Hay que secar la higuera
He recibido varios comentarios sobre mi trabajo para un entendimiento
mejor del budismo. La mayoría de ellos han sido positivos. Otros, empero, no
tanto. No me preocupa el juicio oficial sobre
lo que escribo, pienso o siento. Tampoco me atemoriza la muerte, aunque mi
reloj biológico me acerque cada día más a ella, porque creo en la reencarnación
budista, como único sentido que tiene este período transitorio al cual se le
llama vida. Me preocupa, sí, estar cumpliendo o no con el propósito para el
cual nací; y francamente no creo que esa misión se logre con un perdón de
última hora, sino con una trayectoria existencial, donde cada paso implique un
avance o crecimiento del espíritu.
Quiero responder a la valoración negativa de un amigo, a quien
respeto y estimo mucho. No lo voy a identificar, porque no viene al caso.
En su respuesta a mi blog, me envía varios párrafos con sus críticas,
a las cuales contesto con mayor o menor extensión. Comienzo por decirle que él
es un hombre de fe, pero yo lo soy de duda; que el creen en los dogmas, pero
que mi formación me hace anti–dogmático. Y que si en su creencia quiere
buscarme parecido con alguien, lo refiero a San Agustín, el santo incrédulo.
Además, creo que la Iglesia Católica juega un rol trascendental en
estos lugares y tiempos, más que en la salvación de las almas, en el urgente
rescate de la moral republicana del pueblo venezolano, hundido como está en las
miasmas más hediondas del tener a cualquier costo, gracias a la ceguera y
cobardía de su dirigencia civil y al veneno esparcido como aerosol por los
antiguos cultores del maximalismo, hoy soldados del crimen organizado, la
corrupción y el narcotráfico.
En mi contenido, cito textos y opiniones de reconocidos jerarcas
eclesiásticos, no por el orden prioritario en que están ubicados, sino por la
actualidad y pertinencia de lo que expresan.
Lo que mi amigo escribe, está en itálica y negrita, al igual que mis
subtítulos. La opinión ajena, en itálica.
Crítica
I
El
corazón es quien siente a Dios: eso es
la Fe. Dios es sensible al corazón, no a la razón. El desconocimiento e
intentos comparativos con el Ser Supremo es una manera angosta de inventar
otros dioses a imagen y semejanza propias.
El
hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios
No soy yo quien desconoce o quiere compararse con el Ser Supremo,
sino la Biblia la que lo hace por mí.
Monseñor
Martinelli, el valiente Vicario de Trípoli, recibe bendición
Creado a imagen y semejanza de
Dios–: ¿Cuántas veces hemos oído esta
frase? ¿y cuántas hemos reflexionado sobre su significado?– se pregunta
Monseñor Giovanni Innocenzo Martinelli, Vicario Apostólico de Trípoli, el
valiente obispo que denunció la reciente masacre de 20 cristianos coptos en el
Levante, quien explica el alcance y sentido de dicho concepto:
La afirmación He sido creado a
imagen y semejanza de Dios se fundamenta en la Biblia. En sus primeras
páginas puede leerse (sic): Dios creó al
hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó
(Génesis n 1, 27).
El hombre comienza a ser imagen
de Dios desde su concepción. Tal dignidad está presente en cada fase de su vida.
La Iglesia anuncia esta verdad no sólo con la autoridad del Evangelio, sino
también con la razón, y por esto siente el deber de llamar la atención a todo
hombre de buena voluntad, en la certeza que la acogida de esta verdad no puede
menos que ayudarle en su desempeño dentro de la sociedad.
¿De dónde le viene al hombre el
ser Imagen de Dios?– se pregunta Martinelli. Su respuesta no deja dudas–: Viene de Dios. Es Dios mismo quien hace este
don especial al hombre. Al hombre le
corresponde reconocerlo; agradecer al donante, Dios; manifestar y hacer crecer
en su vida los frutos de tal don; testimoniar con valentía, en su propio quehacer
cotidiano, el haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios.
La otra interrogante del Vicario de Trípoli es–: ¿Qué significa: Dios nos ha creado a su imagen?
