Erwin Wickert, Embajador de la República Federal Alemana en Beijing (1976-1980), publicó, una vez finalizada su misión, China vista desde adentro (1982), libro que se convertiría en un best-séller internacional.
Aunque Wickert no se consideraba a sí mismo como un sinólogo, había trabajado anteriormente en las legaciones tudescas de Shangai y Tokio, entre 1939 y 1945, y era un consagrado ensayista, dramaturgo y novelista a la fecha de edición de la obra comentada.
Wickert aseguraba en ella que la visión y valoración de los analistas occidentales sobre China, en general, y la dictadura comunista implantada por Mao a partir de 1949, en particular, eran imprecisas pues no explicaban por qué órdenes históricos milenarios, basados en la armonía, se desplomaban de la noche a la mañana, con mucha frecuencia, y arrastraban y enterraban bajo sus escombros a millones de seres humanos.
Señalaba Wickert la forma admirable en que el pueblo chino, tras sus grandes alzamientos y rebeliones y la caída de las dinastías, lograba en breve tiempo establecer nuevos sistema, muy semejante a los anterior, con nuevos controles y regulaciones que restablecían el equilibrio perdido.
Según Wickert, pese a que China acumulaba más guerras y revoluciones en su haber histórico que todo el Occidente en su conjunto, estos ciclos se repetían una y otra vez, hasta que llegó Mao:
Él no buscaba la estabilidad sino el progreso, que sólo podía conseguirse actuando como Prometeo, basándose en la revuelta y la contradicción. No deseaba la armonía sino la revolución permanente. Exigió de los chinos -y no sólo de ellos- que se decidieran a seguir la línea de la revolución proletaria para luchar contra los burgueses. Sólo existían esas dos tendencias, y en confrontación de ellas no cabía la neutralidad. Los indecisos eran despreciados. Quien se mostraba partidario de la doctrina del camino intermedio se oponía al progreso, que sólo podía crecer y desarrollarse a partir de la lucha revolucionaria. El combate entre las dos tendencias, la línea proletario-revolucionaria y la línea burguesa-revisionista era la madre de todas las cosas […] La línea correcta no podía ser en ningún caso la que defendiera y se esforzara en conseguir una existencia armónica basada en el acuerdo y el entendimiento general, en la que todo transcurriera como en una clase de bordado, sino aquella que estuviera decidida a imponer las transformaciones más radicales de la sociedad por los medios más radicales. Sólo podía ser un revolucionario auténtico quien supiera odiar.
Tras el fiasco del Gran Salto Adelante, Mao supo que las riendas del poder se le escapaban. A comienzos de la década de los sesenta del siglo pasado, la nomenclatura del PCC empezó a no pararle a Mao, y la prensa publicó notas donde se mofaban de él, lo cual resultaba inaceptable, pues cualquier chino prefiere la muerte que la humillación. Además, Liu Shaoqi y Deng Xiaoping comenzaban a aflorar como sucesores del vetusto tirano.
Entonces Mao inició su Revolución Cultural. El 26 de julio de 1966 movilizó a las juventudes contra el Partido y el gobierno de Pekín, que trabajaban tranquila y continuamente decididos a apartar de su camino al defensor de todas las utopías. Posteriormente, Mao se jactaría de haber lanzado una ocurrencia hasta el momento inexistente en los textos revolucionarios: ¡Bombardeen los centros oficiales!; la solución ofrecida por él, fue la orden por él dictada a través de los medios oficialistas. Dividió al pueblo y lo obligó a enfrentarse consigo mismo. Aquella marejada de violencia –que segó la vida de millones de personas- le llevó nuevamente al poder.
En su primera visita oficial a la República Popular China, el que les contamos confesó su veneración por Mao. Igualmente, así lo hizo sobre Lenin, en su visita a un perdido pueblo de las Federación Rusa, cuando descubrió una todavía en pie estatua del barbudo líder ruso, cubierta con caca de paloma. La prensa venezolana, todavía independiente, se lo tomó a risa, dejando leer entre líneas cuestionamientos sobre la ignorancia, la falta de actualidad y la incongruencia de tales comentarios.
Y así, de chiste en chiste, han transcurrido once años.
Los supuestamente cultos, actualizados y congruentes críticos del que les contamos siguen empeñados en sus humoradas, mientras él hace lo que le da la gana: entrega la soberanía a Cuba, arruina al país, lo desmantela, desprecia a los profesionales egresados de nuestras universidades, privilegia a los capitalistas brasileños, anula con glopes de Estado los resultados electorales en Táchira y Zulia, mantiene un toque de queda de facto con su Guardia Roja y la verde oliva, raciona los alimentos, el agua y el fluido eléctrico a su leal saber y entender y se limpia el paltó con la Constitución. Por si fuera poco, nos lo tiene metido a fondo con sus Cuatro Motores de la Revolución –y ahora un Quinto, las comunas-.
No hay nada de gracioso en lo que él deshace. Ni en transformarlo en chanza, porque si la joda pudiese cambiar la Historia, ni Hiltler, ni Mussolini, ni Trujillo, ni Stalin hubieran llegado más allá de la primera base, pues bien ridículos que lucían en sus uniformes, espacios y tiempos respectivos.
Para un observador fino debería ser más bien muy preocupante cómo los fablistanes de los medios oficialistas y algunos de los funcionarios de la jerarquía hayan progreso en sus respectivas apariciones mediáticas.
Durante la rueda de prensa que diera Alberto Federico Ravel, por ejemplo, los periodistas apologéticos del régimen concurrieron con preguntas estudiadas y respuestas argumentadas. Así mismo lo hizo la novel Defensora del Puesto, Gabriela del Mar Ramírez. Lo importante, en ambos casos, no fueron los contenidos, sino la forma de exponerlos en pantalla.
Atrás quedaron la mirada huidiza del anterior Defensor del Puesto, Germán Mundaraín, el discurso de orate del ex Fiscal General Isaías Rodríguez y hasta la mediación de Mario Silva para atacar en exclusiva a los chivos enemigos de régimen. Ni siquiera la fantasías de Pedro Carreño y las disquisiciones de otros de sus compañeros del PUS en la ANAL –Asamblea Nacional- , tendrán cabida en la Revolución Cultural propuesta, propulsada y acelerada por el que les contamos.
Por eso, el único humor recomendable en este capítulo de nuestra tragicómica historia reciente es el humor en serio. El de Laureano Márquez.
viernes, 26 de febrero de 2010
domingo, 21 de febrero de 2010
El cambio va
Las actuales y complejas relaciones entre las personas y sus medios de comunicación pueden ser mejor comprendidas si se parte de una idea antigua, arraigada y compartida por la mayoría, que abarca desde el pecado original hasta el mito del hombre nuevo: Existe algo definitivamente disfuncional en la naturaleza humana, por lo cuál hay que cambiarla radicalmente.
Del homo sapiens al homo cyberneticus
Todas las religiones plantean el cambio deseado a través de caminos largos, tortuosos y peligrosos, desde el Budismo hasta el Cristianismo y sus múltiples variantes. Según Carlos Marx los seres humanos se transforman y configuran su entorno mientras aplican su propia reingeniería laboral. Para Marx y Federico Engels este caldo de cultivo lo nutren la tecnología, las herramientas y los inventos empleados en la producción.
Para los budistas, el castigo por resistirse al cambio es renacer ad-infinitum, a veces bajo el abominable formato de cucarachas. Para los cristianos, el Infierno. Para los comunistas, el ser declarado antisocial, la cárcel, el exilio o el paredón.
Adolf Hitler visualiza al hombre nuevo como un ario puro, sin trazas genéticas de judíos, eslavos y otras razas inferiores. Mao Zedong es más específico al respecto: Su aspecto es el de los héroes socialistas que vemos en los carteles. Serio, orgulloso, decidido, convencido de su victoria, fuerte, valeroso, con la vista puesta en el futuro, lleno de confianza. Carece de necesidades y no quiere para sí ningún tipos de privilegios ni poder. Sólo ama al Partido y a sus líderes. Odia a los enemigos del socialismo y, en primer lugar, a los hegemonistas y socialimperialistas soviéticos.
Los pensadores posmarxistas, inspirados en la Teoría del Caos, que –según ellos- fue lo que le faltó al socialismo científico para su viabilidad, van mucho más allá de lo soñado por los tiranos del Siglo XX.
Peter Sloterdijk en El extrañamiento del mundo, describe al hombre actual como una mediocridad insatisfecha, semidepresiva, atontada, que triunfa como animal triste; que se menosprecia, hundido en la ambigüedad de su propio yo. Que encuentra en la música –el rock y el ragetón- el recurso para huir del entorno, y en las drogas el fallido intento para derribar su trivialidad.
Al planeta lo diagnostica como enfermo o decadente, donde la vida se halla empobrecida y mutilada: Un globo suspendido en un mecanismo ciego de autoconservación, vertebrado en torno al escape. Una relación perversa entre la arquitectura y el lenguaje, que ha empujado el pensamiento hasta el suelo, impidiendo su libertad de movimiento.
Por eso hay tantos fundamentalismos filosóficos -cristianismo, marxismo, existencialismo-, que son meras variantes del humanismo, en los que la necesidad de mantener definiciones sólidas e incontrovertibles impide toda duda razonable sobre los preconceptos.
La metafísica es una estrategia igualmente torcida: Genera la sensación del vacío y, simultáneamente, impone la necesidad de cubrirlo con la emergencia del sujeto. Toda metafísica es teocéntrica –ubica a Dios en el centro- y, por tanto, antihumanista. Para la metafísica, el hombre sólo es importante como recipiente de la perfección, del mismo modo que el Sol necesita de la Luna para ejercer su poderío. Ningún teólogo clásico coloca al ser humano en el centro del mundo, pues para ellos ese espacio pertenece a una inteligencia divina, externa, omnipresente y omnisciente.
El homo cyberneticus sustituye al homo sapiens –continúa el controvertido autor-, lo cual no implica necesariamente su evolución o mutación:
Si se entiende a la cibernética como el encuentro histórico, social y tecnológico producido por la informática y la robótica, el homo cyberneticus agrega a esta combinación otro hecho de igual valor: la bioingeniería, que incluye manipulaciones genéticas e implantes biocibernéticos. Si el homo sapiens era naturaleza y cultura, el homo cyberneticus es tecnología en la naturaleza, al punto que se requiere una definición nueva de lo natural y lo artificial.
El hombre comunicador
Para entender mejor el conflicto en el ámbito mediático, es imprescindible, además, enmarcarlo entre dos teorías, recientes, básicas y contradictorias: la Aldea Global, formulada por Marshall McLuhan antes de que siquiera existiesen los satélites de comunicación, y las Redes de Convergencia, presentada por Everett Rogers en Caracas, durante el Congreso Científico de la AIERI en 1979.
Que dos teorías antagónicas produzcan resultados prácticos no pasa sólo en Comunicología. También en Física, las teorías Cuántica y de la Relatividad son excluyentes. Sin embargo, la primera originó el microchip y la segunda la energía nuclear, una contradicción insalvable sobre el papel que, empero, para nada les quita el sueño a más de 40 millones de franceses, cuya electricidad proviene en un 80% de usinas atómicas, ni a los centenares de millones de internautas quienes a diario navegan por la Red.
