viernes, 22 de marzo de 2013

Las condiciones están dadas


La santificación de la muerte
El venezolano, como muchos otros ciudadanos del mundo, percibe a la muerte como una expiación y, en consecuencia, perdona todo lo malo que el difunto hizo en vida, y hasta comienza a santificarlo por las cosas buenas que llevó a cabo.
Este culto a la muerte proviene, probablemente, del Antiguo Egipto; y fue reforzado en Roma y América Precolombina.
Para los egipcios, la naturaleza humana estaba formada por cuerpo, alma y Ka, o doble. Este último era concebido como una suerte de ángel de la guarda o alma inmortal que acompañaba a quien nacía con ella, mas le sobrevivía.
Los romanos creían que, si los muertos no eran debidamente enterrados y cuidados, sus espíritus aparecerían y causarían graves daños. Por lo cual,  resultaba de la mayor trascendencia sepultar al difunto en un sitio donde su espíritu pudiera  morar.
Asimismo, creían que los muertos querían permanecer cerca de los vivos. Por lo cual se les enterraba a la vera de las vías y calzadas de gran tráfico. Una de las tumbas provenientes de la época tiene la siguiente leyenda:
Veo y contemplo a todo el que va y viene de la ciudad, y otra que dice, Casio yace al borde del camino para que todos puedan decirle: Buenos días, Casio.
Para los Mexicali prehispánicos, la muerte carecía de connotaciones morales, en las cuales las conceptualizaciones del infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido y no por su comportamiento en la vida.
A fin de celebrar el tránsito hacia la otra vida, establecieron el Día de los muertos en el noveno mes de su calendario solar, al inicio de agosto del actual, con una duración de 30 días. Las ceremonias eran dedicadas a la diosa Mictecacíhuatl, o Dama de la muerte.
Este homenaje sigue siendo tan importante en la nación azteca que, en el 2003, la UNESCO lo declaró como Patrimonio inmaterial de la humanidad.
La muerte no cambia las cosas
Si se analizan en profundidad las concepciones antes detalladas, se puede entender que todas las creencias, costumbres y honras que son dispensadas a los difuntos, paganas o no, provienen de alguna de estas fuentes, o son una mezcla de varias de ellas.
Yo no creo que la muerte dignifique a nadie, ni mucho menos que lo eleve en su condición ética. Me parece de un cinismo absoluto que, ante el deceso de un personaje como el que usted se imagine, sus enemigos empiecen con esa vaina de que no hay que alegrarse, no hay que celebrar, etcétera.
Si no pude acabar con él, prefiero el castizo dicho: Esperaré a ver pasar en frente mío el cadáver de mi enemigo. Y estoy seguro de que si les preguntara a los comisarios y la jueza presos, y ellos me respondiesen con sinceridad, llegaríamos a idénticas conclusiones, sin temores, porque lo que hace la mano de Dios no es cuestionable.
Nadie dijo ni pío cuando falleció Tascón
Voy a ponerlo de otra manera.
Cuando estiró la pata Luis Tascón, el infame compilador de la lista homónima, por cuya causa más de 3 millones y medio de venezolanos nos convertimos en ciudadanos de segunda o tercera clase por haber firmado a favor de una revocatoria del mandato presidencial, nadie salió a defenderlo, nadie lamentó su deceso y, más bien, se percibió un suspiro de alivio colectivo al conocerse la noticia.
Ahora bien, considero que en casos como éste: La culpa no es del ciego, sino de quien le dio el garrote. Tascón pudo haber sido un ser despreciable, pero, ¿quién fue que le armó y le motivó a actuar en contra de compatriotas cuyo único pecado era pensar diferente?
Por lo tanto, sostengo que, quienes adversan este régimen, tienen la obligación de oponerse tenazmente a la deificación del difunto.
En primer lugar, porque su existencia terrena estuvo muy alejada de lo que se consideran virtudes de la santidad.
En segundo lugar, porque este fandango de locos –como denomina Ibsen Martínez al uso de la imagen de quien te conté, traducido al criollo como merienda de negros, una versión la cual también añade el escritor de telenovelas-, no tiene otro objetivo que mantener en el poder al Sobrevenido y a su claque.
En tercer lugar, porque primero está la Patria, y después la democracia, la paz y cualquier otra consideración que sirva para mantener en el poder a cualquier apátrida de esta banda delictiva, pues es cada uno de ellos, según la ONU (28/11/1954), quien merece llamarse así, como cualquier persona a la que ningún Estado considere destinataria de la aplicación de su legislación; dada su violación consuetudinaria de la Carta Magna de Venezuela. En el mejor de los casos.
Seguro estoy de que la planificación habanera se le vendrá al piso al Inmaduro. Como se le vino la primera parte. Mas pronto de lo que se imaginan, él y los restantes componentes del sistema. Porque, como dicen los marxistas, las condiciones están dadas.

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