¡Al ladrón! …
¡al ladrón!
Época fue de grandes redenciones:
El mundo de dolor estaba henchido
y en Gólgota, en sombras convertido,
se hallaban en sus cruces tres ladrones.
A un lado, en espantosas contorsiones,
se encontraba un ratero empedernido;
en el otro, un ladrón arrepentido,
y en medio el robador de corazones.
De luto se cubrió la vasta esfera;
Gestas, el malo, se retuerce y gime;
Dimas, el bueno, su dolor espera.
Y el otro, el de la luenga cabellera,
que sufre, que perdona y que redime,
se robó al fin la humanidad entera.
Enrique Alvarez
Henao: Los tres ladrones
“Si por pobre me
desprecias, yo te concedo razón…”
Ayer Maduro le dijo a Henri Falcón que la MUD le desprecia por carecer
sangre azul. En el programa Los domingos
con Maduro señaló que falcón, durante sus 16 años como alcalde, lo hizo bien; sin embargo en sus 8 años
como gobernador lo ha hecho muy mal. Henri,
se fue para donde no tenia que irse, termino secuestrado por la derecha
fascista y sifrina.
Al expresarse públicamente como lo hizo, Maduro demuestró que es un
racista, pues, según el DRAE, al racismo se le define como–: Exacerbación del sentido racial de un grupo
étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con
los que convive. Asimismo, su acción política también es racista, pues en
enmarca como –también según el DRAE–: Ideología
o doctrina política basada en el racismo.
Además de racista, Maduro también admitió ser un resentido social.
El resentimiento social proviene de un rencor profundo. ¿Hacia quién?
¿Hacia qué? Hacia Lorenzo Mendoza, Marcel Granier. Hacia quien tenga la tez
blanca o los ojos azules –no la sangre, pues quien la posea de ese color, está
embalsamado, como los estuvieron Stalin y Lenin–. Hacia cualquiera a quien
pueda consuiderársele como victimario.
La doctora Sonia Viéitez Carrazoni relata en su artículo, La psicología del rencor, una fábula
que dramatiza claramente esta
situación–: Dos hombres, víctimas ambos
de injustas sentencias, compartieron celda en prisión durante varios años,
soportando todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, se
encontraron bastante tiempo después. Uno de ellos preguntó: – ¿Te acuerdas de
los carceleros? – No, gracias a Dios, ya lo olvidé todo – contestó – ¿Y tú? –
Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas – respondió el otro. Su amigo lo
miró unos instantes, y luego afirmó: – Lo siento por ti. – Si eso es así,
significa que aún te tienen preso (Revista
Psicología – 04/02/2013).
Viéitez describe al rencor así: Es
un sentimiento de enfado profundo y persistente; un resentimiento arraigado que
desequilibra y enferma el cuerpo y la mente. El origen del rencor puede deberse
a varias razones: insulto, abuso de confianza, engaños, ofensas, maltratos. El
resentimiento se va acumulando hasta que finalmente se convierte en deseo de
venganza.
Ivelisse Villegas, columnista del Listín
Diario de la República Dominicana, asegura que–: El resentimiento social se manifiesta entre quienes asumen una actitud
de frustración, odio, impotencia, rencor y rechazo hacia actos que, en la
mayoría de los casos provienen de los poderes establecidos, públicos, sociales
o familiares.
ivelisse.villegas@listindiario.com
César Cuello Nieto, sociólogo y director de la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales, explica que el resentimiento social surge de diferentes maneras–:
A veces, escuchamos y vemos personas que se
expresan y actúan de una forma agresiva ante lo que, según ellos, ha dado lugar
a que su vida no sea como la desean. Ahí entra el resentimiento individual.
Según Cueto, el resentido pudo haber sido victimizado, pero su
conciencia se desarrolla un condenado injustamente y, en algunos casos, se aprovecha
esa circunstancia para actuar anárquicamente, como rechazo hacia todo lo que cree
sea causa de su situación–: Si alguien
cree que su pobreza se debe a que los ricos no le han permitido ascender
socialmente, o tener a una vida más digna, inculpa a los aristócratas,
oligarcas, ricos.
Cueto cree que el resentido social se detecta por su falta de
estímulo, baja autoestima, carencia de metas propias, negación de la realidad, estigmatización
y condenación de quienes han logrado el éxito por esfuerzo propio. El resentimiento está presente en aquéllos que
fueron dañadas a temprana edad, y que ya de adultos arrojan sus frustraciones sobre
una sociedad inocente. Hay muchos resentidos si porque la concentración del
poder y riqueza está en pocas manos.
El resentimiento social no desaparece con dádivas o paternalismo; eso
no cura la enfermedad; al contrario, la reproduce y agrava, porque a un resentido,
aunque se regale de todo, sigue siendo, psicológicamente, un inútil e
inconforme. Al final, se sentirá atrapado y seguirá odiando y rechazando a quien
considere culpable de su penuria y degradación humanas.
La salida no es convertir en limosnero al resentido. Lo correcto es
educarlo en valores, pues no se trata de que la pobreza genere resentimiento;
sino de que manera se asume dicho status. Por eso no todo pobre es un resentido.
Como se decía en mi Venezuela de niño y adolescente: Somos pobres pero honrados.
La sicóloga clínica Verónica Guzmán Franco confirma que en una
sociedad altamente desigual, en la que lo más importante son los bienes
materiales, es muy fácil convertirse en un resentido, pues las exigencias
económicas y el afán de poder, principalmente, no van de la mano con el poder
adquisitivo de la mayoría–. A largo
plazo, crea sentimientos de envidia, celos e inconformidad, los cuales son
frecuentes en los resentidos, quienes consideran que la vida es injusta con
ellos. No entienden cómo otros consiguen lo que ellos no.
“¡Caiga quien caiga!”
De ahí que el lumpen intelectual que respalda al régimen de Maduro y
que respaldó al de Chávez, sigan alimentándose con el sofisma de que, la única manera
de acceder al poder y atesorar riquezas, es desacatando las leyes burguesas y
saqueando la botija del Tesoro.
Por eso también, frente al alud de acusaciones desatadas en América
Latina por la Cantata en Re Mayor de Marcelo Odebrecht, Maduro ha declarado que
los implicados en Venezuela irán presos. Lo cual me recuerda al griterío en
tumulto del arrancador de joyas quien, al emprender su veloz escape con las
alhajas en la mano, va gritando–: ¡al
ladrón... al ladrón!; para facilitar su escape.
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