La paz, nueva estrategia del narcotráfico
Los sobrinos
paga pedos
El 18 de los corrientes el periodista Franco Ordóñez informó que un
jurado federal de Nueva York había hallado culpables de planear el envío 800 kilogramos
de cocaína a dos hijos de crianza de Nicolás Maduro. El alijo se mandaría desde
el hangar presidencial en La Carlota hasta el Aeropuerto de Tocotín en Honduras,
para reexpedirlo desde allí a EEUU.
Los dos acusados, Efraín Campo y Francisco Flores enfrentan de 10
años de prisión a cadena perpetua por los cargos incoados. El jurado de 5 hombres y 8 mujeres deliberó
por 7 horas. Cuando los escabinos regresaron al tribunal, caminaban con la
vista baja. Al presidente del jurado le temblaba la voz al leer el veredicto.
Entonces. respiró profundo y pareció desplomarse en su silla tras confirmar la
decisión al juez.
Campo y Flores miraron hacia delante, sin ninguna expresión. Ambos abrazaron
a sus abogados antes que los guardias se los llevaran.
El veredicto aceptó los alegatos del Ministerio Público de que los
sobrinos eran narcotraficantes de vieja data, sabían lo que hacían y rechazó las aseveraciones de la defensa donde
les presentó como víctimas inocentes de
una operación encubierta, conducida por un informante quien cobró US$ 1,2
millones por la delación.
La fiscalía admitió que el informante. miembro del Cartel de Sinaloa.
traficó cuando trabajaba para la DEA. Pero negó que eso afectara al juicio, pues
en él fueron incluidos docenas de mensajes de texto y grabaciones de audio y vídeo.
Sobre este juicio, Ludmila Vinogradoff destacó en ABC de España el 21 de este mes: Hay silencios muy ruidosos. Y uno de ellos
es el que asumió el presidente venezolano Nicolás Maduro para no hablar del
escándalo que protagonizan sus sobrinos al ser declarados culpables de
narcotráfico por una corte de Nueva York mientras insulta a sus enemigos
opositores amenazándolos con demandarlos por locos.
Maduro calla porque así se lo ordenaron sus titiriteros desde La
Habana. Si quebrara su ruidoso silencio,
tendría que entregar al general y ahora diputado Hugo Carvajal, detenido la
noche del 23 de julio de 2014 por requisición de la DEA, la cual le reclamaba
por narcotráfico y contrabando de armamento para las FARC. Carvajal fue
liberado al poco tiempo, por intervención de la Corte Holandesa, a su vez
presionada por la Royal Dutch Shell, trasnacional que ahora cobrará su premio
gordo en la nueva reapertura petrolera.
Maduro calla pues, de no hacerlo, tendría que negociar el envío de
varios de los candidatos que figuran en la lista de los 70 civiles y militares
filtrada a las redes sociales desde hace ya algún tiempo.
¿Mantener el pico cerrado es acaso una de las condiciones impuestas
por Thomas Shannon para dejarle en paz, dialogando con la MUD y el Vaticano y
corriendo la arruga hasta que Barack Obama finalice su gestión? May be, puede ser. Para lograrlo, tiene
empero que sacrificar a los sobrinos, cuyo caso no ha sido el primero sino el
último capítulo de una obra inconclusa, iniciada a mediados del Siglo XIX.
Porque sé que está en boga la no
lectura, he hecho un resumen de los capítulos anteriores, una suerte de
historia del narcotráfico y la narco adicción. Si no lo desea, sáltese la tripa
y vayas directo a las conclusiones. En
caso contrario, prepárese a leer un relato
de terror, al lado del cual Martes 13
y The Walking Dead parecen cuentos
para dormir a los niños.
Productores
y consumidores
La Primera Guerra del Opio se libró entre el Reino Unido y China (1839–1842)
pues los británicos sólo poseían dicho alcaloide, producido en la India
Colonial, como mercancía canjeable por los valiosos productos como la seda, el
té y el arroz. Inglaterra quería el libre comercio, mientras que el Emperador
lo había prohibido, pues los campesinos y obreros adictos llegaban a gastar
hasta dos tercios de sus ingresos en la resina maldita.
