Crímenes imperdonables
Ni llevo a Juana ni llevo a Lola
cuando florezcan las amapolas.
Olelolay, lelolay,
cuando florezcan las amapolas.
Luis Kalaff: Cuando florezcan
las amapolas
Narcotráfico
y terrorismo
Hay dos crímenes
que, ante los ojos del pueblo estadounidense, no tienen perdón de Dios: el narcotráfico y el terrorismo. Cuando hablo del pueblo
estadounidense, me refiero a la mayoría de los ciudadanos de esa
nación, y no a las minorías que protestan en las calles u opinan en los medios.
¿Por qué me parece necesario aclarar? Porque, con la reciente
victoria y acceso al poder del Presidente Trump, hay muchísimo ruido mediático
que pareciera extender sombras sobre la verdad verdadera.
Durmiendo
con el enemigo
Vamos al primer
crimen, el narcotráfico y sus colaterales.
A quienes en
EEUU viven apegados a los valores familiares, religiosos y comunitarios, el
narcotráfico les parece horripilante y despreciable pues, por lo general, se
rehúsan a aceptar que el origen del mal es la narcoadicción, la metástasis que
convive con ellos desde la Guerra de Secesión, creció en los fumaderos de opio
durante la Conquista del Oeste, se potenció durante la guerra de Vietnam
–cuando muchos de los combatientes regresaron con el vicio a cuestas– y hoy
afecta a un 20% de la población unos 60 millones de consumidores que
habitualmente ingieren marihuana, cocaína, crack, heroína y/o alucinógenos
sintéticos–.
Por eso, cuando
Maduro se refiere a la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros –OFAC– del
Departamento del Tesoro como una oficina burocrática más del Ejecutivo de EEUU,
está más pelado que hueso en sabana.
La
imborrable memoria visual de las Torres Gemelas
El otro crimen
imperdonable, el terrorismo, figura en la memoria visual de millones de
estadounidenses como un miedo absoluto ante el atentado y la caída de las Torres
Gemelas de Nueva York (11/09/2001), suceso similar al que vivieron sus abuelos y padres tras el
bombardeo de Pearl Harbor (07/12/1941). La figura histórica más aborrecible
para la generación del milenio es
Osama Bin Laden, y la organización terrorista más despreciable Al Quaeda.
Por analogía,
cualquier líder y organización que se les parezca, cualquier acto que evoque lo
sucedido en EEUU el 11-S, doquiera éste se lleve a cabo,
renueva el miedo, la rabia y el dolor de esa fecha aciaga. Por eso, Hezbolá
(Partido de Dios) es considerado, tanto en EEUU como en la Unión Europea como una organización terrorista, criterio compartido
también por Australia, Canadá, Bahréin, Egipto, el Consejo de Cooperación de los
Estados Árabes del Golfo, Francia, Reino Unido, Israel y Países Bajos. Hezbolá
recibe armas, capacitación y dinero de Irán, y opera con el visto bueno de
Siria desde el final de la guerra civil de ese país.
¿Un
nuevo “Rey del Machete”?
Para poder
combatir al narcotráfico, el gobierno estadounidense creó a la DEA, sin relación
alguna con la CIA –la cual estuvo empastelada en narcotráfico durante las
confrontaciones en Vietnam y Nicaragua–, dependiente directamente de la
Secretaría del Tesoro, y cuyos reportes llegan directamente a la Presidencia de
la República.
La llamada Lista Clinton que elabora la OFAC es, en
realidad, una colección de expedientes, donde el más reciente de los publicados
denuncia al Vicepresidente Ejecutivo de Venezuela, Tarek El Aissami, como
narcotraficante y ficha de Hezbolá –él mismo se declaró hace unos años, durante
un mitin en el Líbano como hijo del
Partido de Dios–.
En un capítulo
anterior de la Lista Clinton también
figura el expediente de alias El Pollo
Carvajal, ex director de Inteligencia Militar y actual diputado del Polo
Patriótico a la Asamblea Nacional, quien escapó por un pelo de ser aprehendido
por la DEA en Aruba, gracias a las intervención directa de la Corona Holandesa,
presionada a su vez por la petrolera Royal Dutch Shell.
John E. Smith,
director de la OFAC, aseguró que la decisión de poner en evidencia a El Aissami, fue el fruto de una investigación de varios años. Según Smith, El
Aissami controló el envío grandes cargamentos de drogas desde Venezuela, y
proporcionó apoyo a varios traficantes–: En
concreto, recibió coimas para facilitar el tráfico de alijos del delincuente
Walid Makled García […] También El Aissami se involucró en los envíos de drogas
al violento cartel mexicano “Los Zetas”, e igualmente en la protección del capo
narcotraficante colombiano Daniel Barrera Barrera y del narcotraficante
venezolano Hermágoras González Polanco.
La OFAC también aseguró
que El Aissami controlaba aeronaves cargadas de cocaína que despegaban desde
una base militar en Venezuela, y las rutas
marinas usadas para los mismos fines desde varios puertos del país–. En varias ocasiones supervisó cargamentos de
más de una tonelada, incluso algunos de ellos destinados a México y EEUU, y fue
uno de financistas de dichos cargamentos–: informó.
Frente a la
gravedad de las acusaciones, no provenientes de la antigua administración del
presidente Obama –como sostiene Maduro en defensa de El Aissami–, sino de expedientes
sustanciados desde el primer mandato de Bill Clinton, el régimen se hunde más,
ante los ojos del mundo, en el pantano de los países forajidos. Si la acusación
fuese incierta, El Aissami debería poner su cargo a la orden –el que no la debe, no la teme–, y dejar que se le
investigara. Caso contrario, mientras el general Padrino prepara su guerra
asimétrica, al estilo de Ortega en Nicaragua, al final no será únicamente El Aissami a
quien, eventualmente, le juzgarán y, seguramente, condenarán como sucedió Manuel
Antonio Noriega, El Rey del Machete; sino
que le acompañarán Maduro y otros miembros de su cohorte cívico militar, por
cometer directamente y/o ser encubrir estos crímenes imperdonables.
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