El martes 19 de octubre tuvimos el honor y el placer de asistir al bautizo de la autobiografía Rebel with a cause – Rebelde con causa -, escrita por el venezolano Wolf Lee Preschel (1933-2007), uno de los mejores publicistas y gerentes de la publicidad global del Siglo XX .
El acto estuvo enmarcado en la Semana de ANDA, cadena anual de eventos donde anunciantes, medios y publicistas de Venezuela y el mundo comparten experiencias, se actualizan, provén diagnósticos sobre el mercado y examinan opciones para sobrevivir en la crisis crónica a la cual el régimen comunista que la desgobierna ha sometido a la República desde hace más de 11 años. El evento cumbre de la Semana ANDA son las premiaciones a los mejores anuncios, distribuidas por categorías.
A algunos observadores, ajenos al entorno mercadotécnico, podrá parecerles ilusorio y hasta aventurado que sus gremios celebren actividades como la descrita, pues creen, erróneamente, que el proceso desatado por el Guasón es irreversible, y terminará con la consagración de un nuevo Soviet en la Patria de Bolívar. Otros, los más optimistas, piensan que el proyecto desquiciado del atorrante de Sabaneta y los malhechores que le secundan acabará, tarde o temprano, dejando a Venezuela en bancarrota y en manos de las nuevas trasnacionales del capitalismo salvaje brasilero, chino, iraní y ruso.
La vida de Preschel, sin más nacionalidad que la venezolana, y quien se rehusó a ocupar la jefatura más elevada de la empresa para la cual trabajó durante toda su existencia, J. Walter Thompson Company, pues no quiso renunciar a su gentilicio ni a su residencia en Caracas, es un mentís rotundo a los agoreros que anticipan el futuro de este país rojo o negro.
Preschel nació en Kalnas, Lituania, hijo de un campesino polaco desertor del arado, casado con una lituana graduada de Filosofía en París y logrado una posición envidiable, antes de que el Ejército Rojo –apoyado por el pacto Hitler Stalin- ocupara su nación, y un capitán soviético su hogar.
Allí comenzó la carrera de ratas de la familia Preschel, que la llevaría hasta Vladivostok –vía el Transiberiano-, desde allí a Kyoto, después a Shangai –ciudad donde le alcanzó la II Guerra Mundial-, y permaneció recluida en un campo de concentración japonés por 5 años.
Tras su liberación, los Preschel llegaron a San Francisco, vivieron allí unos meses, y siguieron a Nueva York.
Arnold, papá de Lee, decidió que Sudamérica era su mejor opción, y los tres mosqueteros se encaminaron a Sao Paulo, Montevideo y, finalmente se establecieron en Buenos Aires, considerado entonces el París de habla hispana. En un período mínimo, los Preschel recuperaron su fortuna, se mudaron a Olivos, barrio residencial donde Juan Domingo Perón poseía una quinta destinada a alojar a sus amantes adolescentes, a quienes perseguía en bicicleta.
No queremos seguir contándoles lo que Lee narra mejor en su obra, cuya lectura recomendamos ampliamente. Sin embargo, les añadimos un datos más sobre este notable personaje. A los 28 años de edad, arribó a Caracas como el más joven gerente de JWT, para encargarse de una subsidiaria de la Casa Matriz. Venía con un amor a cuestas, Beatriz Scarpeta, esposa, amiga y compañera de siempre.
Consiguió una agencia estancada, sin fondos siquiera para cambiar las máquinas de escribir, cuyas letras estaban torcidas. En tiempo récord, la convirtió en la publicitaria de mayor facturación y más creativa del país, rompiendo todas las reglas con irreverencia y, a veces, con el tacto de un elefante en una cristalería, pero manteniendo siempre su integridad personal y profesional.
Lee fue nuestro amigo, compañero de trabajo y maestro en el difícil arte de hacedor de anuncios.
Nos exigió más de lo que creíamos podíamos dar, y no se equivocó al hacerlo. La única pelea que perdió Lee fue contra la diabetes, enfermedad maligna que acaba con el más corajudo, y que la origina la ingesta de azúcar blanca, producto tan pernicioso como los alcaloides, que debería ser destinarse a la manufactura de alcohol para combustibles, fermentados y destilados, beneficiosos para la Humanidad, pero nunca para alimentos. No se ría, amigo seguidor, que lo anteriormente dicho es bien cierto.
Lee resumía su exitosa estrategia en tres C: Cabeza, para saber dónde se está y a donde se quiere/puede llegar; Corazón, pues si no se ama entrañablemente lo que se hace y a la gente a quien se dirige, no hay forma de triunfar; Cojones, porque uno debe tener las bolas bien puestas para tomar decisiones, asumir riesgos y responsabilizarse por los aciertos y desaciertos obtenidos.
Hola Luis,
ResponderEliminarSoy familiar de Lee (Wowa para la familia) y vivo en Argentina, y me gustaria conseguir el libro, pero busco en internet y no me sale como poder comprrarlo on line. tenes idea de como lo puedo conseguir?
Gracias
Paula
Lee un padre para muchos en especial para mi, gran corazón, un genio de la publicidad, siempre lo recordare con profundo respeto y amor de amigo.
ResponderEliminarLee un padre para muchos en especial para mi, gran corazón, un genio de la publicidad, siempre lo recordare con profundo respeto y amor de amigo.
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