Cuando un burro
rebuzna, los demás se callan
(como Carta abierta a Carlos Alarico Gómez)
Como en un
teatro de marionetas
buscan la teta
para mamar:
generales,
coroneles,
sinvergüenzas
que no quieren trabajar.
Bandera tricolor
que en Venezuela
está,
¡abajo el continuismo,
viva la
legalidad!
Canción anónima de la Guerra Federal
Hola, Carlos.
Perdona que apele a ti por este medio.
Eres el historiador con quien mayor afinidad siento. Además, fuiste
mi compañero profesor universitario por casi 10 años, estás graduado en
Comunicación Social, presides la Sociedad de Escritores de Venezuela y
organizas estupendas conferencias, tanto en el auditorio del Urológico San
Román como en la Escuela de Enfermería de San Bernardino: eventos en los cuales
se incluyen, algunas veces, conciertos e intérpretes memorables.
Te invito a ocuparte de Ezequiel Zamora, quien surgió durante la
única guerra civil y también la más costosa en pérdidas humanas para Venezuela:
más de 175 mil bajas – campesinos en su mayoría– en una nación con menos de 50
años de independencia, que no llegaba a los dos millones de habitantes. Guerra
por demás injusta, innecesaria e insensata, en una nación empobrecida por la Independencia,
diezmada por la malaria y otras enfermedades tropicales, con una merma de 2/3
de su población desde el primer decenio del Siglo XIX.
Desde luego, 175 mil personas abatidas parecen una cifra bien modesta
hoy, cuando en el 2016 y según las ONG Foro
Penal y Observatorio Venezolano de la
Violencia, que cuentan y suman de víctimas caídas en atracos, hurtos y
ajustes de cuentas, en el país superamos los 500 mil homicidios durante 18 años
de régimen chavo-madurista; un total equiparable a de los fallecidos en
Hiroshima y Nagasaki durante el bombardeo nuclear con el cual el presidente Harry
Truman puso fin a la II Guerra Mundial.
Al pedirte, como amigo y profesional enfocarte en el guerrero que
hiciera su debut, presentación y despedida en la Batalla de Santa Inés, te ruego lo hagas con pies de plomo –no sólo
en sentido literal–, pues el inquilino temporal de Miraflores va a demandar al diputado
Henry Ramos Allup, considerando su declaración de ayer sobre Zamora como un ataque grotesco, grosero y asqueroso, ya que el régimen pareciera haber
decidido nominar al líder liberal a partir de hoy como uno de los próceres de
la nación, quizás por encima del propio Bolívar y su maravillosa cohorte de
1810.
Lo que sigue no lo escribo para ti, que te lo sabes de memoria, sino
para el resto de mis seguidores.
El 24 de enero de 1846, una turba de liberales invade el Congreso Nacional de Venezuela. Los
colectivos de entonces dejaron allí muertos a los diputados José Antonio Salas,
Juan García y Francisco Argote; así como a los ciudadanos Julián García, Manuel
Alemán y Santos Michelena, a quienes
apuñalearon. El Presidente Monagas llegó al hemiciclo cuando se recogía los
cadáveres.
Posteriormente, se condenó a la pena de muerte, entre otros, a
Ezequiel Zamora, llanero y partidario del liberalismo. Antes de ser ejecutado,
se le conmuta la pena y, más adelante, se le da libertad plena. Zamora se
queda, mansito, esperando su oportunidad por ahora.
Ezequiel Zamora: Debut, presentación y despedida
La historia le describe como un personaje de pocas luces, pero con
una gran capacidad para comunicarse con la gente de pueblo abajo, lo cual lo
proyectó en la Guerra larga o Guerra de los cinco Años, donde se
enfrentaron los conservadores y liberales en la Venezuela del siglo XIX.
A los primeros se les llamaba impropiamente oligarcas, no porque realmente lo fueran –según José Gil Fortoul,
había oligarcas en ambos partidos– , sino porque oponían, entre otras medidas, al voto de los
analfabetas y promovían la liberación de los esclavos –la cual Zamora adversaba tenazmente–.
Los liberales proclamaban ideales
de libertad –mas no para los esclavos– e igualdad. Además, reclamaban la
autonomía de las provincias entre sus reivindicaciones principales.
El primer enfrentamiento, la Batalla
de Santa Inés (10/12/1859) terminó en victoria para los liberales, capitaneados Zamora. Fue un resultado
que les permitió extender su el dominio sobre
los llanos y preparar el avance hacia el centro del país. En dicha batalla
peleó Maisanta, no el de la lista, sino el pariente de Chávez.
En seguimiento de la ofensiva, las tropas liberales bloquearon San
Carlos en enero de 1860. El asedio duró una semana, y terminó con la muerte de Zamora
y un elevado coste militar para su ejército. Por lo puede inferirse, la carrera
de Zamora fue más bien corta. Tras su deceso, Juan Crisóstomo Falcón se acercó a
Valencia para ocuparla, en lo cual
falló, por lo que huyó al Estado Apure.
