miércoles, 23 de noviembre de 2016

La paz, nueva estrategia del narcotráfico

Los sobrinos paga pedos



El 18 de los corrientes el periodista Franco Ordóñez informó que un jurado federal de Nueva York había hallado culpables de planear el envío 800 kilogramos de cocaína a dos hijos de crianza de Nicolás Maduro. El alijo se mandaría desde el hangar presidencial en La Carlota hasta el Aeropuerto de Tocotín en Honduras, para reexpedirlo desde allí a EEUU.
Los dos acusados, Efraín Campo y Francisco Flores enfrentan de 10 años de prisión a cadena perpetua por los cargos  incoados. El jurado de 5 hombres y 8 mujeres deliberó por 7 horas. Cuando los escabinos regresaron al tribunal, caminaban con la vista baja. Al presidente del jurado le temblaba la voz al leer el veredicto. Entonces. respiró profundo y pareció desplomarse en su silla tras confirmar la decisión al juez.
Campo y Flores miraron hacia delante, sin ninguna expresión. Ambos abrazaron a sus abogados antes que los guardias se los llevaran.
El veredicto aceptó los alegatos del Ministerio Público de que los sobrinos eran narcotraficantes de vieja data, sabían lo que hacían  y rechazó las aseveraciones de la defensa donde les presentó como víctimas inocentes de una operación encubierta, conducida por un informante quien cobró US$ 1,2 millones por la delación.
La fiscalía admitió que el informante. miembro del Cartel de Sinaloa. traficó cuando trabajaba para la DEA. Pero negó que eso afectara al juicio, pues en él fueron incluidos docenas de mensajes de texto y grabaciones de audio y vídeo.
Sobre este juicio, Ludmila Vinogradoff destacó en ABC de España el 21 de este mes: Hay silencios muy ruidosos. Y uno de ellos es el que asumió el presidente venezolano Nicolás Maduro para no hablar del escándalo que protagonizan sus sobrinos al ser declarados culpables de narcotráfico por una corte de Nueva York mientras insulta a sus enemigos opositores amenazándolos con demandarlos por locos.
Maduro calla porque así se lo ordenaron sus titiriteros desde La Habana. Si quebrara su ruidoso silencio, tendría que entregar al general y ahora diputado Hugo Carvajal, detenido la noche del 23 de julio de 2014 por requisición de la DEA, la cual le reclamaba por narcotráfico y contrabando de armamento para las FARC. Carvajal fue liberado al poco tiempo, por intervención de la Corte Holandesa, a su vez presionada por la Royal Dutch Shell, trasnacional que ahora cobrará su premio gordo en la nueva reapertura petrolera.
Maduro calla pues, de no hacerlo, tendría que negociar el envío de varios de los candidatos que figuran en la lista de los 70 civiles y militares filtrada a las redes sociales desde hace ya algún tiempo.
¿Mantener el pico cerrado es acaso una de las condiciones impuestas por Thomas Shannon para dejarle en paz, dialogando con la MUD y el Vaticano y corriendo la arruga hasta que Barack Obama finalice su gestión? May be, puede ser. Para lograrlo, tiene empero que sacrificar a los sobrinos, cuyo caso no ha sido el primero sino el último capítulo de una obra inconclusa, iniciada a mediados del Siglo XIX.
Porque sé que está en boga la no lectura, he hecho un resumen de los capítulos anteriores, una suerte de historia del narcotráfico y la narco adicción. Si no lo desea, sáltese la tripa y vayas directo a  las conclusiones. En caso contrario,  prepárese a leer un relato de terror, al lado del cual Martes 13 y The Walking Dead parecen cuentos para dormir a los niños.
Productores y consumidores
La Primera Guerra del Opio se libró entre el Reino Unido y China (1839–1842) pues los británicos sólo poseían dicho alcaloide, producido en la India Colonial, como mercancía canjeable por los valiosos productos como la seda, el té y el arroz. Inglaterra quería el libre comercio, mientras que el Emperador lo había prohibido, pues los campesinos y obreros adictos llegaban a gastar hasta dos tercios de sus ingresos en la resina maldita.