McLuhan prevé al hombre del futuro no como un robot intelectual y colectivizado, al estilo comunista del hombre nuevo, sino más bien como la culminación de su aldea global, en la cual la fragmentación causada por la Revolución Industrial, estará unida por un gigantesco tejido comunicacional, lo que, consecuencialmente, llevaría al nacimiento de un nuevo humano, provisto de sentidos electrónicos.
McLuhan más se focaliza en el cosmopolitismo o globalización –un término del cual los economistas no tardarían en apoderarse para aplicarlo al mercado-, en el sentido cristiano de la evolución, tal como lo formulara el paleontólogo y sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin:
Durante la evolución los grupos agotan sus posibilidades, y sólo avanzan algunas formas de vida. Hacia el final del Plioceno no quedaba otra especie capaz de evolucionar sino el hombre. El hombre representa sólo una especie biológica, y, dentro de algunos siglos, formará un grupo cultural único, basado en un marco general de ideas y creencias.
Rogers, profesor de la Universidad de Berkeley y coautor de Communication of Innovation, una obra fecunda que resume sus trabajos de campo y resultados por más de 20 años en Colombia, México y Venezuela al frente del esfuerzo de la USAID, destinado a incrementar la calidad y estilo de vida del campesinado latinoamericano-. Sin desestimar la globalización como tendencia creciente –por ejemplo, revelada en hechos como el uso del blue Jean a escala mundial-, Rogers sostiene que, simultáneamente, se están formando redes sociales que mantendrán vivas las raíces de la identidad cultural de los pueblos –religión, sociocultura, idioma, folclor-. Tales redes llegarán a tener tanto o mayor peso específico que la propia globalización.
El hombre transceptor
Lo que acontece hoy en los medios se deriva de la Aldea Global, las Redes de Convergencia, o de la combinación de ambas.
En 1976 el investigador venezolano Antonio Pasquali publicó un enjundioso estudio -Comunicación y cultura de masas- que se convertiría en texto obligado de las escuelas de Comunicación Social y le valdría, años más tarde, su nombramiento como Subsecretario General de la UNESCO.
Pasquali describía la comunicación en boga como un modelo informativo e imperfecto, constituido por una polaridad cuyos extremos estaban ocupados por emisores y receptores.
Sostenía que se trataba de una situación injusta, pues la Civilización había avanzado gracias al intercambio colectivo de ideas o, como él lo denominaba, del flujo y reflujo informativos; y el espectro radioeléctrico, aunque muy extenso en el número de sus frecuencias, resultaba también limitado.
Proponía, a cambio, un modelo comunicacional, donde no hubieran emisores ni receptores, sino todos fueran transceptores –apócope de los vocablos transmisor y receptor-, criterio en congruencia con la descripción del el sistema que otro ilustre venezolano, el lingüista, pedagogo y fundador de la Escuela de Comunicación de la UCV, había perfilado en La comunicación impresa (1976).
Paras Márquez Rodríguez la comunicación, a diferencia de la expresión es, esencialmente, un proceso social o colectivo: En efecto, entendemos la comunicación como un proceso interactivo en el cual los individuos se intercambian determinado tipo de información o conocimiento. El término viene del latín comunicare: compartir, vincularse con alguien. En el origen etimológico está ya el sentido del concepto tal como ha sido definido. El carácter interactivo del proceso comunicacional se manifiesta en el sentido de una permanente interacción entre quien inicia la comunicación y quien recibe el contenido de la misma.
El hombre interactivo
En aquél entonces, los comunicólogos despreciaban a los mercadotécnicos, pues les consideraban mercenarios del saber, y descalificaban la validez de las encuestas, cuya aplicación, empero, mejoraron considerablemente la eficacia del modelo informativo, al realimentarlo con la opinión de los consumidores, pues los sondeos habían logrado que los entrevistados respondieran clara, sintética y certeramente preguntas sobre sus expectativas, necesidades y deseos.
Mientras el tema daba lugar a agudos debates internacionales, no sólo en el ámbito académico sino también en la palestra pública, lo que ignoraban tanto los comunicólogos como los mercadotécnicos era que, paralelamente, cinco universidades Ivy League de EEUU y la CIA operaban una nueva tecnología –Internet-, con la cual estaban compartiendo sus datos en tiempo real, y la que se convertiría en la llave de la puerta al libre acceso y la participación comunicacionales, a escala global.
Gracias a la implementación de la banda ancha, el costo decreciente de la tecnología de la información o infotecnología, la digitalización de los satélites de comunicación, la substitución del cableado de cobre por fibra óptica y la aparición de nuevas opciones interactivas, Internet es hoy por hoy el medio que más se acerca al modelo ideal de la Comunicación Social, pues aunque no está disponible para todos, sí lo maneja un porcentaje estadísticamente significativo de la Humanidad. Actualmente casi dos millardos de personas acceden y participar como cultores del género epistolar y actores en tiempo real. Por eso, políticamente hablando, a Internet puede considerársela como la última de las libertades.
Los medios tradicionales luchan por actualizarse, con recursos como los periódicos digitales, la televisión de alta definición –HDTV- y la radiodifusión satelital. Sin embargo, siguen anclados al modelo informativo:
Cada medio de comunicación selecciona sus ideas. La televisión es una pequeña caja dentro de la cual se agolpa y debe vivir la gente; el cine nos pone en contacto con el amplio mundo […] Con su gran pantalla, el largometraje se presta perfectamente al drama social, a los panoramas de la guerra, el mar, la erosión de la corteza terrestre. […] Pero en la televisión se puede penetrar en las relaciones más humildes y corrientes, que son increíblemente complicada […] (En la televisión) hay mucho más drama en las razones por las cuales alguien se casa que en aquéllas por las que asesina… (Carpenter, Edmund y MacLuhan, Marshal; El aula sin muros)
El resultado de Internet, trágico para los barones de los medios masivos y los políticos de vieja escuela es que un 30% de la población global, la llamada Generación del Milenio -los nacidos después de 1984- manifiesta escepticismo, indiferencia o rechazo hacia la televisión; y sólo considera como parte de su entorno algunos contenidos, especialmente los deportivos.
Los jóvenes –consumidores y electores -, prefieren emplear su tiempo libre en chatear, enviar y recibir correos electrónicos, twitear o intercambiar imágenes en tiempo real. Los más avispados crean sus propios blog, que son una suerte de microprogramas. Esto no sólo implica un dolor de cabeza mayúsculo para las transnacionales –los grandes anunciantes y sus agencias- y los gobiernos totalitarios, sino que significa un cambio cualitativo fundamental, ya que la Teoría del Push –que tan bien les servía a unos y otros- ha cambiado al Pull –que nadie conoce muy bien, pues se está elaborando sobre la marcha-.
Cerebro, computadora, red, modelo interactivo, página Web, Wikipedia, ¿no resulta caso ésta una modificación de la naturaleza humana, al ubicar a las herramientas y el conocimiento como extensiones de las facultades intelectuales de cualquier o casi cualquier individuo, sin necesidad de manipular sus genes ni insertarlo dentro de una armadura artificial?
Mutatis mutandi
En realidad, los humanos cambiamos a diario, sin siquiera percatarnos de ello, no con la espectacularidad y velocidad que quisieran los partidarios de el poshumanismo y transhumanismo.
Nuestras manos dejaron de ser motores del progreso: A partir del desarrollo de la informática, las destrezas manuales parecen estar en franco descenso. En la industria desempeñan aún roles esenciales, gracias a algunos artesanos, quienes todavía fabrican piezas para la maquinaria esencial, frente a una mayoría obrera que sólo distribuye materiales o presiona botones.
Los cambios que experimentamos al presente nos plantean un desafío adicional: Imponer la ociosidad forzosa a nuestros diez dedos equivale a renunciar al pensamiento normal y filogenéticamente humano. Nos enfrentamos pues, a escala individual -aunque no de la especie-, ante un problema de regresión de las manos. (Leroi-Gohurmanm André: El gesto y la palabra).
Pero el cambio más importante en nuestras vidas está en la comunicación.
En un programa radial transmitido por la NBC en 1951 y considerado hoy como uno de los mejores soliloquios de la literatura inglesa, Robert Oppenheimer, Padre de la Era Atómica, define con magistral clarividencia dicha transformación:
A la soledad del intelectual corresponde la terrible aridez en la existencia de la mayoría de los hombres, quienes medran sin la iluminación, sensibilidad ni agudeza para interpretar las maravillas, locuras y placeres de la vida. Gracias a los medios de comunicación, esta deficiencia puede ser obviada en algunas circunstancias.
Pero los medios sólo difunden información incompleta sobre ciertas intimidades del arte, la economía, la política y la vida, que aún aplicadas en su narrativa resultan insuficientes para llenar el vacío que existe entre una sociedad, demasiado vasta y desordenada, y el creador que intenta darle belleza, sentido u orden a sus partes.
Nuestro mundo es nuevo, y la unidad del saber, la naturaleza de las comunidades, el orden social y las jerarquías han dado un vuelco, por lo que nunca volverán a ser como eran antes. Este mundo resulta nuevo no porque no hubiera existido antes, sino porque cambió, cuantitativa y cualitativamente. Su transformación ha sido tan espectacular que nuestros tiempos no reflejan únicamente el flujo de un crecimiento regular, un reordenamiento o una modificación de lo que aprendimos en nuestra infancia, sino una revolución radical.
Los problemas de la comunicación, del intercambio de información, son urgentes. Y no sólo entre las ciencias y la sociedad, sino entre las mismas ciencias. Esta comunicación implica un desarrollo acelerado de la enseñanza. Si deseamos ampliar e incrementar el conocimiento, debemos encontrar nuevas formas de pensar y hablar para asimilar la nueva sabiduría. Y ello exige que el lenguaje sea simple, que pueda ser comprendido por todos.
Del homo sapiens al homo cyberneticus
Todas las religiones plantean el cambio deseado a través de caminos largos, tortuosos y peligrosos, desde el Budismo hasta el Cristianismo y sus múltiples variantes. Según Carlos Marx los seres humanos se transforman y configuran su entorno mientras aplican su propia reingeniería laboral. Para Marx y Federico Engels este caldo de cultivo lo nutren la tecnología, las herramientas y los inventos empleados en la producción.
Para los budistas, el castigo por resistirse al cambio es renacer ad-infinitum, a veces bajo el abominable formato de cucarachas. Para los cristianos, el Infierno. Para los comunistas, el ser declarado antisocial, la cárcel, el exilio o el paredón.
Adolf Hitler visualiza al hombre nuevo como un ario puro, sin trazas genéticas de judíos, eslavos y otras razas inferiores. Mao Zedong es más específico al respecto: Su aspecto es el de los héroes socialistas que vemos en los carteles. Serio, orgulloso, decidido, convencido de su victoria, fuerte, valeroso, con la vista puesta en el futuro, lleno de confianza. Carece de necesidades y no quiere para sí ningún tipos de privilegios ni poder. Sólo ama al Partido y a sus líderes. Odia a los enemigos del socialismo y, en primer lugar, a los hegemonistas y socialimperialistas soviéticos.
