Abajo el socialismo, ¡viva la libertad!
La libertad y la
razón son corolarios. Su acción es recíproca. Cuando los hombres son libres
triunfa la razón, cuando los hombres razonan la libertad se impone. No hay libertad
intelectual sin libertad política y ni libertad política sin libertad
económica. La mente libre y el libre mercado también son corolarios.
Ayn Rand.
Recientemente asistí al bautizo del libro Tres tesis radicales, escrito por el doctor Luis Mata Mollejas 1.
En él plantea una opción novedosa para los políticos y personajes públicos no sólo los venezolanos en particular, sino los
iberoamericanos en general.
Las tres tesis radicales del doctor Luis Mata Mollejas
Tras hacer un recorrido breve por la historia socialista del planeta,
Mata concluye en que no ha habida un sólo éxito atribuible a los regímenes
socialistas, tras dos siglos de su lanzamiento; y más bien su denominador común
ha sido el fracaso en lo político, económico y social.
Además, Mata reclama que, en nuestro país, y en vista del desastre
absoluto del chavo–madurismo, sin que ningún político y ni siquiera algún
opinático con acceso a los medios masivos diga de una vez por todas que el
socialismo es un bodrio, un fiasco, un engaño que habría que borrar del mapa
mental de los venezolanos para siempre, llegó el momento de proponerlo
públicamente.
Mata cuantifica el horror económico que vive Venezuela en la
reducción la exportación de crudo venezolano de 2,4 a 1,6 barriles diarios
–parte de los cuales se le regalan a Cuba o se venden a precio vil a través de
Petrocaribe–, el incremento de la deuda internacional a 16 veces el total de la
reserva nacional –razón por la cual no hay quien le preste un dólar a Maduro–, la
generación de una pavorosa crisis humanitaria por escasez del 80% de los alimentos
y medicinas –rubros que dejaron de producirse en el país por la invasión de los
fundos y las empresa productivas– y el haber provocado estanflación; a cambio
de ningún avance en alguna área del quehacer humano.
Karl Popper y su "libro de combate" contra el comunismo, el fascismo y el nazismo
Mata comparte su radicalismo con uno de los pensadores más famosos
del Siglo XX, Karl Popper(1902–1994), quien se opuso frontalmente al socialismo
–al cual denominó historicismo por El materialismo histórico de Karl Marx–.
Exiliado en Nueva Zelanda, Popper escribió dos de sus obras más importantes, La sociedad abierta y sus enemigos y La miseria del historicismo. La primera
es un largo libro de combate contra
los totalitarismos comunistas, fascistas y nacionalsocialistas, donde identifica
como enemigos de la libertad a Platón, Hegel y Marx, a quienes dedica
larguísimas críticas. Se ganó por ello el odio eterno de los marxistas, los hegelianos
y ciertos historiadores de filosofía antigua y medieval.
En La miseria del historicismo 2,
un ensayo más corto y técnico, plantea su cuestionamiento a la metodología de
las Ciencias Sociales, como punto de partida, el principio de racionalidad cuya influencia en epistemología de la
economía ha sido fundamental, y cuyo significado se discute aún en la
actualidad.
Según Popper, la historia no se interesa únicamente explicar acontecimientos
específicos, sino también por describirlos. Una de las tareas más importantes del
historiador debería ser narrar los hechos importantes ocurridos destacando su
singularidad; esto es, sin seguir una relación causal, sino como resultado de
la aparición de importantes sucesos desvinculados de la misma. Las dos tareas
del historiador, desenredar los hilos de
las causas y sus efectos, así como exponer la manera imprevista con que se teje el tapiz, gracias a los
acontecimientos imprevistos son ambas necesarias y complementarias.
Estas consideraciones también se aplican a lo novedoso. La distinción
hecha entre la novedad de la combinación y la novedad de lo inesperado corresponden
a la distinción entre la explicación causal y la apreciación de su singularidad.
Si la novedad pudiera ser analizada y predicha racionalmente, nunca sería inesperada,
por lo cual es falsa de toda falsedad la doctrina socialista que considera
predecibles los hechos derivados de los acontecimientos intrínsecamente nuevos.