Significa que Él quiere que cada
uno de nosotros manifieste un aspecto de su esplendor infinito; que tiene un
proyecto para cada uno; que cada uno tiene la posibilidad de entrar, con itinerario
propio, en la eternidad. La criatura es imagen de Dios porque participa de la
inmortalidad, no por su naturaleza sino por el don recibido. La orientación a
la vida eterna es lo que hace al hombre el correlativo creado por Dios.
La imagen divina del hombre –sigue
Martinelli, citando esta vez al Cardenal Joseph Ratzinger– no es
algo impuesto, no es mensurable ni se puede cualificar, escapa a los parámetros
de la razón científica o técnica; empero nuestra civilización, nuestro
humanismo, progresan en la medida en que esta dignidad se universaliza y se
reconoce plenamente.
¿En qué sentido el hombre es creado a imagen de Dios? Martinelli lo
precisa aún más–: El hombre es creado a
imagen de Dios pues es capaz de conocer y amar, en libertad, al propio Creador.
Es la única criatura sobre esta tierra a la cual Dios quiso por sí misma, y a
la que ha llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en su vida
divina. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene la dignidad de
persona: no es cualquier cosa, sino alguien capaz de conocerse, de donarse
libremente y de entrar en comunión con Dios y con las otras personas (Compendio
del Catecismo, n. 66).
¿Qué implica haber sido creado a imagen y semejanza de Dios?
Implica todo en el hombre y en cada
hombre. En particular, su dignidad; la unidad de su cuerpo y alma; su ser
hombre o mujer; su relación con Dios, consigo mismo, con las otras personas,
con el mundo. Es, por tanto, el hombre en su totalidad quien fue creado a imagen
y semejanza de Dios. La Biblia presenta una visión del ser humano en la cual la
dimensión espiritual es vista junto a la dimensión física, social e histórica
del hombre.
¿De qué manera el haber sido creado a imagen y semejanza de Dios incluye
la dignidad del hombre?
Incluye su dignidad pues constituye
su fundamento. El hombre encuentra el fundamento último de su propia dignidad
propiamente en su ser, creado a imagen y semejanza de Dios.
La dignidad del hombre, de hecho no se identifica con su ADN; no
depende de tener o hacer, ni su pertenencia a una raza, cultura o nación;
tampoco disminuye por la eventual presencia de minusvalidez o defectos
genéticos.
El fundamento de la auténtica y
plena dignidad, ínsita en cada hombre, está en su ser, creado a imagen y
semejanza de Dios. Dotada de alma
espiritual e inmortal, de inteligencia y de libre voluntad la persona humana
está ordenada a Dios y llamada, con su alma y su cuerpo, a la felicidad eterna
(Compendio del Catecismo, n. 358).
Creado a imagen y semejanza de
Dios, el hombre expresa la verdad de su relación con Dios, creador también,
mediante la belleza de sus propias obras artísticas. El hombre no tiene un cuerpo, sino que es
también su cuerpo; el hombre es considerado en su totalidad, en su unidad; es
espíritu encarnado, es decir alma que se expresa en el cuerpo y cuerpo que es
informado por un espíritu inmortal; la corporeidad es por tanto esencial a la
identidad personal; la afirmación de la resurrección del cuerpo, hace entender
cómo el hombre exista también en la eternidad, después de la muerte, como
persona física y espiritual completa.
La
relatividad del pecado original en el cristianismo contemporáneo
¿Por qué la imagen y semejanza de Dios se manifiesta también en la
diferencia de sexos?
Porque el ser humano existe
solamente como varón o como hembra, y esta diferencia sexual, lejos de ser un
aspecto accidental o secundario de la personalidad, es un elemento constitutivo
de su identidad personal. Por tanto también la dimensión sexual pertenece al
ser imagen de Dios. Hombre y mujer son igualmente creados a imagen de Dios, aún
cuando cada uno lo es en forma propia y peculiar. Por esto la fe cristiana
habla de reciprocidad y complementariedad entre los sexos.
Cuando un hombre y una mujer unen
su cuerpo y su espíritu en una actitud de total apertura y donación de sí, forman
una nueva imagen de Dios. Su unión en una sola carne no responde simplemente a
una necesidad biológica, sino a la intención del Creador que les conduce a
compartir la felicidad de ser hechos a su imagen (Catecismo de la
Iglesia Católica, n. 2331).