El Emperador expulsó a los importadores quienes, al llegar a Londres,
pusieron el grito en el cielo, logrando que Su Majestad le ordenara a la Armada
imponer la libre venta de la droga. Las tropas chinas fueron derrotadas por los
británicos, se rindieron y el Emperador firmó el Tratado de Nankín en 1842, en el cual, además de aceptar el
enviciamiento de su pueblo, cedió a Hong Kong como puerto de entrada.
Al terminar la II Guerra Mundial, el gobierno comunista de Mao Zedong
decretó pena de muerte inmediata contra los narcotraficantes, y cero ayuda a los
consumidores, a quienes dejaban encerrados en celdas acolchonadas, desnudos y
con un cubo para orinar y excretar. Si sobrevivían a la abstinencia, bien. Y si
no, también.
El
viejo y gran mercado de EEUU
La adicción de los estadounidenses al opio y sus derivados comenzó
con la Guerra Civil, peleada entre 1861
y 1865. A los combatientes heridos se les inyectaba morfina, para operarles y
aliviar sus dolores, y miles de los medicados se volvieron narcodependientes.
El problema se agudizó durante la Conquista
del Oeste, pues en los pueblos de la región, al lado de los bares, burdeles
y casinos, se instalaban fumaderos de opio; un hecho celosamente oculto en las
famosas películas de vaqueros.
La heroína fue sintetizada por Charles Romley Alder Wright, a finales
del siglo XIX, quien consiguió aislarla gracias a la acetilación del
clorhidrato de morfina, otro subproducto del opio. Heroína fue el nombre comercial con el que Bayer bautizó la nueva
sustancia, en la creencia de que su ingesta convertiría a los soldados alemanes
en héroes.
Entre finales del Siglo XIX e inicios del XX, en EEUU se fabricaban
kits adquiribles sin prescripción, contentivos de ampolletas de vidrio y dosis
de morfina y heroína. También se vendía la cocaína, empacada en cajas de latón.
El láudano –opio en base alcohólica– era un elíxir muy común para numerosas
enfermedades. Se administraba, indiscriminadamente, a niños y adultos.
Había campañas de mercadeo y de publicidad de la industria que
vendían los opiáceos como panaceas
universales para curar todos los padecimientos, desde el alcoholismo hasta
el cáncer. La mayoría de los compuestos pregonados en los mercaditos populares contenía
uno o más de estos narcóticos en su fórmula.
La heroína, la morfina y otros opiáceos se vendieron legalmente y sin
regulaciones hasta 1920 cuando se promulgó la Ley de la Droga Peligrosa, pero ya era demasiado tarde. Se había
creado un mercado para la heroína en EEUU, con más de 200 mil consumidores
fuertes.
La cocaína deviene de la planta de coca, oriunda de Los Andes. Los aborígenes
mascan sus hojas para acelerar el proceso respiratorio y poder trabajar
productivamente en la atmósfera enrarecida de los páramos andinos.
En 1855, al sintetizar químicamente las hojas de coca, se creó el
polvo blanco cristalino conocido como cocaína, empleado inicialmente en gotas
para el dolor de muelas. Después hubo una variante más potente y adictiva, el crack.
La cocaína llegó a su cenit en 1886, pues John Pemberton la incluyó
como ingrediente básico de la Coca-Cola. Fueron la euforia y los efectos
energéticos del refresco lo que potenciaron a la marca como la gaseosa más vendida
en el mundo.
Entre los grandes defensores de la cocaína droga aparecen Sigmund Freud, quien la promovió como
un tónico seguro y útil contra depresión y la impotencia sexual; Thomas Alva
Edison y Sarah Bernhart.
La dependencia a la coca se convirtió en estilo y calidad de vida
para estadounidenses de todas las clases sociales. La cocaína fue, asimismo, el
mensaje principal del cine mudo, cuya influencia se extendió a millones de
personas a escala planetaria.
La
investigación documental
En 1973, dos periodistas de Le
Monde, Catherine Lamour y Michel R. Lamberti, publicaron La nueva guerra del opio, centrándose en
la producción de la heroína en el Sudeste Asiático.
