En un reciente artículo sobre los problemas que enfrenta el dólar estadounidense frente al euro y otras divisas emergentes, Sarry Eichengreen, profesor de Economía y Ciencia Política de la Universidad de Berkeley, reconoce la importancia de la blogósfera en la orientación pública sobre los temas más candentes de la actualidad, o sucesos en pleno desarrollo, como diría algún presentador televisivo.
Este boom de los blog como fuentes de información primaria obedece no sólo al desarrollo de la Red y su popularización entre la gran mayoría pensante del planeta, sino, asimismo, al monopolio que, durante más de un siglo, ejercieron los medios unidireccionales en la formación de matrices de opinión, donde privaba la línea editorial fijada por sus dueños y controlada férreamente por los directores y jefes de redacción e información. Monopolio que se consagró legalmente en algunos países como el nuestro, en los cuales, para poder escribir y publicar, había que graduarse de Comunicador Social, colegiarse en el gremio respectivo y tener mucha suerte.
Al desarrollarse Internet y sus opciones, la opinión pública se abrió como un abanico antes impensable, y los internautas comenzaron a seguir y favorecer a quienes redactaban y relataban situaciones en las cuales se veían reflejados de alguna manera. Quienes se inclinaban por la pornografía, verbigracia, fueron los primeros y mayores favorecidos, ya que un alud de fotografías, videos y solicitudes alimentan hoy sus más lujuriosas expectativas.
Una secretaria ejecutiva de Nueva York consiguió centenares de miles de seguidores, con la publicación cotidiana y sucesiva sus experiencias sexuales con los hombres –según ella, sus fotos y videos- provistos de los mejores penes y traseros de la Gran Manzana.
Más adelante le tocó a la política. Gracias a Internet, un periodista de Sao Paulo, pasó del desempleo crónico a la riqueza súbita al convertirse en el más importante orientador político de Brasil.
Venezuela no ha sido inmune a la blogomanía, y Noticiero Digital es el precursor de otros espacios similares.
El problema es que, como sucedía y sucede también en los medios unidireccionales, lo que en los blog se escribe no es cierto: Los humanos seguimos escribiendo y leyendo con las vísceras y no con la razón, por lo cual, cualquiera que se sienta agraviado o afectado por alguna situación en particular, puede desfogar sus iras y resentimientos, convirtiendo la maledicencia en palabras electrónicas, y empleando a estas últimas como proyectiles contra personas a quienes responsabilizan por sus malestares. Con el agravante de que, a diferencia de la prensa convencional, en Internet no hay derecho a réplica ni individuo o corporación responsable por difamación.
Es el caso de Pedro Alejandro Lava, profesor de Derecho Romano de la Universidad Santa María, contra quien uno de sus alumnos emprendió recientemente una campaña por Twitter y Facebook, acusándolo de homófóbico, con copias de lo denunciado a la Asamblea Nacional, la Defensoría del Pueblo y el Ministerio de la Mujer. Para curarse en salud, la USM decidió cesar en sus funciones al docente (El Nacional, Ciudadanos, Página 3, 28/10/09).
Lo peor de todo es que el profesor Lava no ha dicho en clases nada que no hayan estudiado y publicado extensamente sexólogos como William Masters y Virginia Johnson, Janet Shibley y Octavio Giraldo Neira, entre otros. Citamos a los primeros: En el Levítico –Antiguo Testamento- se prohíbe categóricamente la homosexualidad… Más adelante, añaden: Sin embargo, en la antigua Grecia, se dio una tolerancia, e incluso un fomento de ciertas formas de homosexualidad masculina. Eran corrientes las relaciones entre adultos y adolescentes púberes, por lo general en un contexto educativo donde el varón adulto se ocupaba de la formación ética e intelectual de su pupilo… Atribuyen Master y Johnson esta costumbre a la poca estima que la sociocultura helénica hacia la mujer.
Pero –según Neira- las cosas cambiaron en la sociedad matriarcal romana, donde el coito anal era denominado, despreciativamente, amor griego,. Es tan cierta la afirmación del sexólogo caleño que Suetonio, en su Vida de los doce Césares, urde un mito sobre Cayo Graco Tiberio, a quien acusa de haberse retirado a Capri para entregarse a las orgías más desenfrenadas con niños, a quienes llamaba, mis pequeños peces. Lo cual no pasa de ser una mentira vil, ya que la huida de Tiberio de Roma se debió a tres fallidos intentos de magnicidio, organizados por su esposa Julia, a quien debemos considerar pionera de Asocuaima.
Conforme a la referida nota de prensa, el Decano de Derecho de la USM considera que el profesor Lava fue suspendido por hacer mal uso del aula como tribuna y porque los temas como los que trató en clase están fuera del contenido programático. ¡Cómo se nota que el doctor Inocencio Figueroa nunca fue alumno de un romanista como Sebastián Artiles, quien, para evitar que su materia se transformara en un ladrillo y sus clases en conciertos de bostezos, salpimentaba sus cursos con incisos nemotécnicos como la historia de Tiberio, ya que de él escuchamos por primera vez el chisme! Además, ¿adónde queda entonces la libertad de cátedra, a merced de un alumno que pregunta si tiene o no derecho a ser homosexual?
Toda esta polémica sería ejemplificante si estuviese enmarcada dentro de los parámetros del academicismo, la cultura y la inteligencia. Pero es obvio que los destinatarios del mensaje denuncia hecho por presumible y ofendido gay están bien alejados de tales confines. Más bien, su reclamo por presuntos derechos humanos violados huele a politiquería de la más baja ralea. Y se equipara con las del crítico o musiquete de cuarta categoría que, también recientemente, la ha cogido contra Dudamel y la Orquesta Sinfónica Juvenil, acusándolos de propagandistas globales al servicio de Chávez. Parece ser que ahora entramos en una nueva etapa de la comunicación antisocial, a la cual podemos denominar como terrorismo internáutico.
sábado, 31 de octubre de 2009
martes, 27 de octubre de 2009
Los pañitos calientes
Hace poco más de un mes fueron velados los restos mortales del general Alfredo Monch en el Cementerio de La Guairita. A quien fuera alto y distinguido oficial del Ejército Venezolano se le negaron los honores militares correspondientes a su rango, y su sepelio se llevó a cabo sin pena ni gloria. La pena que el régimen imperante le impuso a Monch, aún después de su fallecimiento, fue haber sido el comandante de las tropas que derrotaron El Porteñazo, el tercer y más grave golpe militar que afrontara el recién instaurado gobierno de Rómulo Betancourt, el 6 de Junio de 1962.
Según la Página Web www.fav-com: El Porteñazo, fue la más dura y sangrienta de todas las insurrecciones armadas que ha tenido el país en su historia, que costó centenares de vidas y causó un trauma nacional. Fue una situación muy delicada, la Base Naval y prácticamente toda la ciudad de Puerto Cabello estaban totalmente tomadas por unidades rebeldes apoyadas por elementos civiles de extrema izquierda en una lucha encarnizada y fraticida de dos días de duración.
El Porteñazo fue antecedido de dos insurgencias de un mismo origen: el matrimonio contra natura de militares que se sentían desestimados tras la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez e izquierdistas que no quisieron o pudieron adaptarse al régimen de libertades democráticas, y prefirieron en cambio alzar la bandera de la Revolución Cubana, tal como les había indicado su máximo líder Fidel Castro en un mitin celebrado en Caracas en 1959: Venezuela está llena de Sierras Maestras…
La citada página Web asienta: Nunca se supo exactamente la cifra de muertos de esta rebelión. Muchas de las victimas fueron sepultadas en fosas comunes sin actas de defunción y lo único que los identifica es una cruz, cuya placa se lee: 2.6.1962, Recuerdo de los caídos. El gobierno dio la cifra de 80 muertos, entre civiles y militares. Sin embargo, los estimados extra-oficiales dan aproximadamente más de 300 victimas fatales e igual número de heridos.
Tras los fallidos alzamientos, según asienta el almirante Iván Carratú Molina, Fidel Castro apoyó logística y militarmente a un precario movimiento insurreccional en Venezuela, conocido como Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, inicialmente comandadas por el capitán Manuel Ponte Rodríguez y el teniente coronel Juan de Dios Moncada Vidal, ambos involucrados en los golpes de 1962.
Ponte Rodríguez se convirtió en embajador ex oficio de las FALN y asiste en esa condición a varias reuniones en África, Europa y Latinoamérica. El liderazgo militar de las FALN fue reemplazado por fichas del Partido Comunista Venezolano, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y nutrido por jóvenes estudiantes entrenados en Cuba según el modelo guevarista de la Guerra Tricontinental contra el Imperio y la exportación del modelo cubano a Iberoamérica.
Betancourt derrotó militarmente las conjuras de La Guaira, Carúpano y Puerto Cabello, la invasión de Machurucuto por tropas cubanas y sobrevivió al intento de magnicidio financiado por el sátrapa Rafael Leonidas Trujillo. Sus sucesores en la Primera Magistratura triunfaron sobre las apetencias castrocomunistas y, para 1976, lograron pacificar al país.
Sin embargo, perdieron la batalla más importante, la depuración política de las FFAA, pues el morbo marxista se ocultó prodigiosamente en las estructuras más recónditas de la institución castrense, esperando –como se dice en lenguaje maximalista- que se dieran las condiciones.
Alberto Garrido asegura que la nueva estrategia marxista de las FFAA ya estaba decidida en 1977: Se instaló el Frente Militar de Carrera, para coordinar el trabajo de las células en los distintos componentes. En el Ejército se formaron, con Hugo Chávez, el Comité de Militares Bolivarianos, Patrióticos y Revolucionarios, el Ejército Bolivariano y luego el MBR-200. Pocos militares, entre ellos Chávez, sabían de la existencia del cerebro ordenador de la conjura, Douglas Bravo. Toda la teoría revolucionaria estaba servida para los jóvenes oficiales, su elaboración le había llevado a la dirigencia guerrillera, para ese momento, más de tres lustros. Hasta Alí Primera era símbolo del PRV.
A esta inexplicable falta de visión política de la dirigencia y la oficialidad democráticas –o, tal vez, conchupancia de algunos de sus más relevantes protagonistas-, se unió una campaña mortal de desprestigio de las instituciones existentes, de la cual –como afirmara el editor Miguel Ángel Quevedo en su nota de suicidio, todos fuimos culpables-.
Las autoridades de las principales universidades del país decidieron despolitizarlas, los medios de comunicación se cebaron sobre los mínimos errores de los gobiernos de turno, éstos dejaron de venderle al ciudadano de a pie las ventajas de vivir en libertad.
Sólo algunas voces se alzaron en defensa de la Venezuela posible y deseable. Arturo Uslar Pietri, Renny Otolina, Pedro Tinoco. El doctor Tinoco, de su propio peculio, becó a los mejores graduados la laUCAB y la UCV para que se especializaran en politología en el exterior. Renny pagó con su vida el intento de acceder a la Presidencia de la República. A Uslar se le premió el suyo con el ostracismo político y la humillación de llamarle profeta del desastre.
No, la antipolítica no puede ser definida como el aborrecimiento hacia los partidos puntofijistas, sino como el epílogo de una sociedad que le volteó la espalda, simultáneamente, a la necesidad de perfeccionar su sistema democrática, por encima de cualquier otra consideración, y al peligro de la insurrección castrocomunista –endémico en América Latina-, a la cual derrotó militar pero no políticamente.
Una sociedad que se caracterizó por derroche descarado, la superficialidad intelectual y la satisfacción a ultranza del alma plutoniana que desea placeres y bienes, en desmedro del alma que razona y el pathos.
Ayer escuchamos a nuestro querido maestro de posgrado, Domingo Maza Zavala, afirmando que el año 2010 sería crucial para Venezuela en todos los sentidos, con inclusión del económico. Que los venezolanos pudiéramos voltear la tortilla si actuamos con inteligencia, decisión y valor. Pero que no serían los momentos para los pañitos calientes.
Según la Página Web www.fav-com: El Porteñazo, fue la más dura y sangrienta de todas las insurrecciones armadas que ha tenido el país en su historia, que costó centenares de vidas y causó un trauma nacional. Fue una situación muy delicada, la Base Naval y prácticamente toda la ciudad de Puerto Cabello estaban totalmente tomadas por unidades rebeldes apoyadas por elementos civiles de extrema izquierda en una lucha encarnizada y fraticida de dos días de duración.
El Porteñazo fue antecedido de dos insurgencias de un mismo origen: el matrimonio contra natura de militares que se sentían desestimados tras la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez e izquierdistas que no quisieron o pudieron adaptarse al régimen de libertades democráticas, y prefirieron en cambio alzar la bandera de la Revolución Cubana, tal como les había indicado su máximo líder Fidel Castro en un mitin celebrado en Caracas en 1959: Venezuela está llena de Sierras Maestras…
La citada página Web asienta: Nunca se supo exactamente la cifra de muertos de esta rebelión. Muchas de las victimas fueron sepultadas en fosas comunes sin actas de defunción y lo único que los identifica es una cruz, cuya placa se lee: 2.6.1962, Recuerdo de los caídos. El gobierno dio la cifra de 80 muertos, entre civiles y militares. Sin embargo, los estimados extra-oficiales dan aproximadamente más de 300 victimas fatales e igual número de heridos.