El Emperador expulsó a los importadores quienes, al llegar a Londres, pusieron el grito en el cielo, logrando que Su Majestad le ordenara a la Armada imponer la libre venta de la droga. Las tropas chinas fueron derrotadas por los británicos, se rindieron y el Emperador firmó el Tratado de Nankín en 1842, en el cual, además de aceptar el enviciamiento de su pueblo, cedió a Hong Kong como puerto de entrada.
Al terminar la II Guerra Mundial, el gobierno comunista de Mao Zedong decretó pena de muerte inmediata contra los narcotraficantes, y cero ayuda a los consumidores, a quienes dejaban encerrados en celdas acolchonadas, desnudos y con un cubo para orinar y excretar. Si sobrevivían a la abstinencia, bien. Y si no, también.
El viejo y gran mercado de EEUU
La adicción de los estadounidenses al opio y sus derivados comenzó con la Guerra Civil,  peleada entre 1861 y 1865. A los combatientes heridos se les inyectaba morfina, para operarles y aliviar sus dolores, y miles de los medicados se volvieron narcodependientes. El problema se agudizó durante la Conquista del Oeste, pues en los pueblos de la región, al lado de los bares, burdeles y casinos, se instalaban fumaderos de opio; un hecho celosamente oculto en las famosas películas de vaqueros.
La heroína fue sintetizada por Charles Romley Alder Wright, a finales del siglo XIX, quien consiguió aislarla gracias a la acetilación del clorhidrato de morfina, otro subproducto del opio. Heroína fue el nombre comercial con el que Bayer bautizó la nueva sustancia, en la creencia de que su ingesta convertiría a los soldados alemanes en héroes.
Entre finales del Siglo XIX e inicios del XX, en EEUU se fabricaban kits adquiribles sin prescripción, contentivos de ampolletas de vidrio y dosis de morfina y heroína. También se vendía la cocaína, empacada en cajas de latón. El láudano –opio en base alcohólica– era un elíxir muy común para numerosas enfermedades. Se administraba, indiscriminadamente, a niños y adultos.
Había campañas de mercadeo y de publicidad de la industria que vendían los opiáceos como panaceas universales para curar todos los padecimientos, desde el alcoholismo hasta el cáncer. La mayoría de los compuestos pregonados en los mercaditos populares contenía uno o más de estos narcóticos en su fórmula.
La heroína, la morfina y otros opiáceos se vendieron legalmente y sin regulaciones hasta 1920 cuando se promulgó la Ley de la Droga Peligrosa, pero ya era demasiado tarde. Se había creado un mercado para la heroína en EEUU, con más de 200 mil consumidores fuertes.
La cocaína deviene de la planta de coca, oriunda de Los Andes. Los aborígenes mascan sus hojas para acelerar el proceso respiratorio y poder trabajar productivamente en la atmósfera enrarecida de los páramos andinos.
En 1855, al sintetizar químicamente las hojas de coca, se creó el polvo blanco cristalino conocido como cocaína, empleado inicialmente en gotas para el dolor de muelas. Después hubo una variante más potente y adictiva, el crack.
La cocaína llegó a su cenit en 1886, pues John Pemberton la incluyó como ingrediente básico de la Coca-Cola. Fueron la euforia y los efectos energéticos del refresco lo que potenciaron a la marca como la gaseosa más vendida en el mundo.
Entre los grandes defensores de la cocaína droga  aparecen Sigmund Freud, quien la promovió como un tónico seguro y útil contra depresión y la impotencia sexual; Thomas Alva Edison y Sarah Bernhart.
La dependencia a la coca se convirtió en estilo y calidad de vida para estadounidenses de todas las clases sociales. La cocaína fue, asimismo, el mensaje principal del cine mudo, cuya influencia se extendió a millones de personas a escala planetaria.