Popper cita las especulaciones de Tolstoi en La Guerra y la Paz –a quien
califica de socialista, sin duda alguna, pero que se expresa con honestidad–,
cuando marra el movimiento de los franceses desde el oeste hacia el este y el
de los rusos en sentido contrario, afirmando que ese flujo obedece a un
condicionante histórico. En esas líneas, según Popper, se evidencia la necesidad
mental que satisface el socialismo–: Una
necesidad que debemos satisfacer con una mejor explicación para poder vernos
libres del socialismo.
Tolstoi reacciona contra el autoritarismo; método que atribuye demasiado
al líder carismático, al Jefe. Tolstoi intenta mostrar –y lo consigue– la poca o
mula influencia de las acciones y decisiones de Napoleón, Alejandro, Kutúzov y
otros grandes actores de 1812 frente a la dinámica de los acontecimientos. También
señala, acertadamente, la importancia
olvidada pero indudablemente grande de la participación de incontables e
ilustres héroes desconocidos en este drama.
Pero, de acuerdo con Popper, presentar al socialismo –una idea tan
obsoleta– como audaz y revolucionaria, encubre un conservadurismo inconsciente,
y quien observa desde fuera el enorme entusiasmo por un supuesto cambio debe
concluir que ésta es sólo una de las caras de una actitud ambivalente, y la
otra es el mantener las cosas como están para el beneficio propio: lo que
modernamente se llama gatopardismo, pretender que todo parezca cambiar para que
siga igual –o peor, como en todos los regímenes socialistas fracasados, con
inclusión del venezolano–: Así queda
explicado el religioso fervor con el que esta vieja, periclitada y carcomida
filosofía socialista es proclamada como
el último alarido o la mayor revelación de la ciencia. Después de todo,
¿no serán los historicistas quienes temen al cambio? ¿Y no será quizá este
temor lo que los hace absolutamente incapaces de reaccionar racionalmente ante
la crítica, y lo que logra que los demás acojan tan bien sus enseñanzas?
Fukuyama: Nunca anticipó a Chávez, Maduro y el Foro de Sao Paulo
En 1992 Francis Fukuyama publicó El
fin de la Historia y el último hombre,3
una formidable interpretación del pasado, presente y futuro de la Humanidad. En
vísperas del hundimiento del bloque comunista, Fukuyama pronosticó el triunfo
definitivo del liberalismo económico y político, una vez derrotados sucesivamente
los totalitarismos fascistas y comunistas. Desafortunadamente y pese a que su
texto fue escrito en un lenguaje coloquial, muchos divulgadores no lo
entendieron o lo captaron a su manera, lo cual no era difícil de prever pues,
como advierte William Bernbach, socio fundador del imperio comunicacional DDB–:
No percibimos uniformemente la
información, sino tamizada a través de nuestro ego, sentimientos, compulsiones,
urgencias, prejuicios y expectativas. De ahí en adelante, el cerebro –a su manera- procesa los mensajes y los
reestructura bajo una aparente racionalidad, la cual en verdad encubre su
conversión en las herramientas de nuestros deseos.
A lo que se refiere Fukuyama en su obra no es a una especie de
amnesia macondiana surgida tras la batalla de Leipzig, en la cual la
Civilización se habría desligado de su vector evolutivo, comportándose como los
personajes de Cien años de soledad,
que escribían notas y rotulaban con ellas las cosas más sencillas para recordar
qué eran y para qué servían, pues la fiebre
del insomnio les había matado el recuerdo.
Lo que rechaza Fukuyama como método interpretativo es esa historia
escrita por los vencedores y no por los vencidos, donde la verdad se convierte
en la primera baja, y esa versión socialista según cual la causalidad conduce
al hombre a un destino prefijado por el Gran Titiritero, humano o divino, pero
cargado siempre de mala intención, matizada ésta por episodios generalmente
cruentos, absolutamente maniqueístas y supuestamente gloriosos, donde ganan los
buenos y pierden los malos.