En 1860, en la Batalla de Coplé,
la suerte se viró a favor de los conservadores bajo el mando de León Febres
Cordero. El error del general merideño fue desaprovechar la retirada masiva de
los liberales, sin infringirles mayores bajas ni apoderarse de sus armas,
bestias y pertrechos.
Falcón dividió a su ejército en guerrillas para que operaran en
varias regiones del país, y se encaminó, primero a Colombia y luego a otros
países del Caribe, solicitando dinero, insumos y refuerzos. La guerrillas no funcionaron
nada bien, y en varias oportunidades combatieron en contra las propias tropas
liberales. ¿Se te parece en algo, Carlos, esta porción del pasado venezolano, a
los pleitos entre los colectivos y las fuerzas armadas del régimen narco
comunista?
Pese a todo, el ejército liberal, ocupando y saqueando hatos, practicando
el abigeato, el robo de bienes, la violación y reparto de tierras a mansalva, comenzó
a crecer y a nutrirse con nuevos prosélitos, apertrechados con el armamento y otros
recursos conseguidos por Falcón, quien ya había regresado en julio de 1861.
Donde hubo guerra, muchas hectáreas de tierras productivas quedaron
calcinadas o simplemente se abandonaron por falta de mano de obra. La
Federación destruyó la economía agropecuaria, pues actúo sobre todo en los
llanos, centro de la ganadería venezolana. La producción agropecuaria cayó a
niveles aún menores a los de finales de la Independencia, al perderse más de 7 millones de reses.
Las exportaciones se fueron al subsuelo, y la deuda externa se
incrementó en casi 159 millones de pesos, equivalentes hoy a unos US$ 10
millardos. La zona andina, que se había liberado de los combates, pudo así desarrollar
los cultivos de café y el algodón como recursos alternos para el comercio
internacional.
Finalmente, en diciembre de 1862, el gobierno y la oposición
sostuvieron infructuosos diálogos de paz.
Empero, la hecatombe económica desatada por la guerra, aunada a los triunfos
finales de los liberales, obligaron al gobierno a buscar una solución negociada, consagrada en el Tratado de Coche, en abril de 1863.
Al analizar los resultados de la Federación, José Gil Fortoul
asevera–:
Digamos, por último (mirando ya al
futuro para ver cómo se prolongan los errores o desgracias del pasado), que la
libertad pública garantizada bajo las presidencias de Vargas y Soublette, la
cual nunca se fundamentó sobre bases sólidas, fue disminuyendo, desapareciendo
en ocasiones, lo mismo durante la oligarquía liberal exclusiva (1848 a 1858),
que en tiempos de la alianza de liberales y conservadores (1858 a 1861), en su
aditamento de dictadura (1861 a 1863); y
ello pasó pese a las leyes con reformas tan radicales como la emancipación de
los esclavos, la abolición de la pena de muerte por delitos políticos y el
sufragio universal.
La evolución social y económica
continuó siendo muy lenta, a veces retrógrada, sin duda porque la oligarquía,
tanto conservadora como liberal, preocupada especialmente por cuestiones de
doctrinarismo político, desdeñó
la obra previa de transformar la Constitución en lo social, corrigiendo sus hereditarios defectos
del régimen colonial y curando sus vicios crónicos; y no vio por tanto, que la
libertad antes que una fuerza iniciativa es una resultante, una consecuencia
de la vida nacional, cuando ésta se
siente ya empoderada por una población
numerosa, próspera por el comercio y la industria, fecunda por las ideas
y enseñanzas que el libro, el periódico y la escuela derraman a diario sobre
todas las clases sociales, dueña de la explotada riqueza de su territorio,
consciente de su capacidad para labrarse a sí misma un porvenir[1].
"¡Sáquenme de aquí!"–: pareciera implorar Platero
No quiero, Carlos, hacer este texto demasiado largo. Pero sí recalcar
la importancia de que gente como tú, en esta aciaga hora de la República, actúen
para salvarla. Aunque sea como guerreros
de escritorio, categoría de la que me enorgullezco.
La Revolución Cultural de Mao
Zedong se inició hace ya tiempo en Venezuela. Comenzó con la toma y ocupación
del Ateneo de Caracas y el sometimiento de las obras de artes plásticas al quid
pro del Comisario, digo, Ministro de la Cultura antes de su envío a concursar
al exterior. Está plasmada en los libros de Primaria, redactados por ideólogos
cubanos. Y, al final, los escritores no contestes terminarán como en Pekín y La
Habana, apaleados y emplumados.
Piénsalo, Carlos, pues hemos escuchado un rebuzno, y–: Cuando
un burro rebuzna, los demás se
callan.
[1] José Gil Fortoul: Historia Constitucional de Venezuela (Tomo
II), P. 314–315, Editorial Las Novedades, Caracas, 1942.
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