La sexualidad ejercita una
influencia sobre todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su
cuerpo y de su alma. Esa concierne particularmente la afectividad, la capacidad
de amar y de procrear, y, en modo más general, la actitud para establecer
relaciones de comunión con los otros (Catecismo de la Iglesia Católica, n.
2332).
El ser humano es por tanto
verdaderamente humano cuando actualiza el elemento esencialmente social en su
constitución, en cuanto está presente dentro de los grupos familiares,
religiosos, civiles, profesionales y de otro género, que juntos forman la
sociedad circundante a la cual pertenece.
El
hombre como corresponsable de la Creación
El haber sido ser creado a imagen y semejanza de Dios es el
fundamento de la relación del hombre con todo lo demás; la causa de nuestra
superioridad sobre el mundo visible, en cuanto es el hombre el único creado a imagen y semejanza de Dios;
y llamado a participar en el gobierno
divino de la creación. Los seres humanos realizan tal servicio adquiriendo
un conocimiento científico del universo, ocupándose responsablemente del mundo
natural –incluso de los animales y el medio ambiente– y salvaguardando su
integridad biológica (CTI, n. 61).
Crítica
II
La
catequización de las religiones monoteístas, han hecho del cristianismo, judaísmo
e islamismo mahometano las 3 religiones mas grandes e influyentes con mas de 3
mil millones de fieles creyentes, equivalentes a 22.5% de la población mundial.
Mapamundi de las
religiones
El
budismo es la religión más profesada del planeta
Un estudio reciente del Global
Center for the Study of the Contemporary China evidenció que el
52% de los entrevistados no respondió a las preguntas directas sobre su fe religiosa;
mientras que, en 1995, sólo un 2% admitió abiertamente profesar alguna. Empero,
en la última encuesta de Global, más de un 23 % aseveró ser budista.
En función de la incógnita de China, el país más poblado del mundo, los
estimados sobre el número de budistas varían entre 1 mil 700 millones y 2 mil 300
millones; lo cual convierte al budismo en la mayor religión de la humanidad,
aún tomando el mínimo como patrón de referencia. Si se considera el máximo,
casi se iguala a la sumatoria de los fieles cristianos, judíos e islamistas.
El budismo se implantó en muchos países sin shock con las religiones
autóctonas, sino más bien, intercambiando conocimientos. Así pasó con el taoísmo
chino, el shinto japonés y el chamanismo bön tibetano.
A diferencia del cristianismo y el islamismo, el budismo rechaza las
guerras tipo cruzada y yihad, la conversión forzada y no cree que la herejía sea
mala per se.
El mayor porcentaje de budistas reside hoy en Birmania, Bután, Camboya,
China, Corea del Sur, Japón, Mongolia, Laos, Sri Lanka, Tailandia y Vietnam.
Una cifra global mundial más exacta se daría si China, el país más
poblado del mundo, que es oficialmente ateo, suministrara su data al respecto.
El budismo posee un importante arraigo histórico allí, donde se practica, adicionalmente,
una creencia popular tradicional, heterogénea y sincretista, con componentes budistas,
y cuyos seguidores se contabilizan aparte.
Las
minorías budistas
En Occidente el budismo tiene cada día más aceptación. En EEUU hay unos
6 millones de practicantes; en la Unión Europea, 2 millones.
Se estudia como especialidad antropológica y teológica en los
principales centros universitarios del Viejo Mundo, y está reconocida como
religión por el Estado en la mayoría de países occidentales. Excepciones las hay,
como en el caso de España, en donde ni se estudia ni se le reconoce, pues existe
una confesionalidad encubierta que descalifica
a otras religiones fuera de la católica.
En América Latina, los países con mayor feligresía son Argentina,
Brasil, Costa Rica, México y Panamá. En Colombia hay budistas y sus adeptos siguen
las tradiciones zen, tibetana y chan, entre otras. Una de las comunidades de mayor
crecimiento es El camino del Dharma,
guiada por los reverendos Zheng Gong Shakya y Zheng Xian Shakya, descendientes
del linaje Chan. En Chile también existe este grupo, dirigido por el Venerable
Lama Gendun Yarphal, descendiente del linaje Gelug, y delegado de SS el Dalai
Lama Tenzin Gyatso, su guía espiritual.
