miércoles, 8 de noviembre de 2017


Los papeles de un paraíso perdido




Dedicatoria

A Gloria Cuenca, mi entrañable y siempre recordada compañera de clases, quien me hizo revalorizar la profesión de periodista .

Prólogo

He hecho el esfuerzo de armar el rompecabezas sobre el último escándalo financiero global, Los papeles del Paraíso, como un humilde reconocimiento a la titánica labor de investigación llevada a cabo, durante más de un año,  por el l Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación –ICIJ– y sus asociados. En total, más de 100 medios masivos e interactivos de 67 países, que aportaron a 380 para poner en negro sobre blanco y de manera congruente los 1,4 terabytes de información filtrados.
¿Por qué lo hicieron? No hay fama ni gloria en esta labor de ratones  de biblioteca. Es más, muchos de los miembros del gigantesco equipo encabezado por ICIJ seguramente prefieren seguir de incógnitos. Pero si hay ideales, valores, compromisos y todos aquellos ingredientes que han hecho del periodismo uno de los más hermosos oficios.
Al buscar las piezas sueltas, recordé a mis padres, ambos periodistas, quienes tuvieron una vida plena de experiencia. De su afán por estudiar, entender y estar al día en todo lo humano y lo divino. Y poder comunicárselo a sus semejantes, de una manera sencilla y coloquial.
Hoy en Venezuela, en la miseria material y ética a la cual nos ha llevado el foropaulismo –versión amplificada del comunismo–, es difícil observar, a simple vista, la presencia de esa moral profesional que aprendí de mis padres. No hay medios ni noticias independientes, todos los medios masivos están sometidos a la impronta del censor del régimen que penaliza cualquier desviación del catecismo oficial. Los periodistas de sucesos están sometidos a los desmanes de la Guardia Nazi–onal, que les despoja de sus herramientas de trabajo y les golpea salvajemente. Los programas de noticias se banalizan y rellenan con temas alejados del diario acontecer: alimentación, deportes, música, salud. Más se parecen a contenidos de interés general que a los noticieros de antaño.
De la prensa escrita, poco queda. Toneladas de papel que se desperdician en apologías al sistema y su narco–cúpula. De repente, uno que otro párrafo en El Carabobeño, El Correo del Caroní, El Nacional, El Impulso, palos que no hacen montaña. Y, aún en ellos, nadie enfrenta a quienes siguen hablando con mentiras y medias verdades.
Por eso, Los papeles del Paraíso representan para mí un bálsamo revitalizador, la evidencia de que, aunque los chicos malos parecieran estar ganando la guerra, los chicos buenos pueden infringir heridas mortales y volver a equilibrar la balanza.

El triángulo de las Bermudas

El archipiélago de las Bermudas es un territorio británico de ultramar, miembro de la comunidad del Caribe, y está situado en el Atlántico Norte, frente a la costa este de EEUU. El punto del continente más cercano a Bermudas es el cabo Hateras. en Carolina del Norte, a 1.030 Km al noroeste, mientras que Miami dista 1.770 km al suroeste..
La economía bermudeña se basa en seguros, reaseguros y turismo,​ por lo cual sus  habitantes gozan desde hace más de un siglo de uno de los mayores per cápita del mundo. Las islas tienen un clima subtropical,​ imprevisible y estacionalmente tormentoso. Las islas configuran el pico norte del famoso Triángulo de las Bermudas, amplia zona marítima en la que han desaparecido. Inexplicablemente, decenas de barcos y aviones.