La investigación documental
En 1973, dos periodistas de Le Monde, Catherine Lamour y Michel R. Lamberti, publicaron La nueva guerra del opio, centrándose en la producción de la heroína en el Sudeste Asiático.
Francia, dueña de Indochina desde 1884, compraba opio ala India y Afganistán, y lo almacenaba en Hanói. Durante la guerra contra Japón, no pudo importarlo más, por lo cual, empezó a cultivar la adormidera en Laos. Los franceses establecieron centros de acopio de la morfina base, precursora de la heroína, en cada provincia. Antes de ser invadido por los japoneses, Laos llegó a exportar más de 60 toneladas métricas de esta materia prima.
Tras la victoria de Mao Zedong, el cultivo de adormideras y la fabricación de morfina se trasladaron a El triángulo de oro, región que comprende áreas fronterizas de Birmania, Camboya, Los y Tailandia. Francia metió en el negocio a anticomunistas, algunos de ellos exiliados de China, liderados por Touby Lyfoung y Van Pao –quienes se convertirían, posteriormente, en jefes de los mercenarios de la CIA–. El narcotráfico desde El triángulo de oro fue celosamente  protegido por la inteligencia militar francesa, hasta la derrota de los galos en 1954.
La CIA como narcotraficante
Los estadounidenses retomaron el testigo al ocupar Vietnam, pero la ya CIA andaba involucrada antes de la rendición francesa. Diez años después, la producción de Laos había creció a más 150 toneladas anuales, y el país elaboraba heroína.
Desde su llegada al norte de Birmania, los expatriados chinos cultivaron y se encargaron de del narcotráfico, con el apoyo del general Phao, jefe de policía de Tailandia y miembro de la CIA, la cual aportó armas, municiones y aviones de transporte sin identificación. La producción birmana pasó de 40 a 400 toneladas en 1962.
Las narco guerrillas comunistas conocidas como KMT ocuparon la zona montañosa y salvaje de Birmania y resistieron al propio ejército birmano, rechazándolo repetidas veces hasta que, finalmente, fueron derrotados a principios de la década de los 60 del siglo pasado.
Los chinos se trasladaron a Laos y a Tailandia, donde siguieron cultivando opio, transformándose en  mercenarios e incorporando a los campesinos de la zona a sus grupos armados. Tailandia les dio un trato especial, permitiéndoles comprar tierras y  residir definitivamente en la nación.
En Wanton, campamento del cual expulsaron a los chinos, se encontraron tres refinerías de morfina base. En 1961 las tropas birmanas. en colaboración con el ejército chino comunista, desalojó otro campamento, Mong Pa Liao, adjunto a un aeropuerto. En él se encontraron armas estadounidenses. Birmania protestó ante la ONU, pero Washington no le paró, y aseguró desconocer la procedencia del armamento.  
La DEA reconoció en marzo de 1972 que ejército anticomunista controlaba el 80% del tráfico de opio en el Triángulo de oro y cubría un tercio del consumo mundial, lo cual era únicamente posible con la colaboración de la CIA. El rol de los mercenarios del KMT y sus relaciones con la CIA fue negado reiteradamente por el gobierno de EEUU.
Un antiguo empleado de la CIA declaró a los periodistas Lamour y Lamberti–: En 1971 yo planeaba los vuelos y me encargaba de los fletes de Continental Air Service, al servicio exclusivo de la CIA en Laos. Conocía el origen y el destino de cuantos vuelos entraban y partían de Laos. Cuando el plan de vuelo llevaba la mención “diverso”,  yo sabía que era opio. Eran cargamentos que tenían siempre prioridad, y a los cuales los manipulaba un personal especial. Se les llamaba “cargamentos confidenciales”. El más importante que yo vi llegó en un DC3, y  ocupaba medio avión. A veces, el opio se almacenaba en los locales de Air América, en Vientián. Otras veces se reembarcaba con destino a las bases norteamericanas en Tailandia, Vietnam o Bangkok. El tráfico nunca fue un asunto personal de uno u otro piloto. ¿Cómo hubieran podido transportar tales cargamentos sin que sus superiores fueran informados? La mitad de la carga de un DC-3 no es un paquete que se embolsilla. Para utilizar equipos y facilidades militares hacen falta órdenes.
