Me atracaron el domingo
El domingo pasado me atracó el azote de mi barrio. Supuestamente no
hay azote en singular, sino azotes en plural, y donde resido no es
barrio sino urbanización. Pero una cosa es en teoría y otra praxis, o, como die
mi primo barcelonés: No es lo mismo con guitarra
que con bandolín.
La Campiña -al igual que su
adyacente, La Florida- eran urbanizaciones de Caracas,
donde vivieron ilustres personajes como Armando Planchart Franklin -mi padrino,
pionero de la distribución y venta de automotores en el país- y su cuñado,
Arturo Uslar Pietri.
El mayor atracador despacha desde Pdvsa
Para desgracia de ambos
vecindarios, desde que los forajidos de cuello blanco tomaron por asalto, hace
ya 15 años, a Pdvsa, con el deliberado propósito de destruirla -según los dogmas
marxistas del Ave Fénix y el Hombre nuevo, renovadas hoy gracias a la
Teoría del caos-, sin dejar de
enriquecerse asquerosamente en el proceso, lo que estaba sucediendo adentro
atrajo a la periferia a una suerte de Corte
de los milagros integrada por manifestantes provincianos que se quedaron in
situ sin lograr sus reclamos, indigentes profesionales al estilo de Dios se lo pague, adictos a todas las
drogas, invasores de oficio, damnificados y miembros de colectivos
adjudicatarios de la Misión vivienda.
En síntesis, que uno de los
mejores vecinos del área, Pdvsa, se convirtió en el peor de ellos, pues a
Rafaelito Ramírez le deben los residentes y comerciantes la convivencia contra
natura con el lumpen creado por el desgobierno castro-comunista del Difunto y
el Ilegítimo para cohonestar la destrucción de Venezuela y entrega de sus
restos a los Castro y sus compinches.
Foto de un reciente atraco masivo por motorizados en la urbanización Macaracuay de Caracas
El atraco con el cual empecé la
presente crónica fue a las 10:30 AM, en la esquina de la Libertador con la
calle que, desde Pdvsa, baja a la Solano. El atracador es un motorizado,
plenamente identificado, ya que ha victimizado a numerosos ciudadanos de las
proximidades. A mi amigo coriano le quitó sus celulares y anillos, a un taxista
amigo de la línea frente a Pdvsa lo dejó en la calle, al dueño de la licorería
le quitó 5 mil de los de ahora frente a tutoli mundi, a la salida del Banco
Exterior y en las horas de mayor
afluencia pública.
Un atracador con chapa
Me preguntó: Mayol, ¿sabe usted el hueco que abre una bala de esta fuca?-: mientras me mostraba una pistola 9 mm.
Me lo imagino-: le respondí. A usted lo voy a peldonal, deme solo el reló.
Y le di mi Tag Hauer, el único bueno que me quedaba, ya que en la V República
perdí mi dos Rolex. A la pareja que cruzaba conmigo, los dejaron literalmente
en la calle.
Cuando describimos al sujeto de
marras y su moto ante los funcionarios de la Guardia Nacional del Pueblo que
tienen instalada una alcabala en la Solano, nos aseguraron: Conocemos al elemento, vive en uno de los
edificios de la Misión vivienda, pero… ¿quién se mete ahí? Además, las veces
que le hemos parado aquí, nos saca una credencial firmada por el propio
ministro…
Le partió el corazón por un I Phone
Esa misma semana, un autonombrado
vigilante que vive en un barrio de La
Vega -este sí barrio en todos los sentidos-, se echó al
pico a 6 malhechores que intentaban apoderarse del lugar. Y a una joven que se
negó a entregarle su I Phone a un motociclista, y lo batió contra el suelo,
diciéndole: Ni para mí, ni para ti; recibió
un balazo en medio del corazón. Lo cual ocurrió a la salida de un centro
comercial exclusivo, cerca de Concresa.
Lo cual significa que toda la
capital está a merced de los azotes. Y que la única forma de salir de ellos es
re-institucionalizar a Venezuela, porque hay que cambiar lo que está patas
arriba, que es todo.
Si el Ilegítimo quisiera dar el
ejemplo, mandaría a apresar a José Vicente, el teniente Andrade y el teniente
Cabello, que han acumulado riquezas incalculables e injustificables en tiempos
récord. Pero no lo va a hacer, porque la corrupción está en la naturaleza de la
ideología.
Milovan Djilas (1911–1995)
El camarada que denunció a los atracadores yugoeslavos
Djilas fue un escritor montenegrino, combatiente contra la invasión nazi-fascista durante la II
Guerra Mundia y miembro destacado de la cúpula del
tirano marxista Josip Broz (a) Tito. Sin abjurar nunca de sus ideas izquierdistas editó, en 1957,
La nueva clase, denunciando así la construcción de un nuevo entorno de
riqueza por los burócratas comunistas, que se aprovechaban
descaradamente del trabajo colectivo a costa de empobrecimiento del
ciudadano de a pie.
La publicación en Occidente de La nueva clase, así como de Conversaciones con Stalin le mantuvo
prisionero político del régimen desde 1957 hasta 1966, año durante el cual fue
amnistiado.
En sus Memorias, la Biografía de Tito (1980) y El discípulo y el hereje (1989),
concluye que la visión de los desvalidos y la supuesta protección de los mismos
en el socialismo, conduce a profundizar la desigualdad social y a convertir a
los amos del poder en verdaderos forajidos.
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