Los pensadores posmarxistas, inspirados en la Teoría del Caos, que –según ellos- fue lo que le faltó al socialismo científico para su viabilidad, van mucho más allá de lo soñado por los tiranos del Siglo XX.
Peter Sloterdijk en El extrañamiento del mundo, describe al hombre actual como una mediocridad insatisfecha, semidepresiva, atontada, que triunfa como animal triste; que se menosprecia, hundido en la ambigüedad de su propio yo. Que encuentra en la música –el rock y el ragetón- el recurso para huir del entorno, y en las drogas el fallido intento para derribar su trivialidad.
Al planeta lo diagnostica como enfermo o decadente, donde la vida se halla empobrecida y mutilada: Un globo suspendido en un mecanismo ciego de autoconservación, vertebrado en torno al escape. Una relación perversa entre la arquitectura y el lenguaje, que ha empujado el pensamiento hasta el suelo, impidiendo su libertad de movimiento.
Por eso hay tantos fundamentalismos filosóficos -cristianismo, marxismo, existencialismo-, que son meras variantes del humanismo, en los que la necesidad de mantener definiciones sólidas e incontrovertibles impide toda duda razonable sobre los preconceptos.
La metafísica es una estrategia igualmente torcida: Genera la sensación del vacío y, simultáneamente, impone la necesidad de cubrirlo con la emergencia del sujeto. Toda metafísica es teocéntrica –ubica a Dios en el centro- y, por tanto, antihumanista. Para la metafísica, el hombre sólo es importante como recipiente de la perfección, del mismo modo que el Sol necesita de la Luna para ejercer su poderío. Ningún teólogo clásico coloca al ser humano en el centro del mundo, pues para ellos ese espacio pertenece a una inteligencia divina, externa, omnipresente y omnisciente.
El homo cyberneticus sustituye al homo sapiens –continúa el controvertido autor-, lo cual no implica necesariamente su evolución o mutación:
Si se entiende a la cibernética como el encuentro histórico, social y tecnológico producido por la informática y la robótica, el homo cyberneticus agrega a esta combinación otro hecho de igual valor: la bioingeniería, que incluye manipulaciones genéticas e implantes biocibernéticos. Si el homo sapiens era naturaleza y cultura, el homo cyberneticus es tecnología en la naturaleza, al punto que se requiere una definición nueva de lo natural y lo artificial.
El hombre comunicador
Para entender mejor el conflicto en el ámbito mediático, es imprescindible, además, enmarcarlo entre dos teorías, recientes, básicas y contradictorias: la Aldea Global, formulada por Marshall McLuhan antes de que siquiera existiesen los satélites de comunicación, y las Redes de Convergencia, presentada por Everett Rogers en Caracas, durante el Congreso Científico de la AIERI en 1979.
Que dos teorías antagónicas produzcan resultados prácticos no pasa sólo en Comunicología. También en Física, las teorías Cuántica y de la Relatividad son excluyentes. Sin embargo, la primera originó el microchip y la segunda la energía nuclear, una contradicción insalvable sobre el papel que, empero, para nada les quita el sueño a más de 40 millones de franceses, cuya electricidad proviene en un 80% de usinas atómicas, ni a los centenares de millones de internautas quienes a diario navegan por la Red.
McLuhan prevé al hombre del futuro no como un robot intelectual y colectivizado, al estilo comunista del hombre nuevo, sino más bien como la culminación de su aldea global, en la cual la fragmentación causada por la Revolución Industrial, estará unida por un gigantesco tejido comunicacional, lo que, consecuencialmente, llevaría al nacimiento de un nuevo humano, provisto de sentidos electrónicos.
McLuhan más se focaliza en el cosmopolitismo o globalización –un término del cual los economistas no tardarían en apoderarse para aplicarlo al mercado-, en el sentido cristiano de la evolución, tal como lo formulara el paleontólogo y sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin:
Durante la evolución los grupos agotan sus posibilidades, y sólo avanzan algunas formas de vida. Hacia el final del Plioceno no quedaba otra especie capaz de evolucionar sino el hombre. El hombre representa sólo una especie biológica, y, dentro de algunos siglos, formará un grupo cultural único, basado en un marco general de ideas y creencias.
Rogers, profesor de la Universidad de Berkeley y coautor de Communication of Innovation, una obra fecunda que resume sus trabajos de campo y resultados por más de 20 años en Colombia, México y Venezuela al frente del esfuerzo de la USAID, destinado a incrementar la calidad y estilo de vida del campesinado latinoamericano-. Sin desestimar la globalización como tendencia creciente –por ejemplo, revelada en hechos como el uso del blue Jean a escala mundial-, Rogers sostiene que, simultáneamente, se están formando redes sociales que mantendrán vivas las raíces de la identidad cultural de los pueblos –religión, sociocultura, idioma, folclor-. Tales redes llegarán a tener tanto o mayor peso específico que la propia globalización.
El hombre transceptor
Lo que acontece hoy en los medios se deriva de la Aldea Global, las Redes de Convergencia, o de la combinación de ambas.
En 1976 el investigador venezolano Antonio Pasquali publicó un enjundioso estudio -Comunicación y cultura de masas- que se convertiría en texto obligado de las escuelas de Comunicación Social y le valdría, años más tarde, su nombramiento como Subsecretario General de la UNESCO.
Pasquali describía la comunicación en boga como un modelo informativo e imperfecto, constituido por una polaridad cuyos extremos estaban ocupados por emisores y receptores.
Sostenía que se trataba de una situación injusta, pues la Civilización había avanzado gracias al intercambio colectivo de ideas o, como él lo denominaba, del flujo y reflujo informativos; y el espectro radioeléctrico, aunque muy extenso en el número de sus frecuencias, resultaba también limitado.
Proponía, a cambio, un modelo comunicacional, donde no hubieran emisores ni receptores, sino todos fueran transceptores –apócope de los vocablos transmisor y receptor-, criterio en congruencia con la descripción del el sistema que otro ilustre venezolano, el lingüista, pedagogo y fundador de la Escuela de Comunicación de la UCV, había perfilado en La comunicación impresa (1976).
Paras Márquez Rodríguez la comunicación, a diferencia de la expresión es, esencialmente, un proceso social o colectivo: En efecto, entendemos la comunicación como un proceso interactivo en el cual los individuos se intercambian determinado tipo de información o conocimiento. El término viene del latín comunicare: compartir, vincularse con alguien. En el origen etimológico está ya el sentido del concepto tal como ha sido definido. El carácter interactivo del proceso comunicacional se manifiesta en el sentido de una permanente interacción entre quien inicia la comunicación y quien recibe el contenido de la misma.
El hombre interactivo
En aquél entonces, los comunicólogos despreciaban a los mercadotécnicos, pues les consideraban mercenarios del saber, y descalificaban la validez de las encuestas, cuya aplicación, empero, mejoraron considerablemente la eficacia del modelo informativo, al realimentarlo con la opinión de los consumidores, pues los sondeos habían logrado que los entrevistados respondieran clara, sintética y certeramente preguntas sobre sus expectativas, necesidades y deseos.
Mientras el tema daba lugar a agudos debates internacionales, no sólo en el ámbito académico sino también en la palestra pública, lo que ignoraban tanto los comunicólogos como los mercadotécnicos era que, paralelamente, cinco universidades Ivy League de EEUU y la CIA operaban una nueva tecnología –Internet-, con la cual estaban compartiendo sus datos en tiempo real, y la que se convertiría en la llave de la puerta al libre acceso y la participación comunicacionales, a escala global.
Gracias a la implementación de la banda ancha, el costo decreciente de la tecnología de la información o infotecnología, la digitalización de los satélites de comunicación, la substitución del cableado de cobre por fibra óptica y la aparición de nuevas opciones interactivas, Internet es hoy por hoy el medio que más se acerca al modelo ideal de la Comunicación Social, pues aunque no está disponible para todos, sí lo maneja un porcentaje estadísticamente significativo de la Humanidad. Actualmente casi dos millardos de personas acceden y participar como cultores del género epistolar y actores en tiempo real. Por eso, políticamente hablando, a Internet puede considerársela como la última de las libertades.
Los medios tradicionales luchan por actualizarse, con recursos como los periódicos digitales, la televisión de alta definición –HDTV- y la radiodifusión satelital. Sin embargo, siguen anclados al modelo informativo:
Cada medio de comunicación selecciona sus ideas. La televisión es una pequeña caja dentro de la cual se agolpa y debe vivir la gente; el cine nos pone en contacto con el amplio mundo […] Con su gran pantalla, el largometraje se presta perfectamente al drama social, a los panoramas de la guerra, el mar, la erosión de la corteza terrestre. […] Pero en la televisión se puede penetrar en las relaciones más humildes y corrientes, que son increíblemente complicada […] (En la televisión) hay mucho más drama en las razones por las cuales alguien se casa que en aquéllas por las que asesina… (Carpenter, Edmund y MacLuhan, Marshal; El aula sin muros)
El resultado de Internet, trágico para los barones de los medios masivos y los políticos de vieja escuela es que un 30% de la población global, la llamada Generación del Milenio -los nacidos después de 1984- manifiesta escepticismo, indiferencia o rechazo hacia la televisión; y sólo considera como parte de su entorno algunos contenidos, especialmente los deportivos.
Los jóvenes –consumidores y electores -, prefieren emplear su tiempo libre en chatear, enviar y recibir correos electrónicos, twitear o intercambiar imágenes en tiempo real. Los más avispados crean sus propios blog, que son una suerte de microprogramas. Esto no sólo implica un dolor de cabeza mayúsculo para las transnacionales –los grandes anunciantes y sus agencias- y los gobiernos totalitarios, sino que significa un cambio cualitativo fundamental, ya que la Teoría del Push –que tan bien les servía a unos y otros- ha cambiado al Pull –que nadie conoce muy bien, pues se está elaborando sobre la marcha-.
Cerebro, computadora, red, modelo interactivo, página Web, Wikipedia, ¿no resulta caso ésta una modificación de la naturaleza humana, al ubicar a las herramientas y el conocimiento como extensiones de las facultades intelectuales de cualquier o casi cualquier individuo, sin necesidad de manipular sus genes ni insertarlo dentro de una armadura artificial?
Mutatis mutandi
En realidad, los humanos cambiamos a diario, sin siquiera percatarnos de ello, no con la espectacularidad y velocidad que quisieran los partidarios de el poshumanismo y transhumanismo.
Nuestras manos dejaron de ser motores del progreso: A partir del desarrollo de la informática, las destrezas manuales parecen estar en franco descenso. En la industria desempeñan aún roles esenciales, gracias a algunos artesanos, quienes todavía fabrican piezas para la maquinaria esencial, frente a una mayoría obrera que sólo distribuye materiales o presiona botones.
