lunes, 13 de febrero de 2017

¡Al ladrón! … ¡al ladrón!

Época fue de grandes redenciones:
El mundo de dolor estaba henchido
y en Gólgota, en sombras convertido,
se hallaban en sus cruces tres ladrones.
A un lado, en espantosas contorsiones,
se encontraba un ratero empedernido;
en el otro, un ladrón arrepentido,
y en medio el robador de corazones.
De luto se cubrió la vasta esfera;
Gestas, el malo, se retuerce y gime;
Dimas, el bueno, su dolor espera.
Y el otro, el de la luenga cabellera,
que sufre, que perdona y que redime,
se robó al fin la humanidad entera.

Enrique Alvarez Henao:  Los tres ladrones



“Si por pobre me desprecias, yo te concedo razón…”

Ayer Maduro le dijo a Henri Falcón que la MUD le desprecia por carecer sangre azul. En el programa Los domingos con Maduro señaló que falcón, durante sus 16 años como alcalde, lo hizo bien; sin embargo en sus 8 años como gobernador lo ha hecho muy mal. Henri, se fue para donde no tenia que irse, termino secuestrado por la derecha fascista y sifrina.
Al expresarse públicamente como lo hizo, Maduro demuestró que es un racista, pues, según el DRAE, al racismo se le define como–: Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive. Asimismo, su acción política también es racista, pues en enmarca como –también según el DRAE–: Ideología o doctrina política basada en el racismo.
Además de racista, Maduro también admitió ser un resentido social.
El resentimiento social proviene de un rencor profundo. ¿Hacia quién? ¿Hacia qué? Hacia Lorenzo Mendoza, Marcel Granier. Hacia quien tenga la tez blanca o los ojos azules –no la sangre, pues quien la posea de ese color, está embalsamado, como los estuvieron Stalin y Lenin–. Hacia cualquiera a quien pueda consuiderársele como victimario.
La doctora Sonia Viéitez Carrazoni relata en su artículo, La psicología del rencor, una fábula que  dramatiza claramente esta situación–: Dos hombres, víctimas ambos de injustas sentencias, compartieron celda en prisión durante varios años, soportando todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, se encontraron bastante tiempo después. Uno de ellos preguntó: – ¿Te acuerdas de los carceleros? – No, gracias a Dios, ya lo olvidé todo – contestó – ¿Y tú? – Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas – respondió el otro. Su amigo lo miró unos instantes, y luego afirmó: – Lo siento por ti. – Si eso es así, significa que aún te tienen preso (Revista Psicología – 04/02/2013).
Viéitez describe al rencor así: Es un sentimiento de enfado profundo y persistente; un resentimiento arraigado que desequilibra y enferma el cuerpo y la mente. El origen del rencor puede deberse a varias razones: insulto, abuso de confianza, engaños, ofensas, maltratos. El resentimiento se va acumulando hasta que finalmente se convierte en deseo de venganza.
Ivelisse Villegas, columnista del Listín Diario de la República Dominicana, asegura que–: El resentimiento social se manifiesta entre quienes asumen una actitud de frustración, odio, impotencia, rencor y rechazo hacia actos que, en la mayoría de los casos provienen de los poderes establecidos, públicos, sociales o  familiares.
ivelisse.villegas@listindiario.com
César Cuello Nieto, sociólogo y director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, explica que el resentimiento social surge de diferentes maneras–: A veces, escuchamos y vemos personas que se expresan y actúan de una forma agresiva ante lo que, según ellos, ha dado lugar a que su vida no sea como la desean. Ahí entra el resentimiento individual.
Según Cueto, el resentido pudo haber sido victimizado, pero su conciencia se desarrolla un condenado injustamente y, en algunos casos, se aprovecha esa circunstancia para actuar anárquicamente, como rechazo hacia todo lo que cree sea causa de su situación–: Si alguien cree que su pobreza se debe a que los ricos no le han permitido ascender socialmente, o tener a una vida más digna, inculpa a los aristócratas, oligarcas, ricos.
Cueto cree que el resentido social se detecta por su falta de estímulo, baja autoestima, carencia de metas propias, negación de la realidad, estigmatización y condenación de quienes han logrado el éxito por esfuerzo propio.  El resentimiento está presente en aquéllos que fueron dañadas a temprana edad, y que ya de adultos arrojan sus frustraciones sobre una sociedad inocente. Hay muchos resentidos si porque la concentración del poder y riqueza está en pocas manos.
El resentimiento social no desaparece con dádivas o paternalismo; eso no cura la enfermedad; al contrario, la reproduce y agrava, porque a un resentido, aunque se regale de todo, sigue siendo, psicológicamente, un inútil e inconforme. Al final, se sentirá atrapado y seguirá odiando y rechazando a quien considere culpable de su penuria y degradación humanas.
La salida no es convertir en limosnero al resentido. Lo correcto es educarlo en valores, pues no se trata de que la pobreza genere resentimiento; sino de que manera se asume dicho status. Por eso no todo pobre es un resentido. Como se decía en mi Venezuela de niño y adolescente: Somos pobres pero honrados.
La sicóloga clínica Verónica Guzmán Franco confirma que en una sociedad altamente desigual, en la que lo más importante son los bienes materiales, es muy fácil convertirse en un resentido, pues las exigencias económicas y el afán de poder, principalmente, no van de la mano con el poder adquisitivo de la mayoría–. A largo plazo, crea sentimientos de envidia, celos e inconformidad, los cuales son frecuentes en los resentidos, quienes consideran que la vida es injusta con ellos. No entienden cómo otros consiguen lo que ellos no.

“¡Caiga quien caiga!”



De ahí que el lumpen intelectual que respalda al régimen de Maduro y que respaldó al de Chávez, sigan alimentándose con el sofisma de que, la única manera de acceder al poder y atesorar riquezas, es desacatando las leyes burguesas y saqueando la botija del Tesoro.
Por eso también, frente al alud de acusaciones desatadas en América Latina por la Cantata en Re Mayor de Marcelo Odebrecht, Maduro ha declarado que los implicados en Venezuela irán presos. Lo cual me recuerda al griterío en tumulto del arrancador de joyas quien, al emprender su veloz escape con las alhajas en la mano, va gritando–: ¡al ladrón... al ladrón!; para facilitar su escape.


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