Más claro no canta un gallo
Desde el llano adentro vengo
tremoleando este cantar.
Cantaclaro me han llamado,
Cantaclaro me han llamado:
¿Quién se atreve a replicar…?
Rómulo Gallegos: Cantaclaro
El populismo de
Nerón y el Socialismo del Siglo XXI
Por populismo se entiende
una manera de gobernar que polariza a la gente, suprime los matices de la
expresión y prescinde de la dialéctica en la discusión. Lo encabeza un líder carismático,
provisto de propuestas igualitarias, las cuales son presentadas en actos
discursivos. Hay que que añadirle a este contexto el predominio de los
sentimientos primarios sobre la racionalidad y la división de las personas, las
ideas y las realidades en buenos y malos.
El término populismo se usa
peyorativamente, mas no implica que el régimen político calificado así sea de derecha
o izquierda, comunista o fascista, sino que se refiere a otros aspectos como,
por ejemplo, la falta de planificación económica.
Los autores ortodoxos sostienen que el populismo surgió en el siglo
XIX, simultáneamente en Rusia y en EEUU.
A mi entender, aunque el vocablo como tal sea reciente, el conjunto de
actividades que describe es muy antiguo.
En el año 64 DC, durante un verano extraordinariamente seco, Roma fue
devastada por un incendio que arrasó gran parte de la capital. Hollywood,
siguiendo una denuncia sobre el origen del macro siniestro que la historia nunca
ha comprobado, le atribuyó al Emperador Nerón la autoría intelectual del suceso.
Le personificó ridículamente vestido, acostado sobre un diván, tocando un laúd
y cantando con voz desafinada; mientras, por la ventana del palacio, se colaba
el resplandor de las llamas.
Nerón, quien pudiese ser considerado como un pionero del populismo, deseaba fervientemente el amor su pueblo, por lo
cual resulta poco verosímil cargarle el muerto, pues ni siquiera se encontraba en
Roma cuando ocurrió el hecho y, según testigos presenciales, al enterarse
regresó y se puso al frente de las legiones para sofocar las llamas lo antes posible.
Esa inculpación sobre la presunta piromanía de Nerón se acrecienta aún más,
dada la relación carismática de la canalla
romana –precursora de los camisas
negras de Mussolini, los descamisados
de Perón o los enfranelados rojos de
Chávez– hacia su jefe.
La fecha del siniestro es otro detalle también importante a tomar en
cuenta, pues el 19 de julio pudo ser observada la estrella más clara de Oriente
en Egipto, una guía para que Julio César estableciera el calendario del cual
nos servimos hasta hoy y momento considerado como apocalíptico en la Antigüedad.
Además, en la época de Nerón, existía un gran encono hacia los
cristianos, u opositores al régimen –planteado
en términos actuales–, a quienes se les tenía como cabezas de turco de todo lo malo que ocurría en el entorno, pues los
romanos creían que estaban en conchupancia con los judíos para socavar el
Imperio. La clase dominante sospechaba, igualmente, de los seguidores de
Jesucristo pues entre sus profecías figuraba la destrucción de Roma.
El populismo de Nerón creció desmesuradamente tras el incendio de
Roma, bien fuera éste provocado o casual. Se valió del caso para concentrar aún
más el poder en torno a sí mismo, y ejercer despiadadamente la tiranía. Martirizó
y ejecutó sin piedad a los cristianos ante cualquier contingencia adversa; como
lo harían, siglos después, Hitler con los judíos, Franco con los masones y
Maduro con los demócratas .
Como recientemente le recordaba a dos amigos, no soy religioso pero
sí creyente. Lo cual implica, como aseguraban los cristianos cátaros, que creo
que la vida es el Valle de Lágrimas,
mientras que la muerte es el Reino de
Dios. Vivir significa, esencialmente, una oportunidad que da el libre albedrío
para derrotar el mal que todos llevamos adentro.
Lamentablemente, el Siglo XXI ha vuelto a las andadas, convirtiéndose
en un tenebroso regreso al oscurantismo. Sólo basta con enterarse cotidianamente
las noticias globales para darnos cuenta de hacia dónde nos lleva la corriente,
como acertadamente lo precisa Arturo Pérez Reverte (sic)–: Es esa guerra mundial, que
empezó hace mucho, y en el medio de la cual estamos, aunque los bien pensantes
y bien intencionados digan lo contrario. Para ponerlo más simple, una
guerra de malos y buenos, azules y rojos, moros y cristianos, aún cuando no todos los moros sean enemigos.
En Iberoamérica la legión de las ánimas
en pena la controla el Foro de Sao Paulo, creado por Lula Da Silva al ritmo
de la macumba, y explotado por los hermanitos Castro Ruz, que vieron en esa
convención aliada con la maldad la oportunidad de continuar su Guerra
Tricontinental, humillantemente perdida durante el Siglo XX.