Los cambios que experimentamos al presente nos plantean un desafío adicional: Imponer la ociosidad forzosa a nuestros diez dedos equivale a renunciar al pensamiento normal y filogenéticamente humano. Nos enfrentamos pues, a escala individual -aunque no de la especie-, ante un problema de regresión de las manos. (Leroi-Gohurmanm André: El gesto y la palabra).
Pero el cambio más importante en nuestras vidas está en la comunicación.
En un programa radial transmitido por la NBC en 1951 y considerado hoy como uno de los mejores soliloquios de la literatura inglesa, Robert Oppenheimer, Padre de la Era Atómica, define con magistral clarividencia dicha transformación:
A la soledad del intelectual corresponde la terrible aridez en la existencia de la mayoría de los hombres, quienes medran sin la iluminación, sensibilidad ni agudeza para interpretar las maravillas, locuras y placeres de la vida. Gracias a los medios de comunicación, esta deficiencia puede ser obviada en algunas circunstancias.
Pero los medios sólo difunden información incompleta sobre ciertas intimidades del arte, la economía, la política y la vida, que aún aplicadas en su narrativa resultan insuficientes para llenar el vacío que existe entre una sociedad, demasiado vasta y desordenada, y el creador que intenta darle belleza, sentido u orden a sus partes.
Nuestro mundo es nuevo, y la unidad del saber, la naturaleza de las comunidades, el orden social y las jerarquías han dado un vuelco, por lo que nunca volverán a ser como eran antes. Este mundo resulta nuevo no porque no hubiera existido antes, sino porque cambió, cuantitativa y cualitativamente. Su transformación ha sido tan espectacular que nuestros tiempos no reflejan únicamente el flujo de un crecimiento regular, un reordenamiento o una modificación de lo que aprendimos en nuestra infancia, sino una revolución radical.
Los problemas de la comunicación, del intercambio de información, son urgentes. Y no sólo entre las ciencias y la sociedad, sino entre las mismas ciencias. Esta comunicación implica un desarrollo acelerado de la enseñanza. Si deseamos ampliar e incrementar el conocimiento, debemos encontrar nuevas formas de pensar y hablar para asimilar la nueva sabiduría. Y ello exige que el lenguaje sea simple, que pueda ser comprendido por todos.
viernes, 19 de febrero de 2010
Nuestra Alteza el Presidente
La novela El día de los inocentes, escrita por el poeta, periodista y profesor de Penn State University Josip Novakovich, estadounidense de origen yugoslavo, es protagonizada por Iván Dolinar, cuyo nacimiento, vida, muerte y más allá transcurre entre la dictadura de Josip Broz –Tito-, el conflicto genocida desatado por Slobodan Milošević y la meteorización posterior del antiguo territorio –cosido como colcha a retazos después de la II Guerra Mundial- hasta el presente, con un resultado que el autor describe como de repúblicas garbanceras, pues carecen del tamaño necesario para llamarlas bananeras.
Si la historia reciente de Croacia, entorno en el cual interactúan los personajes de El día de los inocentes, es ya de por sí impresionante, los avatares de la existencia y meta existencia de Iván Dolinar le dan aún mayor impacto a la trama y el desenlace de la obra, porque describen un ciudadano de a pie, ordinario como cualquier otro de sus semejantes sometidos a un régimen comunista, a quien, empero, le suceden fenómenos extraordinarios y actúa, consecuencialmente, de manera heterodoxa, pues no lo queda otra.
Durante su último curso como liceísta, Dolinar compite en un concurso de epístolas para felicitar al sátrapa que les gobierna. Su carta comienza así:
Nuestra Alteza el Presidente:
Santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad así en el extranjero de fuera, como en nuestra casa de adentro, danos hoy nuestro pan de cada día y pelotas de fútbol de cuero.
No se sorprenda, amigo lector. Este primer párrafo no es una muestra de realismo mágico –o, mejor dicho, balcánico-.
En uno de esos espectáculos apologéticos con los cuales el que les contamos sustituyó en el Teatro Teresa Carreño a la manifestaciones de la cultura universal, escuchamos a alguno de sus participantes parodiando el Credo, la oración más importante para los cristianos después del Padre Nuestro, con el permiso y el perdón de la señora María.
Termina Dolinar de esta manera:
Nuestra Alteza, omnipotente, omnipresente y omnisciente Presidente, te queremos más allá de todo lo razonable. No hay palabras para expresar lo omnimaravilloso que eres. Nos sentimos honrados, como gusanos que somos, de que se nos permita arrastrarnos sobre la polvorienta senda del socialismo. Cuánto amamos pronunciar tu nombre sabiendo que hasta con tu pequeño dedo meñique, aunque incluso tu dedo meñique es grande, podrías aplastarnos y convertirnos en polvo igual que la sal deshace la nieve […] Tú nos has dado la más auténtica igualdad, derramando tu sangre en numerosas batallas, y siempre luchaste tan valerosamente contra las tropas alemanas que nunca consiguieron capturarte, de modo que ninguno de nosotros pereciera sino que pudiéramos todos vivir en un estado de gracia maravilloso, hermoso, encantador, sorprendente, asombroso, para cantar tus alabanzas por los siglos de los siglos o al menos mientras aguanten nuestras gargantas. Muchas gracias. Gloria a ti, gloria por encima de todo raciocinio humano y divino. ¡Muerte al fascismo y libertad para el pueblo! Tu camarada arrastrado por el polvo...!
La anterior misiva tiene, a nuestro juicio, dos lecturas.
Una divertida, como aquélla en la cual Edecio La Riva Araujo, en su obra Elogio de la adulancia, alerta al chupamedias para que no se pase de maraca: Hala, hala, pero no te guindes. Que fue donde se equivocó Dolinar sobre el IQ de su maestra.
Otra, siniestra, como la que le tocó al partisano Milovan Djilas, fundador del Partido Comunista Yugoeslavo, héroe de la guerra contra los nazis y prisionero del Estado por sus críticas contra el desviacionismo estalinista que había tomado Tito y los abusos de su gobierno, especialmente en la región de Montenegro de la cual era oriundo.
Es desde esta última perspectiva como debe ser analizada la que, en alguna oportunidad, fuera calificada por su propulsor como revolución bonita, y que hoy nada tiene de revolución ni mucho menos de bonita.
La parodia y mofa del Credo en el Teresa Carreño es un subproducto de la educación castrocomunista que quiere imponérseles a los niños y adolescentes en Primaria y Secundaria. Aunque el oficiante pareciera más bien un adulto entrado en canas y se asemeje, mejor, a uno de esos sacerdotes satánicos que sacrifican gallos y dejan los cadáveres de tan útiles animalitos tirados la noche anterior en las calzadas que recorrerán los manifestantes de oposición al día siguiente, ni la moral ni las luces caracterizan a las focas que acompañan al que les contamos en sus encuentros de público y notorio autobombo.
Después de recibir el alud de desinformación que los técnicos cubanos han impreso y videografiado como materiales didácticos, algunos de nuestros niños y adolescentes pudieran incurrir en la tentación de escribir cartas como las de Dolinar, sin la cariñosa admonición de El Machete La Riva Araujo –cuyo texto estaría entonces proscrito, desaparecido o convertido en papel toalet- ni la perspicacia de la maestra eslava, quien mandó al liceísta a su casa con una nota para que la leyeran, lo majaran a palos y se lo devolvieran con las nalgas enrojecidas para un castigo ulterior.
De llegar a este nuevo punto de no retorno, la dictadura castrocomunista de Venezuela habría logrado su primer y más grande objetivo educacional: la creación del hombre Nuevo.
Para los Frankestein Junior hechos de esta manera, de acceder a ella, la Educación Superior sólo les ofrecería dos opciones: el modelo Lomonosov –llamémoslo Unefa-, reservado para los hijos de los militares y civiles que forman parte de la nomenclatura; y el modelo Patrice Lumumba –llamémoslo Universidad Bolivariana-, destinado a producir agentes de inteligencia, agitadores profesionales y comisarios políticos y otros bicharracos de la misma índole. En fin, nada que valga la pena.
El resto, los proletarios, trabajarían en fábricas y campos improductivos, cobrarían canonjías los quince y últimos o pedirían limosnas en las vías públicas, sin poder agradecerles a los cada vez menos misericordiosos –por empobrecidos- transeúntes, con el tradicional y coloquial ¡Dios se lo pague!, porque el comunismo es ateo. Ni siquiera agnóstico, sino, simplemente, ateo.
Por lo cual, no hay futuro en una Venezuela comunista ni para las universidades, colegios e institutos y privados, ni para las universidades autónomas. Lo saben los líderes estudiantiles, y por eso han decidido tomar las calles y protestar, cuando y como pueden. Por eso también constituye una canallada de la peor índole que quienes tiene dos dedos de frente sigan ilusionando al pueblo con una salida electoral que no es posible, dado que en otro bando hay una orden muy clara: ¡No hay marcha atrás!
Si en verdad queremos un renacer para nuestra atribulada, desventurada y casi perdida República, debemos actuar al lado de los estudiantes y otros grupos de avanzada ya, ahora mismo, para evitar que algún día nuestros hijos y nietos escriban cartas que empiecen con frases como: Nuestra Alteza el Presidente.
Si la historia reciente de Croacia, entorno en el cual interactúan los personajes de El día de los inocentes, es ya de por sí impresionante, los avatares de la existencia y meta existencia de Iván Dolinar le dan aún mayor impacto a la trama y el desenlace de la obra, porque describen un ciudadano de a pie, ordinario como cualquier otro de sus semejantes sometidos a un régimen comunista, a quien, empero, le suceden fenómenos extraordinarios y actúa, consecuencialmente, de manera heterodoxa, pues no lo queda otra.
Durante su último curso como liceísta, Dolinar compite en un concurso de epístolas para felicitar al sátrapa que les gobierna. Su carta comienza así:
Nuestra Alteza el Presidente:
Santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad así en el extranjero de fuera, como en nuestra casa de adentro, danos hoy nuestro pan de cada día y pelotas de fútbol de cuero.
No se sorprenda, amigo lector. Este primer párrafo no es una muestra de realismo mágico –o, mejor dicho, balcánico-.
En uno de esos espectáculos apologéticos con los cuales el que les contamos sustituyó en el Teatro Teresa Carreño a la manifestaciones de la cultura universal, escuchamos a alguno de sus participantes parodiando el Credo, la oración más importante para los cristianos después del Padre Nuestro, con el permiso y el perdón de la señora María.