Importante minorías budistas están presentes en Rusia, donde es
reconocida como una de sus religiones tradicionales, al lado de la ortodoxia
católica, el islamismo y el judaísmo. El budismo, principalmente lamaísta, es
mayoritario en algunas regiones mongolas de la Federación Rusa como Kalmukia.
En India, lugar de nacimiento del budismo, existe una importante
minoría budista. El budismo, si bien era mayoritario en India, fue ferozmente
diezmado tras la invasión islámica, aunque está resurgiendo y en pleno
desarrollo con los predicadores de castas bajas de la década de los años 60 del
Siglo XX, razón por la cual actualmente el 90% de los dalits son budistas. Tres
de las cuatro ciudades santas budistas; Sarnath, Kushinagar y Bodh Gaya están
en la India.
En Nepal el budismo es la segunda religión más importante. Una larga
tradición existe allí, siendo Lumbini, una ciudad nepalí, donde nació Buda. También
hay minorías budistas importantes en Indonesia y Malasia de larga tradición. En
Indonesia, muchos budistas fueron masacrados y sus mujeres violadas durante los
pogromos contra la población china.
Budistas en la
República Oriental del Uruguay
Los
genocidas seriales
La mayor parte de los musulmanes no consideran la yihad como el eje
del islam. De hecho, los cinco pilares del islam son la fe, la oración, la
caridad, el ayuno y la peregrinación.
Cuando aparece en el Corán la yihad es para servir a lo que Dios quiere. Hay quien entiende este mandato como
lucha interna para ser una buena persona –la gran yihad–, otros, en cambio, como
un conflicto armado.
Isis adopta la segunda interpretación, incluso llegando a convertir a
la yihad en el sexto pilar del islam.
Aunque son los menos, su acción terrorista se combina en Europa con
la desintegración de las familias cristianas tradicionales, que han pasado de
cero a menos cero crecimiento poblacional, mientras las familias
islamistas, con papeles o sin ellos,
crecen y se multiplican.
Pero no sólo son los islamistas, históricamente hablando, los únicos
genocidas seriales. En nombre de Jesucristo se hicieron las Cruzadas, que se
iniciaron durante el papado de Inocencio XVIII, porque Dios así lo quiere. Y la Conquista, con la cruz al lado de
la espada, acabó con millones de aborígenes en América.
No hay un solo caso de asesinato masivo que se haya hecho en nombre
de Buda o el budismo ni uno solo. Y esa es, a mi parecer, la gran diferencia.
Crítica
III
Jesús
Cristo constituye el ícono y paradigma de la humildad; después de nacer en un
pesebre, murió en la Cruz por amor a la
humanidad.
La humildad no fue ciertamente la mayor virtud de Jesucristo, lo cual
para nada demerita su obra temporal.
Nació en un pesebre no por elección propia, sino porque César
Augusto, emperador de Roma, obligaba a todo el que volviera a su lugar de
nacimiento a registrarse. José nació en Belén. Pero cuando él y María llegaron,
no encontraron alojamiento, sino al establo, el único lugar donde guarecerse. Y
allí María dio a luz.
Tampoco Buda nació entre sábanas blanca, pese a su rango, sino en un
claro de bosque, mientras su madre regresaba a la ciudad donde había nacido. La
muerte de Buda se debió a una intoxicación debida a la ingesta de carne de
cerdo en mal estado, hecho cuidadosamente ocultado por sus discípulos por
siglos.
Como asegura Ariel Álvarez Valdés, doctor en Sagradas Escrituras, el milagro más extraño que Jesús realizó en
su vida, según el Evangelio de Marcos, fue maldecir y secar una higuera. Es el
único milagro que realizó en Jerusalén, el único que demoró 24 horas en
cumplirse, y el único históricamente incomprensible. Su relato resulta tan
incómodo, que la Iglesia no lo lee nunca los domingos en la misa.