Francia, dueña de Indochina desde 1884, compraba opio ala India y
Afganistán, y lo almacenaba en Hanói. Durante la guerra contra Japón, no pudo importarlo
más, por lo cual, empezó a cultivar la adormidera en Laos. Los franceses
establecieron centros de acopio de la morfina
base, precursora de la heroína, en cada provincia. Antes de ser invadido
por los japoneses, Laos llegó a exportar más de 60 toneladas métricas de esta
materia prima.
Tras la victoria de Mao Zedong, el cultivo de adormideras y la
fabricación de morfina se trasladaron a El
triángulo de oro, región que
comprende áreas fronterizas de Birmania, Camboya, Los y Tailandia. Francia metió
en el negocio a anticomunistas, algunos de ellos exiliados de China, liderados
por Touby Lyfoung y Van Pao –quienes se convertirían, posteriormente, en jefes
de los mercenarios de la CIA–. El narcotráfico desde El triángulo de oro fue
celosamente protegido por la
inteligencia militar francesa, hasta la derrota de los galos en 1954.
La
CIA como narcotraficante
Los estadounidenses retomaron el testigo al ocupar Vietnam, pero la ya
CIA andaba involucrada antes de la rendición francesa. Diez años después, la producción
de Laos había creció a más 150 toneladas anuales, y el país elaboraba heroína.
Desde su llegada al norte de Birmania, los expatriados chinos cultivaron
y se encargaron de del narcotráfico, con el apoyo del general Phao, jefe de
policía de Tailandia y miembro de la CIA, la cual aportó armas, municiones y aviones
de transporte sin identificación. La producción birmana pasó de 40 a 400
toneladas en 1962.
Las narco guerrillas comunistas conocidas como KMT ocuparon la zona
montañosa y salvaje de Birmania y resistieron al propio ejército birmano,
rechazándolo repetidas veces hasta que, finalmente, fueron derrotados a
principios de la década de los 60 del siglo pasado.
Los chinos se trasladaron a Laos y a Tailandia, donde siguieron cultivando
opio, transformándose en mercenarios e
incorporando a los campesinos de la zona a sus grupos armados. Tailandia les
dio un trato especial, permitiéndoles comprar tierras y residir definitivamente en la nación.
En Wanton, campamento del cual expulsaron a los chinos, se
encontraron tres refinerías de morfina base. En 1961 las tropas birmanas. en colaboración
con el ejército chino comunista, desalojó otro campamento, Mong Pa Liao,
adjunto a un aeropuerto. En él se encontraron armas estadounidenses. Birmania
protestó ante la ONU, pero Washington no le paró, y aseguró desconocer la
procedencia del armamento.
La DEA reconoció en marzo de 1972 que ejército anticomunista
controlaba el 80% del tráfico de opio en el Triángulo
de oro y cubría un tercio del consumo mundial, lo cual era únicamente posible
con la colaboración de la CIA. El rol de los mercenarios del KMT y sus
relaciones con la CIA fue negado reiteradamente por el gobierno de EEUU.
Un antiguo empleado de la CIA declaró a los periodistas Lamour y
Lamberti–: En 1971 yo planeaba los vuelos
y me encargaba de los fletes de Continental Air Service, al servicio exclusivo
de la CIA en Laos. Conocía el origen y el destino de cuantos vuelos entraban y partían
de Laos. Cuando el plan de vuelo llevaba la mención “diverso”, yo sabía que era opio. Eran cargamentos que tenían siempre
prioridad, y a los cuales los manipulaba un personal especial. Se les llamaba “cargamentos
confidenciales”. El más importante que yo vi llegó en un DC3, y ocupaba medio avión. A veces, el opio se
almacenaba en los locales de Air América, en Vientián. Otras veces se reembarcaba
con destino a las bases norteamericanas en Tailandia, Vietnam o Bangkok. El tráfico nunca fue un asunto personal de uno
u otro piloto. ¿Cómo hubieran podido transportar tales cargamentos sin que sus
superiores fueran informados? La mitad de la carga de un DC-3 no es un paquete
que se embolsilla. Para utilizar equipos y facilidades militares hacen falta
órdenes.