Tras los fallidos alzamientos, según asienta el almirante Iván Carratú Molina, Fidel Castro apoyó logística y militarmente a un precario movimiento insurreccional en Venezuela, conocido como Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, inicialmente comandadas por el capitán Manuel Ponte Rodríguez y el teniente coronel Juan de Dios Moncada Vidal, ambos involucrados en los golpes de 1962.
Ponte Rodríguez se convirtió en embajador ex oficio de las FALN y asiste en esa condición a varias reuniones en África, Europa y Latinoamérica. El liderazgo militar de las FALN fue reemplazado por fichas del Partido Comunista Venezolano, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y nutrido por jóvenes estudiantes entrenados en Cuba según el modelo guevarista de la Guerra Tricontinental contra el Imperio y la exportación del modelo cubano a Iberoamérica.
Betancourt derrotó militarmente las conjuras de La Guaira, Carúpano y Puerto Cabello, la invasión de Machurucuto por tropas cubanas y sobrevivió al intento de magnicidio financiado por el sátrapa Rafael Leonidas Trujillo. Sus sucesores en la Primera Magistratura triunfaron sobre las apetencias castrocomunistas y, para 1976, lograron pacificar al país.
Sin embargo, perdieron la batalla más importante, la depuración política de las FFAA, pues el morbo marxista se ocultó prodigiosamente en las estructuras más recónditas de la institución castrense, esperando –como se dice en lenguaje maximalista- que se dieran las condiciones.
Alberto Garrido asegura que la nueva estrategia marxista de las FFAA ya estaba decidida en 1977: Se instaló el Frente Militar de Carrera, para coordinar el trabajo de las células en los distintos componentes. En el Ejército se formaron, con Hugo Chávez, el Comité de Militares Bolivarianos, Patrióticos y Revolucionarios, el Ejército Bolivariano y luego el MBR-200. Pocos militares, entre ellos Chávez, sabían de la existencia del cerebro ordenador de la conjura, Douglas Bravo. Toda la teoría revolucionaria estaba servida para los jóvenes oficiales, su elaboración le había llevado a la dirigencia guerrillera, para ese momento, más de tres lustros. Hasta Alí Primera era símbolo del PRV.
A esta inexplicable falta de visión política de la dirigencia y la oficialidad democráticas –o, tal vez, conchupancia de algunos de sus más relevantes protagonistas-, se unió una campaña mortal de desprestigio de las instituciones existentes, de la cual –como afirmara el editor Miguel Ángel Quevedo en su nota de suicidio, todos fuimos culpables-.
Las autoridades de las principales universidades del país decidieron despolitizarlas, los medios de comunicación se cebaron sobre los mínimos errores de los gobiernos de turno, éstos dejaron de venderle al ciudadano de a pie las ventajas de vivir en libertad.
Sólo algunas voces se alzaron en defensa de la Venezuela posible y deseable. Arturo Uslar Pietri, Renny Otolina, Pedro Tinoco. El doctor Tinoco, de su propio peculio, becó a los mejores graduados la laUCAB y la UCV para que se especializaran en politología en el exterior. Renny pagó con su vida el intento de acceder a la Presidencia de la República. A Uslar se le premió el suyo con el ostracismo político y la humillación de llamarle profeta del desastre.
No, la antipolítica no puede ser definida como el aborrecimiento hacia los partidos puntofijistas, sino como el epílogo de una sociedad que le volteó la espalda, simultáneamente, a la necesidad de perfeccionar su sistema democrática, por encima de cualquier otra consideración, y al peligro de la insurrección castrocomunista –endémico en América Latina-, a la cual derrotó militar pero no políticamente.
Una sociedad que se caracterizó por derroche descarado, la superficialidad intelectual y la satisfacción a ultranza del alma plutoniana que desea placeres y bienes, en desmedro del alma que razona y el pathos.
Ayer escuchamos a nuestro querido maestro de posgrado, Domingo Maza Zavala, afirmando que el año 2010 sería crucial para Venezuela en todos los sentidos, con inclusión del económico. Que los venezolanos pudiéramos voltear la tortilla si actuamos con inteligencia, decisión y valor. Pero que no serían los momentos para los pañitos calientes.
lunes, 26 de octubre de 2009
La Revolución de la Ignorancia (y II)
En la entrega anterior, publicamos algunas reflexiones de Arturo Uslar Pietri sobre el destino futuro de Venezuela si no integraba a los desarraigados que medran en sus villas miseria.
Este porvenir se cumplió fatídicamente con la ascensión al poder de Chávez en 1998, y nos condujo inevitablemente a una situación mucho más grave que la sufrida por Cuba durante cinco décadas, en primer lugar porque Fidel ya no manda en allá sino acá y Raúl, provisto de un cerebro bien lúcido, está dispuesto abordar –como lo hicieran China y Vietnam- el tren del capitalismo salvaje.
Al insurgir Chávez contra las instituciones en 1992 y 1999, selló la muerte de la venezolanidad como República basada y enmarcada en valores humanistas y su soberanía política y económica, porque los boliburgueses y las focas que acompañan al caudillo practican la cultura de los antivalores: astucia en lugar de inteligencia, corrupción en lugar de probidad, charlatanería en lugar de diálogo, grosería en lugar de semántica, facilismo en lugar de trabajo, autoritarismo en lugar de democracia.
Algunos opináticos de oficio culpan de esta involución a los peores días de la posguerra civil que hubo en Venezuela tras la Independencia a lo que llaman la antipolítica, esto es, al rechazo generalizado de los venezolanos contra los partidos de la IV República, cuyos sucesores cuentan actualmente con la repulsa –según las encuestas más recientes- del 89% de los electores potenciales. Añaden que, si queremos salir de Chávez, estamos obligados votar por los candidatos que ellos elijan, según los métodos que escojan y en operativos que van desde las primarias –controladas por un CNE rojo rojito- hasta consensos realizados entre gallos y medianoche –a espaldas de la opinión pública-. Dicho de otra manera, que nos traguemos sus negociados como si fueran aceite de ricino, y les firmemos un cheque al portador y en blanco. Caso contrario, que nos atengamos a las consecuencias: Come gallina o muere arponeado.
Esta petición no es nueva. Se la plantearon a Venezuela Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba en 1958. Ninguno de los líderes estudiantiles u opositores que habían cargado en sus espaldas la resistencia contra la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez pudo colocarse en algún puesto relevante en los tres gobiernos que se alternaron a partir de ese año. Fabricio Ojeda, que era la cabeza de la Junta Patriótica, terminó su existencia colgado en un oscuro calabozo del Palacio Blanco. ¡Suicidio! –decretó el oficialismo. ¡Homicidio! –aseguraron sus simpatizantes de la izquierda. Y así se quedó todo, como siempre.
Uslar afirma que nunca se dio una verdadera democracia en 40 años del Pacto de Punto Fijo, sino un régimen de libertades. De las cuales estuvieron excluidas, hasta el último y caótico mandato de Carlos Andrés Pérez, las libertades económicas a través del perverso mecanismo de los controles de precios.
Caldera, el segundo y último presidente puntofijista, aseguró que en sus manos no se perdería la República. Pero hizo todo lo contrario de lo que había predicado: en vez de reformar la Constitución la dejó como estaba, en vez de aprobar la Ley de Partidos la engavetó, en vez de reflotar la banca dejó que los ahorristas cargaran con los muertos y los pillos financieros se pusieran a salvo, en vez de esperar que los tribunales condenaran formalmente a los golpistas de 1992 y amnistiarlos luego –si ese era su deseo o compromiso- los liberó y, subsecuentemente, les habilitó para que participaran en los próximos comicios.
Pero no fueron sólo Caldera y Pérez los responsables del desastre que se profundizó y adquirió características grotescas a partir de 1998, aún cuando es cierto que, en ambas elecciones y reelecciones, cubrieron casi el 50% del régimen de libertades. Raúl Leoni, Luis Herrera y Jaime Lusinchi también fueron responsables en buena medida de la tragedia nacional. De manera que aquí no hubo inocentes, pese a la excusa del Presidente Lusinchi: ¡La banca me engañó…!
Por eso, el tema de la política y la antipolítica no puede ser el considerando exclusivo para el rescate republicano. Es uno de los ítems, pero no el más importante. Se requiere un proyecto de país y un proceso de transición.
Uslar señala, en el libro citado, que en el Siglo XXI tres países latinoamericanos llegaran al desarrollo económico. Dos naciones escalan ya esa pirámide: Brasil y Chile. Otras tres naciones se disputan el cupo restante: Colombia, México y Perú. En todos los casos citados, hubo proyectos y transiciones, los cuales fueron elaborados por las Universidades y no importados del exterior.
Si seguimos navegando en el Mar de la Felicidad –nadie se engañe que vamos a Cuba, ¡esto es Cuba!-, la culpa no será de los ni-ni, los guarimberos o la sociedad civil, sino del eterno enemigo de Venezuela: la ignorancia. Y sólo con la Universidad en la revolución será posible derrotar a la Revolución de la Ignorancia.
Este porvenir se cumplió fatídicamente con la ascensión al poder de Chávez en 1998, y nos condujo inevitablemente a una situación mucho más grave que la sufrida por Cuba durante cinco décadas, en primer lugar porque Fidel ya no manda en allá sino acá y Raúl, provisto de un cerebro bien lúcido, está dispuesto abordar –como lo hicieran China y Vietnam- el tren del capitalismo salvaje.
Al insurgir Chávez contra las instituciones en 1992 y 1999, selló la muerte de la venezolanidad como República basada y enmarcada en valores humanistas y su soberanía política y económica, porque los boliburgueses y las focas que acompañan al caudillo practican la cultura de los antivalores: astucia en lugar de inteligencia, corrupción en lugar de probidad, charlatanería en lugar de diálogo, grosería en lugar de semántica, facilismo en lugar de trabajo, autoritarismo en lugar de democracia.
Algunos opináticos de oficio culpan de esta involución a los peores días de la posguerra civil que hubo en Venezuela tras la Independencia a lo que llaman la antipolítica, esto es, al rechazo generalizado de los venezolanos contra los partidos de la IV República, cuyos sucesores cuentan actualmente con la repulsa –según las encuestas más recientes- del 89% de los electores potenciales. Añaden que, si queremos salir de Chávez, estamos obligados votar por los candidatos que ellos elijan, según los métodos que escojan y en operativos que van desde las primarias –controladas por un CNE rojo rojito- hasta consensos realizados entre gallos y medianoche –a espaldas de la opinión pública-. Dicho de otra manera, que nos traguemos sus negociados como si fueran aceite de ricino, y les firmemos un cheque al portador y en blanco. Caso contrario, que nos atengamos a las consecuencias: Come gallina o muere arponeado.
Esta petición no es nueva. Se la plantearon a Venezuela Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba en 1958. Ninguno de los líderes estudiantiles u opositores que habían cargado en sus espaldas la resistencia contra la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez pudo colocarse en algún puesto relevante en los tres gobiernos que se alternaron a partir de ese año. Fabricio Ojeda, que era la cabeza de la Junta Patriótica, terminó su existencia colgado en un oscuro calabozo del Palacio Blanco. ¡Suicidio! –decretó el oficialismo. ¡Homicidio! –aseguraron sus simpatizantes de la izquierda. Y así se quedó todo, como siempre.
Uslar afirma que nunca se dio una verdadera democracia en 40 años del Pacto de Punto Fijo, sino un régimen de libertades. De las cuales estuvieron excluidas, hasta el último y caótico mandato de Carlos Andrés Pérez, las libertades económicas a través del perverso mecanismo de los controles de precios.
Caldera, el segundo y último presidente puntofijista, aseguró que en sus manos no se perdería la República. Pero hizo todo lo contrario de lo que había predicado: en vez de reformar la Constitución la dejó como estaba, en vez de aprobar la Ley de Partidos la engavetó, en vez de reflotar la banca dejó que los ahorristas cargaran con los muertos y los pillos financieros se pusieran a salvo, en vez de esperar que los tribunales condenaran formalmente a los golpistas de 1992 y amnistiarlos luego –si ese era su deseo o compromiso- los liberó y, subsecuentemente, les habilitó para que participaran en los próximos comicios.
Pero no fueron sólo Caldera y Pérez los responsables del desastre que se profundizó y adquirió características grotescas a partir de 1998, aún cuando es cierto que, en ambas elecciones y reelecciones, cubrieron casi el 50% del régimen de libertades. Raúl Leoni, Luis Herrera y Jaime Lusinchi también fueron responsables en buena medida de la tragedia nacional. De manera que aquí no hubo inocentes, pese a la excusa del Presidente Lusinchi: ¡La banca me engañó…!