Sir Reginald Woodifield Appleby 

Appleby es uno de los bufetes offshore más prestigiosos del mundo, fundado en 1898 en Bermudas, como una actividad side–line del comandante Sir Reginald Woodifield Appleby (1865–1948), un juez de paz que disfrutaba pavoneándose, tomando té, jugando al críquet y disparando sus rifles. El comandante era legislador de las islas, y fue ordenado Caballero del Imperio por sus servicios públicos en Bermudas, lo cual representó un reconocimiento a su función de ser el poder detrás del poder insular. Era tal su reputación autoritaria que, cuando salió a vacacionar a Inglaterra, en 1924, The Royal Gazette & Colonist Daily predijo un aumento de la criminalidad durante su ausencia.
Cuando el Parlamento se reunió en Hamilton para discutir sobre el primer impuesto sobre la renta en la isla, en julio de 1940, el comandante se opuso tenazmente, calificando al ISR como el último refinamiento de la tortura del hombre, al cual hay que resistir a toda costa; y así lo reportó The Royal Gazette. Se desestimó la moción, lo cual, desde entonces, convirtió a Bermudas en atractivo centro para engordar patrimonios lejos del escrutinio tributario.
El bufete que el comandante Appleby fundó hace casi 120 años, como un negocio colateral, hoy es miembro destacado de la red global de abogados, contadores, banqueros y mediadores que registran y administran compañías y cuentas bancarias para clientes que quieren evadir impuestos o mantener en secreto sus movimientos de capital, creando para ellos sociedades offshore.[1]
Appleby se considera a sí mismo líder de la industria, y una prueba fehaciente de que el sector offshore opera limpia y profesionalmente–. Damos asesoría innovadora, oportuna y ética, pregona su panfleto de 8 páginas a full color.
Desde que su expansión en 1979, Appleby se convirtió en transnacional, con casi un millar de empleados y cobertura en los principales paraísos fiscales del Caribe y el resto del globo–: Parece un monstruo -¡lo cual es muy bueno!-–, afirmó uno de sus clientes en encuesta de satisfacción celebrada el 2013.
Además de registrar compañías de maletín, fideicomisos[2] y otras actividades sui géneris, Appleby es un holding financiero con varias subsidiarias, filiales y sociedades que redactan testamentos, litigan y asesoran corporaciones. Los estadounidenses representan el mayor porcentaje en el trabajo cotidiano de Appleby, y su clientela está esparcida en los 50 estados de la Unión.
Una filtración de casi 7 millones de datos permitió penetrar en el archivo secreto de Appleby. Allí se develaron billonarias operaciones de importantes políticos y empresarios de Canadá, Colombia, EEUU, España, Gran Bretaña, Rusia y muchos otros países; así como las agresivas estrategias anti–impositivas de gigantes corporativos  como Apple, Nike.
Sus clientes incluyen princesas, primeros ministros, presidentes y estrellas de Hollywood. La mayoría de los representados de alto perfil, como la Reina Isabel II de Inglaterra o el Presidente Juan Manuel Santos de Colombia, son atendidos por especialistas individuales. Appleby le sirve a los oligarcas más ricos de África, el Levante y Rusia. Una de cada diez empresas en la cartera de Appleby tiene vínculos con clientes conectados a la política –funcionarios elegidos y designados–, sus familias y asociados cercanos.
Appleby factura más de US$ 1,000 millones al año. Sus clientes piensan que el bufete es muy trabajador y amigable. Un cliente feliz le dijo a Appleby que contar con sus servicios equivalía a quedarse aislado en medio de un desierto africano y ver aterrizar a un avión de British Airways que te sacará de allá en primera clase.  
El año pasado, tras la publicación de Los papeles de Panamá, Appleby rechazó un curso de actualización sobre el lavado de dinero que le hizo su consultora de riesgos, alegando que sus controles eran prácticamente inexpugnables–: No necesitamos clases, por ahora.
En su lugar, decidió pulir su imagen patrocinando la Copa América –la competencia más famosa del mundo en navegación a vela–, los maratones familiares de 5 kilómetros y las ventas de tortas, así como ayudando a miles de damnificados monetarios a recuperar lo robado por el ex dictador nigeriano Sani Abacha y a las enfermeras que tratan a los infectados con Ébola en África Occidental.
En otras palabras, lavándose las manos.