Cuando los mercenarios de Van Pao, armados por la CIA, no pudieron
contener la insurgencia comunista del Pathet,
Laos fue bombardeado masivamente por los B-52 (1964). Fue una masacre deliberada
de la población civil, que obligó desplazó a más de un millón de personas, en
una guerra la cual, oficialmente, nunca existió.
Alfred McCoy, profesor de la Universidad de Wisconsin, graduado en
Columbia y doctorado en Yale, dedicó más de 2 décadas a investigar sobre el Sudeste
Asiático y su política. En su libro, La política
de la heroína en el Sudeste Asiático, denunció cómo la guerra fría y las
operaciones encubiertas de los EEUU fomentaron un auge sin precedentes en el
tráfico de heroína, acusando a la CIA y al Departamento de Estado de complicidad en el mismo–: Bill Marshall, antiguo boina verde, testimonió haber visto en Vietnam
opio a bordo de un avión militar en cajas marcadas como “repuestos para motores
de aviones”.
Durante la II Guerra Mundial se creó la Oficina de Servicios
Estratégicos (OSS), precursora de la CIA, y personal clave fue transferido de
la Oficina Federal de Narcóticos para entrenar a los de la OSS en las operaciones
y las artes clandestinas.
Según McCoy, esta relación estrecha entre la DEA y la CIA continúa en
la actualidad–: La DEA se mantuvo fuera
del sureste de Asia durante ese período, y no interfirió en narcóticos en
deferencia a la CIA. Hablé con Maurice
Belleux, ex-director del equivalente francés a la CIA, el Service de
Documentation Exterieure et du Contre-Espionage. Me dijo quela inteligencia militar francesa había financiado
todas sus operaciones encubiertas comerciando las drogas de Indochina. Los
paracaidistas recogían el opio de las tribus, y los aviones franceses lo
transportaban a Saigón, desde donde la mafia china se encargaba distribuirla. Las
cuentas del Banco Central, el reparto de los beneficios, todo estaba controlado
por la inteligencia militar francesa.
La CIA reclutó a quienes fueron llamados zares de las drogas en el noreste de Birmania en 1950, y luego,
entre 1965 y 1975, pasaron a Afganistán, durante el apoyo a las guerrillas
fundamentalistas contra las fuerzas soviéticas. Protegidos por la CIA, los
zares manufacturaban oleadas periódicas de heroína.
En 1971 Mike Levine operaba en Tailandia
como agente de la DEA –cuenta McCoy–
Me comentó que iría a Chiangmai,
la capital de heroína del sureste asiático y el centro financiero y de
procesamiento del negocio. Quería hacer operaciones importantes de incautación.
Sin embargo, sus superiores de la DEA se lo prohibieron hacerlo, y mucho menos llevar
a cabo redadas.
Cuando se supo que unos 30 mil soldados estadounidenses en Vietnam
eran heroinómanos, en 1970, el escándalo sacudió a los medios masivos. Un
corresponsal del Christian Science
Monitor denunció de que la CIA formaba parte del patuque. En 1973 el
confidente de la CIA, Puttapron Khramkhruan, fue detenido en Chicago, con 60
libras de opio. Confesó que la CIA estaba al tanto de sus quehaceres. El
Departamento de Justicia enterró el caso porque
podría levantar muchas ronchas debido a la participación del detenido en la CIA
en Tailandia, Birmania y otros países del Triángulo. Por supuesto, Richard
Helms y William Colby, directores de la CIA, negaron reiteradamente su
participación en el narcotráfico.
Un oficial de inteligencia de EEUU, que declaró anónimamente en newsxax.com
(2002,) reconoció que la CIA estaba asociada al comercio internacional de
drogas–: El incremento en el comercio de
heroína en EEUU a partir de la década de los 70, puede atribuirse directamente
a la CIA. La agencia ha sido cómplice
en el narcotráfico global por años, y no creo que hayan abandonado su negocio
favorito.