Por eso, el tema de la política y la antipolítica no puede ser el considerando exclusivo para el rescate republicano. Es uno de los ítems, pero no el más importante. Se requiere un proyecto de país y un proceso de transición.
Uslar señala, en el libro citado, que en el Siglo XXI tres países latinoamericanos llegaran al desarrollo económico. Dos naciones escalan ya esa pirámide: Brasil y Chile. Otras tres naciones se disputan el cupo restante: Colombia, México y Perú. En todos los casos citados, hubo proyectos y transiciones, los cuales fueron elaborados por las Universidades y no importados del exterior.
Si seguimos navegando en el Mar de la Felicidad –nadie se engañe que vamos a Cuba, ¡esto es Cuba!-, la culpa no será de los ni-ni, los guarimberos o la sociedad civil, sino del eterno enemigo de Venezuela: la ignorancia. Y sólo con la Universidad en la revolución será posible derrotar a la Revolución de la Ignorancia.
domingo, 25 de octubre de 2009
La Revolución de la Ignorancia
En una extraordinaria colección de ensayos, escritos durante un decenio y publicados en 1981 bajo el título de Educar para Venezuela, Arturo Uslar Pietri reflexiona como si analizara la realidad actual de Venezuela y no la temporalidad durante la cual los redactó. Lo que reafirma su cualidad de visionario y alecciona sobre que los males del presente no se sembraron en 1992 o 1999 sino en ese pasado ni tan lejano.
Asevera Uslar:
Quien recorre las barriadas pobres, que cercan de miseria nuestras ciudades de reciente y mal empleada riqueza petrolera, encuentra a un gran número de personas, mayoritariamente jóvenes, que literalmente no tienen nada que hacer pues carecen de alguna habilidad que les capacite para emplearse. Son puros y simples braceros, a veces con algunos años de inútil bachillerato a cuestas, condenados a vegetar en la miseria y la inactividad.
A veces surge alguien que piensa que el problema de estas barriadas es la vivienda o el subsidio económico, sin percatarse de que son desplazados de la actividad económica, víctimas de una pobreza sin esperanzas, del abandono familiar y la vulgaridad en un entorno poblado de las más chabacanas y corruptoras incitaciones: el ocio degradante, la viveza, que es la escuela primaria del delito, la sexualidad prematura convertida en repugnante experiencia, la promiscuidad, el cinismo, el ruin aprendizaje de las artes del pícaro y el logrero, el delito como acción y superación, el desempleo, el vicio y el cínico envejecimiento prematuro de quienes nada esperan y en nada creen.
Los más de ellos a los dieciocho años tienen que detestar el medio social en que nacieron, y antes de los veinticinco se sienten fracasados. Han oído repetidamente las promesas políticas que nunca se cumplen, han tocado vanamente en muchas puertas sin encontrar colocación, han ensayado muchos simples menesteres temporeros y se refugian en una actitud desafiante o cínica, o se van detrás del hombre que los invita al sacrificio, poniéndoles un arma en la mano, para ir a ofrendar su vida por una vida más digna y una sociedad más justa.
Esta situación afecta a más de la mitad de la población venezolana. Muchos de ellos no conocen padre y carecen de vida familiar. Han nacido en los tugurios de la pobreza, hijos de ignorantes mujeres abandonadas, que no están ni mental, ni moral, ni socialmente preparadas para sostener, educar y alimentar a un número desproporcionado de hijos, a quienes el Estado salva de la muerte infantil, pero no de la miseria y de la desadaptación social.
Los que hoy conocemos como marginales y caracterizamos, independientemente de su temporal bienestar económico –debido al carné político o a los azares de la fortuna-, como que llevan el rancho en la cabeza, integran la masa de seguidores duros del Presidente Chávez. Éste, a su vez, ha construido su poder político en base a los antivalores de la sociedad venezolana: la vulgaridad, la hipocresía del doble discurso, el pájarobravismo, la corrupción como norma de gobierno y el crimen organizado o no.
Lo que ha logrado Chávez, en diez años, es convertir al desarraigo y a los desarraigados en una nueva identidad nacional, que nada tiene en común con los valores históricos de la venezonalidad. En otras palabras, quienes no comulgamos con este nuevo ideal somos realmente unos apátridas, no sólo porque el Comandante en Jefe le entregó la soberanía política a Cuba y la económica a Brasil, sino porque la República se nos fue de las manos en el instante en el cual permitimos que se abriera el grifo indiscriminado de la inmigración no selectiva y dejamos que las barriadas se colmaran de materia prima para el actual desgobierno chavista.
Más adelante, Uslar sostiene que existe una diferencia abismal entre hacer la revolución en la Universidad o la Universidad en la revolución. Asevera que las grandes revoluciones han sido las hijas del saber, y que desestimarlo es uno de los más graves errores. Se enfoca particularmente en la Reforma, la Revolución Francesa y la Revolución Rusa. Sobre esta última señala:
La Revolución Rusa es hija de la más exigente universidad alemana, de la más alta ciencia universitaria del siglo XIX. Cuando el soviet de Petrogrado toma el poder, lo que hace es escribir el capítulo final traducido a los hechos de lo que había sido fundamentalmente un proceso de la inteligencia y la disciplina universitarias. Si los hombres como Marx hubieran pensado que había que hacer la revolución en la universidad paralizándola y obstaculizándola porque ella representaba al reaccionario rey de Prusia, no hubieran creado el marxismo, no hubieran echado las bases sobre las cuales se hizo el gran movimiento revolucionario del siglo XX.
Hete aquí otra gran distinción entre el sistema chavista y las verdaderas revoluciones. Erasmo de Rótterdam, Martín Lutero, los Enciclopedistas y el mismo Carlos Marx eran hombres de luces, que hicieron la Universidad en la revolución. Los chavistas civiles que hoy ostentan portentosos cargos administrativos y demuestran permanente incompetencia gerencial, fueron en su mayoría atorrantes y tirapiedras que intentaron destruir el orden académico haciendo la revolución en la Universidad. Y sus jóvenes militantes siguen por el mismo camino.
Todo este desolador panorama, sin embargo, resulta esperanzador en sí mismo. Porque si algo hay repetivo en la Historia es que ninguna causa, justa o injusta, es viable ni perdurable si es conducida por ignorantes. Y la revolución chavista no es otra cosa que una Rebelión de las Masas, una Revolución de la Ignorancia. Por eso, la salvación y el futuro de la República de Venezuela está –como siempre ha estado- en la Universidad, y no en los cuarteles ni los partidos políticos.
Asevera Uslar:
Quien recorre las barriadas pobres, que cercan de miseria nuestras ciudades de reciente y mal empleada riqueza petrolera, encuentra a un gran número de personas, mayoritariamente jóvenes, que literalmente no tienen nada que hacer pues carecen de alguna habilidad que les capacite para emplearse. Son puros y simples braceros, a veces con algunos años de inútil bachillerato a cuestas, condenados a vegetar en la miseria y la inactividad.
A veces surge alguien que piensa que el problema de estas barriadas es la vivienda o el subsidio económico, sin percatarse de que son desplazados de la actividad económica, víctimas de una pobreza sin esperanzas, del abandono familiar y la vulgaridad en un entorno poblado de las más chabacanas y corruptoras incitaciones: el ocio degradante, la viveza, que es la escuela primaria del delito, la sexualidad prematura convertida en repugnante experiencia, la promiscuidad, el cinismo, el ruin aprendizaje de las artes del pícaro y el logrero, el delito como acción y superación, el desempleo, el vicio y el cínico envejecimiento prematuro de quienes nada esperan y en nada creen.
Los más de ellos a los dieciocho años tienen que detestar el medio social en que nacieron, y antes de los veinticinco se sienten fracasados. Han oído repetidamente las promesas políticas que nunca se cumplen, han tocado vanamente en muchas puertas sin encontrar colocación, han ensayado muchos simples menesteres temporeros y se refugian en una actitud desafiante o cínica, o se van detrás del hombre que los invita al sacrificio, poniéndoles un arma en la mano, para ir a ofrendar su vida por una vida más digna y una sociedad más justa.
Esta situación afecta a más de la mitad de la población venezolana. Muchos de ellos no conocen padre y carecen de vida familiar. Han nacido en los tugurios de la pobreza, hijos de ignorantes mujeres abandonadas, que no están ni mental, ni moral, ni socialmente preparadas para sostener, educar y alimentar a un número desproporcionado de hijos, a quienes el Estado salva de la muerte infantil, pero no de la miseria y de la desadaptación social.
Los que hoy conocemos como marginales y caracterizamos, independientemente de su temporal bienestar económico –debido al carné político o a los azares de la fortuna-, como que llevan el rancho en la cabeza, integran la masa de seguidores duros del Presidente Chávez. Éste, a su vez, ha construido su poder político en base a los antivalores de la sociedad venezolana: la vulgaridad, la hipocresía del doble discurso, el pájarobravismo, la corrupción como norma de gobierno y el crimen organizado o no.
Lo que ha logrado Chávez, en diez años, es convertir al desarraigo y a los desarraigados en una nueva identidad nacional, que nada tiene en común con los valores históricos de la venezonalidad. En otras palabras, quienes no comulgamos con este nuevo ideal somos realmente unos apátridas, no sólo porque el Comandante en Jefe le entregó la soberanía política a Cuba y la económica a Brasil, sino porque la República se nos fue de las manos en el instante en el cual permitimos que se abriera el grifo indiscriminado de la inmigración no selectiva y dejamos que las barriadas se colmaran de materia prima para el actual desgobierno chavista.
Más adelante, Uslar sostiene que existe una diferencia abismal entre hacer la revolución en la Universidad o la Universidad en la revolución. Asevera que las grandes revoluciones han sido las hijas del saber, y que desestimarlo es uno de los más graves errores. Se enfoca particularmente en la Reforma, la Revolución Francesa y la Revolución Rusa. Sobre esta última señala:
La Revolución Rusa es hija de la más exigente universidad alemana, de la más alta ciencia universitaria del siglo XIX. Cuando el soviet de Petrogrado toma el poder, lo que hace es escribir el capítulo final traducido a los hechos de lo que había sido fundamentalmente un proceso de la inteligencia y la disciplina universitarias. Si los hombres como Marx hubieran pensado que había que hacer la revolución en la universidad paralizándola y obstaculizándola porque ella representaba al reaccionario rey de Prusia, no hubieran creado el marxismo, no hubieran echado las bases sobre las cuales se hizo el gran movimiento revolucionario del siglo XX.
Hete aquí otra gran distinción entre el sistema chavista y las verdaderas revoluciones. Erasmo de Rótterdam, Martín Lutero, los Enciclopedistas y el mismo Carlos Marx eran hombres de luces, que hicieron la Universidad en la revolución. Los chavistas civiles que hoy ostentan portentosos cargos administrativos y demuestran permanente incompetencia gerencial, fueron en su mayoría atorrantes y tirapiedras que intentaron destruir el orden académico haciendo la revolución en la Universidad. Y sus jóvenes militantes siguen por el mismo camino.
Todo este desolador panorama, sin embargo, resulta esperanzador en sí mismo. Porque si algo hay repetivo en la Historia es que ninguna causa, justa o injusta, es viable ni perdurable si es conducida por ignorantes. Y la revolución chavista no es otra cosa que una Rebelión de las Masas, una Revolución de la Ignorancia. Por eso, la salvación y el futuro de la República de Venezuela está –como siempre ha estado- en la Universidad, y no en los cuarteles ni los partidos políticos.
martes, 20 de octubre de 2009
¡Así es el Maní!
El mayor antivalor del país –afirma uno de mis hermano- es la matraca, pues ella se ajusta al ciclo biológico del ciudadano: el primer martillazo lo recibe al nacer, cuando sus padres deben bajarse de la mula para conseguir la partida de nacimiento; y el último al fallecer, cuando las empresas de pompas fúnebres se activan para enterrarlo o incinerarlo dentro de la cronología estipulada. Un venezolano o venezolana mayor de 50 años carece de la memoria necesaria para recordar cuántas veces ha sido extorsionado durante su existencia, oficial u oficiosamente, o calcular el monto de estos hechos de tracto sucesivo.
La matraca en Venezuela no discrimina por clases o grupos socioeconómicos, no diferencia edades, géneros, simpatías o ideologías. Es, por decirlo de alguna manera, pluralista y democrática.
Hay matraqueros de todos los niveles: desde los cuidadores de carros hasta los capos de la narcoguerrilla colombiana, pasando por los cobradores de peajes y vacunas y los gestores de todo tipo –que son una suerte de clase media legitimada y socialmente aceptada-. Incluso en los operativos de cedulación y suministro de alimentos a costo reducido, medran individuos que no van a cedularse ni a comprar, pero sí a vender sus puestos salidores en las colas que suelen formarse en dichos eventos.