Un PowerPoint que lo contó todo

Robert Woods, ex policía de Liverpool, fue contratado en el 2006 como gerente de cumplimiento de las normas corporativas. En el 2011, descubrió varios cangrejos, y decidió resumirlos en una presentación PowerPoint:
1.    La presentación de 44 páginas –con  imágenes de Los Sopranos, el famoso serial de HBO sobre la mafia— planteaba el lado oscuro de la historia de Appleby
2.    La oficina de Appleby en las Islas Caimán tenía más de 600 clientes con registros non–compliant. En el argot financiero, significaba que carecía de identificación de los usuarios, direcciones y otros datos que garantizaran la legitimidad de sus empresas, y que las mismas no constituían simples fachadas para lavar dineros de la corrupción política, el crimen organizado, el narcotráfico o el  terrorismo
3.    Bajo una diapositiva intitulada Delitos de financiación al terrorismo, el texto aseveraba–: Hay un caso de US$ 400 millones, definitivamente contaminado, con el es difícil lidiar
4.    Se abrió un fideicomiso para que un cliente comprara propiedades en Londres, aceptando su dinero sin hacer preguntas. Después se supo que el instrumento financiero estaba a nombre de un ex funcionario paquistaní, acusado de malversación y que había infiltrado dinero sucio en Appleby.
5.    Algunas de las porquerías que hicimos fueron asombrosas.
Cinco años más tarde, Woods había ascendido al cargo de director de cumplimiento. Pero poco o nada habían mejorado las cosas desde su contratación.
Woods, quien ocupaba aún su puesto en Appleby cuando el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación ICIJ inició su investigación, se negó a comentar cuando se le preguntó si el bufete había mejorado sus prácticas de selección de clientes desde el 2011.

El Süddeutsche Zeitung ataca nuevamente

El periódico alemán Süddeutsche Zeitung recibió el expediente de Appleby –correos electrónicos, historiales, solicitudes bancarias, documentos judiciales y otros archivos–, y los compartió con el ICIJ­­– y sus asociados,[3] en total, más de 380 periodistas de 67 países que investigaron por más de un año los 1,4 terabytes de información disponibles.
Appleby no respondió a ICIJ directamente. Publicó, en cambio, un remitido en su página web donde afirma que el holding está comprometido con el cumplimiento de las normas más rigurosas, y que rechaza cualquier acusación de irregularidades hacia la empresa y sus clientes–: Somos un bufete offshore que asesora a los clientes sobre formas legítimas y completamente legales para administrar sus negocios. No toleramos comportamientos ilegales. Es cierto que no somos infalibles. Cuando descubrimos errores actuamos rápidamente para solucionarlos y notificamos a las autoridades pertinentes.
Según Adrián Blanco[4], los resultados obtenidos llenan un legajo de 13,4 millones de documentos filtrados desde de dos bufetes offshore: Appleby, fundada en Bermudas, y Asiaciti Trust, en Singapur. Del primero provienen siete millones de documentos; del segundo, cerca de medio millón; y se basan en los registros mercantiles de 19 jurisdicciones opacas: Antigua y Barbuda, Aruba, Bahamas, Barbados, Bermudas, Islas Caimán, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, Isla de San Vicente y Trinidad y Tobago (Caribe); Islas Cook, Islas Marshall, Samoa y Vanuatu (Oceanía); Malta (Europa), Líbano (Levante) y Labuan, territorio federal de Malasia (Asia).