Michel Levine, ex agente de DEA, en su libro La gran mentira blanca – De Bangkok a Buenos Aires, el fracaso de la
guerra contra las drogas (1996), concluye que–: Durante décadas, la CIA, el Pentágono y organizaciones secretas como
la de Oliver North, responsable del escándalo Irán–Contra, han apoyado y
protegido a los mayores narcotraficantes del mundo.
La
droga en América Latina
A finales de la década de los 60 del Siglo XX, una tabacalera muy
conocida de Carolina del Norte decidió expandir sus ventas al Cono Sur. Al
efecto, organizó una red que llevaba bultos de cigarrillos de contrabando desde
Miami hasta La Asunción, capital de Paraguay, cuyo Presidente, Alfredo
Stroesner, fue dictador por 35 años.
El Vice Chairman encargado del operativo, un ex maestro de origen
colombiano, aprovechó la coyuntura de que la incorporación de los jets a la
aviación civil había dejado en tierra numerosas aeronaves de pistón, capaces
empero de volar largas patas, alquiló por casi nada varias de dichas unidades,
y la hizo conducir por pilotos desempleados por múltiples razones.
En una segunda fase, convino con los fabricantes de whisky, completándose
la carga de los DC-6 y DC-7 con cajas de escocés premium. La ruta se planeó con
escalas en Panamá, para a recoger los destilados. Pero, al regreso, los aviones
venían vacíos. Lo cual hizo que el avispado profe acordara con los
distribuidores paraguayos para que, de paso, le embarcaran unos cuantos kilos de
marihuana y cocaína. En la vuelta a Panamá, se compraban también algunos
electrodomésticos a precios de zona franca de Colón, destinados a México. Así
se inició el periplo de la coca y surgieron los carteles mexicanos.
Al crimen organizado siempre le gustaron los nuevos negocios, sobre todo cuando frente a e ellos hay poca o
ninguna resistencia. Desde que Evo Morales accedió a la Presidencia, Bolivia
ofrece ambas características, convirtiéndose en eje de una dinámica criminal
novedosa que añade más leña al fuego, dinámica perfectamente adaptada a los
patrones de compraventa del continente. El papel dominante de México se debe tanto
a su ubicación, tan lejos del cielo y tan
cerca de Estados Unidos, como a su capacidad para producir heroína,
marihuana y metanfetaminas.
Bolivia está al lado del segundo mayor consumidor de coca del mundo:
Brasil. Limita asimismo con Perú, otro gran exportador de cocaína, y Paraguay, principal
cultivador de marihuana en Suramérica. En Argentina crece la demanda por
bazuco, una especie de crack boliviano. E, igualmente, aumenta diariamente el
número de adictos en Chile y Perú.
Estas condiciones están coinvirtiendo a Bolivia en un epicentro del
tráfico de drogas, pero también hay otros factores que hacen de este país terreno
fértil para el Crimen Organizado Transnacional –COT–.
Durante el siglo pasado, Bolivia tuvo sus propias mafias de grandes ligas. La más destacada, dirigida
por Roberto Suárez, llegó a ser la mano derecha de Pablo Escobar Gaviria y el
Cartel de Medellín. Hoy el crimen organizado está limitado a los clanes, los
cuales participan en una amplia variedad de actividades delictivas,
principalmente el contrabando.
Los narco productores bolivianos dirimen sus diferencias
pacíficamente. Ichilo, en Santa Cruz, es uno de los centros que manufactura
bazuco, y allí funcionan cuatro de los mayores clanes. En una entrevista en el
programa de televisión Sin Letra Chica,
el portavoz de uno de estos clanes señaló que su organización trabaja en paz con
los demás, y que entre dos de ellas agrupan a 600 asociados. Aseguró ambos clanes
producen hasta 800 kilos de base de coca por semana. Parte de ésta llega a Brasil,
donde la venden en la frontera a los narcotraficantes de allá; otra parte la
compran los colombianos. El entrevistado también aclaró que el coronel de la
policía de Yapacaní estaba incluido en su nómina.
Hoy en día son los mexicanos, no los colombianos, quienes abastecen el
mercado de EEUU. Los colombianos han pasado a ser mayoristas para los carteles mexicanos.