Como se trata delitos de extorsión, mezclado con la corrupción siempre in crescendo, los millones de víctimas no tienen alternativas, o brincan o se encaraman. Y encaramarse implica someterse a procesos humillantes e infamantes, sobre los cuales ni siquiera Franz Kafka pudo haber atisbado dentro de su esencia o naturaleza, y cuyo final termina, implacablemente, en pérdida de tiempo y gasto mayor del dinero inicialmente solicitado.
En nuestro vecindario vive un sujeto a quien llamaremos Maní. Viste los colores rojo rojitos, vocifera –casi siempre embriagado- las consignas más elementales de la revolución bolivariana, arremete verbalmente cuando pierde el control etílico a los pacíficos y desarmados habitantes de la zonas, amenaza a los viejos con quitarles sus pensiones y otras menudencias por el estilo. Maní, además, constituye una especie de espía o informante del régimen, está en conocimiento de quienes le son afectos –una mayoría de los vecinos- y quienes desafectos –una minoría, que responde a los cacerolazos nocturnos con tiros de 9 mm y canciones de Alí Primera a todo volumen-.
El negocio primario de Maní es la explotación de los indigentes. Estos llegaron a la zona atraídos por el oropel de Pdvsa, y allí se quedaron, esperando las sobras del festín de Baltasar. Hurtan los contenedores de basura, abren las bolsas en busca de todo lo reciclable o comestible y, en su desesperación y ruina moral y física, rompen los vidrios de los automóviles parqueados en las calles, no para robar sino para expresar sus sentimientos. De lo poco que consiguen, hurtando, mendigando o escarbando, Maní recibe su porcentaje.
Pero Maní, a quien la dictadura le ha regalado una vivienda y un salario mensual, no es un caso único ni de excepción en esta Tierra de Desgracia.
La carretera que conduce desde Maracaibo hasta La Raya, o frontera del Zulia con la Guajira es testigo mudo de otra matraca colectiva, a la cual se somete a los colombianos residentes en Venezuela cada vez que visitan a sus familiares en la vecina república. Hay más de diez alcabalas móviles en la vía, y en cada una de ellas el viajero neogranadino debe abonar un promedio de diez bolívares fuertes, un total de 200 mil bolívares de los viejos –si tomamos en cuenta el pasaje Maracaibo-Maicao que es de 100 mil-. Adivine usted, querido lector, quienes se benefician de ese negocio ilícito, a la ida y a la vuelta. Sí, los mismos hombrecitos verdes cuyo honor no se divisa y cuyos líderes tanto aman al Comandante en Jefe y tan dispuestos están a arriesgar sus vidas, arremetiendo contra manifestaciones pacíficas de ancianos y estudiantes con gas del bueno y perdigones.
No creamos, ni por un segundo, que los maníes y hombrecitos verdes de este país surgieron con la llamada V República. El problema viene de lejos, de la Colonia, y se instauró después de la Independencia, cuando los recolectores oficiales de impuestos fueron sustituidos por asaltantes de caminos y delegados de los caudillos que sumieron a Venezuela en una cruenta, interminable y empobrecedora posguerra civil que duró más de un siglo. Pero que el problema sea viejo no excluye el imperativo de que la nueva clase dirigente que surja tras los inevitables cambios del futuro se vuelva a cruzar de brazos ante la matraca y repita la frase: ¡Así es el Maní!
La matraca en Venezuela no discrimina por clases o grupos socioeconómicos, no diferencia edades, géneros, simpatías o ideologías. Es, por decirlo de alguna manera, pluralista y democrática.
Hay matraqueros de todos los niveles: desde los cuidadores de carros hasta los capos de la narcoguerrilla colombiana, pasando por los cobradores de peajes y vacunas y los gestores de todo tipo –que son una suerte de clase media legitimada y socialmente aceptada-. Incluso en los operativos de cedulación y suministro de alimentos a costo reducido, medran individuos que no van a cedularse ni a comprar, pero sí a vender sus puestos salidores en las colas que suelen formarse en dichos eventos.
Como se trata delitos de extorsión, mezclado con la corrupción siempre in crescendo, los millones de víctimas no tienen alternativas, o brincan o se encaraman. Y encaramarse implica someterse a procesos humillantes e infamantes, sobre los cuales ni siquiera Franz Kafka pudo haber atisbado dentro de su esencia o naturaleza, y cuyo final termina, implacablemente, en pérdida de tiempo y gasto mayor del dinero inicialmente solicitado.
En nuestro vecindario vive un sujeto a quien llamaremos Maní. Viste los colores rojo rojitos, vocifera –casi siempre embriagado- las consignas más elementales de la revolución bolivariana, arremete verbalmente cuando pierde el control etílico a los pacíficos y desarmados habitantes de la zonas, amenaza a los viejos con quitarles sus pensiones y otras menudencias por el estilo. Maní, además, constituye una especie de espía o informante del régimen, está en conocimiento de quienes le son afectos –una mayoría de los vecinos- y quienes desafectos –una minoría, que responde a los cacerolazos nocturnos con tiros de 9 mm y canciones de Alí Primera a todo volumen-.
El negocio primario de Maní es la explotación de los indigentes. Estos llegaron a la zona atraídos por el oropel de Pdvsa, y allí se quedaron, esperando las sobras del festín de Baltasar. Hurtan los contenedores de basura, abren las bolsas en busca de todo lo reciclable o comestible y, en su desesperación y ruina moral y física, rompen los vidrios de los automóviles parqueados en las calles, no para robar sino para expresar sus sentimientos. De lo poco que consiguen, hurtando, mendigando o escarbando, Maní recibe su porcentaje.
Pero Maní, a quien la dictadura le ha regalado una vivienda y un salario mensual, no es un caso único ni de excepción en esta Tierra de Desgracia.
La carretera que conduce desde Maracaibo hasta La Raya, o frontera del Zulia con la Guajira es testigo mudo de otra matraca colectiva, a la cual se somete a los colombianos residentes en Venezuela cada vez que visitan a sus familiares en la vecina república. Hay más de diez alcabalas móviles en la vía, y en cada una de ellas el viajero neogranadino debe abonar un promedio de diez bolívares fuertes, un total de 200 mil bolívares de los viejos –si tomamos en cuenta el pasaje Maracaibo-Maicao que es de 100 mil-. Adivine usted, querido lector, quienes se benefician de ese negocio ilícito, a la ida y a la vuelta. Sí, los mismos hombrecitos verdes cuyo honor no se divisa y cuyos líderes tanto aman al Comandante en Jefe y tan dispuestos están a arriesgar sus vidas, arremetiendo contra manifestaciones pacíficas de ancianos y estudiantes con gas del bueno y perdigones.
No creamos, ni por un segundo, que los maníes y hombrecitos verdes de este país surgieron con la llamada V República. El problema viene de lejos, de la Colonia, y se instauró después de la Independencia, cuando los recolectores oficiales de impuestos fueron sustituidos por asaltantes de caminos y delegados de los caudillos que sumieron a Venezuela en una cruenta, interminable y empobrecedora posguerra civil que duró más de un siglo. Pero que el problema sea viejo no excluye el imperativo de que la nueva clase dirigente que surja tras los inevitables cambios del futuro se vuelva a cruzar de brazos ante la matraca y repita la frase: ¡Así es el Maní!
domingo, 18 de octubre de 2009
La 92ª víctima de un virus no peligroso
Ciertamente los soviéticos llegaron a desarrollar durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado tecnología bélica de avanzada, especialmente en lo referente a la industria aeroespacial y fabricación de armas de destrucción masiva. Sin embargo –y pese a la exagerada promoción que se les hizo-, los tanques y otros vehículos nunca fueron tan efectivos como los que produjeron las potencias occidentales, especialmente Francia y Estados Unidos. El modelo T-72 –que actualmente está siendo sustituido por la Federación Rusa por el T-90-, nunca ganó guerra alguna, y sólo demostró su eficacia en la represión de las protestas de las naciones sometidas al yugo comunista tras la II Guerra Mundial.
Tampoco en otras áreas destinadas a satisfacer las expectativas, deseos y necesidades del ciudadano común, la URSS creó innovaciones ni mejoró productos o servicios destinados a esos propósitos. Los automóviles, camiones y tractores eran bastante mediocres –si se los comparaba con sus similares del otro lado de la Cortina de Hierro-. La medicina soviética funcionaba en base a viejos códigos y recetas, y jamás obtuvo un palmarés en base a algún descubrimiento para prevenir o curar enfermedades o, simplemente, mejorar la condición de los pacientes.
El ejemplo más patético de la ciencia soviética lo ejemplifica la vida y trabajos de Trofim Denísovich Lysenko ((29/09/1898-20/10/1976), un biólogo que, durante la década de los 30 del siglo XX, lideró una campaña agrícola, conocida como lysenkoismo, la cual contradecía todas las experiencias globales en agricultura y las teorías sobre la evolución de las especies, la genética y el cultivo de los suelos.
Apoyándose sobre el improductivo modo de la propiedad social, en 1927 declaró al periódico oficialista Pravda que había descubierto un método para abonar sin fertilizantes o minerales y demostrado que, en Azerbaiyán, se podían lograr cosechas invernales, reverdeciendo los yermos campos del Transcaucaso para que el ganado no muriese por falta de comida, los campesinos turcos viviesen la temporada fría sin temor al futuro. Peso a lo cual, el experimento no funcionó nunca más.
En lo que sí Lysenko demostró ser genial fue en el manejo de los medios de comunicación. Fue tan exitoso en este aspecto que, entre 1927 y 1964, abundaban las notas, reportajes y entrevistas relativas a sorprendentes e improbables, logros; los cuales eran superados por otros supuestos y rimbombantes descubrimientos. Para la prensa comunista, Lysenko era un científico descalzo o encarnación y representación mágica del campesino soviético. En 1935, Lysenko comenzó a publicar su propia y auto apologética revista, Vernalization, dedicada a fanfarronear sobre sus próximos experimentos, en una mezcla insólita de lamarkismo y formas confusas de darwinismo.
La historia de Lysenko pudiera haber sido muy divertida, de no ser por la fe ciega que Joseph Stalin, Anastas Mikoyan y otros jerarcas del régimen de Moscú pusieron en él; y cuyas consecuencia s fueron el incumplimiento sistemático de las cuotas de producción agropecuaria nacional, la escasez permanente de alimentos para los sectores menos privilegiados y la extensión de estos déficit a países como Ucrania y Polonia, a los cuales la Historia los definía como graneros de Europa.
Este show mediático permanente, acompañado de la ignorancia supina, es lo que parece privar en las decisiones ideológicas con que el régimen chavista maneja al campo venezolano, y que también ha sido responsable de que el país importe hoy el 80% de lo que se come.
Pero los Lykenko de la V República no sólo crecen como arroz en los ministerios de Agricultura y Tierras y Planificación, sino también en los dedicados a la preservación de la salubridad de los venezolanos.
Es el terrible caso de los infaustos Barrio Adentro, que sólo han logrado el colapso total de los hospitales y ambulatorios públicos y tradicionales, así como la emigración de miles de médicos venezolanos, malamente substituidos por galenos cuyos créditos académicos no son reconocidos por ninguna universidad autónoma ni gremio médico en Latinoamérica.
Dado que el despacho que ser ocupa del tema está cubanizado y que la medicina cubana desconoce oficialmente la peligrosidad de la gripe porcina, en Venezuela no hay campañas para prevenir esta pandemia –que si las hay en Argentina, España y México-. Por lo cual ya hay casi un centenar de muertos, el último de ellos, nuestro amigo y compañero profesor Boris Ruiz Medina, cuyo perfil no se correspondía con el arquetipo de riesgo suministrado por la OMS, pero que falleció de ese mal 36 horas más tarde de haber entrado a una clínica privada para chequearse. Y Boris, lamentablemente para sus consternados familiares y amigos, fue la nonagésima segunda víctima en este país de un virus que no es peligroso, según las autoridades correspondientes.
Tampoco en otras áreas destinadas a satisfacer las expectativas, deseos y necesidades del ciudadano común, la URSS creó innovaciones ni mejoró productos o servicios destinados a esos propósitos. Los automóviles, camiones y tractores eran bastante mediocres –si se los comparaba con sus similares del otro lado de la Cortina de Hierro-. La medicina soviética funcionaba en base a viejos códigos y recetas, y jamás obtuvo un palmarés en base a algún descubrimiento para prevenir o curar enfermedades o, simplemente, mejorar la condición de los pacientes.
El ejemplo más patético de la ciencia soviética lo ejemplifica la vida y trabajos de Trofim Denísovich Lysenko ((29/09/1898-20/10/1976), un biólogo que, durante la década de los 30 del siglo XX, lideró una campaña agrícola, conocida como lysenkoismo, la cual contradecía todas las experiencias globales en agricultura y las teorías sobre la evolución de las especies, la genética y el cultivo de los suelos.
