En un reciente artículo sobre los problemas que enfrenta el dólar estadounidense frente al euro y otras divisas emergentes, Sarry Eichengreen, profesor de Economía y Ciencia Política de la Universidad de Berkeley, reconoce la importancia de la blogósfera en la orientación pública sobre los temas más candentes de la actualidad, o sucesos en pleno desarrollo, como diría algún presentador televisivo.
Este boom de los blog como fuentes de información primaria obedece no sólo al desarrollo de la Red y su popularización entre la gran mayoría pensante del planeta, sino, asimismo, al monopolio que, durante más de un siglo, ejercieron los medios unidireccionales en la formación de matrices de opinión, donde privaba la línea editorial fijada por sus dueños y controlada férreamente por los directores y jefes de redacción e información. Monopolio que se consagró legalmente en algunos países como el nuestro, en los cuales, para poder escribir y publicar, había que graduarse de Comunicador Social, colegiarse en el gremio respectivo y tener mucha suerte.
Al desarrollarse Internet y sus opciones, la opinión pública se abrió como un abanico antes impensable, y los internautas comenzaron a seguir y favorecer a quienes redactaban y relataban situaciones en las cuales se veían reflejados de alguna manera. Quienes se inclinaban por la pornografía, verbigracia, fueron los primeros y mayores favorecidos, ya que un alud de fotografías, videos y solicitudes alimentan hoy sus más lujuriosas expectativas.
Una secretaria ejecutiva de Nueva York consiguió centenares de miles de seguidores, con la publicación cotidiana y sucesiva sus experiencias sexuales con los hombres –según ella, sus fotos y videos- provistos de los mejores penes y traseros de la Gran Manzana.
Más adelante le tocó a la política. Gracias a Internet, un periodista de Sao Paulo, pasó del desempleo crónico a la riqueza súbita al convertirse en el más importante orientador político de Brasil.
Venezuela no ha sido inmune a la blogomanía, y Noticiero Digital es el precursor de otros espacios similares.
El problema es que, como sucedía y sucede también en los medios unidireccionales, lo que en los blog se escribe no es cierto: Los humanos seguimos escribiendo y leyendo con las vísceras y no con la razón, por lo cual, cualquiera que se sienta agraviado o afectado por alguna situación en particular, puede desfogar sus iras y resentimientos, convirtiendo la maledicencia en palabras electrónicas, y empleando a estas últimas como proyectiles contra personas a quienes responsabilizan por sus malestares. Con el agravante de que, a diferencia de la prensa convencional, en Internet no hay derecho a réplica ni individuo o corporación responsable por difamación.
Es el caso de Pedro Alejandro Lava, profesor de Derecho Romano de la Universidad Santa María, contra quien uno de sus alumnos emprendió recientemente una campaña por Twitter y Facebook, acusándolo de homófóbico, con copias de lo denunciado a la Asamblea Nacional, la Defensoría del Pueblo y el Ministerio de la Mujer. Para curarse en salud, la USM decidió cesar en sus funciones al docente (El Nacional, Ciudadanos, Página 3, 28/10/09).
Lo peor de todo es que el profesor Lava no ha dicho en clases nada que no hayan estudiado y publicado extensamente sexólogos como William Masters y Virginia Johnson, Janet Shibley y Octavio Giraldo Neira, entre otros. Citamos a los primeros: En el Levítico –Antiguo Testamento- se prohíbe categóricamente la homosexualidad… Más adelante, añaden: Sin embargo, en la antigua Grecia, se dio una tolerancia, e incluso un fomento de ciertas formas de homosexualidad masculina. Eran corrientes las relaciones entre adultos y adolescentes púberes, por lo general en un contexto educativo donde el varón adulto se ocupaba de la formación ética e intelectual de su pupilo… Atribuyen Master y Johnson esta costumbre a la poca estima que la sociocultura helénica hacia la mujer.
Pero –según Neira- las cosas cambiaron en la sociedad matriarcal romana, donde el coito anal era denominado, despreciativamente, amor griego,. Es tan cierta la afirmación del sexólogo caleño que Suetonio, en su Vida de los doce Césares, urde un mito sobre Cayo Graco Tiberio, a quien acusa de haberse retirado a Capri para entregarse a las orgías más desenfrenadas con niños, a quienes llamaba, mis pequeños peces. Lo cual no pasa de ser una mentira vil, ya que la huida de Tiberio de Roma se debió a tres fallidos intentos de magnicidio, organizados por su esposa Julia, a quien debemos considerar pionera de Asocuaima.
Conforme a la referida nota de prensa, el Decano de Derecho de la USM considera que el profesor Lava fue suspendido por hacer mal uso del aula como tribuna y porque los temas como los que trató en clase están fuera del contenido programático. ¡Cómo se nota que el doctor Inocencio Figueroa nunca fue alumno de un romanista como Sebastián Artiles, quien, para evitar que su materia se transformara en un ladrillo y sus clases en conciertos de bostezos, salpimentaba sus cursos con incisos nemotécnicos como la historia de Tiberio, ya que de él escuchamos por primera vez el chisme! Además, ¿adónde queda entonces la libertad de cátedra, a merced de un alumno que pregunta si tiene o no derecho a ser homosexual?
Toda esta polémica sería ejemplificante si estuviese enmarcada dentro de los parámetros del academicismo, la cultura y la inteligencia. Pero es obvio que los destinatarios del mensaje denuncia hecho por presumible y ofendido gay están bien alejados de tales confines. Más bien, su reclamo por presuntos derechos humanos violados huele a politiquería de la más baja ralea. Y se equipara con las del crítico o musiquete de cuarta categoría que, también recientemente, la ha cogido contra Dudamel y la Orquesta Sinfónica Juvenil, acusándolos de propagandistas globales al servicio de Chávez. Parece ser que ahora entramos en una nueva etapa de la comunicación antisocial, a la cual podemos denominar como terrorismo internáutico.
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