Mientras que en los días del Cartel de Medellín los colombianos producían un
kilo de cocaína por alrededor de US$2.000 y lo vendían en Estados Unidos por
US$50.000, actualmente la mayor parte de las ganancias terminan en manos de los
mexicanos.
Venezuela:
Tá barato, dame dos
Juan José Requena, columnista del periódico digital chavista Aporrea, apoyándose en el libro Narcotráfico S.A. – La nueva ruta del Opio
(1978) de Lindon H. LaRouche, asegura–: Venezuela
tuvo una relación privilegiada con el narcotráfico sudamericano. Hasta 1983,
exenta de la producción de estupefacientes, servía de estación de trasbordo y
centro bancario.
Fueron narco dólares venezolanos los
que iniciaron el torrente de dinero lavado en el mercado de bienes raíces de
Florida, antes que a la mafia colombiana se le ocurriese seguir con la idea. Llegó a tanto
el volumen lavado de Venezuela que se convirtió en chiste popular decir que el
venezolano iba a Miami, y al preguntar por el precio de un producto, decía: Tá barato, dame dos. Para 1980, se
calculaba oficialmente que el capital venezolano invertido en Florida ascendía
a más de 1.100 millones de dólares. Y, en 1984, según cálculos oficiales, se
lavaron en Venezuela cerca de 5 millardos de dólares.
Según In Banks We Trust, de
la periodista Penny Lernoux, Oswaldo
Cisneros estaba metido hasta los codos en este negociado, socio propietario
como era de World Finance Corporation –WFC–, una lavandería internacional de
dólares. La WFC, habiendo quedado en evidencia demasiadas veces, finalmente se
vino abajo, y su presidente, el cubano-estadounidense, Guillermo Hernández
Cartaya fue encarcelado por evasión de impuestos.
El libro de Lernoux, reproducido en alguno de sus capítulos por la
Revista Resumen, desvelaba los
detalles más sórdidos de los negociados de la WFC: canje de armas por drogas en
el Caribe, recursos financieros a disposición de Fidel Castro y otras linduras
por el estilo. El reportaje suscitó aún más interés por el hecho de que El Diario de Caracas publicó una foto
del presidente Lusinchi leyendo el libro de Lernoux.
La Organización Diego Cisneros –ODC– publicó desplegados a páginas
enteras en la prensa de Caracas rechazando su relación con la WTC, Credival o
Hernández Cartaya.
Oswaldo Cisneros, entrevistado por Resumen, presentó su versión del affaire. Reconoció haber
contratado a Hernández Cartaya para reorganizar a Inversiones Fénix, llamada
después Credival, y que ambos se habían asociado en una subsidiaria de la WFC
en Caracas. Pero insistió que ése había sido el último negocio que habían hecho
juntos, y que desconocía que Hernández Cartaya tuviese algo que ver con el
narcotráfico o el narco lavado.
Los apologéticos del Grupo Cisneros atacaron a la autora. Aseguraron
que la carrera de Lernoux había sido costeada por la KGB y la inteligencia
británica. Pero la mayoría de las pruebas ofrecidas por Lernoux sobre el tema
de la WFC provenían de investigaciones del Congreso de EEUU, la Dirección de
Aduanas, la DEA y un gran jurado federal de EEUU.
Requena afirma: El Royal Bank
of Canada, denunciado como una de las financieras más involucrada en el lavado
de dólares, está vinculada con el fundador del Grupo, Diego Cisneros, desde 1929.
José Rafael Revenga, vicepresidente ejecutivo de la ODC y de Venevisión fue
también director del banco. La ODC estuvo asesorada George S. Moore, ex presidente
del Citibank y director emérito de W.R. Grace. Diego Cisneros fue miembro de la sociedad Mont Pelerin, ideólogos
internacionales para la “legalización de la economía ilegal”. Diego Cisneros
patrocinó numerosos viajes de los propagandistas de Mont Pelerin a Venezuela
para arengar a los empresarios del país, y su consigna de toda la vida, según escribe
su hijo Gustavo en su autobiografía, era pura ideología Mont Pelerin: “Dénme el
hombre apropiado, ¡ y trato hecho!”