San Juan Pablo
II contra la perversión del cristianismo
Juan Pablo II regaña a Ernesto Cardenal, sacerdote y "teólogo" de la Liberación
Aunque el tiranosaurio y babalao mayor, Fidel, afortunadamente pasó
el páramo en escarpines, sus pupilos como Maduro, Santos y el incestuoso y pedófilo
Daniel Ortega, han impuesto sus mandatos no sólo aprovechándose de las
contradicciones políticas de sus propias sociedades, sino gracias al apoyo de
movimientos social–confusos como la
Teología de la Liberación, una perversión del cristianismo, combatida y
execrada por Juan Pablo II en dos documentos claves: Libertatis Nuntius (1984) y Libertatis
Conscientia (1986).
En Libertatis Nuntius, San
Juan Pablo II critica que la Teología de
la Liberación asuma como instrumento analítico al Materialismo Histórico, texto que identifica a la Economía como
causa eficiente del devenir histórico y que también afirma que la historia es la historia de la lucha de
clases. Además, el Materialismo
Histórico sostiene que la verdad no
es real, sino que se modela políticamente. Así, el marxismo pretende
adueñarse de los Evangelios y la práctica pastoral, desfigurando a la fe
católica. A Jesucristo le desestima como hijo encarnado de Dios. quien, con su
muerte y resurrección, redime a quienes en él crean, sino que, más bien, le
considera un icono útil para luchar contra
los opresores, que muere defendiendo a los pobres.
Señala la Teología de la
Liberación que la Iglesia debe
alinearse en la lucha en favor de los pobres, pues de no hacerlo se estaría comprometiendo con los ricos y poderosos.
Que debe cambiar y constituirse en Iglesia del pueblo que nace del pueblo, desconociendo a la jerarquía sacramental,
que es su clase dominante y debe por tanto ser eliminada. La fe se reduce a fidelidad a la historia;
la esperanza a confianza en el futuro; la caridad al derecho de los pobres.
Los sacramentos son celebraciones
populares para anunciar la liberación, formas
de adoctrinar al pueblo por medio de homilías, cambios litúrgicos y otras
modalidades, para que tomen conciencia de clase y se incorporen a la lucha contra la
derecha, los oligarcas, las clases dominante. Así la Iglesia asume el rol frente a los pobres que el partido
comunista dice representar respecto al proletariado.
La escatología –o estudio el destino
último del ser humano y el universo– es sustituida por el futuro de una sociedad mono–clasista como
meta de la liberación en la cual se hará verdad
el amor cristiano a todos, la fraternidad universal.
Libertatis Conscientia concluye en que
la Teología de la Liberación constituye
un peligroso cúmulo de errores y tergiversaciones que la convierten en una
completa subversión del cristianismo.
Dichos errores pueden sintetizarse así:
1. El mayor de
ellos está al interpretar al Evangelio a través de la óptica del Materialismo Histórico, pues de esta
relación contra natura se deriva una
praxis anti espiritual, ya que el marxismo–leninismo niega la prioridad del ser sobre el hacer y, por lo tanto, la existencia
de la verdad y el bien en la acción humana, lo cual resulta totalmente falso, por
indemostrado e indemostrable
2. Aunque pudiera
haber guerras justas y existe la legítima defensa, la lucha de clases es un disparate garrafal
a todas luces pues contraría a la caridad cristiana y se concibe a dicha
conflagración como necesaria, ineludible y constitutiva de la historia, negando
el libre albedrío del ser humano y su capacidad para dirigir su decurso mediante
esa libertad, con el auxilio la
Providencia Divina
3. Además de negar
verdades fundamentales sobre Cristo, la Iglesia, los Sacramentos, en la
práctica, la Teología de la Liberación
pretende someter a la Iglesia a una dirección política historicista,
absolutamente ajena a su misión sobrenatural y que termina estrellada en una
situación humana deplorable, como es el caso del socialismo real, donde la persona no vale nada ni se le reconoce su
dignidad como hijo de Dios.
4. Pudiese existir
una verdadera Teología de la Liberación,
es decir, una renuncia al pecado y a sus consecuencias espirituales y no sólo materiales.
Que afrontara las graves injusticias sufridas por los pueblos del mundo, y reconociese
la responsabilidad del cristiano de trabajar para aliviarlas, según la
auténtica doctrina social de la Iglesia, la cual se halla fundamentada en las
Sagradas Escrituras y las enseñanzas de los Padres.
Por eso no se explica que, mientras Francisco I y Arturo Sosa
–Fundador del Centro Gumilla para la Teología de la Liberación en la UCAB–
abogan por la paz y el diálogo, como estrategias contra la narco–dictadura
castro comunista que hambrea, deja morir de mengua, victimiza y empobrece a más
de 30 millones de venezolanos, el resto de la curia nacional y aún sus propios
hermanos de la Compañía de Jesús se hayan pronunciado en contra. Al efecto, le
dejo, amigo seguidor, muestras de esa afirmación…
La curia
venezolana contra el narco régimen de Maduro
Monseñor Ovidio Pérez Morales, ex presidente de la Conferencia
Episcopal Venezolana, hizo a mediados de año varias solicitudes a Nicolás
Maduro y el Tribunal Supremo de Justicia. Y esto fue lo que dijo el ilustre
prelado en su twiter–: Presidente Maduro,
su renuncia contribuirá a una transición que pueda sacar a nuestra Venezuela de
esta gravísima crisis. ¡Dios le asista! También el obispo le envió un
mensaje al TSJ–: Respete al pueblo
soberano que eligió a la AN, y no alimente al fundamentalismo socialista
inconstitucional del Ejecutivo.
