La dama que se enoja porque el caballero fabula
Hubo una dama que me cortó las alas, y una de las razones que adujo para hacerlo fue considerarme un fabulador. Por supuesto que el hecho me dolió bastante, porque me sentia atraído por la señora en cuestión, y creí entender como alentadoras las señales que había recibido. Por supuesto, si me hubiera frenado desde el principio, se habría evitado un desagrado y yo un desencanto, pues sé, por experiencia propia y desde jovencito, que el hombre propone y la mujer dispone.
Pero me sigue molestando la palabra fabulador, y sus posibles connotaciones negativas, si las hubiese. En su segunda acepción, el DRAE otorga dicha condición a: Persona con facilidad para inventar cosas fabulosas, o inclinada a ello.
Como la chama es políglota, busqué algunos significados en otros idiomas:
Fabulant (en alemán) y Fabuliste (en francés): Auteur de fables (Autor de fábulas).
Fabulist: 1. A person who invents or recounts fables. 2. A person who lies or falsifies ( Fabulador: 1. Una persona que inventa o relata fábulas. 2. Una persona que miente o falsea; en español).
Si el mensaje a García se refiere a la acepción 2 del inglés, a lo mejor me sentiría peor que antes. O no, porque nadie que se precie de escribir puede ejercer tal oficio sin fabular. A menos que se limite a laborar como amanuense o secretario de un tribunal.
La fábula que sobra en el surrealismo
Pero donde casi no vale la pena hacerlo es en el ambiente surrealista que priva en Venezuela, y cada día resulta más parecido al de la Francia de posguerra que comandaban intelectualmente Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, y policialmente los agentes de la inteligencia soviética.
Sartre y Beauvoir se dedicaron a tildar de colaboracionistas –esto es, servidores de los nazis- a los artistas que no comulgaban con su ideología marxista-leninista, y a aupar a sus camaradas de la resistencia para que ocuparan los medios donde se habían impreso o difundido contenidos a favor de la ocupación, el régimen de Vichy o el Tercer Reich.
De esta manera surgió una suerte de franco-burguesía, no en base no al talento o esfuerzo, sino a su militancia guerrillera y posterior ocupación de imprentas.
A los escritores les fue aún peor. Vintila Horia, creador de Dieu est né dan l´exil, debió escribir y publicar en Madrid su hermoso relato acerca de los últimos días del poeta Virgilio, desterrado al confín del Imperio por corromper a la juventud romana con los magníficos versos de El arte de amar.
Si Horia le fue mal, pues jamás pudo regresar a Francia por temor a su vida e integridad física, para Louis-Ferdinand Céline, escritor y médico francés, uno de los escritores más influyentes del siglo XX, al haber desarrollado un estilo innovador en la literatura francesa y universal, le fue peor, merced al implacable y persistente ataque de la izquierda francesa, que se prolongó hasta su fallecimiento en París, en 1961.
El héroe francés que amaba a su fraülein
Céline incluso logró la suspensión de un Festival de Cine en Cuba, años después de su muerte, porque la película Habana PM, inspirada en su descriptiva, con guión y dirección de Orlando Leal Jiménez, hizo enojar sobremanera a Fidel, quien aseguró: No necesito leer a Céline para saber que esta mierda es contrarrevolucionaria. Las delegaciones extranjeras se despidieron, y un año más tarde Orlandito llegaba a Miami, incorporándose al exilio.
La novela más conocida de Céline, Viaje al fin de la noche, le proyectó como el autor más traducido y popular del pasado siglo, después de Marcel Proust.
¿Y que fue lo que sacó de sus casillas a los ñángaras de Céline?
En Viaje al fin de la noche, casi una autobiografía, Céline recuerda que, como sobreviviente del gas mostaza y horribles batallas en las trincheras de la Gran Guerra, fue rescatado del hospital por los propagandistas del Ejército Francés por su pinta de galán. Que le condecoraron, le asignaron una enfermera muy guapa para asistirle –incluso sexualmente-, le dieron una holgada cuenta para gastos de representación y le facilitaron carro y chofer.
También confiesa que más nunca, aún sobre su propio cadáver, participaría en otra guerra, y mucho menos contra Alemania. Que perdió su virginidad con una fraülein, su vecina en Courbevoie, Departamento de Seine. Que de ella sólo recibió amor y placer, y que ese el sentimiento que le inspiraban los alemanes y, especialmente, las alemanas. Y que no estaba dispuesto a empuñar otra vez más las armas en su contra.
Este discurso, de haber sido pronunciado ahora, le habría valido a Céline un reconocimiento de la Unión Europea. Pero escrito cuando lo hizo, fue el leiv-motiv que desató su persecución.
Si en los casos de Horia y Céline pudo haber motivos –irracionales, pero motivos, al fin y al cabo-, contra Albert Camus no había ninguno, pues el novelista franco-argelino había participado activamente en la Resistencia. Lo que no le perdonaron fue su rechazo al estalinismo y, en mi opinión, su magistral forma de redacción, manifestada en toda su extensa producción literaria mas, sobre todo, en La peste. Envidia, pues.
La deserción que rompió la piñata
Mientras esto sucedía a escala cultural, la secreta francesa se podría como fruta agusanada por la infiltración bolchevique. Quien rompió la pústula purulenta fue Lamia, desertor del Deuxième Bureau que declaró ampliamente ante la CIA y el FBI, a cambio de ser acogido como testigo protegido.
Las denuncias de Lamia llevaron al M-15 y el M-16 a investigar dentro sus propias organizaciones y condujeron, eventualmente, a descubrir a los espías soviéticos que pululaban a sus anchas en Londres y las embajadas británicas.
El que más tarde actúo fue el Presidente de Francia, después del 22 de agosto de 1962, día en que ex colonos argelinos decidieron que Charles de Gaulle, debía morir. El capítulo se cerro el 11 de marzo de 1963 con la ejecución del coronel Jean Bastien Thiry, jefe del Ejército Secreto. Durante ese período, las personas leales a la democracia gala y a su Presidente, desenrollaron la trama maquiavélica montada por el Partido Comunista de la URSS, sacaron de sus cuevas a los topos, enjuiciaron a los culpables y salvaron a Europa. Es lo que nos falta ahora.
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