Dedicado a Misia Lourdes de Graterol
Ayer falleció Manuel Graterol Santander, Graterolacho, sin agonía y sin dolor. Como deben morir los buenos y los justos. Sabemos que él le temía a la Pelona, mas, en su caso, se trataba de un miedo infundado pues, esté donde esté se encuentra mucho mejor que acá.
La última vez que nos vimos fue en la Quinta Gramasanta, su morada en el Municipio El Hatillo, ubicada en una calle a la cual la anterior alcaldesa bautizó con el nombre del bardo. Quizás el mejor homenaje que haya recibido en su vida.
Intercambiamos ideas sobre qué podíamos hacer para reorientar al país hacia su destino natural, que es la democracia y no el totalitarismo. Quedamos en vernos después, pero el contacto no cuajó, pues él andaba ocupado matando tigres para sobrevivir decentemente en medio de este agobio, y nosotros nos ocupábamos de hacer lo mismo, y por las mismas razones.
Nuestro primer encuentro tuvo lugar en el Estudio B de RCTV. Era el plató de las telenovelas y de los comerciales transmitidos en vivo, porque todavía o no se había inventado el VTR o no había llegado a Venezuela. Al lado, en el Estudio A –una especie de teatro, con butacas, para el público-, se producía a diario El show de las 12, cuyo animador era Víctor Saume.
Graterolacho estaba acompañado de su curruña Antonio Hernández, y ambos representaban a la agencia publicitaria CORPA, la más grande y de mayor facturación en esos tiempos. Nosotros estábamos al servicio de una filial de J. Walter Thompson, la más pequeña y de menor facturación.
Habíamos aterrizado ahí para producir una cuña de Kodak, en la cual figuraba Efraín de la Cerda como locutor y una linda modelo cuyo nombre se nos escapa. No teníamos la menor idea de por dónde empezar, mas al observar que Graterolacho y Hernández daban enérgicas instrucciones a los técnicos, y ellos les obedecían, nos acercamos e imploramos su ayuda. La cual nos fue concedida, de manera muy generosa.
Así comenzó nuestra larga amistad, y la fructífera carrera de quien esto escribe por más de 40 años en publicidad.
Da tristeza constatar cómo todas las personas mencionadas –con excepción de la dama de olvidado nombre- , han pasado a mejor vida. Antonio recién peló gajo el año pasado. Efraín murió joven, igual que su hermano Clemente. Y a Víctor lo liquidó un ACV, cuando nada o poco se sabía de tan temible mal. Da alegría pensar que Graterolacho tiene, al menos, tres compañeros para montar la mesa de dominó en el Cielo, y cambiar los chistes y rumores que de aquí se lleva.
Pero como la vida del poeta extinto fue más alegre que triste, concentrémonos en el humor y desechemos el dolor.
Aunque usted no lo crea, Graterolacho nunca estudió periodismo ni alguna especialidad de Humanidades. Se gradúo en la Escuela Técnica Industrial de mecánico automotor, un oficio que jamás ejerció. Su compañero de estudios fue Antonio Hernández, quien también cambió la llave en cruz por la claqueta.
Graterolacho fue un escritor y un versificador natural, y su aprendizaje se lo debió a las largas tenidas que pasó escuchando, cuando niño, música llanera en su Turén natal.
El gordo Regis Etiévan –otro difunto- le brindó la oportunidad de ingresar en el entorno publicitario, y su chispa y voluntad hicieron lo demás. Simultáneamente hacía periodismo humorística en El Gallo Pelón, a lado de otros titanes de ese género en el país.
Además de hacer reír a través de varios medios masivos a una gran audiencia, convertía a quienes laboraban con él en víctimas de sus chanzas. ¿La más común? Engrapar las mangas de los paltós –en esa época, nos vestíamos formalmente-, de manera que, a la hora de salir y después de darnos cuenta, teníamos que apelar al sacagrapas- ¿La más compleja? Publicar un aviso solicitando gatos para el casting de un comercial, a nombre de Gladys Álvarez, una redactora que ya no trabajaba con él. Muchos de quienes atendieron al reclamo, se enojaron, y el inmueble donde estaba ubicada la empresa se llenó de gatos enloquecidos.
En las puertas de nuestro deportivo, un Subeam Alpine, colocó dos calcomanías con la leyenda: El que no usa Eveready, está loco de pila. Tuvimos que mandar a pintar las puertas de nuevo, y esperamos pacientemente para tomar venganza.
Dentro de las tazas o tapabocinas de su carro, repartimos 1 Kg de camarones frescos. En una semana, el hedor era insoportable. Mandó a lavar el automóvil, por dentro y por fuera. Cambió las alfombras. Pero nada. Hasta que, por pena, confesamos. Y nunca más se metió con nosotros.
Esta semblanza viene al caso, porque tenemos la seguridad que Graterolacho se ha ido con una gran pena en el alma: saber que nos deja a merced del Guasón, cuyos chistes no nos hacen reír, sino más bien llorar. Y sabiéndose ahora más que guapo y apoyado por el que reina allá arriba, es posible que venga a importunar nuestros sueños, para conminarnos a poner fin a esta vaina.
Te prometemos, Graterolacho, que haremos lo humanamente posible e imposible por lograrlo. Eso sí, por favor, te suplicamos que no nos hales los pies de noche.
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