Cuando los mercenarios de Van Pao, armados por la CIA, no pudieron contener la insurgencia comunista del Pathet, Laos fue bombardeado masivamente por los B-52 (1964). Fue una masacre deliberada de la población civil, que obligó desplazó a más de un millón de personas, en una guerra la cual, oficialmente, nunca existió.
Alfred McCoy, profesor de la Universidad de Wisconsin, graduado en Columbia y doctorado en Yale, dedicó más de 2 décadas a investigar sobre el Sudeste Asiático y su política. En su libro, La política de la heroína en el Sudeste Asiático, denunció cómo la guerra fría y las operaciones encubiertas de los EEUU fomentaron un auge sin precedentes en el tráfico de heroína, acusando a la CIA y al Departamento de Estado de  complicidad en el mismo–: Bill Marshall, antiguo boina verde, testimonió haber visto en Vietnam opio a bordo de un avión militar en cajas marcadas como “repuestos para motores de aviones”.
Durante la II Guerra Mundial se creó la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), precursora de la CIA, y personal clave fue transferido de la Oficina Federal de Narcóticos para entrenar a los de la OSS en las operaciones y las artes clandestinas.
Según McCoy, esta relación estrecha entre la DEA y la CIA continúa en la actualidad–: La DEA se mantuvo fuera del sureste de Asia durante ese período, y no interfirió en narcóticos en deferencia a la CIA. Hablé con Maurice Belleux, ex-director del equivalente francés a la CIA, el Service de Documentation Exterieure et du Contre-Espionage. Me dijo quela  inteligencia militar francesa había financiado todas sus operaciones encubiertas comerciando las drogas de Indochina. Los paracaidistas recogían el opio de las tribus, y los aviones franceses lo transportaban a Saigón, desde donde la mafia china se encargaba distribuirla. Las cuentas del Banco Central, el reparto de los beneficios, todo estaba controlado por la inteligencia militar francesa.
La CIA reclutó a quienes fueron llamados zares de las drogas en el noreste de Birmania en 1950, y luego, entre 1965 y 1975, pasaron a Afganistán, durante el apoyo a las guerrillas fundamentalistas contra las fuerzas soviéticas. Protegidos por la CIA, los zares manufacturaban oleadas periódicas de heroína.
En 1971 Mike Levine operaba en Tailandia como agente de la DEA –cuenta McCoy–
Me comentó que iría a Chiangmai, la capital de heroína del sureste asiático y el centro financiero y de procesamiento del negocio. Quería hacer operaciones importantes de incautación. Sin embargo, sus superiores de la DEA se lo prohibieron hacerlo, y mucho menos llevar a cabo redadas.
Cuando se supo que unos 30 mil soldados estadounidenses en Vietnam eran heroinómanos, en 1970, el escándalo sacudió a los medios masivos. Un corresponsal del Christian Science Monitor denunció de que la CIA formaba parte del patuque. En 1973 el confidente de la CIA, Puttapron Khramkhruan, fue detenido en Chicago, con 60 libras de opio. Confesó que la CIA estaba al tanto de sus quehaceres. El Departamento de Justicia enterró el caso porque podría levantar muchas ronchas debido a la participación del detenido en la CIA en Tailandia, Birmania y otros países del Triángulo. Por supuesto, Richard Helms y William Colby, directores de la CIA, negaron reiteradamente su participación en el narcotráfico.
Un oficial de inteligencia de EEUU, que declaró anónimamente en newsxax.com (2002,) reconoció que la CIA estaba asociada al comercio internacional de drogas–: El incremento en el comercio de heroína en EEUU a partir de la década de los 70, puede atribuirse directamente a la CIA. La agencia ha sido cómplice en el narcotráfico global por años, y no creo que hayan abandonado su negocio favorito.
