miércoles, 16 de diciembre de 2020

Liberar a Venezuela del más frío de los monstruos fríos


Luis García Planchart



 

Abran bien los oídos porque voy a hablarles de la muerte de los pueblos.

 

Friedrich Wilhelm Nietzsche: Así hablaba Zaratustra

 

En la lucha cotidiana contra la desesperanza, un hecho que afrontamos los venezolanos que vivimos dentro y fuera del país, y que hoy se ve potenciada por la pandemia del covid/19 y la histeria colectiva  que alimentan y propagan los medios sabrá Dios con qué siniestras intenciones, nos olvidamos de que la única manera de impedir que nuestra nación se muera a causa y en manos de la narco–delincuencia,  los ejércitos de ocupación extranjeros y el imperialismo cubano es comenzar por entender la diferencia garrafal que hay entre Estado y Pueblo.


Para ello, quisiera recordar al pensador, poeta, músico y filólogo alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche, nacido en Röcken, en las inmediaciones de Leipzig (15 /10/1844), y fallecido en Weimar, (25/8 /1900).

 

El súper hombre de Nietzsche no eran Hitler ni el Che Guevara


Nietzsche tiene alguna mala fama pues, a su concepción sobre el “súper hombre”, le atribuyen desde la tesis de los nazis esgrimida para esclavizar y asesinar a sus enemigos, hasta la del “hombre nuevo”, proclamada por los comunistas para esclavizar y asesinar a sus enemigos.


Pese a esta adversa y sesgada interpretación de sus ideas, nadie le quita al tudesco el amplio reconocimiento logrado durante la segunda mitad del siglo XX  como figura emblemática de la filosofía contemporánea, y que su influencia haya sido particularmente notoria sobre el existencialismo y la sociología de Max Weber. 


Nietzsche dedujo, observando su propio hábitat, que había dos clases de hombres, “señores” y “siervos”, y que ambos grupos daban un sentido diferente a la moral.


Para los señores feudales, el binomio «bien–mal» equivalía a «noble–despreciable». Los amos despreciaban por malo todo aquello que implicara cobardía, temor, compasión; en fin, todo lo que fuese debilidad y disminuyese el impulso guerrero. Apreciaban como bueno, en cambio, todo lo superior y altivo, fuerte y dominador. La moral de los señores se basaba en la fe en sí mismos, en el orgullo propio.


Es interesante cómo este código de moralidad resulta aplicable en el ahora tanto a las mafias y cárteles de la droga como a las cúpulas dominantes de los regímenes totalitarios del mundo.

 

Ni los pobres son buenos ni los ricos son malos 

 

Por el contrario, la moral de los siervos nacía para Nietzsche de la opresión y la debilidad, y comenzaba por condenar los valores y las cualidades los amos del poder.


Una vez denigrado el poderío, el dominio, la gloria de los señores feudales, el esclavo decretar como buenas las cualidades de los débiles: compasión, servicio — presentes en la Teoría de la Liberación de la Iglesia Católica—, paciencia, humildad. Los siervos inventaron una moral para hacer más llevadera su condición de esclavos.


Como no les quedaba otra que obedecer a sus señores, los siervos afirmaban que la obediencia era buena, y el orgullo malo.  Dado que  los esclavos eran débiles promovían valores como la mansedumbre y la misericordia, y criticaban el egoísmo y la fuerza.


También, en comparación con el presente, es oportuno darles un vistazo a las masas domesticadas por el comunismo durante la época estalinista en Rusia, y a las de China aún hoy en día, así como Bolivia, Cuba y Corea del Norte.


Nietzsche criticaba la moral tanto del «amo» como del «esclavo»; una dialéctica debería ser eliminada por los «espíritus libres», para conducir a la humanidad a su continua superación —donde la ética ya no iba a ser ser un círculo vicioso para, en cambio, evolucionar como una dinámica de valores yuxtapuestos, reconocibles por dinámica del lenguaje.

 

Todo cuanto el Estado posee fue robado

 

En, Así hablaba Zaratustra, el filósofo pidió se reexaminara a fondo el rol del Estado como institución, al cual definió cual, El más frío de todos los monstruos fríos (sic): (El Estado) fríamente dice mentiras, además, y las desliza de su boca. “Yo, el Estado, soy el Pueblo” ¡Esto es mentira! Fueron los creadores quienes hicieron a los pueblos, y colgaron encima de ellos amor y fe; sirviendo así a la vida… Son los destructores los que ponen las trampas y las llaman “Estados”, para colgar encima de los pueblos una espada y cien apetitos… Pero el Estado dice mentiras en todas las lenguas del bien y del mal; y en cualquier cosa que dice, ¡miente! Y todo cuanto posee lo ha robado”. 


Nietzsche sostuvo que la distinción entre el bien y el mal fue originalmente descriptiva, o sea, una referencia amoral a aquellos que eran privilegiados –los amos–, en contraste con los que eran inferiores –los esclavos–. El contraste entre "buenos" "malos" surgió cuando los esclavos se vengaron de sus amos describiendo los atributos de la clase dominante bajo la denominación de vicios.


Si los ricos –los buenos– eran poderosos, los sumisos –los malos– irían al Cielo. El orgullo por el trabajo –que actualmente pudiéramos definir con varios sustantivos como patrono, meritocracia y workalcoholism– se volvió pecado; mientras que la caridad, humildad y la obediencia reemplazaron a la competencia, el orgullo y el emprendimiento; sentando de esta manera las bases del comunismo.


Invertir los valores para el bien, y no para el mal


Pero no fueron los maximalistas quienes emplearon la semántica para cambiar la Historia. Utilizando esa inversión de valores fue como los judíos, «Un pueblo nacido para la esclavitud»,  según Tácito y los pensadores antiguos los definían se convirtieron en «El pueblo elegido entre los pueblos», En esa inversión –de la cual forma parte la palabra «pobre» como sinónimo de «santo» y «amigo»– reside la  confusión del mundo que aprovechan para su propia imagen y réditos tanto los políticos de la ultraizquierda como los supuestos mediadores entre Dios y los hombres.

Por eso, les pido de corazón a los jóvenes con vocación política que quieren rescatar a Venezuela del más frío de los monstruos fríos que lean a Nietzsche. 

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