Blanco cree que los implicados forjaron complejas estructuras societarias para ocultar a los verdaderos beneficiario de los bienes, lograr su mejor optimización fiscal y evadir impuestos. Lo hicieron, principalmente, a través de sociedades, fideicomisos y fundaciones. En algunos casos el objetivo es acumular y proteger patrimonios, pero a menudo hay otros fines, como la compraventa acciones, inmuebles, obras de arte o el desvío de beneficios de las personas naturales y jurídicas, como lo detectaron la Lista Falciani[5] y Los papeles de Panamá. Los beneficiarios finales ocultan su identidad ­–y no la declararan a las autoridades tributarias– para no pagar impuestos. Por eso a esta categoría se la conoce como compañías de maletín, ya que su único propósito es enmascarar es a los verdaderos dueños de los patrimonios. A la sombra de estas compañías se han cobijado jefes de Estado, políticos, narcotraficantes y criminales de la peor especie y de todo el mundo.
La data suministrada por el ICIJ hace una vivisección de Appleby desde 1950 hasta el 2016. Incluye también archivos de la división de Servicios Corporativos de Appleby, que separada en 2016 con el nombre de Estera.
En las Islas Caimán, el 50% de los 20 mayores clientes de Appleby en 2014 eran grandes bancos y empresas de inversión: Bank of America, Citigroup, Crédit Suisse, HSBC y Wells Fargo. Otros firmas contables como KPMG, Ernst & Young y Price Waterhouse–Coopers, a quienes agasaja frecuentemente en cócteles, cenas y otros eventos sociales.
Cuando ICIJ y otros medios asociados comenzaron su ofensiva con los Papeles de Panamá, en abril de 2016, el resto de la banca offshore se desentendió del asunto. Calificaron a Mossack Fonseca, y centro del escándalo, como un caso atípico–: Mossack Fonseca representa uno de los últimos bastiones de un turbio sistema financiero internacional que se está extinguiendo rápidamente, asegur o una﷽﷽﷽﷽nte–. ento de Appleby–: temente usuarios ado propuestastanciales en la calidad y estilo de vidaividualesó la Revista Wealth Management.
Los archivos de Appleby muestran lo contrario. Si los bufetes offshore gastan grandes cantidades de dinero y esfuerzo para mantener su imagen pública, el secretismo, las comisiones bajo la mesa y los atractivos beneficios financieros generados en la economía subterránea, al ser publicados, dificultan a los intermediarios negociar con criminales, políticos corruptos y otros clientes cuestionables.
La presentación analizada es sólo una de al menos cuatro realizadas entre 2007 y 2015, donde se cuestionaba el rigor del proceso de selección de clientes. No está claro si esta información la conocían los empleados de Appleby. Pero, en cada una de ellas, las notas para el orador bajo cada diapositiva proporcionan opiniones espontáneas de personas informadas de los errores de cumplimiento de Appleby–: El 80% de la batalla se gana o pierde en la puerta –rezaba una diapositiva usada repetidamente–. Si dejamos entrar a los clientes incorrectos, nos arriesgamos al fracaso.


