Auge y miseria de una leyenda urbana
Tu destrucción
se gesta en la codicia
de esta sed,
toda tacto, asoladora,
que deshecha, no
viva, te atesora
en el nimio
caudal de la noticia.
Te miro ya morir
en la caricia
de tus ecos, en
esa ardiente flora
que, nacida en
tu ausencia, la devora
para mentir la
luz de tu delicia.
Pues no eres tú,
fluente, a ti anudada.
Es belleza, no
más, desgobernada
que en ti porque
la asumes se consuma.
Es tu muerte, no
más, que se adelanta,
que al habitar
tu huella te suplanta
con audaces
resúmenes de espuma
José Gorostiza
I
Carlos Raúl Hernández es un opinático de oficio que se ha
hecho fuerte en El Universal, tras la
venta de dicho periódico a una empresa de maletín en España, negociado que aún
investiga la justicia ibérica, pues los compradores, presuntamente, compraron a
éste y otros medios para lavar dinero procedente del narcotráfico en Venezuela.
No es que Hernández nos escribiera antes en El Universal. Lo viene haciendo desde
hace décadas. Lo que sucede es que, cuando sus colegas fueron echados por la
nueva administración, o renunciaron por vergüenza profesional, el fablistán se
quedó y acentúo su agresión contra los opositores al régimen castro comunista
que no concuerdan con la línea editorial. Hace dos o tres domingos los denominó: Intelectuales mentecatos. Analicemos
su descalificación
1. Intelectual es quien se dedica al
estudio y la reflexión crítica sobre la realidad, y comunica sus ideas con la
pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad ante la opinión
pública como creador o mediador, para defender propuestas o denunciar
injusticias concretas, además de difundir o propagar ideologías y realzar
valores (Wikipedia).
2.
Mentecato
es un adjetivo que describe a alguien de escaso entendimiento o juicio. Un
mentecato, por lo tanto, es una persona tonta, poco inteligente o privada de
razón. Proviene de la yuxtaposición latina “mente captus”, traducible como “tomado”
o “privado de mente”, es decir, con la mente capturada o presa y que no es, por
tanto, capaz de emplearla con normalidad. Mentecato, por lo tanto, es sinónimo
de tonto, necio, idiota, estúpido cretino. Implica, cuando menos, un insulto o
de, al menos, una palabra agresiva y despectiva (DRAE, entre otras fuentes) .
¿Qué
es lo que tanto mortifica a Hernández para crear una frase falta de coherencia
que hace dudar hasta de su propia cordura? ¿A un Hernández que tan cuadrado
estuvo con el revocatorio apañado por James Carter y César Gaviria que
legitimara a Chávez tras el Paro Cívico 2012-2013, que lo había llevado groggy contra las
cuerdas? ¿A un Hernández que felicitaba dominicalmente a la MUD cuando no parecía pegar una y, más bien, se quedaba
muda frente al sacrificio de 70 manifestantes que protestaban contra el
oprobioso gobierno del ilegítimo neogranadino?
II
Como
me enorgullezco de pertenecer a la legión de intelectuales mentecatos
despreciada por Hernández y los amos de la rotativa que publica sus desvaríos, voy a intentar comprender qué le
pasa a este caballero.
La
mayoría siempre supo hacia dónde iba Chávez y hacia donde va Maduro, y creyó que,
en algún momento, merced a la voluntad divina Dios o a una Mano peluda, terminarían estrellados.
La
viabilidad de Chávez y Maduro sólo han posibles sido gracias a la ignorancia
supina y masiva del pueblo, no sólo del que los respalda sino también al
quienes los han adversado los adversa y se han lavado las manos.
Al déficit del liderazgo opositor y la mediocridad
oficialista, corresponde un lumpen
intelectual que abarrota los cargos administrativos y obtiene las más
codiciadas canonjías: las del Ejecutivo, los demás poderes (con excepción de la
Asamblea), las gerencias públicas y sus contratos. Los narcosoles, bolichicos y
boliburgueses.
Una descripción exacta del comportamiento boliburgués aparece
en La nueva clase, escrita por el ex
vicepresidente yugoslavo Milovan Djilas (1957), donde desenmascara la
podredumbre moral del régimen comunista de Josip Broz Tito. La publicación de
esta obra Occidente le costó a Djilas 10 años de reclusión en las mazmorras penitenciarias
de Belgrado.