Gustavo, a su vez, fue designado vicepresidente de los Caballeros de
la Orden de Malta, y para 1981 se incorporó a la junta de asesores del Chase
Manhattan Bank, uniéndose en ella a Henry Kissinger, Per Gyllenhammer, Joe
Martínez de Hoz, Y.K. Pao, Ian D. Sinclair y G.A. Wagner; todos ellos miembros
del Club del Bildenberg.
Requena sostiene que, durante la presidencia de Jimmy Carter, Cyrus Vance, Secretario de Estado, empleó a la ODC como interlocutora con
ciertos grupos políticos de la región. La ODC hizo cuanto pudo en pro del boom
financiero venezolano en Florida. En 1978 adquirió acciones en el del Florida
First National Bank. uno de los tres bancos que encabezaron la campaña por levantar las restricciones en el Estado a
fines de los setenta, las cuales resultaron indispensables para transformar a
la Entidad en refugio bancario para el dinero del narcotráfico.
Según un informe publicado el 1° de julio de 1984 en El Diario de Caracas, Oswaldo, Cisneros fue
enlace de un plan para que EEUU restableciera relaciones comerciales y
diplomáticas con Cuba. El Diario de
Caracas relató la visita de Oswaldo a Cuba, en un avión de Pepsi-Cola, así
como su reunión con Fidel Castro. Entrevistado Resumen por el 12 de Agosto,
Cisneros reconoció haber viajado a Cuba, por razones familiares, que su reunión
con Castro fue pura casualidad y que
sólo conversó con él generalidades.
Pero –acota Requena–: Hubo puntos
que nunca explicó Cisneros. Su esposa, la cubana Ella Fontanals, es hermana de
José Fontanals Pérez, director del Banco Nacional de Cuba, y asesor económico
de Castro. Los nexos de Ella con su hermano no fueron sólo del pasado. Oswaldo en
la citada entrevista, dijo que él facilitó por lo menos una visita discreta de
Fontanals a Caracas, para asistir al funeral de su madre. Según la DEA, Ella
Fontanals acudía en Nueva York a lugares donde solían ir los diplomáticos
cubanos y, asimismo, los narcotraficantes colombianos, entre ellos Jemel Nassel
de Lehder, ex esposa del rey de la mafia colombiana, Carlos Lehder.
Hernández Cartaya participó en la invasión de Bahía de Cochinos, lo
capturaron, lo liberaron y entró a trabajar en el Citizens and Southern Bank de
Atlanta. hasta que montó su propio negocio. El abogado de la WFC, Walter
Surrey, ex agente de la OSS, se quedó en la empresa hasta 1976. Surrey era
también el abogado de Ronald Stark, terrorista condenado en Italia por su actuación
en las Brigadas Rojas. Antes de sus
actividades terroristas. Stark fue miembro de la Brotherhood of Eternal Love, fabricante de la mayoría de los
alucinógenos en EEUU durante la década de los 70; hermandad que fuera uno de
los primeros ductos del narcotráfico y lavado de dinero sucio entre EEUU, el
Caribe y América Central.
WFC fue desde el principio una lavandería de narco-dinero. En 1977 poseía
9 empresas y un banco en Miami, así como subsidiarias en 8 países
iberoamericanos. Unibank, su filial panameña, abrió sucursales en las Antillas
Neerlandesas, las Islas Caimán, Londres, los Emiratos Árabes Unidos y Texas. La
WFC obtuvo 2 millones de dólares del Narodny Bank de Moscú en 1975. A juzgar
por los hechos conocidos, Hernández Cartaya hizo más que suficiente para
merecerlo.
En sus primeros 7 años, WFC generó más de US$ 500 millones de dólares
en beneficios. Una mala gestión en los Emiratos acabó con su solidez en 1977, le costó a los inversionistas
US$ 55 millones y obligó a Hernández Cartaya a huir del país, provisto de un pasaporte
colombiano falso. La investigación posterior reveló que el National Bank of
South Florida estaba involucrado en el lavado de narco dinero, auto préstamos y
varios otros delitos.
