Ante el escepticismo e incredulidad sobre algunos señalamientos relatados en la publicación anterior de este blog, provenientes de algunos seguidores y, sobre todo, de personas muy queridas, hemos decidido agregar un capítulo adicional a 20012.
Desde que el hombre es hombre, siempre hubo acontecimientos, sucesos y conductas inexplicables e insolubles.
Los antiguos griegos, que eran muy inteligentes y observadores, decidieron transformar sus hechos malditos en mitología, y no permitir que ellos se interpusieran en su pensamiento colectivo y belicista, férreamente orientado por la filosofía de Aristóteles, la matemática de Euclides y la poesía de Homero.
Pasarían más de cinco milenios antes de que en Occidente aparecieran una filosofía no aristotélica, una concepción no euclidiana del espacio y una interpretación no homérica de las guerras de Atenas, Esparta y sus vecinos.
No fue hasta que John Watson, en la década de los años veinte del siglo pasado, descartó el alma como objeto del estudio de la psicología y aplicó el método cartesiano a la observación de la conducta humana que pudieron ser explicadas patologías como las de Electra, Edipo y Sísifo, las cuales, sin embargo, estaban presentes y claramente descritas en la cultura helénica. También la fisiología del pensamiento lateral –al cual los griegos definían como una dicotomía entre la algoritmia y la heurística- tuvo que esperar hasta que los institutos Aslan de Rumania y Herrmann de Estados Unidos –también en los años veinte del citado siglo- concretaron sus investigaciones al respecto.
El cero no existe en la Naturaleza, y fue inventado por los árabes para bien de la Humanidad. El infinito contradice todas las teorías físicas sobre el Universo, y sólo funciona como ciclorama, o fondo del mundo tridimensional que reflejan bidimensionalmente algunos cuadros, fotografías y videos, pero que no existe en la arquitectura, la escultura y la holografía. La inexactitud del número π (3,1416…) desvirtúa la precisión de las esferas, entre ellas, los balones de fútbol. Son algunos de nuestros hechos malditos, con los cuales cargamos a cuestas sin adentrarnos en sus extrañezas.
Hacerse los locos ante la existencia de hechos malditos es una cosa, tergiversarlos es otra. A esta manipulación de la verdad se la llama desinformación, y es la que realizan los organismos de seguridad para distraer la atención pública sobre los sucesos cuyo examen no les conviene.
El dossier acumulado sobre los ovnis desde que el hombre aprendió a escribir es tan voluminoso que su mera enunciación cubriría las páginas amarillas del libreto telefónico de cualquier ciudad moderna.
Hay falsos testimonios de quienes sólo buscan notoriedad y descripción de ilusiones ópticas. Es sobre esta hojarasca donde se especializan informes como el Bluebook Project, redactado por la Fuerza Aérea de EEUU a finales de los cincuenta, para demostrarle a los medios que los ovnis eran un bluff. Empero, aún no se había secado la tinta de impresión del libro, cuando el comandante general de las bases aéreas norteamericanas en el Reino Unido ordenaba a sus pilotos perseguir y destruir a cualquier ovni, por inexistente que fuera, que se acercara a ellas. Orden que, por cierto, fue cumplida como saludo a la bandera, tras la desastrosa experiencia del piloto de un Mig 19 en 1950, (sic), alcanzado por un delgado rayo de luz amarilla que le hizo explotar en mil pedazos sin darle tiempo a su tripulante a eyectarse.
Pocos años después, la KGB articuló una operación señuelo –mencionada en la entrega anterior de este blog-, en la zona de pruebas atómicas de Semipalatinsk, Siberia, donde se divisaban ovnis durante cada ensayo nuclear. Desde el aire y según fotos tomadas por aviones espías de EEUU, dichas instalaciones evocaban las figuras geométricas de Nazca, Perú, o los dibujos que aparecían inexplicablemente en los sembradíos de en Inglaterra, cuando nadie se ocupaba de estos inexplicables fenómenos. La trampa contaba numerosos misiles tierra-aire. Cuando los ovnis se pusieron a tiro, se activaron los cohetes y obligaron a uno de ellos a aterrizar. Pero la nave alienígena, seriamente averiada o en un intento desesperado por escapar del cepo, logró hacer explotar la instalación subterránea soviética, y se consumió en la posterior ignición.
Los visitantes estelares no son de manera alguna elitistas, y también han visitado frecuentemente territorios del Tercer Mundo. A partir del avistamiento de un ovni sobre La Molina (26/04/2001), la Fuerza Aérea Peruana creó un departamento especial para investigar los avistamientos. Desde que comenzó a operar, recibió un promedio de 4,5 testimonios semanales sobre el asunto. Según el diario El Comercio de Lima, tras la aparición de decenas de ovni, detectadas por miles de espectadores en los cielos peruanos en diciembre de 2007, la documentación recabada desapareció misteriosamente. Como también fue retirado de Internet un video tomado por la Fuerza Aérea Mexicana al año siguiente, donde se registraba la evolución de más de una decena de ovnis en la frontera caliente entre la nación azteca y su vecino del Norte.
En cuanto a la calavera maya, tallada en cristal de cuarzo y descubierta por la Anna Mitchell-Hedges en 1927, cuando excavaba entre ruinas precolombinas en Honduras Británica –hoy Belice-, la misma arqueóloga relata que, (sic): los nativos de la zona la reconocieron al instante como representación del Dios de sus antepasados -con poder tanto para procurar la salud como para causar la muerte- y oraron ante ella. El objeto en cuestión, de una sola pieza, pesa 5,19 Kg, y sólo hay una desestimada explicación de Mike Mitchell-Hedges, padre de Anna acerca de que (sic), la calavera fue hecha en un proceso que, generación tras generación, abarcó 150 años. Todavía no se dispone hoy de una tecnología capaz de esculpir una obra semejante.
Otra misteriosa congénere de la calavera maya se expuso a partir de1898 en el Museo Británico de Londres. Fue adquirida por 120 dólares en una subasta en Tiffany´s. De ésta –que difiere de la anterior porque la integran dos piezas que se unen a la perfección- se desconoce su origen, y tampoco puede ser reproducida actualmente.
Sabemos que estos enigmas molestan a quienes se educaron dentro de los esquemas de hiperracionalidad propios del Siglo XIX, a finales de cual el Director de la Oficina de Patentes de EEUU renunció porque (sic), ya no hay nada más que inventar. Pero para las personas sensibles y creativas, deben motivarles a la investigación y producción, ¿por qué no?, de thillers como el film 2012 de Roland Emmerich.
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