Moral y luces
De Simón Bolívar hemos escuchado, desde carajitos y repetitivamente la sentencia: Moral y luces son nuestras primeras necesidades. Lo cual era tan cierto en sus tiempos como lo es ahora. Probablemente, hoy mucho más que ayer, pues si observamos el desempeño de nuestra clase dirigente, observamos total carencia de moral. Y también de luces, muy pocas, si es que aún les quedan algunas.
La inmoralidad y amoralidad políticas se desvelan en los discursos, especialmente en los del Guasón y su banda de saqueadores. Pero, asimismo, en las señales equívocas que envían algunos opositores como reacción a los planteamientos del comandante rojo.
Al pueblo llano, por ejemplo, le desagradó el lenguaje gestual del diputado Juan Carlos Caldera, deshecho en sonrisitas, miraditas y aplausitos durante el discurso presidencial a la Asamblea, y hasta llegó a pensar que el susodicho pudiera ser candidato a saltar la talanquera… si no hubiese una Ley que se lo impide.
Al pueblo llano si le gustaron mucho las expresiones faciales duras de las diputadas Vestalia de Araujo y María Corina Machado durante el mismo y reciente evento.
El apagón general
Pero, volviendo a las luces, el apagón general no sólo resulta evidente en la falta de brillo intelectual de los planteamientos de los políticos, especial pero no exclusivamente de los beneficiarios de la dictadura comunista, sino también de quienes una vez fueran líderes de opinión, con honrosas excepciones como las de la astróloga Adriana Azzi –cuyas predicciones para Venezuela ojala se cumplan en el 2011- y Manuel Felipe Sierra –quien está más claro que el agua, cuando diferencia entre la gestión del gobierno y el proyecto del régimen-.
Diferencia que, lamentablemente, se pierde en los textos y las palabras de otros escribidores y opináticos de oficios, a quienes parecieran encantarles los dimes y diretes del gobierno y la oposición, siempre que les permitan llegar lisos al año 2012, donde las aguas volverán a sus cauces sin pasar por GO ni cobrar 200.
Escribidores y opináticos que, lamentablemente, emplean cada vez a menudo la llamada sintaxis bolivariana, antónimo a la definición del DRAE sobre sintaxis: 1ª, Parte de la lingüística que estudia el orden, la relación y función de las palabras y frases dentro de la oración; 2ª, Modo en que aparecen ordenadas y relacionadas las palabras y frases en un discurso.
Lenin y las condiciones dadas
Esta situación, prevista por V. I. Lenin bajo el título Los mitos, y desarrollada en entregas sucesivas de la Revista Iskra, panfleto clandestino editado en Rusia a partir de 1900, describe un estado donde las condiciones están dadas para el cambio –incompetencia, negligencia, ignorancia, dolo y corrupción del jefe y su nomenclatura; hambre, miseria y necesidad de la mayoría; rabia colectiva contra el establishment -. Sin embargo, aclara Lenin, la revolución no se produce por falta de un liderazgo o una chispa que encienda la rebelión de la sociedad civil, y el estado de putrefacción política se mantiene como enfermedad crónico por tiempo indeterminado. Fue lo ocurrido en la URSS, durante 75 años, y lo que pasa en Cuba, después de más de medio siglo.
Mitos que nos llevan a dos términos vinculados íntimamente con la mugre: zarrapastroso (a), adjetivo y sustantivo que, según el DRAE, significa: desaseado, andrajoso y desaliñado; y percudir, cuyas acepciones son: 1ª (dicho de la suciedad), penetrar en algo; 2ª maltratar o ajar la tez o el lustre de las cosas.
De este último vocablo deriva un venezolanismo, no aceptado por la Academia ni registrado en diccionarios de uso como el Clave, percusia, referido al sexo femenino, y que implica, asimismo, inmundicia moral. Por eso, hace algunas generaciones, el peor insulto que podía endilgársele a una dama era decirle –de frente o a sus espaldas-: ¡Eres/es una percusia…!
Como la nueva Gramática Española nos permite crear nuevas palabras, siguiendo reglas muy sencillas, proponemos dos para definir a personajes como los que irrumpen en cadenas nacionales: zarrapastrosos y percusias intelectuales. En sus manos estamos. Por ahora, se entiende.
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