Cortesía de El Confidencial de España

La papa caliente

El 29 de junio de 1993, estando aún frescos los combates en Kuwait, la Cámara de Representantes del Congreso de EEUU se reunió para discutir el programa de armas nucleares en Irak, pues –según la CIA– Hussein había incumplido el acuerdo que le permitía a la ONU examinar sus armas de destrucción masiva, lo cual había suscitado gran alarma al respecto–: Irak continúa alardeando sobre su poderío militar, masacrando a sus propios ciudadanos en el norte, y a los chiitas iraquíes en el sur–, aseguró el congresista demócrata Tom Lantos de California.
Leyó, para apoyar su tesis y que constara en acta, que Crescent Petroleum, una supuesta empresa de fachada no fabricaba las armas pero sí estaba definitivamente vinculada con la principal organización iraquí que las producía. Crescent Petroleum negó entonces y después dicha afirmación. Se trataba de un tremendo lío, con terribles consecuencias, pues la información deficitaria y tergiversada recogida por la CIA obligó al ejército estadounidense a regresar a Irak, desatando una crisis aún no resuelta y que, conforme a la Lay de la Causalidad, empujó a los yihadistas para la formación de Isis y todos los desastres acaecidos en la región.
La petrolera, propiedad de Abdul Hameed Dhia Jafar, es cliente de Appleby desde 1984. Durante casi 30 años la relación se desarrolló sin problemas, según los archivos del bufete. Fue sólo en el 2013, cuando Crescent Petroleum solicitó ayuda legal para reestructurar la compañía. Aún entonces, le costó trabajo digerir al bufete de los antecedentes delictuales de la petrolera, aunque un hermano de Abdul Hameed fuese jefe del programa de armas nucleares durante el mandato de Hussein.
Otro cliente que le pasó inadvertido a Appleby fue Ayre Laniado, director y copropietario de Omega Diamonds, compañía belga que opera en la bolsa diamantífera de Amberes.
En mayo de 2013, los medios de Bélgica denunciaron que Omega Diamonds pagaría cerca de US $200 millones para liberarse de un juicio por comercio ilegal de diamantes africanos. Al caso se le echó tierrita, y el nombre de  Laniado no apareció por ningún lado. Más adelante, cuando Laniado quiso crear un nuevo fideicomiso, un empleado de Appleby detectó las tarjetas amarillas sobre la compañía, pero aún así autorizó a negociar con él, creando otro fideicomiso en abril de 2014.
Robert Woods, director de Cumplimiento de Appleby, se encabronó al enterarse, tres meses más tarde–: La nuestra es una estructura de confianza y las acusaciones son extremadamente graves, relacionadas con “diamantes de sangre”. ¿Por qué no se me informó esto cuando se hizo la verificación?, escribió en julio del 2014.
Woods les comentó a sus colegas que el episodio representaba un fracaso total en los controles de seguridad. Y advirtió que las subsidiarias del bufete no debían aceptar que el ingreso de beneficios a corto plazo eclipsara la necesidad de seguir las políticas y reglas de Appleby para evaluar los riesgos que representaban personajes como Laniado, desconociendo sus actividades ilícitas quedándose a ciegas sobre sus próximas maniobras–: Lo que está hecho, ya está hecho. Pero, a futuro, no podemos dejarnos llevar por el dinero fácil. El bufete debe estar concienciado que, si bien puede ganar de golpe mucha plata, la gestión del fideicomiso conlleva un alto riesgo. Al final de la ruta, si algo sale mal, ¡Appleby se quedará con “la papa caliente” entre sus manos!
Appleby siempre conoció los riesgos.

Nos van a conseguir con los pantalones abajo

Appleby utiliza un software para reducir errores humanos e identificar a clientes peligrosos. El manual de la firma exige que los empleados verifiquen a los solicitantes mediante una exhaustiva investigación, y que actualicen los datos de cualquiera que esté involucrada en política al menos una vez al año. En teoría, el bufete y sus subsidiarias están obligados a realizar auditorías internas, y abrir expedientes sobre las que estimen como compañías problemáticas para garantizar su fiabilidad.
Estos controles funcionan a veces. Por ejemplo, cuando en las Islas Vírgenes Británicas se rechazó la cuenta del magnate ruso de bienes raíces Boris Shemyakin, tras descubrir que en su país había sido enjuiciado por un desfalco de varios millones de dólares, aunque Shemyakin lo hubiera negado de plano. También no fue aceptada la cuenta de Ernst & Young[6] cuando ésta quiso comprar por su intermedio dos Gulfstream –a US$ 20 millones c/u.– como jets privados para los hijos de un ex ministro del gobierno de Azerbaiyán y un ciudadano llamado Manouchehr Khangah.
Al revisar la base de datos de WikiLeaks, Appleby se enteró que uno de los contactos de la embajada estadounidense se había referido a Khangah como representante de un ex político que dirigía una de las operaciones más corruptas en Azerbaiyán.
En medio de una diapositiva PowerPoint, preparada en 2012 para una sesión de capacitación en Bermudas, destacaba una lámina gris con la leyenda Arthur Andersen, refiriéndose a la firma de auditoría culpable de haber destruido documentos relacionados con el colapso de Enron.
La presentación sugería que si el bufete no mejoraba su monitoreo sobre los  clientes, la empresa podría correr la misma suerte de otros involucrados en escándalos financieros como David Duncan, ex auditor de Andersen, quien se declaró culpable de obstrucción a la justicia, y Raj Rajaratnam, gerente de fondos de cobertura de la auditoría, que apareció en las noticias esposado por el FBI, mientras lo arrestaban por fraude por varios millones de dólares.
Entre 2005 y 2015, más de una docena de inspecciones internas y regulatorias en la islas de Man, Caimán, Bermudas, Vírgenes Británicas y la oficina de Londres, encontraron fallas sustanciales que podrían haber sumido a Appleby en litigios y causado graves consecuencias financieras y de imagen–: Nos van a conseguir con los pantalones abajo. Así no podemos seguir–, vaticinó Woods.