Termina Dolinar de esta manera:
Nuestra Alteza, omnipotente, omnipresente y omnisciente Presidente, te queremos más allá de todo lo razonable. No hay palabras para expresar lo omnimaravilloso que eres. Nos sentimos honrados, como gusanos que somos, de que se nos permita arrastrarnos sobre la polvorienta senda del socialismo. Cuánto amamos pronunciar tu nombre sabiendo que hasta con tu pequeño dedo meñique, aunque incluso tu dedo meñique es grande, podrías aplastarnos y convertirnos en polvo igual que la sal deshace la nieve […] Tú nos has dado la más auténtica igualdad, derramando tu sangre en numerosas batallas, y siempre luchaste tan valerosamente contra las tropas alemanas que nunca consiguieron capturarte, de modo que ninguno de nosotros pereciera sino que pudiéramos todos vivir en un estado de gracia maravilloso, hermoso, encantador, sorprendente, asombroso, para cantar tus alabanzas por los siglos de los siglos o al menos mientras aguanten nuestras gargantas. Muchas gracias. Gloria a ti, gloria por encima de todo raciocinio humano y divino. ¡Muerte al fascismo y libertad para el pueblo! Tu camarada arrastrado por el polvo...!
La anterior misiva tiene, a nuestro juicio, dos lecturas.
Una divertida, como aquélla en la cual Edecio La Riva Araujo, en su obra Elogio de la adulancia, alerta al chupamedias para que no se pase de maraca: Hala, hala, pero no te guindes. Que fue donde se equivocó Dolinar sobre el IQ de su maestra.
Otra, siniestra, como la que le tocó al partisano Milovan Djilas, fundador del Partido Comunista Yugoeslavo, héroe de la guerra contra los nazis y prisionero del Estado por sus críticas contra el desviacionismo estalinista que había tomado Tito y los abusos de su gobierno, especialmente en la región de Montenegro de la cual era oriundo.
Es desde esta última perspectiva como debe ser analizada la que, en alguna oportunidad, fuera calificada por su propulsor como revolución bonita, y que hoy nada tiene de revolución ni mucho menos de bonita.
La parodia y mofa del Credo en el Teresa Carreño es un subproducto de la educación castrocomunista que quiere imponérseles a los niños y adolescentes en Primaria y Secundaria. Aunque el oficiante pareciera más bien un adulto entrado en canas y se asemeje, mejor, a uno de esos sacerdotes satánicos que sacrifican gallos y dejan los cadáveres de tan útiles animalitos tirados la noche anterior en las calzadas que recorrerán los manifestantes de oposición al día siguiente, ni la moral ni las luces caracterizan a las focas que acompañan al que les contamos en sus encuentros de público y notorio autobombo.
Después de recibir el alud de desinformación que los técnicos cubanos han impreso y videografiado como materiales didácticos, algunos de nuestros niños y adolescentes pudieran incurrir en la tentación de escribir cartas como las de Dolinar, sin la cariñosa admonición de El Machete La Riva Araujo –cuyo texto estaría entonces proscrito, desaparecido o convertido en papel toalet- ni la perspicacia de la maestra eslava, quien mandó al liceísta a su casa con una nota para que la leyeran, lo majaran a palos y se lo devolvieran con las nalgas enrojecidas para un castigo ulterior.
De llegar a este nuevo punto de no retorno, la dictadura castrocomunista de Venezuela habría logrado su primer y más grande objetivo educacional: la creación del hombre Nuevo.
Para los Frankestein Junior hechos de esta manera, de acceder a ella, la Educación Superior sólo les ofrecería dos opciones: el modelo Lomonosov –llamémoslo Unefa-, reservado para los hijos de los militares y civiles que forman parte de la nomenclatura; y el modelo Patrice Lumumba –llamémoslo Universidad Bolivariana-, destinado a producir agentes de inteligencia, agitadores profesionales y comisarios políticos y otros bicharracos de la misma índole. En fin, nada que valga la pena.
El resto, los proletarios, trabajarían en fábricas y campos improductivos, cobrarían canonjías los quince y últimos o pedirían limosnas en las vías públicas, sin poder agradecerles a los cada vez menos misericordiosos –por empobrecidos- transeúntes, con el tradicional y coloquial ¡Dios se lo pague!, porque el comunismo es ateo. Ni siquiera agnóstico, sino, simplemente, ateo.
Por lo cual, no hay futuro en una Venezuela comunista ni para las universidades, colegios e institutos y privados, ni para las universidades autónomas. Lo saben los líderes estudiantiles, y por eso han decidido tomar las calles y protestar, cuando y como pueden. Por eso también constituye una canallada de la peor índole que quienes tiene dos dedos de frente sigan ilusionando al pueblo con una salida electoral que no es posible, dado que en otro bando hay una orden muy clara: ¡No hay marcha atrás!
Si en verdad queremos un renacer para nuestra atribulada, desventurada y casi perdida República, debemos actuar al lado de los estudiantes y otros grupos de avanzada ya, ahora mismo, para evitar que algún día nuestros hijos y nietos escriban cartas que empiecen con frases como: Nuestra Alteza el Presidente.
domingo, 14 de febrero de 2010
Globovisión sin Ravel
Hay un tema recurrente en varias películas sobre secuestros: el extorsionado no es el plagiado, de quien se solicita dinero o alguna acción u omisión, sino uno o varios terceros –por lo general seres queridos-, a los que se amenaza con toda suerte de infortunios si los criminales no ven satisfechas sus demandas.
Por lo que hemos leído y podido conjeturar, estas serían las razones de la abrupta salida de Alberto Federico Ravel de la Dirección de Globovisión. Y lo decimos, porque la actitud de los socios de Ravel, frente a las amenazas del régimen comunista de confiscarle o expropiarle sus bienes, retirarle sus licencias operativas y, finalmente, encarcelarles, fueron, en el pasado reciente, de encomiable valentía.
A Nelson Mezherane lo involucraron en el homicidio del Fiscal Danilo Anderson, le montaron un acto de terrorismo judicial bajo la conducción de el ex Fiscal General de la República Isaías Rodríguez, donde estaba involucrado un supuesto testigo estelar –que después confesaría haber actuado por lucro- y lo encanaron en los sórdidos calabozos de la Disip. Además, le quitaron el usufructo de Ávila Mágica y la explotación de una mina de níquel. Sin embargo, no se amilanó y continúo en la pelea.
A Guillermo Zuloaga le confiscaron 12 vehículos Toyota de su propiedad, acusándolo de especulación, le sometieron a juicio por esta causa y de prohibieron la salida del país. Asimismo, le allanaron su residencia para inculparle por la tenencia de cabezas de bestias disecadas que alguno de sus parientes había cazado durante un safari en África, con la idea de añadir a la lista de absurdas imputaciones un delito ecológico. Empero, tampoco se quebró, y siguió en su desempeño desafiante.
Pero hubo un cambio cualitativo en la actitud de ambos empresarios. Comenzó cuando Mezherane estuvo a punto de vender las acciones de su banco a José Zambrano, hecho que sólo se detuvo por la intervención del conglomerado financiero que manejaba el boliburgués como testaferro de los sicofantes del hamponato que conforman el entorno íntimo del Presidente de la República. Fue el chivatazo del G2 cubano, la denuncia del asambleísta Ismael García y la declaración del Secretario General de AD Henry Ramos Allup lo que impidió que esta negociación se finiquitara.
La pregunta fue entonces y es ahora, ¿qué consideración privó en el ánimo del respetado banquero para cambiar de parecer? No ciertamente la idea de ganarse unos cuantos millones, por que si a alguien no le hacen falta es a él. Y la otra interrogante recae sobre mi amigo y mi socio Guillermo Zuloaga, el otro accionista mayoritario de Gobovisión.
Por lo cual, hilando cabos, no quedan más respuestas que las que devienen del tema recurrente de los largometrajes: algún peligro para los seres queridos debió privar para que ambos personajes sacrificaran al hermano Ravel.
Y es que a este desgobierno no le faltan amenazas y ejecutores para acabar con sus adversarios. Por un lado están los jueces, por otro los funcionarios que controlan la televisión en Venezuela y, en tercer lugar, los más ominosos, los camaradas que manejan el secuestro, la vacuna y el comercio ilegítimo en Colombia y buena parte de las fronteras con sus países vecinos.
Lo más desconcertante de todo es que aunque el Presidente y sus apologéticos mediáticos no lo crean, a quien más desfavorece la salida de Ravel de Globovisión es al propio régimen. ¿Por qué? Porque los programas de opinión de Globovisión mantenían una invitación permanente a los opositores a que se controlaran frente a los desmanes ordinarios y extraordinarios de la dictadura, y que a que se focalizaran en las elecciones parlamentarias como la única salida posible. Porque las noticias de Globovisión servían para que las masas que todavía respaldan al Comandante se expresaran, y declararan que la culpa no es de él, que él es bueno, pero sus funcionarios le engañan.
Globovisión con Ravel era parte del sistema y la espita para que vapores de los rojo rojitos salieran poco a poco. Ravel es, sobre todo, un demócrata, como lo fue su padre y como lo demuestra su historial. Una persona inteligente, informada, en cuyos constructos mentales imperan la persuasión, la negociación y la concertación.
Con este nuevo y tremendo error político, lo que queda claro es que los demás concesionarios radioeléctricos son ahora temporales, o, para usar una frase favorita de que les contamos, por ahora. Ya les tocará su turno, como en el famoso cuento Yo estoy solo, que narra el minuto final de un ciudadano del Tercer Reich, quien creía que la virtud máxima consistía en pasar lo más desapercibido posible… hasta que la Gestapo vino por él.
De manera que, a nuestro juicio, Globovisión sin Ravel le hace más daño al gobierno que a la oposición. A la oposición verdadera, se entiende.
Por lo que hemos leído y podido conjeturar, estas serían las razones de la abrupta salida de Alberto Federico Ravel de la Dirección de Globovisión. Y lo decimos, porque la actitud de los socios de Ravel, frente a las amenazas del régimen comunista de confiscarle o expropiarle sus bienes, retirarle sus licencias operativas y, finalmente, encarcelarles, fueron, en el pasado reciente, de encomiable valentía.
A Nelson Mezherane lo involucraron en el homicidio del Fiscal Danilo Anderson, le montaron un acto de terrorismo judicial bajo la conducción de el ex Fiscal General de la República Isaías Rodríguez, donde estaba involucrado un supuesto testigo estelar –que después confesaría haber actuado por lucro- y lo encanaron en los sórdidos calabozos de la Disip. Además, le quitaron el usufructo de Ávila Mágica y la explotación de una mina de níquel. Sin embargo, no se amilanó y continúo en la pelea.
A Guillermo Zuloaga le confiscaron 12 vehículos Toyota de su propiedad, acusándolo de especulación, le sometieron a juicio por esta causa y de prohibieron la salida del país. Asimismo, le allanaron su residencia para inculparle por la tenencia de cabezas de bestias disecadas que alguno de sus parientes había cazado durante un safari en África, con la idea de añadir a la lista de absurdas imputaciones un delito ecológico. Empero, tampoco se quebró, y siguió en su desempeño desafiante.
Pero hubo un cambio cualitativo en la actitud de ambos empresarios. Comenzó cuando Mezherane estuvo a punto de vender las acciones de su banco a José Zambrano, hecho que sólo se detuvo por la intervención del conglomerado financiero que manejaba el boliburgués como testaferro de los sicofantes del hamponato que conforman el entorno íntimo del Presidente de la República. Fue el chivatazo del G2 cubano, la denuncia del asambleísta Ismael García y la declaración del Secretario General de AD Henry Ramos Allup lo que impidió que esta negociación se finiquitara.