Apoyándose sobre el improductivo modo de la propiedad social, en 1927 declaró al periódico oficialista Pravda que había descubierto un método para abonar sin fertilizantes o minerales y demostrado que, en Azerbaiyán, se podían lograr cosechas invernales, reverdeciendo los yermos campos del Transcaucaso para que el ganado no muriese por falta de comida, los campesinos turcos viviesen la temporada fría sin temor al futuro. Peso a lo cual, el experimento no funcionó nunca más.
En lo que sí Lysenko demostró ser genial fue en el manejo de los medios de comunicación. Fue tan exitoso en este aspecto que, entre 1927 y 1964, abundaban las notas, reportajes y entrevistas relativas a sorprendentes e improbables, logros; los cuales eran superados por otros supuestos y rimbombantes descubrimientos. Para la prensa comunista, Lysenko era un científico descalzo o encarnación y representación mágica del campesino soviético. En 1935, Lysenko comenzó a publicar su propia y auto apologética revista, Vernalization, dedicada a fanfarronear sobre sus próximos experimentos, en una mezcla insólita de lamarkismo y formas confusas de darwinismo.
La historia de Lysenko pudiera haber sido muy divertida, de no ser por la fe ciega que Joseph Stalin, Anastas Mikoyan y otros jerarcas del régimen de Moscú pusieron en él; y cuyas consecuencia s fueron el incumplimiento sistemático de las cuotas de producción agropecuaria nacional, la escasez permanente de alimentos para los sectores menos privilegiados y la extensión de estos déficit a países como Ucrania y Polonia, a los cuales la Historia los definía como graneros de Europa.
Este show mediático permanente, acompañado de la ignorancia supina, es lo que parece privar en las decisiones ideológicas con que el régimen chavista maneja al campo venezolano, y que también ha sido responsable de que el país importe hoy el 80% de lo que se come.
Pero los Lykenko de la V República no sólo crecen como arroz en los ministerios de Agricultura y Tierras y Planificación, sino también en los dedicados a la preservación de la salubridad de los venezolanos.
Es el terrible caso de los infaustos Barrio Adentro, que sólo han logrado el colapso total de los hospitales y ambulatorios públicos y tradicionales, así como la emigración de miles de médicos venezolanos, malamente substituidos por galenos cuyos créditos académicos no son reconocidos por ninguna universidad autónoma ni gremio médico en Latinoamérica.
Dado que el despacho que ser ocupa del tema está cubanizado y que la medicina cubana desconoce oficialmente la peligrosidad de la gripe porcina, en Venezuela no hay campañas para prevenir esta pandemia –que si las hay en Argentina, España y México-. Por lo cual ya hay casi un centenar de muertos, el último de ellos, nuestro amigo y compañero profesor Boris Ruiz Medina, cuyo perfil no se correspondía con el arquetipo de riesgo suministrado por la OMS, pero que falleció de ese mal 36 horas más tarde de haber entrado a una clínica privada para chequearse. Y Boris, lamentablemente para sus consternados familiares y amigos, fue la nonagésima segunda víctima en este país de un virus que no es peligroso, según las autoridades correspondientes.
sábado, 17 de octubre de 2009
Boris Ruiz Medina
Ayer murió en Caracas el profesor Boris Ruiz Medina, cuya mejor definición nos la dio una de sus compañeras de trabajo: Era un gran amigo y un perfecto caballero.
Este coriano, de 57 años de edad, fundador del Instituto Universitario de Gerencia y Tecnología, no sólo creía que en la educación se encontraba una de las claves para la redención del pueblo venezolano, sino que a sus contenidos técnicos y científicos había que añadirle condimentos adicionales como el cultivo de las artes, el dominio de la filosofía y el aprendizaje de las normas de convivencia. Además, dado que profesaba sinceramente el catolicismo, la fe cristiana; aunque de este último punto no hacía un estandarte que le pudiera separar de sus innumerables afectos creyentes y descreídos.
Cuando tuvo la oportunidad de trabajar en el Ministerio de Educación, dedicó sus esfuerzos a las nuevas herramientas del entendimiento humano, y creó el Departamento de Medios Audiovisuales. Resulta asombroso que en una Venezuela para entonces próspera y llena de confianza en el futuro, los únicos centros de producción cinematográficos y televisivos con resultados exitosos fuera de las empresas y emisoras exitosas fueran el que fundara Boris y el que había establecido la Shell de Venezuela, hasta su desaparición por causas del adelantamiento de la reversión petrolera o mal llamada nacionalización durante el primer quinquenio de Carlos Andrés Pérez.
Consciente de la imperiosa necesidad de profesores universitarios que la pujante economía demandaría durante los próximos años, Boris se ocupó, además, de acercar la pedagogía actualizada a los egresados con vocación didáctica, desarrollando las primeras extensiones del Componente Docente para la Educación Superior en el país, y formando parte de su personal pionero de facilitadores.
Entonces, como ahora, la mayoría de los profesionales que dictaban cursos de tercer y cuarto nivel se habían formado de manera no muy distinta al sistema medieval desarrollado en Europa, y vivían a espaldas de las tres gigantescas olas que habían aportado el conductismo, el cognitivismo y el constructivismo a los alumnos y maestros del mundo entero. Las mareas habían pasado sobre ellos, y encima de las arena aún húmedas, habían reconstruido las viejas estructuras basándose en lo mal conocido de la subjetividad como regla, la memorización como política y la evaluación unidireccional como estilo, negándole toda posibilidad a lo bueno por conocer existente en las teorías de John Watson, Lev Vygotsky y Jean Piaget. Pero, asimismo, impidiendo que generaciones de graduandos recibieran el beneficio extraordinario de la transferencia del conocimiento, y dejaran de ser como los loros, que sólo repiten lo que se les machaca de forma consuetudinaria.
La pedagogía moderna sólo estaba reservada entonces para quienes egresaban de los institutos y escuelas dedicados a ella. La educación a distancia era mirada con recelo, y a quien se le ocurría una solución creativa para sacar de su estado de analfabetismo funcional u orgánica a las grandes mayorías, como era el caso del doctor Luis Alberto Machado, se les miraba como poco cuerdos o únicamente se destacaban notas amarillistas sobre la fecunda labor que intentaba poner en marcha.
Fíjese usted, amigo lector, que mientras a Machado se le tildaba de loco, la globalidad se expresaba de manera totalmente opuesta: Ofrece el regalo más importante de los países del sur al resto del mundo, desde cuando los árabes los árabes crearon el cero y en la India inventaron el ajedrez (Newsweek); Podríamos casi sostener que estamos asistiendo aquí, a nivel mundial, a una revolución aun más importante que desencadenó el método cartesiano en la Europa del siglo XVII (Lumiere); China apoya la candidatura del Luis Alberto Machado al Premio Nóbel de la Paz (Jian Nan-Xiang,
Ministro de Educación de la República Popular de China).
Conocedor de todo este movimiento renovador y esclarecedor, Boris Ruiz, con su indestructible bonhomía, profunda cultura y dedicación al prójimo, se divertía de lo lindo enseñándole a los ingenieros y abogados –que son los licenciados más obtusos a la hora de adoptar cambios pedagógicos- como aplicar Jean Piaget a la enseñanza de sus fórmulas y procesos.
Tras la vuelta de Venezuela al gobierno militarista, autocrático y –con la innovación en esta oportunidad de un fascismo disfrazado de socialismo anacrónico- Boris se dedicó al proyecto de sus amigos y parientes, el IUGT, del cual fue su primer Coordinador Docente, al estudio del idioma japonés y a dos proyectos que, lamentable, dejó inconclusos: un estudio de grabación de audio y un sistema alterno de radiodifusión.
Esta es, a grandes rasgos, la biografía de un notable venezolano, a quien conocimos de grande, quisimos entrañablemente y nos deja un vacío difícil de llenar. Es la brevísima historia y un sentido obituario para Boris Ruiz Medina.
Este coriano, de 57 años de edad, fundador del Instituto Universitario de Gerencia y Tecnología, no sólo creía que en la educación se encontraba una de las claves para la redención del pueblo venezolano, sino que a sus contenidos técnicos y científicos había que añadirle condimentos adicionales como el cultivo de las artes, el dominio de la filosofía y el aprendizaje de las normas de convivencia. Además, dado que profesaba sinceramente el catolicismo, la fe cristiana; aunque de este último punto no hacía un estandarte que le pudiera separar de sus innumerables afectos creyentes y descreídos.
Cuando tuvo la oportunidad de trabajar en el Ministerio de Educación, dedicó sus esfuerzos a las nuevas herramientas del entendimiento humano, y creó el Departamento de Medios Audiovisuales. Resulta asombroso que en una Venezuela para entonces próspera y llena de confianza en el futuro, los únicos centros de producción cinematográficos y televisivos con resultados exitosos fuera de las empresas y emisoras exitosas fueran el que fundara Boris y el que había establecido la Shell de Venezuela, hasta su desaparición por causas del adelantamiento de la reversión petrolera o mal llamada nacionalización durante el primer quinquenio de Carlos Andrés Pérez.
Consciente de la imperiosa necesidad de profesores universitarios que la pujante economía demandaría durante los próximos años, Boris se ocupó, además, de acercar la pedagogía actualizada a los egresados con vocación didáctica, desarrollando las primeras extensiones del Componente Docente para la Educación Superior en el país, y formando parte de su personal pionero de facilitadores.
Entonces, como ahora, la mayoría de los profesionales que dictaban cursos de tercer y cuarto nivel se habían formado de manera no muy distinta al sistema medieval desarrollado en Europa, y vivían a espaldas de las tres gigantescas olas que habían aportado el conductismo, el cognitivismo y el constructivismo a los alumnos y maestros del mundo entero. Las mareas habían pasado sobre ellos, y encima de las arena aún húmedas, habían reconstruido las viejas estructuras basándose en lo mal conocido de la subjetividad como regla, la memorización como política y la evaluación unidireccional como estilo, negándole toda posibilidad a lo bueno por conocer existente en las teorías de John Watson, Lev Vygotsky y Jean Piaget. Pero, asimismo, impidiendo que generaciones de graduandos recibieran el beneficio extraordinario de la transferencia del conocimiento, y dejaran de ser como los loros, que sólo repiten lo que se les machaca de forma consuetudinaria.
La pedagogía moderna sólo estaba reservada entonces para quienes egresaban de los institutos y escuelas dedicados a ella. La educación a distancia era mirada con recelo, y a quien se le ocurría una solución creativa para sacar de su estado de analfabetismo funcional u orgánica a las grandes mayorías, como era el caso del doctor Luis Alberto Machado, se les miraba como poco cuerdos o únicamente se destacaban notas amarillistas sobre la fecunda labor que intentaba poner en marcha.
Fíjese usted, amigo lector, que mientras a Machado se le tildaba de loco, la globalidad se expresaba de manera totalmente opuesta: Ofrece el regalo más importante de los países del sur al resto del mundo, desde cuando los árabes los árabes crearon el cero y en la India inventaron el ajedrez (Newsweek); Podríamos casi sostener que estamos asistiendo aquí, a nivel mundial, a una revolución aun más importante que desencadenó el método cartesiano en la Europa del siglo XVII (Lumiere); China apoya la candidatura del Luis Alberto Machado al Premio Nóbel de la Paz (Jian Nan-Xiang,
Ministro de Educación de la República Popular de China).
Conocedor de todo este movimiento renovador y esclarecedor, Boris Ruiz, con su indestructible bonhomía, profunda cultura y dedicación al prójimo, se divertía de lo lindo enseñándole a los ingenieros y abogados –que son los licenciados más obtusos a la hora de adoptar cambios pedagógicos- como aplicar Jean Piaget a la enseñanza de sus fórmulas y procesos.
Tras la vuelta de Venezuela al gobierno militarista, autocrático y –con la innovación en esta oportunidad de un fascismo disfrazado de socialismo anacrónico- Boris se dedicó al proyecto de sus amigos y parientes, el IUGT, del cual fue su primer Coordinador Docente, al estudio del idioma japonés y a dos proyectos que, lamentable, dejó inconclusos: un estudio de grabación de audio y un sistema alterno de radiodifusión.
Esta es, a grandes rasgos, la biografía de un notable venezolano, a quien conocimos de grande, quisimos entrañablemente y nos deja un vacío difícil de llenar. Es la brevísima historia y un sentido obituario para Boris Ruiz Medina.
martes, 13 de octubre de 2009
No habrá más victorias de mierda
Conforme a los resultados del referendo consultivo del 2 de diciembre de 2007, el CNE, en su primer y único boletín conocido, reconoció que se había improbado la Reforma Constitucional propuesta por el presidente Hugo Chávez y la Asamblea Nacional, por un 50,7 contra un 49,2 del 90% de los votos escrutados. Reconociendo su derrota, el Jefe de Estado calificó al triunfo opositor de pírrico, chiquitico –en realidad lo llamaría pmás tarde una victoria de mierda- y desde ese mismo instante comenzó a conspirar contra la Constitución, manifestando que no renunciaba a una sola línea de su proyecto.
