda de
Grecia para que tomaran medidas contra la evasión fiscal. Sin embargo, pasaron
dos años más hasta que la Lista Lagarde
fuera publicada, cuando el periodista Kostas Vaxevanis la publicó en su blog Hot Doc,1 en protesta contra su
gobierno por falta de diligencia.
[6] Ernst & Young –mundialmente conocida como EY–
es una de las mayores firmas de auditoría, impuestos, finanzas, contabilidad, servicios de cálculos,
estudios actuariales y asesoramiento en la gestión de la empresa del mundo.
Según la Revista Forbes, a finales del 2013 era la
décima mayor empresa de EEUU.
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