Hoy amaneció Caracas con un cielo despejado, típico decembrino. Ideal para imbuirnos del espíritu navideño, si no fuera por que ya se nubló y las cajas de agua caídas sobre la capital de la República y 10 de sus 22 estados durante las últimas semanas, ya contabilizan 90 mil damnificados, cerca de 400 víctimas fatales y la destrucción de infraestructuras, cultivos y crías, cuyo valor aproximado son 10 mil millones de dólares.
Según la proyección de construcción de viviendas del gobierno del Guasón -12 mil 500 por año-, se requerirán 192 años para resolver las demandas habitacionales existentes, sumadas con las del actual desastre.
Si usted quiere ver el próximo capítulo –en lo que al entorno climático se refiere-, le sugerimos abrir la página www.ghcc.msfc.nasa.gov/GOES/. Allí podrá observar, en fotos satelitales, lo que está pasando y pasará, el presente y el cortoplazo.
Manejamos nociones muy confusas sobre las causas de los inviernos, en razón de una deficiente formación escolar y al hecho de vivir en la franja ecuatorial del planeta, donde no hay 4 sino 2 estaciones, y la nieve sólo aparece en las cumbres andinas, sobre los 4 mil metros de altura.
En realidad no hay uno o dos inviernos, sino varios, pues ellos no dependen sólo de la mayor o menor solarización que las regiones reciban, sino de factores coadyuvantes y determinantes como el calor del mar en las poblaciones costeras y las montañas que las circundan. Si no fuera por la hipertermia de las corrientes del Atlántico y el Pacífico, por ejemplo, Londres, Los Ángeles y San Francisco competirían con Siberia con sus temperaturas bajo cero en estos días.
Pero concentrémonos en el invierno norteamericano, el que nos afectó siempre, y más ahora.
Entre noviembre y febrero de cada año, se produce un vacío gigantesco sobre el Golfo de México –anomia, en términos de la Metereología-. La Naturaleza, que odia al vacío, actúa como una gigantesca aspiradora, y acarrea inmensos volúmenes de aire desde el Polo Norte para rellenarlo.
Al no existir en las praderas de Canadá y EEUU obstáculos naturales que desvíen la gélida trayectoria de los vientos, aparecen las White Christmas, tan apreciadas y explotadas por el folclor y comercio globales.
¿Cuál es, entonces, la diferencia entre lo de antes y lo de ahora?
La inclinación mayor del eje terrestre, tal como lo explicamos en el blog La mentira verde, publicado ayer.
El éter polar acudió a su cita acostumbrada, y allí se detuvo. Pero se encontró con un globo terráqueo descolocado a sus pies. A los Alisios, provenientes de Europa Noroccidental, no les quedó otra que escurrirse a través de dos estrechos caminos: entre Cuba y Florida y haciendo zigzag al norte de Venezuela y Colombia, país vecino que ya cuenta con más del millón de sin techos, muertos y heridos.
La mentira verde ha ocasionado numerosos comentarios, algunos de ellos estupendos, como el del hermano mayor y publicista Raúl Sanz Machado, que la califica como enjundiosa –entendiendo por enjundia: Riqueza, importancia e interés que hay en el contenido de una cosa, como un libro, un discurso o una teoría-.
Otros, un tanto ambiguos, como el de muy querido primo Antonio Nicolás Briceño, quien conviene en la ignorancia y bobería de los que tratan estos temas mediáticamente, de manera reduccionista y superficial, pero se reserva la esperanza de que las cosas puedan cambiar, si ponemos el suficiente empeño en hacerlo.
Raúl, no se trata de genialidades, que ciertamente no poseemos, sino de escuchar e investigar, artes que hemos practicado durante toda la vida.
Antonio Nicolás, no desestimamos al imperativo conservacionista, pero tampoco idolatramos a Malthus. La destrucción del medio ambiente por el hombre –como la picazón de los piojos- no ha contribuido más allá de un 2 ó 5% con el efecto invernadero, según los entendidos.
Sabemos que la Humanidad sobrevivirá, como lo hizo après le Déluge. Pero tal cosa no ocurrirá, primo, sin que sea lo que ha de ser.
Julio Verne, el único escritor que imaginativamente viajó al centro de la Tierra, y quien predijo asombrosamente las entradas y salidas a ese ígneo lugar, localizándolas en los volcanes de Islandia, se quedaría estupefacto si pudiera regresar allá y contemplar hoy como una masa enloquecida de metales fundidos lucha por recuperar su forma esférica original.
Mientras tanto, pongamos la lupa en esa otra mentira que atribuye al Imperio los aguaceros que nos ahogan, que les sirve a los políticos para hacer demagogia barata y al régimen para contrabandearnos leyes inconstitucionales y acuerdos como el fde Mar del Plata, donde se penaliza a los pueblos que osen prescindir de gobiernos corruptos, violadores de los derechos humanos y aliados del narcotráfico, y se les da carta blanca a los regímenes comunistas y procomunistas de Iberoamérica para continuar con sus fechorías, siempre y cuando haya elecciones de por medio, aunque sean chimbas.
Quedémonos con La mentira blanca.
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