A Chávez/Maduro no los han sostenido únicamente La chequera que camina por América Latina,
el lobby petrolero de Estados Unidos, los tarifados de Hollywood, el apoyo
panfletario de Ignacio Ramonet en Le
Monde Diplomatique o las infelices
declaraciones de algunos trasnochados izquierdistas europeos, quienes
desestiman a Iberoamérica y la consideran como paisajes donde se veranea, se negocian comisiones bajo la mesa o se
satisfacen perversiones sexuales, mas nunca hay para qué tomarla en serio.
Chávez y Maduro se levantaron desafiantes sobre esa
dilatada laguna de la desinformación colectiva, infinitamente más extensa que
Camaguán en invierno. Y encubrieron con ella su propia superficialidad y limitaciones,
aderezadas con una retórica incongruente. Como aseguraba Arturo Uslar Pietri, Chávez es de una ignorancia delirante. Y
eso que le faltó escuchar a Maduro como presidente.
III
La imagen pública de Chávez se construyó manipulando y
distorsionando a un pueblo inculto y desprovisto de identidad nacional: Las personas de bajo nivel cultural, que
constituyen la masa de telespectadores, tienden a tomar partido por las ideas o
personajes cuya imagen luce triunfadora…, lo cual se denomina Bandwagon effect. El éxito mediático de Chávez basó en el
modelo de poder (Modellmakt): Quien salta a la palestra pública con ideas
y conceptos agresivos y novedosos, determina la pauta a seguir por sus
competidores, los que caen en el juego estratégico del enemigo, a veces
inconscientemente y otras no tanto.
Fue un traje hecho
a la medida de Chávez, no de Maduro, que ocupó originalmente el supuesto nicho
de la exclusión social, logrando que sus opositores se enredaran en la maraña y
reaccionaran automáticamente contra su discurso oficialista, sin analizarlo y
evaluarlo previamente.
Al proceder así, equivocada y persistentemente, los
adversarios de Chávez fueron percibidos como débiles, inconsistentes e
incongruentes y, de paso, le otorgaron el modelo de poder en bandeja de plata.
El discurso de Chávez nunca se centró en el contenido
sino en su presencia, autoridad y carisma, expresados de una manera y con un
estilo devastadores. Carlos Blanco, uno de los articulistas políticos más
sagaces del país, hoy también excluido de El
Universal, puso el dedo en la llaga de la verborrea chavista: El discurso opositor luce, a veces, similar
al del régimen. No se trata de traiciones, sino de la asimilación del discurso
ajeno en el propio, como por contagio, debido al efecto de la dominación
ejercida. El Gobierno habla por su propia boca y por varios de los que se le
oponen que, carentes de discurso, apelan al que tiene popularidad. El
razonamiento es sencillo: Si Chávez es popular y de este lado se quiere
comunicar con el pueblo, nada más natural que adoptar visiones extremas del
Comandante.
Chávez unió el Bandwagon
effect y el Modellmakt a la Teoría de la espiral del silencio (Elisabeth
Noelle-Neuman), quien categoriza la Humanidad como animales sociales, marcados
por un temor genético profundo al aislamiento, y por lo tanto carentes del
valor necesario para vivir en soledad. Para ella: El ser humano es muy sensible y reactivo a las ideas en boga, las que
ascienden en espiral y, asimismo, a las que pasan de moda o descienden: Si se
siente que una opinión asciende, será expresada con toda franqueza. Si se
siente que desciende, se la reserva.
Fue la razón por la cual la oposición fue quedando sin
argumentos, pues, Cuando una idea o una
ideología predomina en los medios, la disidencia se calla y se repliega sobre
sí misma.
Los ademanes de Chávez transmitían mensajes muy claros a
los espectadores: Gestos muy amplios y dramáticos, alto volumen, dicción
perfecta, no se queda callado… Saludo cercano, pero rápido, de tres palmadas.
La primera significa, ¡qué bueno que
estés aquí; la segunda, te reconozco;
la tercera, abandona mi espacio pues hay
mucha gente y si podrían creer que te estoy traspasando mi poder. Un abrazo
de frente significaba compromiso con el
receptor; de lado, calidez. La
personalidad de Chávez llegó a hablar mediante su corporalidad.
