Los genéricos
cubiches
Rafael Orihuela, ex ministro de
Sanidad, declaró recientemente que la nueva medida tomada por el régimen castro
chavista para imponer récipes aún a los medicamentos de libre expendio, la cual
se haría efectiva a partir del 18 del mes próximo, se debe a otro turbio
negociado de los cubiches: el aprovechamiento de un fondo de más de 300
millones de dólares, aprobado por Pdvsa, para surtir las farmacias venezolana con genéricos de dudosa calidad y
otras drogas no fabricadas en la isla, pero sí trianguladas a través de los
tramposos mecanismos allí imperantes.
De ser esto cierto,
sería una patada definitiva a la industria farmacéutica nacional, asfixiada por
la carencia crónica de divisas para importar algunas sustancias que no se
producen localmente. Además, para los pacientes, la necesidad de ir a médicos
particulares a solicitar las recetas correspondientes, dado el colapso del
sistema de hospitales públicos y el cierre –no explicado- de muchos
dispensarios de la misión Barrio Adentro.
Esta situación se
aúna a la falla sistemática de alimentos de la canasta básica, de las dos
devaluaciones del bolívar fuerte –que ha hecho saltar el costo de dicha canasta
de dos mil a diez mil bolívares mensuales-, una de las tasas de inflación más
elevadas del planeta, la baja drástica en la oferta de empleos estables y otros
indicativos que llevan al país directo a la pobreza generalizada que vive Cuba
desde que los hermanitos Castro establecieron la dictadura comunista, hace ya
más de medio siglo.
La misión vampiro
Por lo anterior fuera
poco, los cambistas de la frontera utilizan la referencia de 27 x 1 –usted sabe
a qué me refiero-, cifra que, curiosamente, constituye el producto de dividir a
la población venezolana entre las reservas internacionales; los homicidios
violentos superan con creces las ya grotescas cifras del primer trimestre de 2012,
durante los 100 días de gobierno usurpado; los indigentes y locos duermen en
las aceras sin que la Misión Negra Hipólita o la policía los recoja; y un clima
de anarquía colectiva predomina en el ambiente.
No me cabe duda es
que ese Mar de la felicidad, es el
que quieren, al borde del orgasmo, el Sobrevenido, Jaua y Giordani. ¿Por qué y
para qué? Porque son tarúpidos, esto es, tarados y estúpidos. Para poder
sobresalir a punta de cobres de la mediocridad que imperaría si se consolidaran
sus deseos, los cuales no son otros que las precisas instrucciones dadas por el
Foro de Sao Paulo para exprimir a Venezuela, a través del presidente de la Misión vampiro, Raúl Castro.
Mientras esto pasa,
una cuerda de malandros de cuello blanco esperan ansiosos hacia donde va la
nave, para ponerse a la orden de su nuevo comandante. Pertenecen a la llamada
boliburguesía, una nueva clase que a mí me provoca nauseas, pues viven de la
minusvalía mental de un pueblo que perdió su identidad importando, albergando y
regalándole todo a la chusma de otras naciones, y del esfuerzo titánico de una
clase media que se niega a emigrar o desaparecer definitivamente del mapa.
Al reflexionar sobre
el tema me acuerdo del otro boom petrolero, el de Carlos Andrés Pérez I, donde
también hubo una boliburguesía, la de los banqueros que cambiaron su rol de
mediadores del crédito para las mayorías, convirtiéndose en tenedores de bonos
del Estado.
El peculado
organizado
En esa infausta Gran Venezuela se acabaron las hipotecas
al 8 y 12% anual para viviendas, y comenzaron a inmigrar los indocumentados,
iletrados y resentidos, cedulados por el desgobierno chavista, que hicieron
colapsar la salud, la educación y todos los servicios públicos estructurados
para los venezolanos.
Cedulados que, sin
conocer la historia de Venezuela ni estar comprometidos con su sociedad, forman
colonias marginales en las principales poblaciones del país, entonan sus himnos
patrios y enarbolan sus propias banderas. Además, votan rojo, rojito; y se
prestan para cualesquiera de las vagabunderías del CEN, el PSUV y otras bandas
del peculado organizado.
Pero los banqueros se hicieron mucho más ricos, como
muchísimo más ricos también se han hecho al presente. Por lo cual –y ante la
actitud de los gobiernos y los comunicadores extranjeros, que no tocan la
situación venezolana ni con el pétalo de una rosa-, yo me pregunto si no será
la Teoría de la conspiración, la del Poder detrás del poder, la que impera en
el caso del Síndrome Venezuela –la
nación que se desmorona en medio de la más increíble bonanza-.
De ser así, todo sería
mucho más fácil de entender. Porque comprenderíamos cómo se ha administrado la
abundancia, no con criterio de escasez, sino con escasez de criterio. No ahora,
sino desde hace tiempo.
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