Cuando llegó a Estados Unidos y se declaró autoexiliado político, Rafael Poleo, editor y propietario de la Revista Zeta y el diario El Nuevo País, declaró al Miami Herald (29/09/09): Chávez ha adulterado todas las elecciones, salvo las de 1998 y 1999. Todas las otras han sido adulteradas. Incluso, en las elecciones presidenciales se han cambiado los votos. Pero hay políticos en la oposición que están pagados, y eso lo sabe todo el mundo. Jefes de partidos y voceros de la mesa de diálogo que se han hecho ricos recibiendo dinero del régimen por debajo de la mesa.
Aunque parezcan contradictorias a simple vista, las afirmaciones de Chávez y Poleo son ciertas. A partir del referendo, Chávez pisó el acelerador a fondo y ha logrado aprobar la mayoría de las normas rechazadas el 2007.
Poleo, por su parte, se refiere a las manipulaciones de la compañía que opera las máquinas automáticas de votación y el resto del hardware electoral en Venezuela, Smarmatic, bajo la lupa del FBI por lo menos desde el 2006, cuando Jorge Rodríguez –actual Alcalde de Libertador- era Presidente del CNE. Ese año, Smarmatic intentó entrar en el mercado comicial de EEUU, y despertó con una reacción violenta entre los medios y la autoridades locales. Otro de los personajes mencionados en esos días era el abogado Moisés Maionica, quien posteriormente se vería involucrado en el caso del maletín de Guido Antonini Wilson, sería capturado, enjuiciado y condenado por un tribunal penal de Florida.
Jorge Massa, uno de los dueños de la firma, presionado por la opinión pública, se vio obligado a declarar ante la prensa quienes poseían el control accionario: Aproximadamente el 97 % de Smartmatic es propiedad de sus cuatro fundadores, Antonio Mugica Rivero (con doble ciudadanía, española y venezolana), Roger Piñate y Alfredo Anzola (ambos venezolanos) y mi persona (con doble ciudadanía, francesa y venezolana).
Tras fracasar en el intento de introducir un caballo de Troya en las votaciones de EEUU –así por lo menos lo reseño la prensa de ese país-, y después de un escándalo que involucraba a Jorge Rodríguez por supuestos gastos pagados durante su estada en un lujoso spa de Florida, sucedió un curioso accidente el cual pocos recuerdan:
El 29 de abril de 2008, Alfredo Anzola Jaumotte, director y fundador de Smarmatic, pereció al estrellarse el avión privado en el cual viajaba hacia el exterior sobre un inmueble ubicado en Catia la Mar. Lo único que se supo al respecto fue que ambos motores del chárter habían fallado momentos después del despegue, y el siniestro había ocurrido al intentar regresar al aeropuerto. Pudo ser posible, pero es altamente improbable dadas las características de la aeronave.
Todo lo anterior es historia, y está a la orden de quien desee investigarlo. Lo que viene a continuación son especulaciones, y trata de responder a la pregunta: ¿Por qué se dio la victoria de mierda?
Partamos de un supuesto, que manejan todos los políticos en Venezuela y también quienes no lo son. En el Registro Electoral Permanente, hay, por lo menos, un 25% de electores virtuales, esto es, sin domicilio conocido. Dichos fantasmas no sólo distorsionan al REP, sino también las proyecciones del censo y los sondeos de opinión pública. Entonces, ninguna encuesta resulta estadísticamente representativa; y sólo la investigación motivacional, en profundidad, puede ser tomada como reflejo serio de la actitud del votante.
Las computadoras capta huellas no sólo sirven para identificar a quienes ejercen su derecho al voto, sino para determinar quienes no lo hacen. Al transmitir en tiempo real, le permiten a una especie de CNE paralelo llenar los cupos vacantes hasta por un 25% a favor del gobierno, lo cual le había asegurado cómodos triunfos hasta el 2-D del 2007. ¿Qué sucedió en tal fecha? Que el sistema de transmisión cuya antena estaba ubicado en la Unefa, en Chuao, colapsó. Se calló, o la callaron. Las laptop se quedaron sin conexión hasta casi el final del proceso, y sólo hubo tejemanejes en las zonas rurales del país, donde no llegaba el sistema Wi-Fi.
Pero eso no volverá a ocurrir de nuevo, porque ahora hay dos sistemas operativos: uno en Fuerte Tiuna y otro cerca de Camatagua.
Si todo lo anterior es verdadero, los dirigentes de la oposición convencional deberían emprender varias acciones: reclamar del CNE los resultados totales del referendo del 2-D, exigir la depuración del REP, consolidar la postura unitaria y elegir a los candidatos para las próximas justas, dejar de infiltrarse en los movimientos de protesta, que son los únicos con que cuenta la sociedad civil para enfrentar al régimen chavista y soñar con un cambio democrático. Porque, si no lo hacen, ya no habrá más victorias de mierda.
Cuando llegó a Estados Unidos y se declaró autoexiliado político, Rafael Poleo, editor y propietario de la Revista Zeta y el diario El Nuevo País, declaró al Miami Herald (29/09/09): Chávez ha adulterado todas las elecciones, salvo las de 1998 y 1999. Todas las otras han sido adulteradas. Incluso, en las elecciones presidenciales se han cambiado los votos. Pero hay políticos en la oposición que están pagados, y eso lo sabe todo el mundo. Jefes de partidos y voceros de la mesa de diálogo que se han hecho ricos recibiendo dinero del régimen por debajo de la mesa.
Aunque parezcan contradictorias a simple vista, las afirmaciones de Chávez y Poleo son ciertas. A partir del referendo, Chávez pisó el acelerador a fondo y ha logrado aprobar la mayoría de las normas rechazadas el 2007.
Poleo, por su parte, se refiere a las manipulaciones de la compañía que opera las máquinas automáticas de votación y el resto del hardware electoral en Venezuela, Smarmatic, bajo la lupa del FBI por lo menos desde el 2006, cuando Jorge Rodríguez –actual Alcalde de Libertador- era Presidente del CNE. Ese año, Smarmatic intentó entrar en el mercado comicial de EEUU, y despertó con una reacción violenta entre los medios y la autoridades locales. Otro de los personajes mencionados en esos días era el abogado Moisés Maionica, quien posteriormente se vería involucrado en el caso del maletín de Guido Antonini Wilson, sería capturado, enjuiciado y condenado por un tribunal penal de Florida.
Jorge Massa, uno de los dueños de la firma, presionado por la opinión pública, se vio obligado a declarar ante la prensa quienes poseían el control accionario: Aproximadamente el 97 % de Smartmatic es propiedad de sus cuatro fundadores, Antonio Mugica Rivero (con doble ciudadanía, española y venezolana), Roger Piñate y Alfredo Anzola (ambos venezolanos) y mi persona (con doble ciudadanía, francesa y venezolana).
Tras fracasar en el intento de introducir un caballo de Troya en las votaciones de EEUU –así por lo menos lo reseño la prensa de ese país-, y después de un escándalo que involucraba a Jorge Rodríguez por supuestos gastos pagados durante su estada en un lujoso spa de Florida, sucedió un curioso accidente el cual pocos recuerdan:
El 29 de abril de 2008, Alfredo Anzola Jaumotte, director y fundador de Smarmatic, pereció al estrellarse el avión privado en el cual viajaba hacia el exterior sobre un inmueble ubicado en Catia la Mar. Lo único que se supo al respecto fue que ambos motores del chárter habían fallado momentos después del despegue, y el siniestro había ocurrido al intentar regresar al aeropuerto. Pudo ser posible, pero es altamente improbable dadas las características de la aeronave.
Todo lo anterior es historia, y está a la orden de quien desee investigarlo. Lo que viene a continuación son especulaciones, y trata de responder a la pregunta: ¿Por qué se dio la victoria de mierda?
Partamos de un supuesto, que manejan todos los políticos en Venezuela y también quienes no lo son. En el Registro Electoral Permanente, hay, por lo menos, un 25% de electores virtuales, esto es, sin domicilio conocido. Dichos fantasmas no sólo distorsionan al REP, sino también las proyecciones del censo y los sondeos de opinión pública. Entonces, ninguna encuesta resulta estadísticamente representativa; y sólo la investigación motivacional, en profundidad, puede ser tomada como reflejo serio de la actitud del votante.
Las computadoras capta huellas no sólo sirven para identificar a quienes ejercen su derecho al voto, sino para determinar quienes no lo hacen. Al transmitir en tiempo real, le permiten a una especie de CNE paralelo llenar los cupos vacantes hasta por un 25% a favor del gobierno, lo cual le había asegurado cómodos triunfos hasta el 2-D del 2007. ¿Qué sucedió en tal fecha? Que el sistema de transmisión cuya antena estaba ubicado en la Unefa, en Chuao, colapsó. Se calló, o la callaron. Las laptop se quedaron sin conexión hasta casi el final del proceso, y sólo hubo tejemanejes en las zonas rurales del país, donde no llegaba el sistema Wi-Fi.
Pero eso no volverá a ocurrir de nuevo, porque ahora hay dos sistemas operativos: uno en Fuerte Tiuna y otro cerca de Camatagua.
Si todo lo anterior es verdadero, los dirigentes de la oposición convencional deberían emprender varias acciones: reclamar del CNE los resultados totales del referendo del 2-D, exigir la depuración del REP, consolidar la postura unitaria y elegir a los candidatos para las próximas justas, dejar de infiltrarse en los movimientos de protesta, que son los únicos con que cuenta la sociedad civil para enfrentar al régimen chavista y soñar con un cambio democrático. Porque, si no lo hacen, ya no habrá más victorias de mierda.
domingo, 11 de octubre de 2009
Los simuladores Schumann
El geofísico germano Winfried Otto Schumann predijo matemáticamente (1952) que nuestro planeta está rodeado de un campo electromagnético vinculante, ubicado entre el suelo y la parte inferior de la ionosfera –a 100 Km por encima de la corteza terrestre-. Dicho campo comprende un conjunto de picos en la banda de frecuencia extra baja (ELF) del espectro radioeléctrico.
El fenómeno se produce porque la porción existente entre la superficie terrestre y la ionosfera actúa como una guía de onda. El espacio limitado del globo terráqueo hace que esta guía opere como una cavidad resonante para las ondas electromagnéticas en la banda ELF. La cavidad se activa siempre, en forma natural, por las tormentas eléctricas, y también, dado que su séptimo sobre tono se ubica aproximadamente en 60 Hz, influyen en él las redes de transmisión de los países donde se consume corriente alterna en ese ciclaje.
La frecuencia más baja, y al mismo tiempo la intensidad más alta, de la Resonancia de Schumann se sitúa en aproximadamente 7,83 Hz. Los sobre tonos detectables se extienden hasta el rango de KHz. Ese campo posee una resonancia más o menos constante del orden de 7,83 pulsaciones por segundo. Funciona como un marcapasos, y es responsable del equilibrio de la biosfera, hábitat común de todas las formas de vida. También se ha comprobado que todos los vertebrados y el cerebro humano están sincronizados en esa misma frecuencia de 7,83 Hz.
Empíricamente se ha detectado que la salud se compromete y deteriora fuera de esta frecuencia biológica natural. Siempre que los astronautas, en razón de los viajes espaciales, se apartaban de la resonancia Schumann, se enfermaban. Pero sometidos a la acción de un simulador Schumann recuperaban su salud. Por millones de años el palpitar del corazón de la Tierra ha tenido esta frecuencia de pulsaciones y la vida se ha desarrollado en un relativo equilibrio ecológico.
Sin embargo, a partir de la década de los años ochenta del siglo pasado,, y de manera acelerada, a partir de los noventa, la frecuencia se disparó de 7,83 a 11 y a 13 Hz. De manera coincidente con esta arritmia del corazón terráqueo, se desencadenaron graves desequilibrios ecológicos: perturbaciones climáticas, mayor actividad volcánica, crecimiento de tensiones y conflictos en el mundo y aumento general de las psicosis las conductas patológicos entre los humanos. La aceleración generalizada perturba también el ciclo temporal de los horarios, pues, a 11 y 13 Hz –en lugar de 7,83- 24 horas se transforman en sólo 16 en promedio. La percepción de que el mundo se mueve con mayor rapidez que antes no es ilusoria, sino que encuentra su base física base real en el desequilibrio de la Resonancia Schumann.
Conforme al principio de la homeóstasis que todo organismo viviente en desequilibrio intenta, por sí mismo, recuperar su equilibrio inicial, eso es exactamente lo que está sucediendo con el globo, el no puede ser considerado exclusivamente como un cascarón sino, antes bien, como un superorganismo vivo. Y, en un plazo no determinado aún, el tiempo recuperará su antiguo diapasón.
Pero al ser humano le corresponde en este proceso telúrico sintonizarse con el biorritmo terrestre, creando simuladores Schumann a granel para recuperar, en primera instancia, la cordura, y en otras instancias la salud y vigor necesarios para emprender desde las más sencillas tareas cotidianas hasta las más excelsas obras del intelecto. Es posible que tales simuladores ya existan, encubiertos bajo las disciplinas como el yoga, la meditación trascendental y el Budismo Zen. O que haya que reinventarlas y potenciarlas desde estas bases o cualesquiera otras conocidas u olvidadas.
