El ocaso de nuestra cultura
Luis García Planchart
El óleo "La tertulia del café Pembo", de José González Solana, pertenece al Museo de Arte
Contemporáneo de Madrid, y es un retrato de la Generación del 98 de escritores españoles.
En Caracas, las peñas literarias más famosas fueron La República del Este, en Sabana
Grande, y las de la Cafetería del Ateneo de Caracas.
Por desacuerdo sobre los derechos de autor entre la organización Azcárraga y los herederos de Roberto Gómez Bolaños, tras 50 años de exhibición, la teleserie “El chavo del 8” saldrá del aire. Nota de prensa del 31 de julio de 2020.
… si Juanito Santa Cruz no hubiera hecho esa visita, esta historia no se habría escrito. Se hubiera escrito otra, eso sí, porque por doquier que el hombre vaya lleva consigo su propia novela; pero ésta no. Benito Pérez Galdós: Fortunata y Jacinta.
"¿Por qué no te callas?"
Imagino a Alfredo Coronil Hartman recogiendo los pedazos de productos culturales que aún quedan en Venezuela para poder armar el Papel Literario del diario El Nacional cada domingo. Para legárselo, ¿a quién? Ya El Nacional no existe –al menos en su versión física–, por lo cual no hay posibilidades de estructurar una hemeroteca, en el estricto sentido del vocablo, con su titánica labor.
Tampoco existe la Venezuela que Alfredo y yo conocimos en nuestras mocedades. Casi 300 mil cubanos –que nunca habían visto una represa, ni comido completo, ni tenido acceso a las libertades de expresión e información, ni conocido leyes sobre la propiedad, ni manejado empresas petroleras en sus putas vidas– invadieron a Venezuela, a través del puente aéreo que Hugo Chávez y Fidel Castro tendieron entre Caracas y La Habana, y destruyeron al país.
El comandante venezolano, con su ignorancia supina, yque le valió de parte del hoy huido Rey Juan Carlos el famoso: ¿Por qué no te callas...? El comandante cubano con el resentimiento social de haber sido el bastardo de Lina Ruz y Mateo Castro, y el existencial de de la derrota que le infringió el ejército democrático de Rómulo Betancourt en su frustrada invasión a Machurucuto.
El fin justifica los medios
El historiador francés Patrick Boucheron, quien se autodefine como un historiador de la Edad Media de edad mediana, explora la relación entre dos contemporáneos ilustres, Leonardo da Vinci y Nicolás Maquiavelo, en una prosa cargada de poesía, donde prescinde de las citas al pie de las páginas y otros academicismos.
Boucheron nos transporta a la ciudad de Siena en el siglo XIV, y nos obliga a mirar los frescos de Ambrogio Lorenzetti. Estas sorprendentes pinturas esconden, pero también evidencian, qué difícil es hacer un gobierno republicano, y cuán precaria resulta su existencia contra el autoritarismo, cuando el fin justifica los medios. Así, las imágenes de una época y un lugar remotos anticipan los avatares del presente, descrito por Jesús Petit Da Costa como una IV Guerra Mundial, cuyo teatro operativo es Venezuela.
Concuerdo con Petit en que hay IV Guerra Mundial en marcha, y que se inició en Venezuela, no ahora si no en 1959, con las intentonas golpistas de El Porteñazo y El Carupanazo. Guerra que continuó con el plan de Fidel para exportar su putrefacta revolución a Iberoamérica, aceptada como la única forma de acceder al poder por el Partido Comunista de Venezuela. Perfeccionada en las cárceles del gobierno de Betancourt, con la comunización de Chávez y otros oficiales quienes, décadas más tarde, intentarían derrocar a Carlos Andrés Pérez; y terminada con el triunfo de la dictadura militar comunista, a finales del Siglo XX.
La hegemonía cultural del comunismo
Mientras las ratas se adoctrinaban en prisión, contra la cultura venezolana se tejía una conjura invisible pero altamente eficaz. Comenzó como supuesta rebeldía contra de los intelectuales burgueses, segím el modelo de hegemonía cultural instaurado en Francia, tras la II Guerra Mundial, por Jean–Paul Sartre y Simone de Beauvoir; modelo que implicaba apoderarse de los medios de comunicación social, y convertirlos en instrumentos de propaganda comunista. Víctimas de esta soterrada guerra fueron, entre otros, los escritores Albert Camus, Louis Ferdinand Céline y Vintila Horia; así como numerosos artistas que tuvieron que desterrarse o dedicarse a otros oficios para subsistir.
No voy a comentar de qué manera los topos se adueñaron de imprentas y se incrustaron en las nóminas de las escuelas de comunicación social, periódicos, radioemisoras y televisoras de Venezuela. Pero aquí los enemigos de clase fueron todos los intelectuales, desde Simón Bolívar en lo adelante, cuyas cartas se escondieron para propagar la versión de Chávez de que El Libertador era comunista.
Recomiendo sobre la metodología de las fake news el desgarrador relato biográfico de mi apreciada amiga y colega, la doctora Gloria Cuenca, intitulado De regreso de la revolución, donde en un acto de mea culpa demuestra por qué ningún comunista puede ser creyente ni periodista, sólo ateo y propagandista; y cómo para el comunismo el fin –que no es otro más que apoderarse y mantenerse en el poder–, justifica los medios.
El elitismo de origen y desempeño de nuestro idioma
Los camaradas de aquí aseveraban que nuestra cultura era elitista. Sí, lo era. ¿Y qué? El español, el segundo idioma más hablado en el planeta, también lo es, por su origen y desempeño.
Desde que salió el Quijote hasta principios del siglo XX, los dos novelistas más grandes de España fueron, como lo sostiene Dámaso Alonso, Miguel de Cervantes y Benito Pérez Galdós. Quizás por eso la Inquisición nunca dejó popularizar la alfabetización, porque conocimiento es poder. O, tal vez, porque el Castellano fue el único idioma moderno que no nació por generación espontánea, sino fabricado por los príncipes mozárabes, cuando los levantinos no eran los decadentes a terroristas de hoy, y lanzaban innovaciones maravillosas como la cámara oscura, la notación decimal y El jardín perfumado, obra maestra de erotismo y sexología
La cultura oficial del régimen castro–madurista se caracteriza por eliminar todo escrito –e incluso pintura o película– comprometedor. Una de las acciones al respecto la inició Diosdado Cabello, retirando de las bibliotecas bajo su jurisdicción las obras de Andrés Eloy Blanco, Rómulo Betancourt y Rómulo Gallegos, para transformarlas en papel toilette. Ahora no siquiera pudiera hacerlo, porque las fábricas de papel toilette, expropiadas por su régimen, quebraron, y limpiarse el trasero es un lujo como sucede en Cuba.
Aunque mal de muchos, consuelo de tontos, quienes quieren hacerse nuevos amos del orbe, y cuentan para ello con la histeria mediática de la pandemia del coronavirus –una forma poco disimulada de domesticar a la Humanidad–; la desaparición del Chespirito de centenares de millones de televisores del mundo es una muestra macro de lo que pasó en Venezuela con la Radio Rochela y Radio Caracas TV. Lo que inmortalizó Carlos Vives en otro producto cultural, La gota fría,
¿Qué cultura va a tener un indio chumeca como Lorenzo Morales? ¿Qué cultura va a tener si nació entre cardonales?
Muera la cultura, abajo la inteligencia, no sólo fue solo un decir del general franquista Millán–Astray, sino el objetivo cumplido de esta plaga inmoral que desgobierna a Venezuela. Por lo que, Alfredo, menuda tarea te toca cosiendo tu colcha literaria de retazos.
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