En la aurora del régimen chavista, los principales medios
internacionales adoraban esta
gestualidad. John Lee Anderson, de la revista The New Yorker vino expresamente a construir un perfil de
Chávez. El Financial Times destacó a un corresponsal de primera en el país,
Andy Web Vidal; lo mismo hicieron The
Washington Post (Scott Wilson) y The
Wall Street Journal (Marc Lifsher). Los medios locales también mordieron el cebo
y aún recios adversarios a Chávez, como Teodoro Petkoff y Rafael Poleo,
apostaban a que su gobierno tendría un final feliz, un sofisma que hizo demasiado
daño.
Como le sucedió a Mussolini, Hitler y Stalin, Muerto el perro se acabó la rabia.
La resonancia cognitiva del ciudadano de a pie no devino
de la paranoia mediática creada por Chávez, si no de los cobres y otros favores
que les entregó.
La alternativa democrática no vino de la agudeza de la
oposición tolerada, si no de la persecución política, convertida en terrorismo
judicial, contra Leopoldo López, Manuel Rosales, Carlos Ortega. Del
desmantelamiento físico y presupuestario
de la Alcaldía de Caracas y el nombramiento de Jacqueline Farías, para amarrarle
las manos a Antonio Ledezma. Del acoso contra los ex gobernadores Henrique
Salas Feo y César Pérez Vivas. De la negativa a extenderle salvoconducto a Nixon
Moreno, quien finalmente debió huir de ella y pasar a la clandestinidad al enterarse de que los camisas rojas
planeaban un atentado contra su vida.
Venezuela no es Cuba, aunque cada día se le parece más,
ni Maduro es Chávez, aunque quisiera ser
como él. A Juan Vicente Gómez se le temía y respetaba. Marcos Pérez Jiménez infundía pavor.
Según Manuel Caballero: Chávez nunca inspiró miedo ni respeto, pues nunca actúa de frente ni se
responsabiliza por sus propias decisiones. Amenazaba, simplemente, y después
les dejaba el “trabajo sucio” a los fiscales, jueces y grupos militares y
mafiosos afectos. Tampoco al pueblo le intimidaban su Fuerza Armada y Milicia,
pues percibe a estos contingentes como organizaciones con fines de lucro, a
cuyos negociados sólo les faltaría legitimarse con alguna sentencia que el TSJ aprobase.
IV
Lo que aterran al hombre y la mujer comunes son problemas
más concretos, urgentes y cotidianos: la escasez de alimentos básicos y medicinas
para su sustento y salud, la inflación galopante. Que sus hijos deserten de la
educación o sus hijas sean violadas por algún guapetón de barrio. Perder sus
empleos porque la empresa privada donde laboran baje su santamaría, o porque
algún chivato les denuncie como enemigos del régimen. Morir en un atraco, un
robo, un secuestro, un cruce de disparos entre colectivos, el hampa común, los
cuerpos de seguridad o grupos paramilitares como La Piedrita; triste destino de más de 125 mil personas,
contabilizadas hasta el tercer trimestre del 2015, en crímenes violentos
ocurridos desde 1998.
Es el miedo de cada día, no a lo desconocido, sino a lo observado
cuando salen y regresan a sus hogares, encienden sus radios y televisores,
escuchan en bocas de amigos, vecinos y familiares. Es un largo metraje de
terror que nunca termina, ni siquiera al dormir, pues sigue como pesadilla.
El miedo es un sentimiento, en otras palabras, forma
parte del hardware o software de arranque del ser humano. Hay
muchas maneras de superarlo, pero la más efectiva, por automática, proviene del
instinto de la supervivencia: Hasta la bestia más mansa lanza un zarpazo cuando
se ve acorralada.
El juego-miedo,
desarrollado en Venezuela por más de 17 años, tiene dos polos: El acorralamiento (económico, político,
jurídico, social, delictivo) y La
dosificación de la muerte para los enemigos del proceso. El 11-A hubo 19
víctimas fatales y más de un centenar de heridos, ninguno de ellos militar. Fue una orden implacable del Sombrerero Loco, personaje clave de Alicia en el País de las Maravillas: ¡Qué le corten la cabeza! ¿A quién? A sus
enemigos, a los que no piensan como él.
Si se quedara solamente en la narrativa de Lewis Carrol, no habría por qué
preocuparse. Pero lo que sucede por estas calles no es ficción, sino una bestial realidad que supera cualquier
fantasía.