Michel Levine, ex agente de DEA, en su libro La gran mentira blanca – De Bangkok a Buenos Aires, el fracaso de la guerra contra las drogas (1996), concluye que–: Durante décadas, la CIA, el Pentágono y organizaciones secretas como la de Oliver North, responsable del escándalo Irán–Contra, han apoyado y protegido a los mayores narcotraficantes del mundo.
La droga en América Latina
A finales de la década de los 60 del Siglo XX, una tabacalera muy conocida de Carolina del Norte decidió expandir sus ventas al Cono Sur. Al efecto, organizó una red que llevaba bultos de cigarrillos de contrabando desde Miami hasta La Asunción, capital de Paraguay, cuyo Presidente, Alfredo Stroesner, fue dictador por 35 años.
El Vice Chairman encargado del operativo, un ex maestro de origen colombiano, aprovechó la coyuntura de que la incorporación de los jets a la aviación civil había dejado en tierra numerosas aeronaves de pistón, capaces empero de volar largas patas, alquiló por casi nada varias de dichas unidades, y la hizo conducir por pilotos desempleados por múltiples razones.
En una segunda fase, convino con los fabricantes de whisky, completándose la carga de los DC-6 y DC-7 con cajas de escocés premium. La ruta se planeó con escalas en Panamá, para a recoger los destilados. Pero, al regreso, los aviones venían vacíos. Lo cual hizo que el avispado profe acordara con los distribuidores paraguayos para que, de paso, le embarcaran unos cuantos kilos de marihuana y cocaína. En la vuelta a Panamá, se compraban también algunos electrodomésticos a precios de zona franca de Colón, destinados a México. Así se inició el periplo de la coca y surgieron los carteles mexicanos.
Al crimen organizado siempre le gustaron los nuevos negocios, sobre todo cuando frente a e ellos hay poca o ninguna resistencia. Desde que Evo Morales accedió a la Presidencia, Bolivia ofrece ambas características, convirtiéndose en eje de una dinámica criminal novedosa que añade más leña al fuego, dinámica perfectamente adaptada a los patrones de compraventa del continente. El papel dominante de México se debe tanto a su ubicación, tan lejos del cielo y tan cerca de Estados Unidos, como a su capacidad para producir heroína, marihuana y metanfetaminas.
Bolivia está al lado del segundo mayor consumidor de coca del mundo: Brasil. Limita asimismo con Perú, otro gran exportador de cocaína, y Paraguay, principal cultivador de marihuana en Suramérica. En Argentina crece la demanda por bazuco, una especie de crack boliviano. E, igualmente, aumenta diariamente el número de adictos en Chile y Perú.
Estas condiciones están coinvirtiendo a Bolivia en un epicentro del tráfico de drogas, pero también hay otros factores que hacen de este país terreno fértil para el Crimen Organizado Transnacional –COT–.
Durante el siglo pasado, Bolivia tuvo sus propias mafias de grandes ligas. La más destacada, dirigida por Roberto Suárez, llegó a ser la mano derecha de Pablo Escobar Gaviria y el Cartel de Medellín. Hoy el crimen organizado está limitado a los clanes, los cuales participan en una amplia variedad de actividades delictivas, principalmente el contrabando.
Los narco productores bolivianos dirimen sus diferencias pacíficamente. Ichilo, en Santa Cruz, es uno de los centros que manufactura bazuco, y allí funcionan cuatro de los mayores clanes. En una entrevista en el programa de televisión Sin Letra Chica, el portavoz de uno de estos clanes señaló que su organización trabaja en paz con los demás, y que entre dos de ellas agrupan a 600 asociados. Aseguró ambos clanes producen hasta 800 kilos de base de coca por semana. Parte de ésta llega a Brasil, donde la venden en la frontera a los narcotraficantes de allá; otra parte la compran los colombianos. El entrevistado también aclaró que el coronel de la policía de Yapacaní estaba incluido en su nómina.
