Miénteme una eternidad, que me
hace tu maldad feliz…
La actual campaña comicial se
caracteriza como una gran farsa, tejida sobre una colcha de retazos, en este
caso de discursos, los cuales casi todos son falsos en su
naturaleza y esencia, pues han sido concebidos con el único y deliberado propósito
de engañar a los destinatarios.
También los políticos que
se disputan el control de un sistema, ya en avanzado estado de descomposición, profundizan
en la mentira a través del fingimiento, otra forma de propagarla, pero un buen observador
puede detectarlos ya que el cuerpo, al intentar la simulación, no guarda el secreto, generando los siguientes
efectos:
1. Se
aminoran los gestos usuales
2. Se
realizan movimientos crispados
3. Se
mojan los labios, se rasca la cabeza, se frotan los ojos
4. Se
pierde el tempo de las expresiones
5. Los
ojos se desvían a la izquierda y miran hacia abajo.
De manera que no es
necesario un polígrafo para saber cuándo el candidato comunista miente, pues basta
con mirarlo en la televisión.
Ni tampoco cuando el
opositor tolerado lo hace, aseverando, por ejemplo, que al único a quien
despediría de Pdvsa es Rafael Ramírez, a quien además califica como: El hombre más rico de Venezuela.
Yo pregunto, ¿fue que acaso
Ramírez se lo cogió todo, él solito? ¿No hubo cómplices en pudreval, el hurto de los fondos para el mantenimiento de las
refinerías y las plantas termoeléctricas o la reventa de combustibles por
tierra y mar?
A menos que mantener a los
compinches encamburados sea parte de la famosa estrategia de la inclusión, proclamada por tirios y troyanos con igual
vehemencia y entusiasmo. Una estrategia
que proviene de otro sofisma, cuya premisa mayor es: ADC –antes de Chávez- a nadie en este país le importaban los pobres.
La premisa menor: Si quiero ganar, tengo
que prometer incluirlos. El resultado: Regalarles
los pescados, sin enseñarles a pescar.
Y también tengo otra
interrogante para la MUD, cuyos técnicos acaban de revisar el sistema de
votación, en menos de una semana, y lo
encontraron correcto: ¿Dónde están las cifras finales de las últimas 4
elecciones? ¿Dónde residen entre 4 y 5 millones de votantes sin domicilio
conocido?
La mentira indocumentada y legalizada
Sostener que a fue Chávez quien
se preocupó primero por los pobres es otra mentira podrida, pues durante los 40
años de la democracia imperfecta se les regaló, a granel, educación, salud,
medicinas, comidas, materiales de construcción y becas escolares a las madres
de menores recursos. Y no sólo a los de aquí, sino a los inmigrantes ilegales
que en sus respectivos países carecían de estos privilegios y eran dejados a la
buena de Dios.
Recuerdo que en la
Intercomunal Barcelona-Puerto La Cruz el día del reparto de dichas ayudas, era
imposible atravesar el trayecto entre Lecherías y el Polideportivo, pues miles
de personas copaban las sucursales bancarias ubicadas en el sector. También a una
línea de busetas que partía del centro de Cúcuta y llegaba, directamente, a la
gratuita maternidad de San Cristóbal, donde las se atendía a las parturientas
norsantanderianas, que, de otra manera, habrían dado a luz sus criaturas sin
asepsia y en manos de comadronas. Por
último, que Pancho, el actual gobernador del Zulia, cuando trabajaba con
Caldera 2, era el encargado de repartir el vaso de leche escolar a escala
nacional, alimento producido localmente y envasado en empaques individuales UHT.
¿Qué hubo corrupción? Sin
duda alguna. ¿Y cuándo es que no la habido, en Venezuela o en alguno de los
países de Iberoamérica? ¿Qué se
repartió menos? Porque había menos que repartir, pues el barril petrolero solo
alcanzaba un precio de 9 dólares en el mercado internacional.
Actores colaboracionistas y
escritores palangreros
La mentira mediática ha
sido el otro cáncer mortal que nos carcome, pues los supuestos líderes de
opinión se han obligado a mentir.
A decir que están apenados
por el deceso de usted sabe quién, cuando, en realidad, deberían compartir los
sentimientos de los familiares de los comisarios Forero y Simonovis, así como
de la jueza Afiuni cuando se enteraron de la nueva. Pero carecen del valor para
expresarlo, porque lo que está de moda no incomoda, y moda es sumarse al
proceso de betaificación del difunto.
Algunos opináticos de
oficio desaparecidos han resucitado y procedido como Vallenilla y su tribu de
actores, y se han volcado a defender los intereses del fascismo venezolano. A
los artistas que se vendieron al nazismo, la resistencia francesa los denominó colaboracionistas, pero cuando este
vileza se ejerce con los contenidos informativos se la llama en Venezuela palangre.
Los actores
colaboracionistas tienden a llenar espacios que el Estado castrocomunista
cerró, como los teatros y los espacios audiovisuales. Los periodistas
palangreros, a reemplazar a los escritores ñángaras que desertaron cuando
comprendieron que ésta no era su revolución.
La primera tarea que se les
ha impuesto a los últimos es revestir de academicismo y un pasado gloriosamente
socialero al Inmaduro. Hay uno de ellos que ha llegado a atribuirle militancia
en las guerrillas de la década de los sesenta del siglo pasado, sin considerar
que el caballero de marras en esa época no pasaba de los 7 u 8 años. Otro,
sobre su labor supuestamente magnífica como líder sindical, cuando hasta el
occiso le reconocía como un perdedor en esas faenadas y, finalmente, lo alejó
de ellas. Finalmente, un tercero que analiza su currículo y prácticamente lo
eleva a posgraduado en marxismo leninismo, cuando es ampliamente conocido que
si acaso terminó la secundaria.
A los actores
colaboracionistas se les ha asignado otro rol. Aparecer en los mítines y demás
actos públicos decorando, con su presencia, voces, cantos y gestos, la sarta de
cobas de los discursos del elegido por Raúl, que es que manda por ahora en este
patio.
Frente a tantas mentiras y
mentirosos, el estrés colectivo se potencia y el cáncer y los ACV se vuelven
endémicos en Venezuela. Por no decir que la locura lo invade todo. Para no perder la cabeza y morirse antes de
tiempo, lo mejor es abstraerse del entorno cocinando, cantando y escribiendo.
Qué es lo que hago. Sin olvidarse de que, en este caso, no puede darse un final
feliz. A lo sumo, el período iniciado hace más de 14 años con la falacia de los
pobres desatendidos, terminará, en el mejor de los casos, como una tragicomedia
como la de la Caperucita Roja –donde el
lobo finalmente es cazado, pero antes se come a la abuelita-.
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