Pronto se estrenará en Venezuela el film 2012, dirigido por Roland Emmerich, quien también fue el realizador de Independence Day y El día de mañana, entre otras superproducciones de anticipación o ciencia ficción.
A diferencia de otros cultivadores del género, Emmerich siempre ha basado sus guiones en los llamados hechos malditos, o acontecimientos que poseen amplia documentación pero carecen de explicación.
Apoya la trama de Independence Day (1996) en los encuentros cercanos del tercer orden o choques entre terrestres y extraterrestres, ocurridos en numerosas oportunidades y cuidadosamente velados por los organismos de seguridad de EEUU y el Reino Unido, según afirmaron ante el Press Club de Washington en el 2003 oficiales, científicos y ex funcionarios involucrados en la materia.
El objetivo de los proyectos angloamericanos era capturar ovnis, y apoderarse de la tecnología alienígena para propósitos bélicos.
Conocedores de sus intenciones, los soviéticos –cuyo territorio había sido escenario de numerosos siniestros de ovnis a partir de 1945-, se propusieron hacerse de alguna de estas naves –ya contaban con algunos fragmentos de estos incidentes- con la misma finalidad que sus enemigos de la Guerra Fría. A finales del gobierno de Leonidas Brezhnev montaron una trampa en la estepa siberiana, y a punto estuvieron de cumplir con la misión, tal como lo relata Alexander Kazantsev en Los ovnis en Rusia. La escena cumbre del combate aéreo entre cazabombarderos y ovnis que figura en Independence Day es una reproducción exacta de lo sucedido en la URSS.
En El día de mañana (2004), Emmerich extrapola las probabilidades catastróficas de los que pudiera ocurrir si no se le pone coto al calentamiento global. Lo que entonces fueron teorías no demostradas, hoy acaba de obligar a dos grandes potencias, China y EEUU, a sentarse en el banquillo mundial como principales acusados por la potenciación de este fenómeno.
En 2012, Emmerich pone la lupa en los mayas, cuyos orígenes se remontan a un milenio A.C. Se trata de una extraña civilización, cuyos testimonios quedaron para siempre desparramados en Centro América, y cuya tecnología y planificación no puede ser desestimada. En efecto, los mayas tallaron una calavera en cuarzo que hoy por hoy no puede ser reproducida en ningún taller o laboratorio del planeta, descubrieron los ciclos que afectan a la economía y, para contrarrestarlos, abandonaban las ciudades terminadas y se dedicaban a construir nuevas urbes. Por lo que no había desocupación, ni hambrunas, ni explosiones sociales cada 52 años.
Por si fuera poco, elaboraron un calendario mucho más preciso que cualquiera de los occidentales, donde preveían los eclipses y otros fenómenos metereológicos y telúricos con una exactitud del 100%. Finalmente, desaparecieron como si se los hubiera tragado la Tierra… ¿o quizás el Cielo?
No fue hasta 1705 que el astrónomo inglés Edmund Halley, basándose en la teoría de gravedad de Isaac Newton, pudo constatar una pequeña porción de la sabiduría maya al determinar las órbitas de los cometas en función del tiempo.
Para los mayas, los procesos de destrucción y regeneración eran consustanciales con el planeta y el universo. Y éste es, precisamente, el cariz que explota Emmerich en su nuevo largometraje: la décimo tercera cuenta larga del Calendario Maya, cuya duración es de 5.125 años, y que terminará el 21 de Diciembre de 2012, para reiniciarse al día siguiente.
Concuerda el cálculo anterior con las profecías cristianas y no cristianas sobre el fin del mundo, y aunque algunos escépticos hablan de incoherencias en ciertas anticipaciones del pueblo precolombino, la verdad es que su precisión no puede ni debe ser descartada. Los mayas predijeron violentos terremotos, erupciones volcánicas y huracanes devastadores al final de esta era, y eso es lo que ha venido acaeciendo hasta ahora en todas partes y en los últimos años.
Son, por decirlo de alguna forma, las malas noticias. Pero, según Antonio Nicolás Briceño –no el Diablo, sino el otro- quien se ha dedicado a estudiar estos planteamientos desde hace una década, las buenas noticias son que el fin del mundo no implica la desaparición física de un gran porcentaje de la Humanidad, sino la transformación de o mutación de la psiquis colectiva de una Edad Oscura –signada por todas las mezquindades, torpezas y maldades de las cuales es capaz el homo sapiens- a su posible evolución, bañada por una lluvia de fotones que la conducirá a una Edad de Luz. La tesis está sustentada astronómicamente por las directrices del movimiento del sistema planetario solar en su larga elipse alrededor de las Pléyades.
Dicho de una forma simple, los malos de la partida tienen sus días contados para cambiar de actitud, so pena de desaparecer para siempre en las tinieblas donde se mueven. Y este año mágico es el 2012.
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