Hoy en día son los mexicanos, no los colombianos, quienes abastecen el mercado de EEUU. Los colombianos han pasado a ser mayoristas para los carteles mexicanos. Mientras que en los días del Cartel de Medellín los colombianos producían un kilo de cocaína por alrededor de US$2.000 y lo vendían en Estados Unidos por US$50.000, actualmente la mayor parte de las ganancias terminan en manos de los mexicanos.
Venezuela:  Tá barato, dame dos
Juan José Requena, columnista del periódico digital chavista Aporrea, apoyándose en el libro Narcotráfico S.A. – La nueva ruta del Opio (1978) de Lindon H. LaRouche, asegura–: Venezuela tuvo una relación privilegiada con el narcotráfico sudamericano. Hasta 1983, exenta de la producción de estupefacientes, servía de estación de trasbordo y centro bancario.
Fueron narco dólares venezolanos los que iniciaron el torrente de dinero lavado en el mercado de bienes raíces de Florida, antes que a la mafia colombiana se le ocurriese seguir con la idea. Llegó a tanto el volumen lavado de Venezuela que se convirtió en chiste popular decir que el venezolano iba a Miami, y al preguntar por el precio de un producto, decía: Tá barato, dame dos. Para 1980, se calculaba oficialmente que el capital venezolano invertido en Florida ascendía a más de 1.100 millones de dólares. Y, en 1984, según cálculos oficiales, se lavaron en Venezuela cerca de 5  millardos de dólares.
Según In Banks We Trust, de la periodista Penny Lernoux, Oswaldo Cisneros estaba metido hasta los codos en este negociado, socio propietario como era de World Finance Corporation –WFC–, una lavandería internacional de dólares. La WFC, habiendo quedado en evidencia demasiadas veces, finalmente se vino abajo, y su presidente, el cubano-estadounidense, Guillermo Hernández Cartaya fue encarcelado por evasión de impuestos.
El libro de Lernoux, reproducido en alguno de sus capítulos por la Revista Resumen, desvelaba los detalles más sórdidos de los negociados de la WFC: canje de armas por drogas en el Caribe, recursos financieros a disposición de Fidel Castro y otras linduras por el estilo. El reportaje suscitó aún más interés por el hecho de que El Diario de Caracas publicó una foto del presidente Lusinchi leyendo el libro de Lernoux.
La Organización Diego Cisneros –ODC– publicó desplegados a páginas enteras en la prensa de Caracas rechazando su relación con la WTC, Credival o Hernández Cartaya.
Oswaldo Cisneros, entrevistado por Resumen, presentó su versión del affaire. Reconoció haber contratado a Hernández Cartaya para reorganizar a Inversiones Fénix, llamada después Credival, y que ambos se habían asociado en una subsidiaria de la WFC en Caracas. Pero insistió que ése había sido el último negocio que habían hecho juntos, y que desconocía que Hernández Cartaya tuviese algo que ver con el narcotráfico o el narco lavado.
Los apologéticos del Grupo Cisneros atacaron a la autora. Aseguraron que la carrera de Lernoux había sido costeada por la KGB y la inteligencia británica. Pero la mayoría de las pruebas ofrecidas por Lernoux sobre el tema de la WFC provenían de investigaciones del Congreso de EEUU, la Dirección de Aduanas, la DEA y un gran jurado federal de EEUU.
Requena afirma: El Royal Bank of Canada, denunciado como una de las financieras más involucrada en el lavado de dólares, está vinculada con el fundador del Grupo, Diego Cisneros, desde 1929. José Rafael Revenga, vicepresidente ejecutivo de la ODC y de Venevisión fue también director del banco. La ODC estuvo asesorada George S. Moore, ex presidente del Citibank y director emérito de W.R. Grace. Diego Cisneros fue miembro de la sociedad Mont Pelerin, ideólogos internacionales para la “legalización de la economía ilegal”. Diego Cisneros patrocinó numerosos viajes de los propagandistas de Mont Pelerin a Venezuela para arengar a los empresarios del país, y su consigna de toda la vida, según escribe su hijo Gustavo en su autobiografía, era pura ideología Mont Pelerin: “Dénme el hombre apropiado, ¡ y trato hecho!”