A la chita callando

En octubre de 2014 la Autoridad Monetaria de Bermudas –BMA– auditó una subsidiaria de Appleby, y encontró flaquezas graves o muy preocupantes, pues el 46% de los archivos examinados carecían de información sobre el origen del dinero administrado. Tampoco existía constancia alguna que se identificaran los riesgos de lavado de dinero o del financiamiento al terrorismo, aseguró la BMA, se habían desestimado sus recomendaciones obtenidas en pesquisas previas–: Estas omisiones incrementan la preocupación de la BMA sobre el cumplimiento regulatorio y el sistema de control del bufete.
En octubre de 2015, un director de Appleby reveló en un informe confidencial enviado al gobierno insular, que la oficina de Bermudas había resuelto amigablemente, con una multa, la omisión de las recomendaciones de la BMA para fortalecer su red contra el lavado de dinero. La multa fue de US$ 500.000, más su existencia y cuantía nunca se anunciaron–: No hubo censura pública, pues los reguladores de acordaron mantener el asunto a la chita callando.
Un portavoz de la BMA le manifestó a la ICIJ que no validaba ni invalidaba las decisiones relacionadas con la aplicación de la ley. Pero, en 2016, cambió de actitud, y ahora publica detalles de las multas y otras sanciones en su página web.

El inversionista incógnito

Durante 33 años, Michael Cannon patrulló las calles de Toronto. En sus horas libres, estudiaba para invertir en la Bolsa e incrementar su modesto sueldo de policía, notablemente mermado por la factura tributaria. En el 2005 Cannon colocó cerca de US$ 20.000 en una sociedad offshore, ofrecida como asociación benéfica con deducción fiscal. Se trataba de una trampa, como lo admitiría después la justicia canadiense, armada para atrapar a pequeños inversionistas como Cannon, con la promesa de ganar 10 mil dólares canadienses en créditos, donando 2 mil quinientos a la caridad.
Al estallar la burbuja, en 2009, Cannon dejó de ser incógnito para liderar una demanda colectiva a favor de casi 10 mil inversionistas, donde había enfermeras, profesores y abogados que habían pagado más de US $100 millones, perdiendo con ello millones al momento en que la oficina tributaria declaró al esquema inválido. La demanda buscaba compensación de parte de asesores, promotores y abogados involucrados.
Edward Furtak, llamado cerebro de la beneficencia cayó en la acusación, junto a Appleby en Bermudas. A Furtak, un viejo cliente de Appleby, el bufete le prestó US $2,6 millones para comprar inmuebles en Costa Rica, y le administraba al menos tres fideicomisos offshore y el yate Takapuna, de 34 metros de eslora y bandera jamaicana, con un valor de US$5 millones.
Los abogados de los demandantes alegaron que Appleby había mediado en la operación descrita como un flujo circular de fondos, de la cual Furtak sacó US $20 millones limpios de polvo y paja. Los apoderados afirmaron que un mono con ojos y oídos tapados quizás no habría previsto el resultado, pero que para Appleby no había excusas.
En 2010 un juez dictaminó que Appleby había perjudicado a muchas personas en Canadá al utilizar conscientemente el dinero del fideicomiso de Furtak y permitir el fraude. El juez sentenció que Appleby simplemente había hecho lo que Furtak le había pedido hacer, pese a su obligación de saber de dónde venía  y a dónde iría el dinero.
La demanda contra Furtak se resolvió en sus primeras etapas, y Furtak alegó su inocencia, pues el programa tributario había sido contextualizado conforme a la ley, según le comunicaron sus abogados a ICIJ.
La demanda contra Appleby continuó por más tiempo.
En el 2013, los abogados de Appleby le dijeron a directiva que, aunque el rol del bufete en el asunto había sido bastante limitado, era muy relevante. Estamos muy preocupados pues Bermudas parece haber transferido el dinero incondicionalmente, y el bufete podría ser inculpado de enriquecerse a costa de los inversionistas.
En las instancias inferiores, Appleby defendió a rajatabla su comportamiento y prometió elevar cualquier decisión en su contra a los tribunales superiores. Temía una multa de US$ 28,5 millones, según los datos filtrados. La idea –según un empleado del bufete­– era alargar el juicio hasta de que se les acabara la gasolina a los demandantes. Pero Cannon no se rindió, y Appleby tuvo que bajarse de la mula en mayo de 2017, con US$ 12,7 millones.
Tras bambalinas, a algunos en Appleby les preocupaba el tiempo que le tomaría al bufete que la gente se olvidara de la imagen generada por el juicio. Cualquiera que hubiera tenido una copia de las presentaciones de PowerPoint, recordaría la advertencia de Woods–: Cada nueva investigación que revele que un fideicomisario offshore pertenece a un delincuente será otro clavo en el ataúd del sector.