Cuenta san Marcos que una mañana Jesús salió con sus discípulos del
pueblito de Betania, cerca de Jerusalén, y a poco de andar sintió hambre;
viendo a lo lejos una higuera se acercó, pensando encontrar frutos, Entonces
Jesús la maldijo diciendo–: ¡Que nunca
nadie coma frutos de ti! Y siguió con sus discípulos hasta el Templo de
Jerusalén. Al día siguiente, cuando volvió a pasar por el lugar, sus discípulos
comprobaron asombrados cómo la higuera estaba seca de raíz (Marcos 11,12-26).
El episodio siempre llamó la atención de los cristianos, que se
preguntan cómo fue posible que Jesús, un maestro lleno de bondad y
misericordia, en un ataque de furia, destruyó a una inofensiva higuera porque
no le dio frutos.
San Mateo, quien escribió su evangelio diez años después del de San
Marcos, se sintió perplejo por este episodio y trató de suavizar algunos de sus
detalles (Mateo 21,18-22). Omitió destacar que, al acercarse Jesús al árbol, no era aún tiempo de higos. Cambió la
maldición, en vez de: ¡Que nadie nunca
coma frutos de ti!; escribe: ¡Que
nunca brote fruto de ti!–- Así, la maldición recae sobre la higuera, que no
podrá dar frutos, y no sobre quienes se van a quedar sin comerlos. Asevera
Mateo que la planta se secó inmediatamente, no al día siguiente, para que la
palabra de Jesús no pareciera demorarse tanto en hacer efecto. No contó que la
higuera se secó de raíz. Pero ni
siquiera con estas mejoras Mateo logró que el milagro dejara de perturbar.
Arias Valdés actualiza el episodio de la higuera como un mensaje
actualizado–: Hoy son muchos católicos
los que se aferran a instituciones, estructuras, celebraciones, ritos, prácticas, devociones,
como si tuvieran una sacralidad por sí mismas, y fueran a durar perpetuamente.
El Evangelio enseña que hay que aprender a revisar las instituciones
eclesiásticas, y descubrir cuáles dan frutos y cuáles no. Y si se encuentra alguna
estéril, seca, decadente, hay que suprimirla con valentía, por más venerable
que luzca; porque el paso del tiempo relativiza toda institución. Y como
Dios busca salvar a los hombres de todos los tiempos, necesita constantemente
nuevas organizaciones, estructuras y andamiajes para derivar la fuerza
transformadora de su Evangelio. Lo demás, puede pena desaparecer sin pena ni
gloria. Nada hay eterno en este mundo, fuera de Dios. Así lo o atestigua el hoy
ausente Templo de Jerusalén, al cual se dirigían Jesús y sus discípulos cuando
se toparon con la higuera.
Crítica
IV
Siddhartha
renunció a "su vida de oropel", para reiniciar su vida como indigente,
igual que Francisco de Asís, cuya obra trasciende hoy, a la dimensión
universal. No se quedó en el discurso.
Tampoco Buda se quedó en el discurso, pues se enfrentó con inusitado
coraje al sistema de castas imperante en la India durante 45 años –no era cosa de risa vivir entre parias –, un status
que se sostuvo durante incluso la colonización británica y el cual sólo fue
abolido al final de la II Guerra Mundial, cuando el movimiento iniciado por
Gandhi logró la independencia del subcontinente. Pese a que los budistas no
sólo predican la paz sino que actúan conforme a ella, fueron perseguidos y martirizados
por quienes siguen otras creencias religiosas, entre otros los catequizadores
islamistas.
Crítica
V
Los
mismos primeros años, hasta el inicio de la vida pública de Jesús y Buda, no fueron años perdidos,
sino años de evolución espiritual. El niño perdido en el éxodo a Egipto, fue
hallado por sus padres en la Sinagoga, deslumbrando a los ministros y doctores
de la Ley. ¿No sabíais que debía ocuparme de las cosas de mi Padre?
Se les llamó años perdidos no porque fueran
desperdiciados, sino porque, en sus
respectivos entornos, nadie supo dónde estuvieron durante esas largas y
respectivas ausencias. Concuerdo contigo en que fueron, en ambos casos, tiempos
de crecimiento espiritual
FELIZ
NAVIDAD, la fiesta mas universal, celebrada no obstante, bajo distintas
ópticas. según las creencias o no creencias. SIEMPRE FIESTA.
Lo mismo te deseo de corazón. Y piensa en la metáfora de secar la higuera…
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