Si el hombre no se vacuna contra el desequilibrio de la Resonancia Schumann, esto es, si no toma conciencia y no cambia perceptiva y activamente, los resultados pueden ser desastrosos y caóticos, mucho más profundos en términos de guerras, recesiones económicas, hambrunas, migraciones incontrolables, padecimientos y toda clase de devastaciones naturales que aún resultan inimaginables.
Por eso, frente a todas las perturbaciones socioculturales, sociopolíticas y socioeconómicas que hoy nos agobian, la pregunta no puede ser: ¿Por qué…?, sino, ¿qué puedo hacer para modificarlas…?
Post Data: Gracias a la Fundación Amor en Acción y al Ingeniero José Gómez Oriol por haber despertado nuestro interés sobre el fenómeno de la Resonancia de Schumann-
El fenómeno se produce porque la porción existente entre la superficie terrestre y la ionosfera actúa como una guía de onda. El espacio limitado del globo terráqueo hace que esta guía opere como una cavidad resonante para las ondas electromagnéticas en la banda ELF. La cavidad se activa siempre, en forma natural, por las tormentas eléctricas, y también, dado que su séptimo sobre tono se ubica aproximadamente en 60 Hz, influyen en él las redes de transmisión de los países donde se consume corriente alterna en ese ciclaje.
La frecuencia más baja, y al mismo tiempo la intensidad más alta, de la Resonancia de Schumann se sitúa en aproximadamente 7,83 Hz. Los sobre tonos detectables se extienden hasta el rango de KHz. Ese campo posee una resonancia más o menos constante del orden de 7,83 pulsaciones por segundo. Funciona como un marcapasos, y es responsable del equilibrio de la biosfera, hábitat común de todas las formas de vida. También se ha comprobado que todos los vertebrados y el cerebro humano están sincronizados en esa misma frecuencia de 7,83 Hz.
Empíricamente se ha detectado que la salud se compromete y deteriora fuera de esta frecuencia biológica natural. Siempre que los astronautas, en razón de los viajes espaciales, se apartaban de la resonancia Schumann, se enfermaban. Pero sometidos a la acción de un simulador Schumann recuperaban su salud. Por millones de años el palpitar del corazón de la Tierra ha tenido esta frecuencia de pulsaciones y la vida se ha desarrollado en un relativo equilibrio ecológico.
Sin embargo, a partir de la década de los años ochenta del siglo pasado,, y de manera acelerada, a partir de los noventa, la frecuencia se disparó de 7,83 a 11 y a 13 Hz. De manera coincidente con esta arritmia del corazón terráqueo, se desencadenaron graves desequilibrios ecológicos: perturbaciones climáticas, mayor actividad volcánica, crecimiento de tensiones y conflictos en el mundo y aumento general de las psicosis las conductas patológicos entre los humanos. La aceleración generalizada perturba también el ciclo temporal de los horarios, pues, a 11 y 13 Hz –en lugar de 7,83- 24 horas se transforman en sólo 16 en promedio. La percepción de que el mundo se mueve con mayor rapidez que antes no es ilusoria, sino que encuentra su base física base real en el desequilibrio de la Resonancia Schumann.
Conforme al principio de la homeóstasis que todo organismo viviente en desequilibrio intenta, por sí mismo, recuperar su equilibrio inicial, eso es exactamente lo que está sucediendo con el globo, el no puede ser considerado exclusivamente como un cascarón sino, antes bien, como un superorganismo vivo. Y, en un plazo no determinado aún, el tiempo recuperará su antiguo diapasón.
Pero al ser humano le corresponde en este proceso telúrico sintonizarse con el biorritmo terrestre, creando simuladores Schumann a granel para recuperar, en primera instancia, la cordura, y en otras instancias la salud y vigor necesarios para emprender desde las más sencillas tareas cotidianas hasta las más excelsas obras del intelecto. Es posible que tales simuladores ya existan, encubiertos bajo las disciplinas como el yoga, la meditación trascendental y el Budismo Zen. O que haya que reinventarlas y potenciarlas desde estas bases o cualesquiera otras conocidas u olvidadas.
Si el hombre no se vacuna contra el desequilibrio de la Resonancia Schumann, esto es, si no toma conciencia y no cambia perceptiva y activamente, los resultados pueden ser desastrosos y caóticos, mucho más profundos en términos de guerras, recesiones económicas, hambrunas, migraciones incontrolables, padecimientos y toda clase de devastaciones naturales que aún resultan inimaginables.
Por eso, frente a todas las perturbaciones socioculturales, sociopolíticas y socioeconómicas que hoy nos agobian, la pregunta no puede ser: ¿Por qué…?, sino, ¿qué puedo hacer para modificarlas…?
Post Data: Gracias a la Fundación Amor en Acción y al Ingeniero José Gómez Oriol por haber despertado nuestro interés sobre el fenómeno de la Resonancia de Schumann-
sábado, 10 de octubre de 2009
El oro negro y el oro blanco.
Entre 1982 y 1994, Pablo Escobar Gaviria se convirtió en el zar de la cocaína, amasó una fortuna estimada en más de 10 millardos de dólares, fue electo congresista suplente, asistió como invitado oficial a la toma de posesión de Felipe González en España, ordenó la muerte de más de 4 mil personas y el homicidio del candidato presidencial Luis Carlos Galán.
Durante este desgraciado período, Colombia, en su conjunto, registraba los vaivenes del narcotráfico según las alzas y bajas de la moneda nacional. Si alijos importantes llegaban a sus destinos, coronaban, esto es, el peso se cotizaba mejor frente al dólar. En caso contrario, bajaba en valor al cambio.
La droga había creado una perversa prosperidad, cotidiana y volátil. Los símbolos exteriores de esta riqueza mal habida eran evidentes, desde los carrazos de los involucrados en el comercio vil, hasta propiedades urbanas y vacacionales, cuyos nuevos dueños no habrían podido adquirir antes ni siquiera las chozas donde muchos de ellos habían nacido. La guinda del cóctel la constituía un zoológico de animales exóticos, ubicado en la finca de Escobar Gaviria, a pocos kilómetros de Medellín.
Los gobiernos presididos por Belisario Betancour, y Virgilio Barco fueron, indudablemente, cómplices o colaboradores de la línea de producción y exportación de la coca, pues las taquillas del Banco de Colombia cambiaban libremente los dólares sin restricciones y sin averiguar su procedencia.
Fue la administración de César Gaviria quien resistió el hostigamiento del capo, logró apresarlo por primera vez y, tras su fuga y enconche, le ajustició el 2 de diciembre de 1993.
De esos tiempos, no tan remotos para olvidarlos, sólo quedan malos sabores en Colombia. Contra viento y marea, don Álvaro Uribe Vélez, se las jugó por la ética, dedicándose a combatir el mal en sus raíces más profundas. Que no eran únicamente los forajidos de Escobar Gaviria, sino los autoproclamados apóstoles de la guerrilla castrocomunista, los chicos buenos de las Farc y el ELN, controladores de todas las zonas de producción y refinación cocaleras, y de dos tercios del territorio nacional.
Al asumir la primera magistratura, Uribe Vélez fue recibido a morterazos –cuyos impactos aún podían verse hace un par de años en el Palacio de Nariño-, la narcoguerrilla se había apoderado de las aldeas y caseríos situadas a sólo 4 kilómetros del cerro de Monserrate de Bogotá, los gamines o niños de la calle constituían la materia prima para la formación de los sicariatos de los carteles y las bandas armadas de Tirofijo Marulanda. Los jóvenes colombianos emigraban por millares, a cualquier rincón del mundo donde sus pasaportes recibieran visas.
Hoy la situación ha cambiado. Colombia intenta ser un país decente y bien acogido por la comunidad internacional de inversionistas, tras un esfuerzo poco comprendido afuera y descalificado por los líderes de gobiernos que aspiran heredar los roles protagónicos de los malhechores como Escobar Gaviria y Marulanda. Por eso, consideramos estúpida la prevención con que tratan algunos desafortunados articulistas la posibilidad de una tercera reelección del paisa. Si fuéramos colombianos, votaríamos por él y le ayudaríamos hasta que terminara con la lacra que tanto dolor y miseria trajo a su espléndida república.
Entre los apologistas del reinado del mal que una vez se enseñoreó en el vecino país, se encuentran políticos y boliburgueses del actual régimen chavista venezolano. Los primeros, porque aún creen que los estupefacientes sólo afectan a las naciones centrales y no a las periféricas, y que su efecto ayuda a desmoralizar a los enemigos imperiales. Los segundos, porque quieren hacer dinero, en el menor tiempo posible y sin ninguna consideración sobre los colaterales de sus acciones de pillería.
Las estrategias y patrones de unos y otros son similares, aunque mejorados, de las empleadas en Colombia durante la época del binomio de oro Escobar Gaviria-Marulanda.
Si como venezolano usted posee algo que los chavistas ambicionen –como cuando algún colombiano de fin de siglo tenía algo que los narcoguerrilleros apetecían-, se lo roban a la fuerza o intentan comprárselo a precio vil. No importan las características del bien ni el uso al cual estaba originalmente destinado. El objeto susceptible del arrebatón puede ser de cualquier índole: una finca ganadera súper productiva –para hacerla súper improductiva-, un apartamento de playa –para invadirlo con compañeritos de la base-, una televisora independiente de alta sintonía –para convertirla en emisora apologética del líder máximo que nadie ve-, un instituto educacional eficaz –para transformarlo en escuela de burros, sin techos, sanitarios ni comedor escolar- unos ahorros que depositario cree a salvo hasta que le clonan su tarjeta –por la simple codicia y para repartir los peajes entre las autoridades que protegen el crimen organizado y los compiladores de data-.
Tampoco era diferente el modelo colombiano de disfrazarse como policías y soldados al atracar condominios –modalidad ahora en boga en la urbanizaciones de Caracas- y secuestrar de manera ortodoxa o exprés a ciudadanos cuyo único delito fue alcanzar una prosperidad que la marginalidad imperante envidia, desde que el Presidente afirmó que si él fuera pobre saldría a robar para alimentar a sus hijos.
Un acucioso y brillante investigador venezolano, saca cuentas que no le cuadran sobre la realidad petrolera venezolana- Sus cifras no cubren la boloña de dólares que manejan los mercados cambiarios oficiales y oficiosos. Según él, el descuadre viene del aporte creciente del narcolavado a la economía venezolana, pues la producción y los precios petroleros se mantienes estáticos o en franco descenso.
Hete aquí que, sin querer queriendo, de repente nos hemos sumergido en una inmunda cloaca de la cual Uribe Vélez está sacando a Colombia. Y, a corto plazo, seremos considerados no como un país cuya riqueza se debe al oro negro, sino al oro blanco.
Durante este desgraciado período, Colombia, en su conjunto, registraba los vaivenes del narcotráfico según las alzas y bajas de la moneda nacional. Si alijos importantes llegaban a sus destinos, coronaban, esto es, el peso se cotizaba mejor frente al dólar. En caso contrario, bajaba en valor al cambio.
La droga había creado una perversa prosperidad, cotidiana y volátil. Los símbolos exteriores de esta riqueza mal habida eran evidentes, desde los carrazos de los involucrados en el comercio vil, hasta propiedades urbanas y vacacionales, cuyos nuevos dueños no habrían podido adquirir antes ni siquiera las chozas donde muchos de ellos habían nacido. La guinda del cóctel la constituía un zoológico de animales exóticos, ubicado en la finca de Escobar Gaviria, a pocos kilómetros de Medellín.
Los gobiernos presididos por Belisario Betancour, y Virgilio Barco fueron, indudablemente, cómplices o colaboradores de la línea de producción y exportación de la coca, pues las taquillas del Banco de Colombia cambiaban libremente los dólares sin restricciones y sin averiguar su procedencia.
Fue la administración de César Gaviria quien resistió el hostigamiento del capo, logró apresarlo por primera vez y, tras su fuga y enconche, le ajustició el 2 de diciembre de 1993.
De esos tiempos, no tan remotos para olvidarlos, sólo quedan malos sabores en Colombia. Contra viento y marea, don Álvaro Uribe Vélez, se las jugó por la ética, dedicándose a combatir el mal en sus raíces más profundas. Que no eran únicamente los forajidos de Escobar Gaviria, sino los autoproclamados apóstoles de la guerrilla castrocomunista, los chicos buenos de las Farc y el ELN, controladores de todas las zonas de producción y refinación cocaleras, y de dos tercios del territorio nacional.
Al asumir la primera magistratura, Uribe Vélez fue recibido a morterazos –cuyos impactos aún podían verse hace un par de años en el Palacio de Nariño-, la narcoguerrilla se había apoderado de las aldeas y caseríos situadas a sólo 4 kilómetros del cerro de Monserrate de Bogotá, los gamines o niños de la calle constituían la materia prima para la formación de los sicariatos de los carteles y las bandas armadas de Tirofijo Marulanda. Los jóvenes colombianos emigraban por millares, a cualquier rincón del mundo donde sus pasaportes recibieran visas.