Gustavo, a su vez, fue designado vicepresidente de los Caballeros de la Orden de Malta, y para 1981 se incorporó a la junta de asesores del Chase Manhattan Bank, uniéndose en ella a Henry Kissinger, Per Gyllenhammer, Joe Martínez de Hoz, Y.K. Pao, Ian D. Sinclair y G.A. Wagner; todos ellos miembros del Club del Bildenberg.
Requena sostiene que, durante la presidencia de Jimmy Carter, Cyrus Vance, Secretario de Estado,  empleó a la ODC como interlocutora con ciertos grupos políticos de la región. La ODC hizo cuanto pudo en pro del boom financiero venezolano en Florida. En 1978 adquirió acciones en el del Florida First National Bank. uno de los tres bancos que encabezaron la campaña por levantar las restricciones en el Estado a fines de los setenta, las cuales resultaron indispensables para transformar a la Entidad en refugio bancario para el dinero del narcotráfico.
Según un informe publicado el 1° de julio de 1984 en El Diario de Caracas, Oswaldo, Cisneros fue enlace de un plan para que EEUU restableciera relaciones comerciales y diplomáticas con Cuba. El Diario de Caracas relató la visita de Oswaldo a Cuba, en un avión de Pepsi-Cola, así como su reunión con Fidel Castro. Entrevistado Resumen por el 12 de Agosto, Cisneros reconoció haber viajado a Cuba, por razones familiares, que su reunión con Castro fue pura casualidad y que sólo conversó con él generalidades.
Pero –acota Requena–: Hubo puntos que nunca explicó Cisneros. Su esposa, la cubana Ella Fontanals, es hermana de José Fontanals Pérez, director del Banco Nacional de Cuba, y asesor económico de Castro. Los nexos de Ella con su hermano no fueron sólo del pasado. Oswaldo en la citada entrevista, dijo que él facilitó por lo menos una visita discreta de Fontanals a Caracas, para asistir al funeral de su madre. Según la DEA, Ella Fontanals acudía en Nueva York a lugares donde solían ir los diplomáticos cubanos y, asimismo, los narcotraficantes colombianos, entre ellos Jemel Nassel de Lehder, ex esposa del rey de la mafia colombiana, Carlos Lehder.
Hernández Cartaya participó en la invasión de Bahía de Cochinos, lo capturaron, lo liberaron y entró a trabajar en el Citizens and Southern Bank de Atlanta. hasta que montó su propio negocio. El abogado de la WFC, Walter Surrey, ex agente de la OSS, se quedó en la empresa hasta 1976. Surrey era también el abogado de Ronald Stark, terrorista condenado en Italia por su actuación en las Brigadas Rojas. Antes de sus actividades terroristas. Stark fue miembro de la Brotherhood of Eternal Love, fabricante de la mayoría de los alucinógenos en EEUU durante la década de los 70; hermandad que fuera uno de los primeros ductos del narcotráfico y lavado de dinero sucio entre EEUU, el Caribe y América Central.
WFC fue desde el principio una lavandería de narco-dinero. En 1977 poseía 9 empresas y un banco en Miami, así como subsidiarias en 8 países iberoamericanos. Unibank, su filial panameña, abrió sucursales en las Antillas Neerlandesas, las Islas Caimán, Londres, los Emiratos Árabes Unidos y Texas. La WFC obtuvo 2 millones de dólares del Narodny Bank de Moscú en 1975. A juzgar por los hechos conocidos, Hernández Cartaya hizo más que suficiente para merecerlo.
En sus primeros 7 años, WFC generó más de US$ 500 millones de dólares en beneficios. Una mala gestión en los Emiratos acabó con su  solidez en 1977, le costó a los inversionistas US$ 55 millones y obligó a Hernández Cartaya a huir del país, provisto de un pasaporte colombiano falso. La investigación posterior reveló que el National Bank of South Florida estaba involucrado en el lavado de narco dinero, auto préstamos y varios otros delitos.