La pregunta fue entonces y es ahora, ¿qué consideración privó en el ánimo del respetado banquero para cambiar de parecer? No ciertamente la idea de ganarse unos cuantos millones, por que si a alguien no le hacen falta es a él. Y la otra interrogante recae sobre mi amigo y mi socio Guillermo Zuloaga, el otro accionista mayoritario de Gobovisión.
Por lo cual, hilando cabos, no quedan más respuestas que las que devienen del tema recurrente de los largometrajes: algún peligro para los seres queridos debió privar para que ambos personajes sacrificaran al hermano Ravel.
Y es que a este desgobierno no le faltan amenazas y ejecutores para acabar con sus adversarios. Por un lado están los jueces, por otro los funcionarios que controlan la televisión en Venezuela y, en tercer lugar, los más ominosos, los camaradas que manejan el secuestro, la vacuna y el comercio ilegítimo en Colombia y buena parte de las fronteras con sus países vecinos.
Lo más desconcertante de todo es que aunque el Presidente y sus apologéticos mediáticos no lo crean, a quien más desfavorece la salida de Ravel de Globovisión es al propio régimen. ¿Por qué? Porque los programas de opinión de Globovisión mantenían una invitación permanente a los opositores a que se controlaran frente a los desmanes ordinarios y extraordinarios de la dictadura, y que a que se focalizaran en las elecciones parlamentarias como la única salida posible. Porque las noticias de Globovisión servían para que las masas que todavía respaldan al Comandante se expresaran, y declararan que la culpa no es de él, que él es bueno, pero sus funcionarios le engañan.
Globovisión con Ravel era parte del sistema y la espita para que vapores de los rojo rojitos salieran poco a poco. Ravel es, sobre todo, un demócrata, como lo fue su padre y como lo demuestra su historial. Una persona inteligente, informada, en cuyos constructos mentales imperan la persuasión, la negociación y la concertación.
Con este nuevo y tremendo error político, lo que queda claro es que los demás concesionarios radioeléctricos son ahora temporales, o, para usar una frase favorita de que les contamos, por ahora. Ya les tocará su turno, como en el famoso cuento Yo estoy solo, que narra el minuto final de un ciudadano del Tercer Reich, quien creía que la virtud máxima consistía en pasar lo más desapercibido posible… hasta que la Gestapo vino por él.
De manera que, a nuestro juicio, Globovisión sin Ravel le hace más daño al gobierno que a la oposición. A la oposición verdadera, se entiende.
jueves, 11 de febrero de 2010
Nuestro ejemplo es David
Quien ha tenido la oportunidad de ver en vivo y en directo la obra David de Michelangelo Buonarroti, ubicada en el lugar más privilegiado de Florencia, debe recordar tal encuentro como uno de los más trascendentales de su existencia. Aquello que otrora fuera un bloque de mármol o carbonato cálcico al 90%, cristalizado por milenios por las altas presiones y temperaturas, gracias al cincel y el martillo del más grande arquitecto de todos los tiempos, se transformó en la figura más hermosa que el hombre haya esculpido, según la autorizada opinión de otro de los grandes maestros del Renacimiento Italiano, quien fue que la colocó en el lugar donde todavía permanece desde hace más de 500 años.
Y la última cita tiene un valor inconmensurable, porque Da Vinci era uno de los mayores competidores de Miguel Ángel en la exclusiva y exigente clientela formada por los nobles de toga y espada, y no resulta nada frecuente que los artistas de gran renombre se alaben en estos casos. Pero así fue y escrito está en la Historia.
A Miguel Ángel le tomó más de 4 años convertir el pedazo de mármol frío, que además era irregular y había sido desechado por tal motivo en un objeto pletórico de vida, donde la sangre pareciera circular por las arterias y venas soberbiamente talladas. Pero, amén de la vitalidad que David ha irradiado ante la atónita mirada de millones de viajeros, procedentes de todos los confines del mundo, que ha tenido la oportunidad de contemplarlo, hay una lección importantísima que se infiere de la misma escultura.
David mide 4,10 m de alto y representa a un adolescente, con sus musculatura en tensión, mientras avizora, desafiante, a Goliat. Para transmitir la perfección anatómica, el vigor y la fuerza, Miguel Ángel fusionó armonía y belleza con expresión, significado y sentimiento. Lo logró sobredimensionado y girando la cabeza, para conferirle a David una mirada segura. Concentró la energía en la mano derecha -también sobredimensionada-, y organizó la silueta en zigzag.
Y es allí donde radica la síntesis semiótica que Miguel Ángel quiso transmitirle al resto de la Humanidad. ¿Por qué la cabeza de David está sobredimensionada? Porque David ha crecido intelectualmente, en dos sentidos: ha vencido o se sobrepuesto al temor que el destructivo gigante inspira a toda persona cuerda; ha organizado a un pacífico pueblo de pastores en un ejército de luchadores dispuestos a jugarse el todo por el todo para rescatar su fe, sus valores y sus posesiones.
¿Por qué su mano, la que va a terminar con la monstruosa pesadilla, está sobredimensionada? Porque en ella ha acumulado toda la fuerza que requiere para destruirla, alimentada por la justicia de su causa y el fervor de su pueblo, que ya no soporta más latrocinios, indignidades ni despojos en nombre de cualquier idolatría o por el mero hecho de que yo soy más grande y estoy mejor dotado que tú.
Todos los sábados nos tocan el intercomunicador del edificio donde vivimos –que no funciona-, y nos obligan a bajar para ver si es que hay un corte de agua inmediato o algún mensajero nos trae uno de esos sobrecitos con ventanitas, que siempre cargan malas noticias pero nunca hablan de amores. En la mayoría de los casos, se trata de evangélicos, que se encuentran muy preocupados por la salvación de nuestras almas, el inminente fin del mundo y nos recomiendan leer el Evangelio según San Mateo.
Les contestamos, amablemente, que nos sentimos muy cómodos con la religión o el agnosticismo que profesamos –según sea el talante en el cual nos hallemos-, y que Mateo nos cae muy bien, porque fue el único evangelista que se preocupó por los negocios –les recomendamos la Parábola de los talentos- y que creía que no era posible ayudar a los pobres con los bolsillos vacíos.
Pero la importancia de la Biblia, para los creyentes y no creyentes, es que sus mensajes son muy claros y muy pragmáticos, sobre todo los del Antiguo Testamento. Así los entendieron los judíos, y gracias a ellos llegaron a crear el Reinado de Salomón, en la Antigüedad, y el Estado de Israel, en la actualidad. Así lo entendió Miguel Ángel, y por eso pudo crear su David.
Quienes parecieran no entenderlo son los políticos de la llamada oposición democrática y los opináticos de oficio, quienes a diario ilusionan al pueblo venezolano, transmitiéndole una información confusa, de la cual se deduce que Goliat se va a dejar vencer por un supuesto aluvión de votos, y que les va a entregar el poder que usufructúa como si lo que aquí sucede fuese una carrera de relevos donde se le entrega, automáticamente y sin espavientos, el testigo al equipo en espera.
A quienes no pensamos de esa manera, se nos endilgan toda una colección de adjetivos, los cuales ni nos preocupan ni nos producen insomnio. Al contrario, cada día se fortalece nuestra creencia en el David de la Biblia y en de Miguel Ángel. En que hay que crecer, intelectualmente hablando, renunciando al culillo. En que hay que organizar al pueblo. Y en que hay que acumular fuerzas, para disparar certeramente la honda.
Traducido al lenguaje coloquial, lo importante del aquí y el ahora, no son los 38 curules que el CNE ya tiene preasignados a los elegidos en los cenáculos electoreros de la Mesa de la Unidad. Con ellos, ni se puede re-institucionalizar democráticamente a Venezuela, ni se pueden tomar las medidas conducentes a regresarnos al concierto de las naciones del Siglo XXI. Ni tampoco, aplicar la justicia a los pillos que nos están destruyendo.
Lo importante son las elecciones de las Juntas Comunales, la unidad perfecta de los sindicatos y la orientación del movimiento estudiantil con objetivos, metas, visión, misión, políticas y reglas orientadas al rescate de la República. Por eso, hoy como nunca, nuestro ejemplo es David.
Nuestro ejemplo es David
Y la última cita tiene un valor inconmensurable, porque Da Vinci era uno de los mayores competidores de Miguel Ángel en la exclusiva y exigente clientela formada por los nobles de toga y espada, y no resulta nada frecuente que los artistas de gran renombre se alaben en estos casos. Pero así fue y escrito está en la Historia.
A Miguel Ángel le tomó más de 4 años convertir el pedazo de mármol frío, que además era irregular y había sido desechado por tal motivo en un objeto pletórico de vida, donde la sangre pareciera circular por las arterias y venas soberbiamente talladas. Pero, amén de la vitalidad que David ha irradiado ante la atónita mirada de millones de viajeros, procedentes de todos los confines del mundo, que ha tenido la oportunidad de contemplarlo, hay una lección importantísima que se infiere de la misma escultura.
David mide 4,10 m de alto y representa a un adolescente, con sus musculatura en tensión, mientras avizora, desafiante, a Goliat. Para transmitir la perfección anatómica, el vigor y la fuerza, Miguel Ángel fusionó armonía y belleza con expresión, significado y sentimiento. Lo logró sobredimensionado y girando la cabeza, para conferirle a David una mirada segura. Concentró la energía en la mano derecha -también sobredimensionada-, y organizó la silueta en zigzag.
Y es allí donde radica la síntesis semiótica que Miguel Ángel quiso transmitirle al resto de la Humanidad. ¿Por qué la cabeza de David está sobredimensionada? Porque David ha crecido intelectualmente, en dos sentidos: ha vencido o se sobrepuesto al temor que el destructivo gigante inspira a toda persona cuerda; ha organizado a un pacífico pueblo de pastores en un ejército de luchadores dispuestos a jugarse el todo por el todo para rescatar su fe, sus valores y sus posesiones.
¿Por qué su mano, la que va a terminar con la monstruosa pesadilla, está sobredimensionada? Porque en ella ha acumulado toda la fuerza que requiere para destruirla, alimentada por la justicia de su causa y el fervor de su pueblo, que ya no soporta más latrocinios, indignidades ni despojos en nombre de cualquier idolatría o por el mero hecho de que yo soy más grande y estoy mejor dotado que tú.
Todos los sábados nos tocan el intercomunicador del edificio donde vivimos –que no funciona-, y nos obligan a bajar para ver si es que hay un corte de agua inmediato o algún mensajero nos trae uno de esos sobrecitos con ventanitas, que siempre cargan malas noticias pero nunca hablan de amores. En la mayoría de los casos, se trata de evangélicos, que se encuentran muy preocupados por la salvación de nuestras almas, el inminente fin del mundo y nos recomiendan leer el Evangelio según San Mateo.