[1] Una sociedad offshore es una empresa establecida según la legislación mercantil de un estado extranjero, y cuya actividad económica se desenvuelve fuera de la jurisdicción donde fue registrada. El término describe a las compañías surgidas en los paraísos fiscales, donde no llevan a cabo ninguna actividad comercial y carecen de nómina laboral. Así se aprovechan de las ventajas fiscales y el secretismo del país que les hospeda.
[2] Un fideicomiso –del latín fideicommissum; fides, fe y commissus, comisión– es un contrato en el cual una o más personas ­–fideicomitente(s) o fiduciante(s)– ceden sus derechos patrimoniales o de otra índole, presentes o futuros, a un tercero –persona natural o jurídica, llamada fiduciaria–, para que los administre en beneficio propio o de un tercero, llamado beneficiario, y estos derechos y sus proventos sean transferidos, al término de un plazo o cumplimiento de una condición, al fiduciante, al beneficiario o a otro, llamado fideicomisario. Los bienes afectados no corren el riesgo comercial del fiduciante ni del fiduciario, pues el objeto del fideicomiso no puede ser perseguido por los acreedores de ninguno de ellos, ni afectado por la quiebra de ambos o de alguno. Se trata, en resumen, de una cesión de bienes o capital de personas físicas o jurídicas, pero con la diferencia que el empoderamiento legal se da en una jurisdicción offshore. Así, las partes se benefician de los privilegios y el secretismo de los paraísos fiscales.
[3] Centro de Investigación Periodística de Chile –CIPER–, BBC y The Guardian, (Londres). El Confidencial y La Sexta (Madrid), La Nación (Buenos Aires), Le Monde (París), The New York Times (Nueva York), Univisión (Miami), y 91 medios más en todo el mundo.
[4] @AdrianBlancoR, 05/11/17
[5] Nombres de 130 mil supuestos evasores fiscales con cuentas no declaradas en la sucursal de Ginebra del banco HSBC. Se la llama así por Hervé Falciani, ingeniero informático, ex trabajador del banco, que filtró la lista desde de trabajo. Relacionada con ella se encuentra la Lista Lagarde,  2 mil  nombres extraídos de la Lista Falciani. Su nombre alude a la ex ministra francesa de Economía Christine Lagarde, quien, en octubre de 2010, la se remitió al Ministerio de Hacienda de Grecia para que tomaran medidas contra la evasión fiscal. Sin embargo, pasaron dos años más hasta que la Lista Lagarde fuera publicada, cuando el periodista Kostas Vaxevanis la publicó en su blog Hot Doc,1​ en protesta contra su gobierno por falta de diligencia.
[6] Ernst & Young –mundialmente conocida como  EY–  es una de las mayores firmas de auditoríaimpuestosfinanzascontabilidad, servicios de cálculos, estudios actuariales y asesoramiento en la gestión de la empresa del mundo. Según la Revista Forbes, a finales del 2013 era la décima mayor empresa de EEUU.

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