Henry Ramos Allup, Presidente de la Asamblea Nacional,
declaró ante la atribulada periodista Carla Angola y su acongojada
teleaudiencia, conmovidas hasta los tuétanos por la abominable sentencia de la
jueza Marjorie Calderón contra los comisarios y policías criminalizados por el
Estado como responsables de las bajas del 11-A, que: Los dirigentes de oposición tenemos que caminar con pies de plomo,
para evitar que se les tildara de golpistas en los corrillos internacionales.
Me habría gustado ver a Charles De Gaulle o Leonardo Ruiz Pineda si algún dirigente
opositor, durante los gobiernos de Pétain o Pérez Jiménez, les hubieran
sugerido, como propone ahora a los venezolanos Carlos Raúl Hernández, ofrecer
la otra mejilla, tras haber sufrido una avalancha de balas, perdigones y lacrimógenos.
Aún Mohandas Karamchand Gandhi, pionero del pacifismo en
el Siglo XX, tuvo que cargar con el karma de más de 650 mil muertos antes de
concretar su sueño independentista. Y él mismo murió abaleado, en 1948, víctima
del fundamentalismo.
V
La resonancia cognitiva como arma ideológica se sustanció
en un documento de amplia difusión al inicio del régimen: La reunión de circunstancias y hechos favorables al actual tránsito
pacífico no quiere decir que esta coyuntura sea eterna e inmutable. El tránsito
pacífico o violento de la revolución depende de factores objetivos y no
exclusivamente de la voluntad de la dirección revolucionaria. La vieja política
cohabita con la V República, pero no la acepta voluntariamente, es una
cohabitación forzada por su derrota y debilidad, por su actual inferioridad de
fuerzas. La vieja política genera constantemente contrarrevolución para
desestabilizar el proceso de cambio. Nadie puede jurar que los viejos factores
de poder no sean tentados por la desesperación y la aventura, lo que obligaría
a la dirección revolucionaria a enfrentarlos en otros terrenos.
De ahí viene la famosa frase: ¡Vienen por mí! Y la actitud
ambigua de Chávez cuando Raúl Castro le pillara en flagrancia, a comienzos del
2009, conspirando con los defenestrados y auto criticados Felipe Pérez Roque y
Carlos Lage, según aseguró el ex Canciller mexicano Jorge Castañeda a la Revista Newsweek.
En cuanto a la disonancia cognitiva para fracturar a la oposición,
Alberto J. Vollmer, perteneciente a una de las más antiguas, distinguidas y
pudientes familias venezolanas, sostiene: Los
robos y atropellos perpetrados contra el patrimonio nacional, [...] no lo han
sido sólo en materia económica, sino que hemos permitido que nuestro patrimonio
moral haya sido vulnerado en forma significativa. Los miles de millones de
bolívares que se robaron miles de pícaros, a quienes todos conocemos en
Venezuela, son nada en comparación con el deterioro sufrido por el país en su
tesoro ético, heredado de nuestros libertadores y mantenido por las
generaciones anteriores. Se ha [...] permitido que se haya robado y despojado a
la confianza, a la esperanza, a la cultura y a todos los demás valores de
nuestra tradición y nacionalidad...
Horacio Martínez complementa tal concepto: En la disonancia cognitiva interviene el
factor Romeo y Julieta. La tragedia ocurre porque Capuletos y Montescos se
oponen a su relación. Los amantes, en fuerte compensación a dicha oposición,
rompen las reglas y valores, y tal acción les cuesta la vida. Lo que pudiera
ser enunciado como una Ley de Newton psicológica: a una fuerza dada, se le
opone otra de igual magnitud y dirección divergente, o, dicho de otra forma,
una reactancia psicológica. La moraleja del drama consiste en que, cuando la
persuasión fracasa no solamente dejan de pasar cosas, sino que, a veces, se
producen conductas opuestas y de igual intensidad a las propuestas, cuyos resultados
son catastróficos.
León Festinger sostiene que en la mente toda persona
puede distinguirse conocimientos o cogniciones, esto es, todo lo que sabe sobre
sí misma, su conducta y circunstancias; y que algunos de estos elementos
pudieran ser contradictorios, no sólo lógica sino psicológicamente.
