Ayer concurrimos a un encuentro donde se analizaron los resultados electorales del pasado domingo, y se anticiparon los efectos que ellos tendrían en la configuración de una nueva geometría política en Venezuela.
Asistieron a la reunión –sin nombrar a nadie para proteger las fuentes informativas- una juez, una líder sindical, un dirigente de viejo cuño, un líder comunitario, un reconocido encuestador y quien esto escribe.
Al principio, se propuso una agenda secuencial pero, dada la madurez del grupo, se optó por una discusión abierta, mucho más gratificante para todos.
La juez cree que hubo una ruptura de la antipolítica, de parte de la mayoría que votó por la MUD, y que el ciudadano de a pie busca hoy pluralismo y equilibro en los poderes públicos.
El dirigente percibe un desligue entre el Guasón y el sentimiento popular, y la improbabilidad de que el Comandante pueda seguir nadando contra la corriente. Además, estima imposible que alguien pueda hacer una revolución comunista en Democracia, y cita como ejemplos, los casos de Allende en Chile y de la II República en España.
Todos coincidimos en que el Guasón puede y debe ser derrotado, y que su salida constitucional sería la mejor opción para la República. Pero no la única.
La líder sindical –quien además posee nexos familiares con las FFAA- observa que, el domingo pasado, la mayoría de los comercios no abrieron –sin que hubiera presión al respecto-.
El encuestador considera que, si la MUD no hubiese perdido un tiempo irrecuperable en las huevonadas de la tarjeta única, el cerrarle las puertas a las candidaturas independientes y en proceder al viejo estilo de los cogollos partidistas, esto es, que si hubiese convocado desde el principio a las primarias e, inmediatamente, salir a patear las calles, en lugar de 60 y pico de asambleístas, habría logrado 100 o más curules.
Por eso propone, a partir de hoy mismo, una convocatoria a quienes se sientan capaces de enfrentar al Guasón, a que salgan de sus escaparates y se sometan al escrutinio popular en dos tandas, sin tomar en cuenta las perversidades del CNE.
El líder comunitario asegura que los partidos deben regresar a las masas, comenzando por las suyas. Y que los asambleístas electos no deben ocuparse de elegir o vetar a los magistrados o jueces, sino a meter sus dedos en las llagas purulentas legadas por once años de desgobierno: la inflación, el desempleo, la escasez y el alto precio de los alimentos, la degradación de la salud pública, la falta y deterioro de las vías de comunicación y viviendas y otros.
Modestamente apuntamos a que ninguna transformación radical de las sociedades, históricamente hablando, lo han logrado las masas enardecidas e incontroladas. Antes bien, todas éstas mutaciones han comenzado, sin excepción, en los claustros universitarios –como bien lo recuerda Arturo Uslar Pietri-. Que somos nosotros, los profesionales y técnicos –y no los políticos- quienes tenemos que encauzar el la e frustración que hoy embarga a más de la mitad de los venezolanos.
En cuanto al Guasón, que es un sicópata sin cura, sólo le quedan tres escenarios:
1. Radicarse, aún más, y empujar a fondo del acelerador. En cuyo caso, y pese a la resistencia de la mayoría democrática del país, no quedará otra que aplicar el Plan B.
2. Mantener su lucha ideológica de la boca para fuera.
3.Reinventarse, para lo cual es un experto, mandando al pajonal a sus amigos insurgentes –como lo hizo con las FARC y Piedad Córdoba-, a los comunistas de antiguo linaje –como Jorge Giordani y Elías Jaua y a su propia insurgencia.
O sea que, el Guasón –aunque el mismo no lo crea- está perdido en su laberinto.
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