Hay un tema recurrente en varias películas sobre secuestros: el extorsionado no es el plagiado, de quien se solicita dinero o alguna acción u omisión, sino uno o varios terceros –por lo general seres queridos-, a los que se amenaza con toda suerte de infortunios si los criminales no ven satisfechas sus demandas.
Por lo que hemos leído y podido conjeturar, estas serían las razones de la abrupta salida de Alberto Federico Ravel de la Dirección de Globovisión. Y lo decimos, porque la actitud de los socios de Ravel, frente a las amenazas del régimen comunista de confiscarle o expropiarle sus bienes, retirarle sus licencias operativas y, finalmente, encarcelarles, fueron, en el pasado reciente, de encomiable valentía.
A Nelson Mezherane lo involucraron en el homicidio del Fiscal Danilo Anderson, le montaron un acto de terrorismo judicial bajo la conducción de el ex Fiscal General de la República Isaías Rodríguez, donde estaba involucrado un supuesto testigo estelar –que después confesaría haber actuado por lucro- y lo encanaron en los sórdidos calabozos de la Disip. Además, le quitaron el usufructo de Ávila Mágica y la explotación de una mina de níquel. Sin embargo, no se amilanó y continúo en la pelea.
A Guillermo Zuloaga le confiscaron 12 vehículos Toyota de su propiedad, acusándolo de especulación, le sometieron a juicio por esta causa y de prohibieron la salida del país. Asimismo, le allanaron su residencia para inculparle por la tenencia de cabezas de bestias disecadas que alguno de sus parientes había cazado durante un safari en África, con la idea de añadir a la lista de absurdas imputaciones un delito ecológico. Empero, tampoco se quebró, y siguió en su desempeño desafiante.
Pero hubo un cambio cualitativo en la actitud de ambos empresarios. Comenzó cuando Mezherane estuvo a punto de vender las acciones de su banco a José Zambrano, hecho que sólo se detuvo por la intervención del conglomerado financiero que manejaba el boliburgués como testaferro de los sicofantes del hamponato que conforman el entorno íntimo del Presidente de la República. Fue el chivatazo del G2 cubano, la denuncia del asambleísta Ismael García y la declaración del Secretario General de AD Henry Ramos Allup lo que impidió que esta negociación se finiquitara.
La pregunta fue entonces y es ahora, ¿qué consideración privó en el ánimo del respetado banquero para cambiar de parecer? No ciertamente la idea de ganarse unos cuantos millones, por que si a alguien no le hacen falta es a él. Y la otra interrogante recae sobre mi amigo y mi socio Guillermo Zuloaga, el otro accionista mayoritario de Gobovisión.
Por lo cual, hilando cabos, no quedan más respuestas que las que devienen del tema recurrente de los largometrajes: algún peligro para los seres queridos debió privar para que ambos personajes sacrificaran al hermano Ravel.
Y es que a este desgobierno no le faltan amenazas y ejecutores para acabar con sus adversarios. Por un lado están los jueces, por otro los funcionarios que controlan la televisión en Venezuela y, en tercer lugar, los más ominosos, los camaradas que manejan el secuestro, la vacuna y el comercio ilegítimo en Colombia y buena parte de las fronteras con sus países vecinos.
Lo más desconcertante de todo es que aunque el Presidente y sus apologéticos mediáticos no lo crean, a quien más desfavorece la salida de Ravel de Globovisión es al propio régimen. ¿Por qué? Porque los programas de opinión de Globovisión mantenían una invitación permanente a los opositores a que se controlaran frente a los desmanes ordinarios y extraordinarios de la dictadura, y que a que se focalizaran en las elecciones parlamentarias como la única salida posible. Porque las noticias de Globovisión servían para que las masas que todavía respaldan al Comandante se expresaran, y declararan que la culpa no es de él, que él es bueno, pero sus funcionarios le engañan.
Globovisión con Ravel era parte del sistema y la espita para que vapores de los rojo rojitos salieran poco a poco. Ravel es, sobre todo, un demócrata, como lo fue su padre y como lo demuestra su historial. Una persona inteligente, informada, en cuyos constructos mentales imperan la persuasión, la negociación y la concertación.
Con este nuevo y tremendo error político, lo que queda claro es que los demás concesionarios radioeléctricos son ahora temporales, o, para usar una frase favorita de que les contamos, por ahora. Ya les tocará su turno, como en el famoso cuento Yo estoy solo, que narra el minuto final de un ciudadano del Tercer Reich, quien creía que la virtud máxima consistía en pasar lo más desapercibido posible… hasta que la Gestapo vino por él.
De manera que, a nuestro juicio, Globovisión sin Ravel le hace más daño al gobierno que a la oposición. A la oposición verdadera, se entiende.
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