La WFC incluía entre sus clientela a la escoria del bajo mundo
financiero del continente. El representante colombiano de la WFC, Jaime
Mosquera, fue a la cárcel en 1982 por fraude.
Una de las primeras acciones de la WFC fue comprar un banco Según
testimonio ante el Congreso de EEUU que investigó a WFC, Hernández Cartaya era
representante secreto del gobierno cubano y le ofreció una jugosa comisión al presidente colombiano Alfonso
López Michelsen para que cooperara con
Cuba en abrir las rutas norteñas del narcotráfico.
El Unibank de Panamá también compró las armas de los sandinistas,
antes que Daniel Ortega derrocara a Somoza en 1978. Unibank mediaba el canje de
armas por drogas, tanto en Venezuela como en Colombia.
Hernández Cartaya iba a dónde lo llevara el viento. Conforme al libro Cocaine
Politics: Drugs, Armies, and the CIA in Central America (University of
California Press, Stanford, 1991), de Peter Dale Scott y Jonathan Marshall, el
banquero cubano financió al terrorismo anticastrista de Orlando Bosch, a Gaspar
Jiménez hombre de confianza de Bosch arrestado en México en 1976 cuando
intentaba secuestrar al cónsul cubano en Ciudad de México. Pagó US$ 50 mil
dólares para que Jiménez escapara de la cárcel.
Scott y Marshall describen los nexos de la WFC con los principales
narcotraficantes, que fueron múltiples y muy frecuentes. Aseveran que la DEA demostró
que uno de los colaboradores más allegados de Hernández Cartaya trabajaba con Santos
Traficante, el famoso capo mafioso que hizo de Cuba su propio feudo, antes de
la Revolución. La financiera Dominion Mortagage Corporation, propiedad de
Traficante, registró sus oficinas en el mismo domicilio de WFC. La DEA sostuvo,
además que Enrique Argomaniz, empleado de la WFC traficaba drogas y armas.
La
paz: Nueva estrategia del narcotráfico
Los narcotraficantes, las elites de los países del Primer Mundo y la
banca global siguen siendo lo mismos y no
han renunciado a sus ingresos por este rubro, uno de los tres más rentables del
orbe.
La droga ha sido, es y será una forma despiadada de lucro, aupada por
el poder financiero. Una libra de cocaína cuesta US$ 3 mil en Colombia y la
pagan los mexicanos a US$ 12 mil; en Bolivia, US$ 2 mil y los brasileños la
compran a US$ 8 mil.
La guerra contra la droga es un gigantesco fraude para encubrir a quienes
manejan el poder detrás del poder, incrementen sus beneficios multibillonarios
a costa de la salud de la Humanidad.
En ellas no hay ni buenos ni malos, todos son de la más baja ralea.
A diferencia de China y Vietnam, la izquierda aúpa el narcotráfico
entre Iberoamérica y los países del Primer Mundo, pues considera que debilita al capitalismo, a lo que llama liberalismo salvaje, y fomenta su
destrucción. Es un argumento falso, de toda falsedad, pues la adicción en EEUU,
como he señalado antes, viene desde su misma Guerra Civil, y es a partir de
ella que la Unión Americana se convirtió
en una súper potencia.
Lo que los comunistas de acá querían y siguen queriendo es meterse en
la pomada, como lo demostraron en Colombia con las narco guerrillas y en
Venezuela con los narco soles y los carteles islamistas, que han desplazado a
los antiguos lavadores de dinero sucio de la extrema derecha.
Comunistas colombianos y venezolanos, entronizados en el poder por
las buenas y por las malas, han diseñado una nueva estrategia para acumular mayores
riquezas con el comercio vil: La paz,
apoyada internacionalmente por tontos útiles y compañeros de viaje no tan tontos.
Por lo pronto, Maduro se queda en Miraflores –y con él, su cohorte de
narcotraficantes–. Y las FARC, pese a haber perdido el plebiscito, acceden a la
Casa de Nariño, con 30 frecuencias radiales y 1 una televisiva bajo la manga,
siguiendo el ejemplo que Caracas dio.
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