Ofrece el ejemplo de que si sé que el semáforo debe ser respetado, al saltarme la luz roja estoy
contraviniendo mi propio compromiso. A estas contradicciones Festinger, las
denomina disonancias cognitivas. Cuando se presentan, el individuo se obliga,
para su propia protección, a
minimizarlas: No le pares, al fin y al
cabo, ¿quién no se salta un semáforo? Esta elaboración implica un cambio en
su conducta, si es posible. Y si no lo es, lo cual ocurre en muchos casos, le
induce a modificar sus conocimientos, o la revaloración de las mismos.
Para Dick Morris, romper un compromiso es como renunciar
al alcohol: Quien lo hace, enfrenta un
conflicto permanente entre su sed interior y la obligación de abstenerse. Por
eso, el que quiera reposicionarse deberá luchar contra la conformidad y la
rutina, y afirmar su determinación de abrir una nueva senda.
VI
La tercera pata sobre la cual el régimen
castro-narco-madurista se afianza es la corrupción. Sin normas ni tribunales que
penalicen a los corruptos de manera contundente, eficaz y ejemplar, o que sólo
se activen contra los disidentes del régimen, tampoco existe presión social
para que los chavistas se porten bien, y más bien priva lo que el poeta Juan
Liscano llamó Instinto al botín.
En tal entorno, el fetichismo del oro se impone sobre
cualquier considerando, la sociedad se muestra totalmente permisiva ante al
comportamiento antiético y, más bien, lo considera parte de su idiosincrasia: El crimen sí paga; no me den, pónganme donde
haiga; en este gobierno, el que no roba es un pendejo.
Ortega y Gasset no sólo reivindica a los valores éticos,
sino que los considera perennes: Parece
lo más verosímil que sea el dinero un factor social secundario, incapaz de
inspirar la gran arquitectura de la sociedad. Es una de las fuerzas principales
que actúan en el equilibrio de todo edificio colectivo, pero no es la musa de
su estilo tectónico. En cambio, si ceden los verdaderos y normales poderes
históricos -raza, religión, política, idea-, toda la energía social vacante es
absorbida por él […] el dinero no manda más que cuando no hay otro principio
que mande.
De ahí que los comunistas venezolanos hayan logrado, en un
porcentaje significativo de la población, la ruptura definitiva con el compromiso
ético y la consistencia o validación del mismo que la sociedad venezolana
estableciera desde sus inicios republicanos, gracias entre otras perversiones,
a la oferta implícita de enriquecimiento
e impunidad para los que estén con el proceso.
Esto se evidencia
dramáticamente en la formación de mega-carteles oficialistas y mafiosos, los
cuales se reparten todo lo que el país produce, lícita e ilícitamente:
1.
El más peligroso es el de Los soles, que, según la DEA, maneja la
droga y las aduanas. A él se le atribuye la muerte del periodista Orel
Zambrano, director de Radio América y
columnista del periódico Notitarde,
asesinado por un sicario en un centro comercial de Valencia (16/01/2009).
Zambrano investigaba las conexiones entre los militares, los boliburgueses y
los sicariatos en Carabobo, especialmente el deceso de Francisco José
Larrazábal Álamo, abaleado el 5 de enero del 2009 en su haras San Francisco.
También se le atribuye a la organización la iniciativa que terminó por
centralizar los puertos y aeropuertos provinciales, para encubrir y proteger
las fechorías que allí se cometen en la importación de víveres, denunciada por
el gobernador Salas Feo, y el tráfico de estupefacientes.
2.
El más notorio es el llamado Dollar Today, convertido en noticia pública
internacional por al juicio celebrado en Miami contra el director de Venoco,
Franklin Durán, durante el cual actuaron como testigos los también indiciados
Guido Antonini Wilson y Moisés Kaufman, y los escándalos del Stanford Bank y Rosemont Corporation.
3. Otros
carteles se ocupan de la industria, la propiedad urbana y la propiedad rural. O
sea, del resto.
Nadie puede expresarle abiertamente sobre estos temas, ni
aún en privado, pues pudiera ser que alguno de sus interlocutores sea compinche
de estos sindicatos criminales.
El problema es que, como vaticina la gaita La grey zuliana: Acabaron con la plata/ y se
echaron a reír,/pero les puede salir/el tiro por la culata. Porque en el
aire se huele que ya pasó el auge y comenzó la miseria de Chávez, una leyenda
urbana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario