Al universo surrealista en cual nos ha subsumido el que les contamos, hemos intentado, vanamente, hallarle un parecido con cualquier ejemplo de estado o nación del presente o el pasado. Pero, hasta el momento, ha resultado ser un ejercicio infructuoso pues, aparentemente, lo que sucede en Venezuela no tiene parangón ni antecedentes en la realidad objetiva, ni puede ser explicado dentro del rigor del método científico.
Antes de expresar nuestro diagnóstico al respecto, veamos algunos ejemplos, extraídos de los mejores articulistas de la prensa nacional.
Jesús Petit Da Costa equipara la situación actual de la República de Venezuela con la que vivió la Capitanía General de Venezuela hace dos siglos, como territorio conquistado y sometido a la más inicua explotación por la Monarquía Española. En su símil –que, por cierto, constituye una buena aproximación no tanto para entender lo que pasa sino para explicárselo de manera simple a los demás-, el que les contamos personificaría a Vicente Emparam, y su superior jerárquico, Fidel Castro, a Alfonso VII, el rey derrocado por Napoleón Bonaparte.
Armando Durán, por su parte, en cuatro entregas dominicales consecutivas, desmenuza la trampa electoral montada por el régimen para perpetuar la presidencia vitalicia del que les contamos, no sólo con sus propios recursos y personal sino, asimismo, con el concurso de los colaboracionistas de oposición, de mala y buena fe, y concluye en que, aún cuando tiene la convicción de que todo es una farsa, hay que ir a votar en septiembre.
Manuel Caballero sugiere que la Mesa Unitaria cambie a su voceros, al menos en el Estado Zulia, y ponga en pantalla caras frescas. Carlos Blanco relata la mutación del caraqueño, residente de una pequeña manzana que siempre estaba en vigilia, en beligerante, que sale de madrugada a caerse a coñazos por quítame esta pajita del hombro, y que sólo se divierte intramuros, si los malandros le permiten llegar indemne a su morada.
En dos excelentes distopías -así se llaman las columnas que publica los lunes Ibsen Martínez en Tal Cual-, el escritor se dedica a mirar los árboles –en su caso, los bueyes con los cuales nos ha tocado arar- y no el bosque-la situación general-, y concluye en que con amigos como los Salas, ¿para qué necesitamos enemigos?
El Presidente de Datanálisis, quien acusa los golpes que le propina Martínez el lunes antepasado, dedica su propio espacio a defender su libertad a expresarse como le dé la gana, y focaliza su argumentación en el hecho de que no es astrólogo, y su arte, oficio y ciencia no versa sobre el mañana sino sobre el hoy.
Aquí vale la pena detenernos, por dos razones- Conocida es la fobia de Martínez contra la investigación social, proveniente, quizás, de su desencuentro con el one way mirror, mientras realizaba una breve pasantía publicitaria. Y también es del dominio pública la forma guabinosa en que Vicente León responde a la pregunta: Si las elecciones fueran mañana, ¿quién las ganaría?
A Martínez, con el mayor afecto, queremos recordarle que, pese a sus reservas, la investigación en profundidad –grupal o individual- es la manera más efectiva de desvelar la actitud de los electores frente a los programas y personajes en pugna. Y esto sucede porque, a diferencia de las encuestas, que son fotografías sobre las tendencias que están en boga y las matrices opináticas que ellas van formando y desechando –como lo reconoce el mismo León- la investigación motivacional constituye una radiografía o ecosonograma del nivel de compromiso del votante, de eso que llama Fidel: Patria o muerte.
Pero sucede que los bueyes adoran las encuestas, porque son estadísticamente representativas, con errores calculados apriorísticamente, y esto les tranquiliza. Además, los sondeos de opinión pública son vendibles para la revolución y el gobierno, de manera indistinta.
A nosotros, todo lo que vemos y sentimos, nos conduce a la formulación de hipótesis extraordinarias, a la manera de Edgard Allan Poe, Ambrose Bierce o, mejor aún, Harold Philip Lovecraft. Detallemos cuáles son:
- Sospechamos que hemos sido invadidos por una horda extraterrestre –véanse las películas Riverboard y Ciudad en tinieblas, actualmente en la cartelera de la televisión por cable-, que el resto de la Humanidad ha perecido y que el ámbito de la República Bolivariana es un laboratorio donde sobreviven algunos especímenes para darle un segundo chance a los buenos.
- Creemos que, tanto Martínez como León, deben seguir sus manifiestas inclinaciones y dedicarse, el primero, a hacer encuestas y, el segundo, a escribir novelas de anticipación. De esa manera se clarificaría la situación en el más puro estilo macondiano.
- Lo que pasa en Venezuela ha sido descrito en las historietas, comiquitas o tebeos de Batman. A diferencias de éstao, aquí no hay por ahora un Batman, ni un batimóvil, ni una baticueva, ni un vampiresco reflector. Tampoco existe un Jefe de Policía como el de la saga, porque los candidatos a ese cargo fueron condenados a 30 años de presidio. Pero si hay un Guasón, y todos sabemops quién es.
Al recorrer las calles de la ciudad en tinieblas que describe Carlos Blanco, escuchar a los portavoces de la Mesa Unitaria, leer las distopías de Martínez y las replicas de León, observar a los indigentes que duermen desamparados y drogados en los portales de lo que antes fueran edificios de lujo y oler los vapores de la basura no recolectada, el hedor de la mezcla de caca humana y perruna y los orines de los transeúntes, no nos cabe otra alternativa que concluir que estamos en Ciudad Gótica.
PS: Ante la captura de Oswaldo Álvarez Paz, a quien lo encanaron al más puro estilo mexicano –todos machos del montón, todos con pistola en mano-, ha llegado la hora que lo que aún resta de la democracia cristiana en el mundo reaccione y lo defienda. Porque si conspirar es expresar lo que se siente a través de los medios masivos, todos los aquí mentados irán, más temprano que tarde, a las mazmorras de la ex Disip que ahora controla el G2. Cuando hablamos de la democracia cristiana, no nos referimos exclusivamente a los copeyanos de acá, sino a los alemanes, los centroamericanos, los chilenos, los italianos, y, en fin, a todas esas personas que lograron los milagros económicos y sociales en tiempos de la Guerra Fría. Álvarez Paz no sólo es un amigo en desgracia, sino un líder genuino, un ejemplo como ciudadano, padre de familia, dirigente político y venezolano. Caigan sobre las miserables focas que hicieron el trabajo sucio de denunciarle todas las maldiciones gitanas.
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