La WFC incluía entre sus clientela a la escoria del bajo mundo financiero del continente. El representante colombiano de la WFC, Jaime Mosquera, fue a la cárcel en 1982 por fraude.
Una de las primeras acciones de la WFC fue comprar un banco Según testimonio ante el Congreso de EEUU que investigó a WFC, Hernández Cartaya era representante secreto del gobierno cubano y le ofreció  una jugosa comisión al presidente colombiano Alfonso López Michelsen para que cooperara con Cuba en abrir las rutas norteñas del narcotráfico.
El Unibank de Panamá también compró las armas de los sandinistas, antes que Daniel Ortega derrocara a Somoza en 1978. Unibank mediaba el canje de armas por drogas, tanto en Venezuela como en Colombia.
Hernández Cartaya iba a dónde lo llevara el viento. Conforme  al libro Cocaine Politics: Drugs, Armies, and the CIA in Central America (University of California Press, Stanford, 1991), de Peter Dale Scott y Jonathan Marshall, el banquero cubano financió al terrorismo anticastrista de Orlando Bosch, a Gaspar Jiménez hombre de confianza de Bosch arrestado en México en 1976 cuando intentaba secuestrar al cónsul cubano en Ciudad de México. Pagó US$ 50 mil dólares para que Jiménez escapara de la cárcel.
Scott y Marshall describen los nexos de la WFC con los principales narcotraficantes, que fueron múltiples y muy frecuentes. Aseveran que la DEA demostró que uno de los colaboradores más allegados de Hernández Cartaya trabajaba con Santos Traficante, el famoso capo mafioso que hizo de Cuba su propio feudo, antes de la Revolución. La financiera Dominion Mortagage Corporation, propiedad de Traficante, registró sus oficinas en el mismo domicilio de WFC. La DEA sostuvo, además que Enrique Argomaniz, empleado de la WFC traficaba drogas y armas.
La paz: Nueva estrategia del narcotráfico
Los narcotraficantes, las elites de los países del Primer Mundo y la banca global  siguen siendo lo mismos y no han renunciado a sus ingresos por este rubro, uno de los tres más rentables del orbe.
La droga ha sido, es y será una forma despiadada de lucro, aupada por el poder financiero. Una libra de cocaína cuesta US$ 3 mil en Colombia y la pagan los mexicanos a US$ 12 mil; en Bolivia, US$ 2 mil y los brasileños la compran a US$ 8 mil.
La guerra contra la droga es un gigantesco fraude para encubrir a quienes manejan el poder detrás del poder, incrementen sus beneficios multibillonarios a costa de la salud de la Humanidad. En ellas no hay ni buenos ni malos, todos son de la más baja ralea.
A diferencia de China y Vietnam, la izquierda aúpa el narcotráfico entre Iberoamérica y los países del Primer Mundo, pues considera que debilita al capitalismo, a lo que llama liberalismo salvaje, y fomenta su destrucción. Es un argumento falso, de toda falsedad, pues la adicción en EEUU, como he señalado antes, viene desde su misma Guerra Civil, y es a partir de ella que  la Unión Americana se convirtió en una súper potencia.
Lo que los comunistas de acá querían y siguen queriendo es meterse en la pomada, como lo demostraron en Colombia con las narco guerrillas y en Venezuela con los narco soles y los carteles islamistas, que han desplazado a los antiguos lavadores de dinero sucio de la extrema derecha.
Comunistas colombianos y venezolanos, entronizados en el poder por las buenas y por las malas, han diseñado una nueva estrategia para acumular mayores riquezas con el comercio vil: La paz, apoyada internacionalmente por tontos útiles y compañeros de viaje no tan tontos.

Por lo pronto, Maduro se queda en Miraflores –y con él, su cohorte de narcotraficantes–. Y las FARC, pese a haber perdido el plebiscito, acceden a la Casa de Nariño, con 30 frecuencias radiales y 1 una televisiva bajo la manga, siguiendo el ejemplo que Caracas dio.

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