Camus y la KGB
Si nos pusieran a escoger a uno de los tres máximos representantes del existencialismo, nos quedaríamos sin pestañear, con Albert Camus, el mejor de sus filósofos y uno de los grandes novelistas galos de todos los tiempos.
Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, sin embargo, fueron promovidos como mejores que Camus, por mantenerse fieles a la línea del Partido Comunista Francés; sobre todo durante la primera presidencia de Charles De Gaulle, época en la cual el Deuxième Bureau se convirtió en un apéndice la NKGV/MVD- –antecesora de la KGB-, tal como lo reveló el desertor alias Ramia; y las muertes de decenas de miles de soldados estadounidenses durante la II Guerra Mundial y el subsecuente Plan Marshall, para la recuperación económica de Europa en la posguerra, fueron vendidos por la propaganda marxista como estrategias para la conquista del Viejo Mundo por el nuevo imperio anglosajón. Llamado, hoy, el Imperio a secas
Camus rompió con Sartre en 1952, cuando el filósofo de la Ribe Gauche –la ribera izquierda de río Sena, barrio marginal de París, que funcionaba entonces como la esquina caliente de los intelectuales comunistas- calificó la protesta del autor franco-argelino como deliberadamente estética. Lo cual no era cierto, pues, en 1956, Camus lanzó su llamada a la tregua civil, exigiéndole al Frente de Liberación y al Ejercito Francés respeto y protección incondicionales para los civiles inocentes involucrados en el cruel proceso; mientras una turbamulta pagada por la KGB le injuriaba, y pedía su linchamiento a grito pelado.
Putin y la KGB
A finales de los cincuenta del siglo pasado la KGB había definido sus objetivos internacionales: penetrar los servicios secretos de los países europeos –lo había logrado ya, en Francia y el Reino Unido- y hacerse impenetrable a éstos, especialmente para la CIA –lo cual mantuvo, exitosamente, hasta la perestroika y el glasnost-.
Al caer el Muro de Berlín, subió la estrella de Vladimir Putin. Ahora bien, ¿quién es realmente este personaje, el titiritero detrás del poder en la Federación Rusa?
Se graduó de Abogado, e, inmediatamente ingresó a la KGB en su Dirección de Asuntos Exteriores. Entre 1985 y 1990, fue investigador político y militar en Dresde, Alemania Oriental. Tras el derrumbe de la RDA, regresó en 1990 a Leningrado. Anduvo desempleado algún tiempo, hasta que le nombraron Vicerrector Rector de la Universidad de Leningrado, encargado de las relaciones internacionales. Más adelante, en 1991, fue designado Presidente de Relaciones Exteriores de San Petersburgo, con la misión de captar y orientar a los inversionistas foráneos.
En 1991, durante el frustrado golpe contra Mijail Gorbachov, Putin renunció a la KGB. Entre 1994 y 1996, se desempeñó como Vicealcalde de Leningrado. En 1996, Boris Yeltsin le llamó para Subsecretaría de la Cancillería, y en 1998 le ascendió a Subsecretario del Gabinete Ejecutivo. En julio de ese mismo año, Putin regresó como Director General al Servicio Federal de Seguridad –FSB-, la agencia que sucedió a la KGB.
La mafia rusa y la KGB
No hay duda que Vladimir Putin conoce y maneja, al dedillo, no sólo al país sino, asimismo, los tejemanejes de la mafia rusa, cuyos beneficios representan una de las fuentes de ingresos más importantes de la Federación. A estos delincuentes de cuello blanco los controla y los mantiene a raya, pues muchos de ellos fueron sus antiguos compañeros en la KGB.
En Rusia, prácticamente no hay actividad económica donde la mafia no esté presente, como accionista o comisionista. Los empresarios locales lo saben, y se amoldan al status quo. Los extranjeros, lo aprenden rápido, o se van, también rápidamente, a riesgo de salir maltrechos o perder la vida. Todo sucede al viejo estilo del Chicago de la prohibición, pero a una escala mucho más grande, porque el carcinoma mafioso se extiende por doquier.
Pero salgamos de la estepa, y vayamos al resto de Europa. No se mueve una onza de cocaína a Londres, no se traslada una puta de Praga a París, no sale una patera de subsaharianos a Tenerife, una AK-47 de Moscú a Adén, sin que la mafia rusa cobre lo suyo. En efectivo, monedas fuertes y por adelantado.
¿Y cómo se lavan esos millardos de dólares?
Nos los responde un amigo,jubilado después de laborar tres décadas para un banco suizo: A través de cuentas cifradas, como siempre se ha hecho.
¿Pero no y qué la banca suiza se había apartado de estos chanchullos? Cierto –nos aclara-, pero sólo de los pendejos, de quienes no cuentan con un poder real y temible que les cubra las espaldas. De gente como Manuel Antonio Noriega, “Baby” Doc y Vladimiro Montesinos. Pero los magnates de la mafia rusa están fuera de lote.
¿Y no lo saben los estadounidenses? Lo saben, pero contra ellos se ejerce un chantaje diabólico: En cualquier momento, como represalia por la detención de un magnate, pudiera perderse alguna bomba termonuclear, de esas que sobran en Rusia, y caer en manos de una organización terrorista.
Si no me creen, visiten hoy cualquier tienda de ropa de marcas en Ginebra, Lausana, Zurich. Antes, los trapos caros se pagaban con plástico; ahora con euros, francos suizos, dólares. Como en la época de los nazis…
En otras palabras, que volvimos a caer en manos de Los intocables. Pero sin un Eliot Ness a la vista que los reprima.
Nota: Entendemos que algunos comunicadores se inclinen por el tema de los etarras y desestimen la confiscación de Agroisleña, pues, a largo plazo, y de probarse la relación Guasón/ETA, serviría para enjuiciarlo ante las cortes internacionales, una ilusión de todos los abogados opositores. Pero, para quienes tenemos que lidiar en vivo y directo con la cotidianidad de la desintegración, desmoralización y envilecimiento de nuestro entorno físico, ético, económico, político y social, el caso del Cubillas, la Odriozola y sus compinches es importante, pero no urgente. Como sí lo es el de Agroisleña. A menos que apostemos –negado en nuestra manera de ser- a que el Guasón termine de incubar su Ave Fénix, no la del Paraíso ni la de los comunistas-, sino la que surgió de un territorio como el Congo, después de que los belgas lo dejaran en el esterero. Para que, así, los inversores de EEUU y Europa regresen y establezcan, al lado de las trasnacionales brasileñas y chinas ya montadas, sus nuevas factorías coloniales, según las recomendaciones de Michael Porter en sus Cinco Fuerzas. Es un final que no nos agrada, aunque termine en los juicios del siglo pues, seguramente, estos últimos estarán caracterizados por la condición de pendejos que asumirán nuestros mafiosos, tal como la define nuestro amigo suizo en el presente blog, una vez que la oposición los saque a votos del poder. No nos termina de convencer, la verdad que no.
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