Hoy la situación ha cambiado. Colombia intenta ser un país decente y bien acogido por la comunidad internacional de inversionistas, tras un esfuerzo poco comprendido afuera y descalificado por los líderes de gobiernos que aspiran heredar los roles protagónicos de los malhechores como Escobar Gaviria y Marulanda. Por eso, consideramos estúpida la prevención con que tratan algunos desafortunados articulistas la posibilidad de una tercera reelección del paisa. Si fuéramos colombianos, votaríamos por él y le ayudaríamos hasta que terminara con la lacra que tanto dolor y miseria trajo a su espléndida república.
Entre los apologistas del reinado del mal que una vez se enseñoreó en el vecino país, se encuentran políticos y boliburgueses del actual régimen chavista venezolano. Los primeros, porque aún creen que los estupefacientes sólo afectan a las naciones centrales y no a las periféricas, y que su efecto ayuda a desmoralizar a los enemigos imperiales. Los segundos, porque quieren hacer dinero, en el menor tiempo posible y sin ninguna consideración sobre los colaterales de sus acciones de pillería.
Las estrategias y patrones de unos y otros son similares, aunque mejorados, de las empleadas en Colombia durante la época del binomio de oro Escobar Gaviria-Marulanda.
Si como venezolano usted posee algo que los chavistas ambicionen –como cuando algún colombiano de fin de siglo tenía algo que los narcoguerrilleros apetecían-, se lo roban a la fuerza o intentan comprárselo a precio vil. No importan las características del bien ni el uso al cual estaba originalmente destinado. El objeto susceptible del arrebatón puede ser de cualquier índole: una finca ganadera súper productiva –para hacerla súper improductiva-, un apartamento de playa –para invadirlo con compañeritos de la base-, una televisora independiente de alta sintonía –para convertirla en emisora apologética del líder máximo que nadie ve-, un instituto educacional eficaz –para transformarlo en escuela de burros, sin techos, sanitarios ni comedor escolar- unos ahorros que depositario cree a salvo hasta que le clonan su tarjeta –por la simple codicia y para repartir los peajes entre las autoridades que protegen el crimen organizado y los compiladores de data-.
Tampoco era diferente el modelo colombiano de disfrazarse como policías y soldados al atracar condominios –modalidad ahora en boga en la urbanizaciones de Caracas- y secuestrar de manera ortodoxa o exprés a ciudadanos cuyo único delito fue alcanzar una prosperidad que la marginalidad imperante envidia, desde que el Presidente afirmó que si él fuera pobre saldría a robar para alimentar a sus hijos.
Un acucioso y brillante investigador venezolano, saca cuentas que no le cuadran sobre la realidad petrolera venezolana- Sus cifras no cubren la boloña de dólares que manejan los mercados cambiarios oficiales y oficiosos. Según él, el descuadre viene del aporte creciente del narcolavado a la economía venezolana, pues la producción y los precios petroleros se mantienes estáticos o en franco descenso.
Hete aquí que, sin querer queriendo, de repente nos hemos sumergido en una inmunda cloaca de la cual Uribe Vélez está sacando a Colombia. Y, a corto plazo, seremos considerados no como un país cuya riqueza se debe al oro negro, sino al oro blanco.
martes, 6 de octubre de 2009
La simbología del araguaney, la orquídea y el turpial.
Anduvimos el fin de semana en Acarigua, dictando seminarios de mejoramiento profesional. Años que no viajábamos a esa población interiorana, y mucho menos por carretera, por lo cual la oportunidad sirvió para observar a su gente y al entorno.
La primera diferencia que salta a la vista es en comparación con otra población llanera, San Carlos. Ambas se encuentran cercanas, han padecido gobiernos chavistas desde 1999 y están sometidas a la influencia de dos metrópolis que les quedan a tiro de china, Barquisimeto y Valencia, respectivamente. Ambas sufren de altas temperaturas y de todos los desmanes con que el régimen distingue cotidianamente a los ciudadanos de la República Bolivariana de Venezuela: invasiones urbanas, expropiaciones prediales, hampa desatada, frecuentes cortes de agua y luz, entre otros males mayores y menores.
Aunque Acarigua y San Carlos viven de la agricultura y la cría, la situación de los dos hábitat es absolutamente diferente. San Carlos continúa en la misma condición en la cual la dejamos hace cuatro décadas. No hay hoteles donde valga la pena pernoctar, ni franquicias de comida rápida, ni comercios más avanzados que las quincallas. Si alguien quiere ir al cine, adquirir un libro, vestirse con una buena camisa, no le queda otro remedio que trasladarse a Valencia, por la misma carretera que existía hace 40 años.
Acarigua, sin embargo, pese a tener una mejor y más rápida conexión vial con Barquisimeto, es totalmente distinta. No se entrega, no se resigna y no deja de esforzarse en hacer de su ciudad y medio ambiente mucho más que Tombstone, Arizona, el pueblo que se negó a morir.
La diferencia está en el espíritu de la gente, que por lo demás es muy similar, ya que ni los portugueseños ni los cojedeños son extraterrestres. En Acarigua hay, por lo menos, tres hoteles excelentes, bien provistos y mejor servidos; tres centros comerciales que nada tienen que envidiarle a los de Caracas; restaurantes, discotecas, bancos… al lado de los silos, las concesionarias y talleres de maquinaria agrícola y los proveedores de semillas, fertilizantes e insecticidas. En fin, todo lo que conocemos como civilización.
En Acarigua la gente no se quiere ir, ¿para dónde?, nos preguntan. Un ingeniero, expulsado de Pdvsa después de la zafra maldita del 2003, ha rehecho allí su vida como panadero. Una pareja de jóvenes emprendedores levanta a sus dos hijos haciendo esos helados artesanales que antes saboreaban los caraqueños en Macuto, pero que sólo pueden conseguirse en Italia. Dos gerentes hoteleros nos comentan el orgullo que sienten por la pulcritud que mantienen en su establecimiento y la variedad y calidad de su room-service. Y la inquietud es cómo mejorar la calidad de estos servicios.
Los denominadores comunes en Acarigua son la sed del conocimiento y el afán de innovar y construir, presentes en todos los estratos, edades y manifestaciones. A la política la miran de reojo, no porque no les importe, sino porque guardan sus energías ante los cambios inevitables que habrán de sobrevenir.
Al régimen lo ven como una maldición, pero pasajera. Al fin y al cabo, el llanero está acostumbrado a sobrevivir y proyectarse sobre las mayores penurias: sequías, inundaciones, endemias, abigeatos. Es una forma simple, pero efectiva, de entender e internalizar las leyes de la selección natural: quedan los más listos, los más porfiados, los mejores. Mueren los más ignorantes, los menos voluntariosos, los peores.
A nuestro regreso –al igual que durante la ida- contemplamos los fundos socialistas arrancados al latifundios, que antes eran jardines y ahora son eriales.
Adelantamos y nos adelantan camiones cubiertos con encerados made in Brasil, que ostentan nombres como cooperativas de reparto de alimentos –importados, por supuesto-. Pero en un frigorífico ubicado en Barquisimeto, al cual entramos por curiosidad, la carne que se vende no es la que viene empacada de afuera con nombres extraños, sino la tierna vianda procedente de nuestros campos, y que se nutrió con malojo, paja pará y sorgo. La que siempre comimos con deleite y orgullo, y la que volveremos a consumir en las libres alegrías del futuro.
Para finalizar, hacemos nuestra la recomendación del gerente hotelero que nos hospedó y asistió a los cursos. Así como al que te conté se le ocurrió torcerle el pescuezo al caballo blanco de Bolívar y añadirle una antihistórica octava estrella a la bandera –no fueron ocho sino siete las provincias que unidas decretaron la Independencia-, cuando esta desgracia termine, estaremos obligados a revisar el impacto semiótico de los roles del turpial, la orquídea y el araguaney como símbolos de la fauna y la flora venezolanas.
Al turpial, porque, aún cuando posee fina estampa y canta muy bien, no construye nidos sino que los invade. A la orquídea, flor de innegable belleza, porque es una parásita y vive de los fluidos del tronco donde enraíza. Al araguaney, porque, pese a su espectacular floración y colorido, no da frutos.
La primera diferencia que salta a la vista es en comparación con otra población llanera, San Carlos. Ambas se encuentran cercanas, han padecido gobiernos chavistas desde 1999 y están sometidas a la influencia de dos metrópolis que les quedan a tiro de china, Barquisimeto y Valencia, respectivamente. Ambas sufren de altas temperaturas y de todos los desmanes con que el régimen distingue cotidianamente a los ciudadanos de la República Bolivariana de Venezuela: invasiones urbanas, expropiaciones prediales, hampa desatada, frecuentes cortes de agua y luz, entre otros males mayores y menores.
Aunque Acarigua y San Carlos viven de la agricultura y la cría, la situación de los dos hábitat es absolutamente diferente. San Carlos continúa en la misma condición en la cual la dejamos hace cuatro décadas. No hay hoteles donde valga la pena pernoctar, ni franquicias de comida rápida, ni comercios más avanzados que las quincallas. Si alguien quiere ir al cine, adquirir un libro, vestirse con una buena camisa, no le queda otro remedio que trasladarse a Valencia, por la misma carretera que existía hace 40 años.
Acarigua, sin embargo, pese a tener una mejor y más rápida conexión vial con Barquisimeto, es totalmente distinta. No se entrega, no se resigna y no deja de esforzarse en hacer de su ciudad y medio ambiente mucho más que Tombstone, Arizona, el pueblo que se negó a morir.
La diferencia está en el espíritu de la gente, que por lo demás es muy similar, ya que ni los portugueseños ni los cojedeños son extraterrestres. En Acarigua hay, por lo menos, tres hoteles excelentes, bien provistos y mejor servidos; tres centros comerciales que nada tienen que envidiarle a los de Caracas; restaurantes, discotecas, bancos… al lado de los silos, las concesionarias y talleres de maquinaria agrícola y los proveedores de semillas, fertilizantes e insecticidas. En fin, todo lo que conocemos como civilización.
En Acarigua la gente no se quiere ir, ¿para dónde?, nos preguntan. Un ingeniero, expulsado de Pdvsa después de la zafra maldita del 2003, ha rehecho allí su vida como panadero. Una pareja de jóvenes emprendedores levanta a sus dos hijos haciendo esos helados artesanales que antes saboreaban los caraqueños en Macuto, pero que sólo pueden conseguirse en Italia. Dos gerentes hoteleros nos comentan el orgullo que sienten por la pulcritud que mantienen en su establecimiento y la variedad y calidad de su room-service. Y la inquietud es cómo mejorar la calidad de estos servicios.
Los denominadores comunes en Acarigua son la sed del conocimiento y el afán de innovar y construir, presentes en todos los estratos, edades y manifestaciones. A la política la miran de reojo, no porque no les importe, sino porque guardan sus energías ante los cambios inevitables que habrán de sobrevenir.
Al régimen lo ven como una maldición, pero pasajera. Al fin y al cabo, el llanero está acostumbrado a sobrevivir y proyectarse sobre las mayores penurias: sequías, inundaciones, endemias, abigeatos. Es una forma simple, pero efectiva, de entender e internalizar las leyes de la selección natural: quedan los más listos, los más porfiados, los mejores. Mueren los más ignorantes, los menos voluntariosos, los peores.
A nuestro regreso –al igual que durante la ida- contemplamos los fundos socialistas arrancados al latifundios, que antes eran jardines y ahora son eriales.
Adelantamos y nos adelantan camiones cubiertos con encerados made in Brasil, que ostentan nombres como cooperativas de reparto de alimentos –importados, por supuesto-. Pero en un frigorífico ubicado en Barquisimeto, al cual entramos por curiosidad, la carne que se vende no es la que viene empacada de afuera con nombres extraños, sino la tierna vianda procedente de nuestros campos, y que se nutrió con malojo, paja pará y sorgo. La que siempre comimos con deleite y orgullo, y la que volveremos a consumir en las libres alegrías del futuro.
Para finalizar, hacemos nuestra la recomendación del gerente hotelero que nos hospedó y asistió a los cursos. Así como al que te conté se le ocurrió torcerle el pescuezo al caballo blanco de Bolívar y añadirle una antihistórica octava estrella a la bandera –no fueron ocho sino siete las provincias que unidas decretaron la Independencia-, cuando esta desgracia termine, estaremos obligados a revisar el impacto semiótico de los roles del turpial, la orquídea y el araguaney como símbolos de la fauna y la flora venezolanas.
Al turpial, porque, aún cuando posee fina estampa y canta muy bien, no construye nidos sino que los invade. A la orquídea, flor de innegable belleza, porque es una parásita y vive de los fluidos del tronco donde enraíza. Al araguaney, porque, pese a su espectacular floración y colorido, no da frutos.
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