Les contestamos, amablemente, que nos sentimos muy cómodos con la religión o el agnosticismo que profesamos –según sea el talante en el cual nos hallemos-, y que Mateo nos cae muy bien, porque fue el único evangelista que se preocupó por los negocios –les recomendamos la Parábola de los talentos- y que creía que no era posible ayudar a los pobres con los bolsillos vacíos.
Pero la importancia de la Biblia, para los creyentes y no creyentes, es que sus mensajes son muy claros y muy pragmáticos, sobre todo los del Antiguo Testamento. Así los entendieron los judíos, y gracias a ellos llegaron a crear el Reinado de Salomón, en la Antigüedad, y el Estado de Israel, en la actualidad. Así lo entendió Miguel Ángel, y por eso pudo crear su David.
Quienes parecieran no entenderlo son los políticos de la llamada oposición democrática y los opináticos de oficio, quienes a diario ilusionan al pueblo venezolano, transmitiéndole una información confusa, de la cual se deduce que Goliat se va a dejar vencer por un supuesto aluvión de votos, y que les va a entregar el poder que usufructúa como si lo que aquí sucede fuese una carrera de relevos donde se le entrega, automáticamente y sin espavientos, el testigo al equipo en espera.
A quienes no pensamos de esa manera, se nos endilgan toda una colección de adjetivos, los cuales ni nos preocupan ni nos producen insomnio. Al contrario, cada día se fortalece nuestra creencia en el David de la Biblia y en de Miguel Ángel. En que hay que crecer, intelectualmente hablando, renunciando al culillo. En que hay que organizar al pueblo. Y en que hay que acumular fuerzas, para disparar certeramente la honda.
Traducido al lenguaje coloquial, lo importante del aquí y el ahora, no son los 38 curules que el CNE ya tiene preasignados a los elegidos en los cenáculos electoreros de la Mesa de la Unidad. Con ellos, ni se puede re-institucionalizar democráticamente a Venezuela, ni se pueden tomar las medidas conducentes a regresarnos al concierto de las naciones del Siglo XXI. Ni tampoco, aplicar la justicia a los pillos que nos están destruyendo.
Lo importante son las elecciones de las Juntas Comunales, la unidad perfecta de los sindicatos y la orientación del movimiento estudiantil con objetivos, metas, visión, misión, políticas y reglas orientadas al rescate de la República. Por eso, hoy como nunca, nuestro ejemplo es David.
Nuestro ejemplo es David
domingo, 7 de febrero de 2010
Prohibido olvidar
Hay dos anécdotas que nunca nos cansaremos de repetirlas.
La primera corresponde al poeta Juan Antonio Pérez Bonalde, quien una vez aseveró: Dos cosas buenas tiene Venezuela. Una es irse y la otra no regresar. Sin embargo, Pérez Bonalde regresó y escribió el hermoso testimonio Vuelta a la Patria.
En la segundo, el protagonista fue el general Carlos Soublette, héroe de la Independencia, dos veces Presidente de la República y a quien Venezuela debe no sólo el tratado que puso final a la guerra entre España y nuestra nación, sino el mapa de la Capitanía General de Venezuela donde se basa nuestra soberanía territorial.
Harto Soublette de las maquinaciones en su contra y de la maledicencia que había generado su estada en Madrid, donde fue recibido y alojado por el general Pablo Morillo –quien había sido su enemigo en las batallas emancipadoras-, agarró los pocos churupos que tenía, se los entregó a su familia, la embarcó en La Guaira y le exigió: ¡Váyanse y no vuelvan más!
Entendemos no sólo las vicisitudes sino, asimismo, los estados anímicos de quienes se han visto forzados a emigrar de Venezuela, por razones económicas, políticas o por las que hayan sido. Como aseguraba el humorista Aquiles Nazoa –y perdónennos la redundancia, pero es que esto de la política se parece a la pedagogía y a la publicidad, repetir, repetir y repetir hasta que se transfiera el conocimiento-, el pan del ostracismo es muy duro y carece de ostras.
En una ya lejana época de nuestras mocedades, por las razones que entonces fueron, decidimos emigrar. Fuimos acogidos por una isla y una gente maravillosa, Borinquen y los puertorriqueños, que nos acogieron como hermanos y pusieron lo mejor de ellos mismos para paliar la nostalgia del forastero en tierra extraña.
Por eso, no sólo entendemos a los exiliados venezolanos, sino que compartimos sus angustias. Aún más las compartimos, porque se da el caso que la mayor parte de nuestros familiares jóvenes viven afuera.
Se nos parte el corazón cuando recibimos correos como los de Joaquín, abogado penalista que vive en Texas, y que debió huir para no compartir el incierto destino de sus defendidos. De Indira, quien se molesta porque no mencionamos a Alejandro en el último blog, y que esperamos haya recibido y comprendido las disculpas que le enviamos ayer mismo.
A nuestro juicio, Joaquín empieza a padecer, al igual que Indira, de una especie de síndrome de Estocolmo. Llamémoslo, en este caso, síndrome del exilio. Se manifiesta en Joaquín en el hecho de que su opinión pudiera no ser tan válida como la nuestra, porque él está afuera y nosotros adentro. En el caso de Indira, en el temor de que nos olvidemos de los que han luchado valientemente –como lo ha hecho y sigue haciendo Alejandro- para voltear la tortilla en Venezuela.
Para Joaquín le tenemos otro mensaje del anecdotario criollo. Antonio Arraiz, poeta y Director-Fundador de El Nacional, se vio conminado a extrañarse de Venezuela, y escogió como residencia un remoto y tranquilo poblado de Nueva Inglaterra, donde ni siquiera había un servicio de cartero. Abrió en las cercanías un apartado de correos, y todas las semanas tomaba el tren y concurría a la oficina de US Mail para recoger su correspondencia y leer las cartas y los periódicos que le enviaban sus amigos. Murió en EEUU, pero nunca dejó de interesarse por lo de acá ni renunció a su ciudadanía. En verdad, Joaquín, no queremos que esto te pase, y esperamos poder celebrar en tu atelier jurídico tu Vuelta a la Patria. Más temprano que tarde.
Indira, al lado de nuestro teclado reposa la bandana Prohibido olvidar, que orgullosamente portamos en numerosas manifestaciones, y que debe estar impregnada todavía de restos de gases lacrimógenos y vinagre –su contraveneno-.
El tema Prohibido olvidar fue puesto en el tapete después de que Mohamed Merghi, un laborioso y honesto inmigrante árabe, perdiera a su primogénito, su empresa y su país adoptivo tras las infames sucesos del 11-A, a raíz de los cuales fueron condenados muerte en vida en los calabozos de la Disip los comisarios Iván Simonovis, Lázaro Forero y Henry Vivas, y exculpados los verdaderos autores de tan atroces crímenes, a quienes todos vimos disparando en vivo contra la inerme multitud.
Si fuera posible, Indira, en el limitado espacio de este blog, publicar completa la Lista de Tascón, o la nómina de Gente del Petróleo, lo haríamos. Y les pediríamos excusas, a nombre de quienes todavía permanecemos aquí, porque, ¡qué vergüenza! Por ahora, apreciada amiga, no se nos ocurre nada mejor que mantener en pie la consigna: Prohibido olvidar.
La primera corresponde al poeta Juan Antonio Pérez Bonalde, quien una vez aseveró: Dos cosas buenas tiene Venezuela. Una es irse y la otra no regresar. Sin embargo, Pérez Bonalde regresó y escribió el hermoso testimonio Vuelta a la Patria.
En la segundo, el protagonista fue el general Carlos Soublette, héroe de la Independencia, dos veces Presidente de la República y a quien Venezuela debe no sólo el tratado que puso final a la guerra entre España y nuestra nación, sino el mapa de la Capitanía General de Venezuela donde se basa nuestra soberanía territorial.
Harto Soublette de las maquinaciones en su contra y de la maledicencia que había generado su estada en Madrid, donde fue recibido y alojado por el general Pablo Morillo –quien había sido su enemigo en las batallas emancipadoras-, agarró los pocos churupos que tenía, se los entregó a su familia, la embarcó en La Guaira y le exigió: ¡Váyanse y no vuelvan más!
Entendemos no sólo las vicisitudes sino, asimismo, los estados anímicos de quienes se han visto forzados a emigrar de Venezuela, por razones económicas, políticas o por las que hayan sido. Como aseguraba el humorista Aquiles Nazoa –y perdónennos la redundancia, pero es que esto de la política se parece a la pedagogía y a la publicidad, repetir, repetir y repetir hasta que se transfiera el conocimiento-, el pan del ostracismo es muy duro y carece de ostras.
En una ya lejana época de nuestras mocedades, por las razones que entonces fueron, decidimos emigrar. Fuimos acogidos por una isla y una gente maravillosa, Borinquen y los puertorriqueños, que nos acogieron como hermanos y pusieron lo mejor de ellos mismos para paliar la nostalgia del forastero en tierra extraña.
Por eso, no sólo entendemos a los exiliados venezolanos, sino que compartimos sus angustias. Aún más las compartimos, porque se da el caso que la mayor parte de nuestros familiares jóvenes viven afuera.
Se nos parte el corazón cuando recibimos correos como los de Joaquín, abogado penalista que vive en Texas, y que debió huir para no compartir el incierto destino de sus defendidos. De Indira, quien se molesta porque no mencionamos a Alejandro en el último blog, y que esperamos haya recibido y comprendido las disculpas que le enviamos ayer mismo.
A nuestro juicio, Joaquín empieza a padecer, al igual que Indira, de una especie de síndrome de Estocolmo. Llamémoslo, en este caso, síndrome del exilio. Se manifiesta en Joaquín en el hecho de que su opinión pudiera no ser tan válida como la nuestra, porque él está afuera y nosotros adentro. En el caso de Indira, en el temor de que nos olvidemos de los que han luchado valientemente –como lo ha hecho y sigue haciendo Alejandro- para voltear la tortilla en Venezuela.
Para Joaquín le tenemos otro mensaje del anecdotario criollo. Antonio Arraiz, poeta y Director-Fundador de El Nacional, se vio conminado a extrañarse de Venezuela, y escogió como residencia un remoto y tranquilo poblado de Nueva Inglaterra, donde ni siquiera había un servicio de cartero. Abrió en las cercanías un apartado de correos, y todas las semanas tomaba el tren y concurría a la oficina de US Mail para recoger su correspondencia y leer las cartas y los periódicos que le enviaban sus amigos. Murió en EEUU, pero nunca dejó de interesarse por lo de acá ni renunció a su ciudadanía. En verdad, Joaquín, no queremos que esto te pase, y esperamos poder celebrar en tu atelier jurídico tu Vuelta a la Patria. Más temprano que tarde.
Indira, al lado de nuestro teclado reposa la bandana Prohibido olvidar, que orgullosamente portamos en numerosas manifestaciones, y que debe estar impregnada todavía de restos de gases lacrimógenos y vinagre –su contraveneno-.