El Padre José Virtuoso, actual rector de la UCAB, dijo que uno de los
discursos de Maduro, aquél en el cual aseveraba que la oposición no volvería a Miraflores no con balas ni con votos, era
una aberración política. Cerrar el diálogo no favorece a nadie–: declaró en
entrevista con César Miguel Rondón. Virtuoso aseveró que, para que el diálogo
funcione, es necesario un lenguaje respetuoso y decente–: ¡Ojalá el gobierno lo entienda!.
Larrazábal II
Luis Ugalde, sacerdote jesuita, ex Rector de la UCAB, planteó hace
una semana un escenario político de transición, donde recordó lo ocurrido en
Venezuela tras el restablecimiento de la democracia en 1958 y el rol que jugó el
Almirante Wolfgang Larrazábal en dicho proceso.
Su propuesta, denominada por él mismo como Larrazábal II, fue expuesta, públicamente, en un foro realizado por
la Fundación Espacio Abierto que
dirige Luis Manuel Esculpi.
Ugalde afirmó–: En el último
mes el Ejecutivo ha acentuado su voluntad y carácter dictatorial. Para mí esto
es indiscutible. Nuestra Constitución es democrática, y la voluntad y el
carácter del gobierno dictatorial. De eso no hay duda alguna, y se han cerrado
todas las puertas a una salida electoral, y al indispensable cambio
económico-social y político para frenar la desesperante emergencia nacional
actual y recuperar el estado de derecho. Larrazábal II, se
responsabilizaría del Ejecutivo y la
Presidencia y proclamaría un gobierno transitorio de unidad nacional; obligado
por la grave y creciente emergencia y dictadura, cerrada a los cambios que la
población considera absolutamente necesarios.
Ugalde también se atrevió a formular el hipotético discurso de Larrazábal II al juramentarse en Miraflores–: Nos
vemos obligados a tomar el poder Ejecutivo ante la gravísima situación de la
población: falta de medicinas, comida, seguridad ciudadana, inflación,
corrupción y la radical negación del gobierno dictatorial a poner soluciones.
Somos un gobierno plural; de salvación nacional, para responder de inmediato a
la tragedia humanitaria y recuperar la democracia plural, y establecer las
bases y acuerdos sólidos con los empresarios, para impulsar una economía
productiva, con compromiso social; con fuerte y sostenida inversión privada
nacional e internacional, y unos programas sociales de emergencia inmediata.
Ugalde enunció las 10 medidas básicas que Larrazábal II tendría que adoptar, entre las cuales descuellan
elecciones para fines de 2017, liberación de los presos políticos, apertura de
los canales para la ayuda humanitaria, reactivación de la productividad
privada, institucionalización del país, solicitud de créditos a los organismos
multilaterales, unificación de la política cambiaria, recuperación del sector
educativo y seguridad ciudadana.
Ugalde solicitó abiertamente el apoyo de las FFAA, para cumplir con
los objetivos y las metas del proyecto, puesto que sin los militares no habría vida.
Aseguró que él no era militarista pero que sin resquebrajamiento en
el mundo militar y voluntad decidida de restablecer la democracia, sería prácticamente imposible solucionar la
problemática nacional, pues el gobierno ha bloqueado todas las salidas
democráticas.
Finalizó con dos notas–:
1.
Hay que organizar
no sólo elecciones presidenciales, sino regionales y locales. El nuevo
gobierno, en su primera alocución, tendría que decir que quedan convocadas las
elecciones presidenciales y regionales con un nuevo CNE.
2.
Hay que elaborar
un pacto democrático entre las organizaciones, candidatos y partidos
competidores para gobernar después de las elecciones, siguiendo la experiencia
que se tuvo con el Pacto de Punto Fijo.
Se mostró en desacuerdo con la realización de una Constituyente, la
cual, a su entender, no pasaría de ser un
torneo de discursos a lo Escarrá, pues la gravedad de Venezuela no tiene
que ver con su Constitución, sino con el Ejecutivo a la hora de ejecutar sus
políticas. Que la población no está para escuchar más retórica, llena de buena
voluntad; sino que Larrazábal II, una
vez en la presidencia de la República, se abra de inmediato para recibir la
ayuda humanitaria y social.
Yo creo, amigos, que más claro
no canta un gallo….¡y menos una gallina! Conste que no lo digo yo, sino el
padre Ugalde.
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