Una cosa es no caer en provocaciones y otra es hacerle el juego al gobierno.
No caer en provocaciones es lo que intentan los estudiantes, quienes a veces lo logran y otras no como ayer –cuando fueron emboscados en la Estación del Metro de la Plaza Venezuela y atropellados mientras el Presidente hablaba en cadena.
La estrategia estudiantil consiste en protestar en las calles, soslayando las trampas que conducen a la violencia oficial. Una política de Estado que puede resumirse como la dosificación de la muerte, implementada por Fidel Castro en Cuba después de que a ese icono del santoral comunista, Ernesto Ché Guevara, se le fuera la mano en las primeras de cambio de la Revolución, con la ejecución de más de 3 mil adversarios. Una época durante la cual también tuvo una destacada actuación Ramiro Valdés, quien ha debido adquirir sus primeras experiencias hidroeléctricas con las picanas que se les aplicaban a los presos políticos en la siniestra cárcel de La Cabaña.
No caer en provocaciones es la respuesta sensata a la médula del marxismo, ya que, para destruir la democracia y sustituirla por la dictadura comunista, es menester jugar al contragolpe, esto es, tirar la piedra y esconder la mano, atacar y retirarse, picar y esconderse. Por lo menos, así lo recomienda León Trotsky en La guerra revolucionaria, el único libro de esa deleznable pila de ladrillos rojos que ha demostrado utilidad práctica en escenarios como China, Vietnam y –antes que los guerrilleros se volvieran narcos- la vecina Colombia.
En Caracas y otras ciudades del Interior donde existen grandes núcleos universitarios y cuya topografía se presta para ello, es posible no caer en provocaciones. En capitales andinas como Mérida y San Cristóbal, donde el trazado urbano y se ha debido realizar en planos inclinados y todas las vías llevan a puntos únicos que son los ríos y los puentes que los atraviesan, es difícil ocultarse de los salvajes robocops de la Guardia Nacional y de sus aliados forajidos, integrados por la hez del lumpen venezolano, acostumbrados como están a vivir del robo, el secuestro y el comercio ilegítimo –sin olvidar las canonjías, armamentos y vehículos que les suministra el gobierno-. Situación que también prevalece en el núcleo urbano Barcelona-Puerto La Cruz, donde todos los caminos conducen hacia el eje donde, precisamente, esta localizada la Universidad de Oriente, y, a pocos metros, la Santa María.
Hacerle el juego al gobierno es lo que logran algunos de los más connotados personajes de la Mesa de la Unidad, cuyos voceros se tomaron 72 horas para pronunciarse en contra del cierre de RCTV, después de dos estudiantes muertos, decenas de heridos y casi un centenar de detenidos en manifestaciones que exigían el respeto a garantías expresadas claramente en la Constitución. Por ejemplo, a ó Julio Borges, quien le debe su notoriedad a un espacio televisivo que le brindara el canal de Bárcenas a Río por años, no se le vio expresarse a la hora de las chiquitas.
Hacerle el juego al gobierno es declarar diaria y enfáticamente que la única salida es la electoral, sin exigir, por lo menos, la limpieza del padrón, el desmonte de las capta-huellas y la publicación definitiva de los resultados del referendo que perdió Chávez. Tanto el Foro Socialcristiano como el Polo Constitucional, cuyas ideologías representan los polos opuestos del continuo partidista , han señalado que hay otra forma de salir de esta pesadilla sin herir las susceptibilidades de los políticos súper demócratas y los medios de oposición tolerados por ahora: la deslegitimación por mala praxis del Primer Magistrado.
La deslegitimación también sería aplicable a los asambleístas que han aprobado normas que chocan con la Carta Magna, a los jueces y a los funcionarios que, por omisión o comisión, las aplican. De manera, desde el punto de vista práctico, la propuesta de los socialcristianos del Foro y ex chavistas del Polo resultaría más simple, rápida y económica para desmontar la estructura comunista del proceso que las consultas electorales previsto desde el presente hasta el 2012, un período durante el cual es muy posible que se pierda la República.
Y, tras la deslegitimación, se impondría necesariamente la captura y enjuiciamiento de los culpables, por múltiples y graves delitos como traición a la Patria, prevaricación a la hora de aplicar la norma legal, corrupción, abuso de poder, derroche de fondos públicos, comercio ilegítimo y algunos otros que no prescriben como los relativos a los derechos humanos, pisoteados en más de una oportunidad por los esbirros del régimen. A lo mejor dejamos de ser simpáticos por decir estas verdades que subyacen en el alma de todos los venezolanos de buena fe, pero en esta ocasión no se pueden ir lisos.
No se trata de una venganza contra quienes estuvieron y están con el proceso por hambre o ilusión y que constituyen la mayoría de la masa chavista. De lo que se trata es de llevar ante la justicia ordinaria a todos los que conocemos. Y, a diferencia de lo que piensa Armando Durán, tampoco la solución mandar a los militares de nuevo a sus cuarteles, ya que a ellos les tocará la dura misión de combatir y vencer a los ejércitos que hoy ocupan nuestra Patria: cubanos, iraníes, farazos, paracos, elenos y otros bichos de la misma especie.
Por lo cual, no hay que hablar de un Plan A, un Plan B, sino de un Plan V, o Plan Venezuela.
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