El tema Prohibido olvidar fue puesto en el tapete después de que Mohamed Merghi, un laborioso y honesto inmigrante árabe, perdiera a su primogénito, su empresa y su país adoptivo tras las infames sucesos del 11-A, a raíz de los cuales fueron condenados muerte en vida en los calabozos de la Disip los comisarios Iván Simonovis, Lázaro Forero y Henry Vivas, y exculpados los verdaderos autores de tan atroces crímenes, a quienes todos vimos disparando en vivo contra la inerme multitud.
Si fuera posible, Indira, en el limitado espacio de este blog, publicar completa la Lista de Tascón, o la nómina de Gente del Petróleo, lo haríamos. Y les pediríamos excusas, a nombre de quienes todavía permanecemos aquí, porque, ¡qué vergüenza! Por ahora, apreciada amiga, no se nos ocurre nada mejor que mantener en pie la consigna: Prohibido olvidar.
viernes, 5 de febrero de 2010
El Plan V
Una cosa es no caer en provocaciones y otra es hacerle el juego al gobierno.
No caer en provocaciones es lo que intentan los estudiantes, quienes a veces lo logran y otras no como ayer –cuando fueron emboscados en la Estación del Metro de la Plaza Venezuela y atropellados mientras el Presidente hablaba en cadena.
La estrategia estudiantil consiste en protestar en las calles, soslayando las trampas que conducen a la violencia oficial. Una política de Estado que puede resumirse como la dosificación de la muerte, implementada por Fidel Castro en Cuba después de que a ese icono del santoral comunista, Ernesto Ché Guevara, se le fuera la mano en las primeras de cambio de la Revolución, con la ejecución de más de 3 mil adversarios. Una época durante la cual también tuvo una destacada actuación Ramiro Valdés, quien ha debido adquirir sus primeras experiencias hidroeléctricas con las picanas que se les aplicaban a los presos políticos en la siniestra cárcel de La Cabaña.
No caer en provocaciones es la respuesta sensata a la médula del marxismo, ya que, para destruir la democracia y sustituirla por la dictadura comunista, es menester jugar al contragolpe, esto es, tirar la piedra y esconder la mano, atacar y retirarse, picar y esconderse. Por lo menos, así lo recomienda León Trotsky en La guerra revolucionaria, el único libro de esa deleznable pila de ladrillos rojos que ha demostrado utilidad práctica en escenarios como China, Vietnam y –antes que los guerrilleros se volvieran narcos- la vecina Colombia.
En Caracas y otras ciudades del Interior donde existen grandes núcleos universitarios y cuya topografía se presta para ello, es posible no caer en provocaciones. En capitales andinas como Mérida y San Cristóbal, donde el trazado urbano y se ha debido realizar en planos inclinados y todas las vías llevan a puntos únicos que son los ríos y los puentes que los atraviesan, es difícil ocultarse de los salvajes robocops de la Guardia Nacional y de sus aliados forajidos, integrados por la hez del lumpen venezolano, acostumbrados como están a vivir del robo, el secuestro y el comercio ilegítimo –sin olvidar las canonjías, armamentos y vehículos que les suministra el gobierno-. Situación que también prevalece en el núcleo urbano Barcelona-Puerto La Cruz, donde todos los caminos conducen hacia el eje donde, precisamente, esta localizada la Universidad de Oriente, y, a pocos metros, la Santa María.
Hacerle el juego al gobierno es lo que logran algunos de los más connotados personajes de la Mesa de la Unidad, cuyos voceros se tomaron 72 horas para pronunciarse en contra del cierre de RCTV, después de dos estudiantes muertos, decenas de heridos y casi un centenar de detenidos en manifestaciones que exigían el respeto a garantías expresadas claramente en la Constitución. Por ejemplo, a ó Julio Borges, quien le debe su notoriedad a un espacio televisivo que le brindara el canal de Bárcenas a Río por años, no se le vio expresarse a la hora de las chiquitas.
Hacerle el juego al gobierno es declarar diaria y enfáticamente que la única salida es la electoral, sin exigir, por lo menos, la limpieza del padrón, el desmonte de las capta-huellas y la publicación definitiva de los resultados del referendo que perdió Chávez. Tanto el Foro Socialcristiano como el Polo Constitucional, cuyas ideologías representan los polos opuestos del continuo partidista , han señalado que hay otra forma de salir de esta pesadilla sin herir las susceptibilidades de los políticos súper demócratas y los medios de oposición tolerados por ahora: la deslegitimación por mala praxis del Primer Magistrado.
La deslegitimación también sería aplicable a los asambleístas que han aprobado normas que chocan con la Carta Magna, a los jueces y a los funcionarios que, por omisión o comisión, las aplican. De manera, desde el punto de vista práctico, la propuesta de los socialcristianos del Foro y ex chavistas del Polo resultaría más simple, rápida y económica para desmontar la estructura comunista del proceso que las consultas electorales previsto desde el presente hasta el 2012, un período durante el cual es muy posible que se pierda la República.
Y, tras la deslegitimación, se impondría necesariamente la captura y enjuiciamiento de los culpables, por múltiples y graves delitos como traición a la Patria, prevaricación a la hora de aplicar la norma legal, corrupción, abuso de poder, derroche de fondos públicos, comercio ilegítimo y algunos otros que no prescriben como los relativos a los derechos humanos, pisoteados en más de una oportunidad por los esbirros del régimen. A lo mejor dejamos de ser simpáticos por decir estas verdades que subyacen en el alma de todos los venezolanos de buena fe, pero en esta ocasión no se pueden ir lisos.
No se trata de una venganza contra quienes estuvieron y están con el proceso por hambre o ilusión y que constituyen la mayoría de la masa chavista. De lo que se trata es de llevar ante la justicia ordinaria a todos los que conocemos. Y, a diferencia de lo que piensa Armando Durán, tampoco la solución mandar a los militares de nuevo a sus cuarteles, ya que a ellos les tocará la dura misión de combatir y vencer a los ejércitos que hoy ocupan nuestra Patria: cubanos, iraníes, farazos, paracos, elenos y otros bichos de la misma especie.
Por lo cual, no hay que hablar de un Plan A, un Plan B, sino de un Plan V, o Plan Venezuela.
No caer en provocaciones es lo que intentan los estudiantes, quienes a veces lo logran y otras no como ayer –cuando fueron emboscados en la Estación del Metro de la Plaza Venezuela y atropellados mientras el Presidente hablaba en cadena.
La estrategia estudiantil consiste en protestar en las calles, soslayando las trampas que conducen a la violencia oficial. Una política de Estado que puede resumirse como la dosificación de la muerte, implementada por Fidel Castro en Cuba después de que a ese icono del santoral comunista, Ernesto Ché Guevara, se le fuera la mano en las primeras de cambio de la Revolución, con la ejecución de más de 3 mil adversarios. Una época durante la cual también tuvo una destacada actuación Ramiro Valdés, quien ha debido adquirir sus primeras experiencias hidroeléctricas con las picanas que se les aplicaban a los presos políticos en la siniestra cárcel de La Cabaña.
No caer en provocaciones es la respuesta sensata a la médula del marxismo, ya que, para destruir la democracia y sustituirla por la dictadura comunista, es menester jugar al contragolpe, esto es, tirar la piedra y esconder la mano, atacar y retirarse, picar y esconderse. Por lo menos, así lo recomienda León Trotsky en La guerra revolucionaria, el único libro de esa deleznable pila de ladrillos rojos que ha demostrado utilidad práctica en escenarios como China, Vietnam y –antes que los guerrilleros se volvieran narcos- la vecina Colombia.
En Caracas y otras ciudades del Interior donde existen grandes núcleos universitarios y cuya topografía se presta para ello, es posible no caer en provocaciones. En capitales andinas como Mérida y San Cristóbal, donde el trazado urbano y se ha debido realizar en planos inclinados y todas las vías llevan a puntos únicos que son los ríos y los puentes que los atraviesan, es difícil ocultarse de los salvajes robocops de la Guardia Nacional y de sus aliados forajidos, integrados por la hez del lumpen venezolano, acostumbrados como están a vivir del robo, el secuestro y el comercio ilegítimo –sin olvidar las canonjías, armamentos y vehículos que les suministra el gobierno-. Situación que también prevalece en el núcleo urbano Barcelona-Puerto La Cruz, donde todos los caminos conducen hacia el eje donde, precisamente, esta localizada la Universidad de Oriente, y, a pocos metros, la Santa María.
Hacerle el juego al gobierno es lo que logran algunos de los más connotados personajes de la Mesa de la Unidad, cuyos voceros se tomaron 72 horas para pronunciarse en contra del cierre de RCTV, después de dos estudiantes muertos, decenas de heridos y casi un centenar de detenidos en manifestaciones que exigían el respeto a garantías expresadas claramente en la Constitución. Por ejemplo, a ó Julio Borges, quien le debe su notoriedad a un espacio televisivo que le brindara el canal de Bárcenas a Río por años, no se le vio expresarse a la hora de las chiquitas.
Hacerle el juego al gobierno es declarar diaria y enfáticamente que la única salida es la electoral, sin exigir, por lo menos, la limpieza del padrón, el desmonte de las capta-huellas y la publicación definitiva de los resultados del referendo que perdió Chávez. Tanto el Foro Socialcristiano como el Polo Constitucional, cuyas ideologías representan los polos opuestos del continuo partidista , han señalado que hay otra forma de salir de esta pesadilla sin herir las susceptibilidades de los políticos súper demócratas y los medios de oposición tolerados por ahora: la deslegitimación por mala praxis del Primer Magistrado.
La deslegitimación también sería aplicable a los asambleístas que han aprobado normas que chocan con la Carta Magna, a los jueces y a los funcionarios que, por omisión o comisión, las aplican. De manera, desde el punto de vista práctico, la propuesta de los socialcristianos del Foro y ex chavistas del Polo resultaría más simple, rápida y económica para desmontar la estructura comunista del proceso que las consultas electorales previsto desde el presente hasta el 2012, un período durante el cual es muy posible que se pierda la República.
Y, tras la deslegitimación, se impondría necesariamente la captura y enjuiciamiento de los culpables, por múltiples y graves delitos como traición a la Patria, prevaricación a la hora de aplicar la norma legal, corrupción, abuso de poder, derroche de fondos públicos, comercio ilegítimo y algunos otros que no prescriben como los relativos a los derechos humanos, pisoteados en más de una oportunidad por los esbirros del régimen. A lo mejor dejamos de ser simpáticos por decir estas verdades que subyacen en el alma de todos los venezolanos de buena fe, pero en esta ocasión no se pueden ir lisos.
No se trata de una venganza contra quienes estuvieron y están con el proceso por hambre o ilusión y que constituyen la mayoría de la masa chavista. De lo que se trata es de llevar ante la justicia ordinaria a todos los que conocemos. Y, a diferencia de lo que piensa Armando Durán, tampoco la solución mandar a los militares de nuevo a sus cuarteles, ya que a ellos les tocará la dura misión de combatir y vencer a los ejércitos que hoy ocupan nuestra Patria: cubanos, iraníes, farazos, paracos, elenos y otros bichos de la misma especie.
Por lo cual, no hay que hablar de un Plan A, un Plan B, sino de un Plan V, o Plan Venezuela.
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