Lo que plantea Fukuyama es, ni más ni menos, lo que los cristianos
llaman libre albedrío en su toma de
decisiones, cualesquiera sean éstas, y Fernando Savater conceptualiza como el valor de elegir4
–y también planificar-, de una manera admirable–: Es sin duda nuestro deseo -entendido de forma amplia y algo vaga- lo
que motiva nuestras acciones: actuamos para cumplir el plan de vida que
queremos. Pero también resulta indudable que nuestro querer está en gran medida
determinado por el conocimiento racional de lo que somos y de la realidad en
que vivimos. Nuestros conocimientos y
creencias deciden lo que nos parece conveniente desear y sabemos que no todo lo
que en primera instancia puede apetecemos resulta compatible con lo que somos y
cómo somos –podemos desear lo imposible pero no decidimos nada a su respecto, o
mejor: decidimos que es imposible y basta–…
Ayn Rand: El mundo se divide en saqueadores y no saqueadores
Otra personalidad que criticó a fondo el socialismo fue Alisa
Zinóvievna Rosenbaum (1905–1982), filósofa y novelista estadounidense de origen
judío, quien llegó a la fama literaria por sus best séller El manantial y Atlas Shrugged (La rebelión de Atlas)5,
escritos bajo el seudónimo de Ayn
Rand, y el sistema filosófico que denominó objetivismo.
Rand defendía al egoísmo
racional –en lo cual coincidía con Adam Smith, padre de la Economía
Política–, el individualismo y el capitalismo, calificándolo como el único
sistema económico que le permite al ser humano desarrollar todo su potencial, empleando
para ello la racionalidad. En consecuencia, rechazaba absolutamente al
socialismo, el altruismo y la religión.
Creía que el hombre debía elegir sus valores –o asumir
voluntariamente su propio código de ética, propuesta que coincide con el
planteamiento de los modernos teóricos de la Gnoseología– y sus acciones
mediante la razón, que cada quien tiene derecho a su propia existencia, sin
sacrificarse por los demás pero tampoco sacrificando a los demás para su propio
provecho; y que nadie tiene la potestad de enriquecerse mediante la violencia.
Divide a la sociedad entre saqueadores
y no saqueadores. Los primeros están conformados
por la clase política y los cultos religiosos. Los no saqueadores son los emprendedores, los capitanes de empresa y
los intelectuales.
En su trama, Rand, sostiene que EEUU no puede subsistir sin la razón
y la creatividad individuales, expresada a través del libre mercado, pues una política
que limite las libertades y constriña el desarrollo acabará destruyendo al país
y a sus ciudadanos.
En La rebelión de Atlas, Ayn
Rand expone la filosofía del objetivismo en una historia que integra amor, economía,
epistemología, estética, ética, metafísica y política. Atlas Shrugged plante una visión del universo y del alma humana,
que substituiría al arte, la ciencia y la religión.
Ahora bien, regresando a la realidad que nos ocupa y nos preocupa,
coincido con Luis Mata Mollejas en su apreciación sobre el socialismo. Pienso
en el famoso decreto del general Eleazar López Contreras donde prohibía el comunismo
y todo lo que oliera a marxismo–leninismo, y la posibilidad de restablecerlo,
una vez que ocurra aquí lo que debe ocurrir –y ojalá sea más temprano que
tarde–. Y al estar convencido que socialismo es antónimo de libertad, no me
queda otra que decir: Abajo el socialismo, ¡viva la libertad!
[1] Luis Mata Mollejas, Tres tesis radicales, Editorial La
Espada Rota, Caracas, 2017
[2] Karl Popper: La miseria del historicismo, Taurus
Ediciones, Madrid, 1973
[3] Francis Fukuyama: El fin de la historia y el último hombre,
Editorial Planeta, Barcelona (España), 1992.
[4] Fernando Savater: El Valor De Elegir, Editorial Ariel,
Barcelona (España), 2015.
[5] Ayn Rand: La rebelión de Atlas (sin censura), Editorial Grito Sagrado, Bs.
As, 2008.
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