Recibí un obsequio de mi buen amigo Ramón, culto periodista, ex trabajador de Pdvsa y hombre de gran sensibilidad. Se trata de un libro de autoayuda para sobrellevar la pérdida de un ser querido.
Agradezco su buena intención, y si viviéramos en condiciones normales, no tengo la menor duda de que el texto aludido valdría su peso en oro.
Pero, mi apreciado Ramón, infortunadamente no es así.
Sucede hoy todo lo contrario a lo que debería ser, y, demasiadas veces, nos aferramos al recuerdo de un país que desapareció, despedazado por la codicia e incompetencia de la banda de forajidos que lo desgobierna, la complicidad o estupidez de quienes dicen oponérsele y nuestra propia impotencia en un proceso mortal que pareciera no tener vuelta atrás.
Tú y yo nos conocimos hace 30 y pico de años menos. Eras mi cliente en Llanoven, y juntos ideamos una admirable campaña publicitaria, un tributo a lo mejor de la venezonalidad, reflejada de sus personajes más exitosos, en variadas áreas del quehacer humano.
Aunque nadie sabe cuándo va a recibir la visita de La Pelona, ese aquí y ahora nos permitía, al menos teóricamente hablando, planificar un proyecto de vida afectiva, racional y materialmente deseable, factible y viable.
Y así lo hicimos, lo logramos.
Sin embargo, senos escapó un pequeño detalle: el poder del resentimiento social de un lumpen político que, como la chiripa, se ocultaba en la noche, las sombras y los rincones, dispuesta a salir cuando se dieran las condiciones, no para mejorar el estado de las clases populares –a las cuales declaraban representar-; sino para depredar el erario público, traficar con ilícitos en todas sus categorías, adquirir lujosas propiedades dentro y fuera del país, hartarse en los restaurantes de lujo, ahogarse con whiskeys y otros licores madurados por decenios, viajar como jequecitos árabes a Europa y EEUU, matar a sus enemigos impunemente y, finalmente, darle vida a sus mochilas y vaginas. Todo esto en nombre del sacrosanto socialismo, de la inmaculada revolución marxista-leninista.
Ramón, como asegura Carlos Blanco, es que el problema de nuestra generación era ideológico y no puntual. Y lo resumía Rómulo Betancourt en su campaña presidencial de 1958: ¡Venezolano siempre, comunista nunca! Porque nunca hubo en la Historia Patria algo tan antinacional como el actual gobierno.
Eso en cuanto al entorno donde nos movemos.
El aquí, como dicen los psicólogos.
Ahora examinemos el ahora.
Ayer me hice una promesa al salir de casa, antes de las 6 AM: No hablar de política durante ese día, no meterme con los fanáticos de los Leones del Caracas –soy magallanero- y no mentarle la madre a los conductores y motorizados que me echan sus vehículos encima mientras cruzo las calles sobre las rayas ad-hoc y con la luz del semáforo a mi favor.
La promesa fue rota cerca de la 1 PM cuando, al caminar entre la Plaza Brión y la salida del Country, un motorizado, hijo de la Gran Bretaña, por comerse la luz estuvo a punto de atropellarme. Y, encima, se fue gritando: ¡Viejo, huevón!
Aunque disto mucho de ser huevón y mi mente es muy joven, al punto de que todavía no ser qué quiero ser cuando crezca, la verdad es que tengo 70 años. Y no me gusta la soledad, pues, desde los 18 años, siempre tuve una compañera de vida al lado.
Mi hobby, la cocina, ¿a quién se lo dedico ahora?
Hoy hice empanadas de harina de trigo, rellenas con quesos –así, en plural- y carne desmechada. Me comí dos, y las restantes 7 se las llevé a las chicas del instituto universitario donde doy clases.
El viernes pasado hice un sancocho para Bernardo, mi concuñado. Los domingos preparo arepas de chicharrón, las cuales comparto con Arsenia, la afrodescendiente cartagenera a quien le compro los periódicos.
Así como Jorge Luis Borges se imaginaba al Paraíso bajo la forma de una biblioteca, yo lo visualizo como una cocina, donde el amor de mi vida y mis amigos más queridos están presentes, mientras yo les preparo recetas para que se chupen los dedos.
Ramón, carezco del tiempo y la paciencia necesarios para rehacer mi vida en condiciones normales. Sé que decir esto suena como feo, pero es cierto. Y hace tiempo escogí ser sinceramente brutal, aunque lo que digo se parezca al movimiento de un elefante en una tienda de regalos de boda.
De todos los feed back que he recibido sobre mis dos últimos blog, los más importantes –hasta el momento- son el de Timo y el tuyo.
Timo, mi amigo boricua desde 1967, quien es uno de los mejores abogados de Puerto Rico, pone sus manos en el fuego por mí. Y yo tengo la convicción de que tú también lo harías, si estuviésemos en condiciones normales.
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