I
Si abordamos hoy la opinión no comprometida con el Guasón, ya que la independiente propiamente dicha se erosionado durante los casi 12 años de su infausto régimen, percibimos un cambio cualitativo que debería servir para reorientar la planificación estratégica de la oposición venezolana. En el supuesto de que sus líderes conocieran y supieran cómo manejar los términos plan y estrategia, de uso común en la gerencia moderna.
La mayoría de los articulistas y presentadores de programas radioeléctricos anduvo jugando, durante un largo y perdido tiempo, con la ilusión de que una victoria electoral el próximo 26-S le daría un parado a el proyecto autocrático y vitalicio del Guasón. Todavía Fausto Massó se recrea con ella.
Ahora algunos intentan rectificar, y aún el más acérrimo defensor de la MUD, Teodoro Petkoff, le ruega que sus portavoces se lancen a la calle y rechacen enérgicamente los mazazos ue el Guasón y su Corte de los Milagros le atestan a diario a las frágiles bases institucionales de la nación. Tarde piaste, pajarito.
Pero no es sólo Petkoff. José Manuel Insulza, quien mucho tiene de zángano pero nada de pendejo, nos ha recordado que la democracia no se defiende en los escenarios multilaterales, sino dentro de los países donde se encuentra amenazada. Y, en este mismo sentido, dos compatriotas suyos, senadores, le piden unidad proactiva a la disidencia criolla.
II
El 17 de mayo, Francisco (Frasso) Solórzano, autocalificado el Alcalde más joven del país -como si la juventud, en su caso, fuese una virtud y no una confesión de ignorancia, estrechez de criterio e incapacidad, tríada (de)formativa de la mentalidad del lumpen cívico-militar comunista que nos rige-, delineó un sistema sustitutivo al previsto en la Constitución: Comunidad indígena, consejos comunales, gremios, estudiantes, juventud, patrulleros y patrulleras del PSUV. Lo hizo ante un público estimado por él mismo en 3 mil almas, y se le escapó la siguiente perla: Bueno, esto será a mediano y largo plazo; pue, en lo inmediato, la oposición no sacará más de 40 asambleístas.
Los primos de Barcelona nos aseguran que a Frasso no hay que pararle bolas. Igual nos decían del Guasón, y miren hasta dónde ha llegado y por dónde nos lleva: Al Mar de la Felicidad y por el Camino de la Amargura.
Sin embargo, sí hay que hacerle caso, pues su discurso desvela -¿imprudencia juvenil?- la perversión de un proceso para destruir la República, uncirla definitivamente a la gerontocracia castrista y generar el caos absoluto como modus vivendi, al estilo Zimbawe.
Proceso iniciado con fraudes comiciales de tracto sucesivo, desde el referendo contra el Guasón, y perfeccionado con el secuestro del CNE, la creación de 20 mil electores virtuales, el uso de la Anal para violar sistemáticamente las normas constitucionales y de los tribunales para imponer la ley de caudillo.
Proceso que implica la confiscación de la propiedad privada, y la sustitución de la comercialización de alimentos por cartillas a la cubana, para doblegarnos por hambre.
Proceso que incluye la estatización de los medios masivos, el control de los interactivos y el acoso, detención arbitraria y encarcelamiento de quienes opinen en contra.
Si lo anterior es cierto, ¿qué podemos hacer? Preferiríamos que lo contestara la MUD, la de las patas quebradas como la define Antonio Llamas en El Nuevo País, que también forma parte del proceso. Pero, como quien calla otorga, el mandato para toda la ciudadanía está muy claro en la violada Constitución. Al menos para nosotros.
Y también resulta muy obvio que a Frasso sí hay que hacerle caso.
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