El 22 de octubre de 1962, con el apoyo de sus aliados, John Fitzgerald Kennedy estableció un bloqueo al régimen de Fidel Castro, apoyado por unidades navales y aviones en torno a Cuba.
Si los navíos soviéticos intentaban forzar la cuarentena, la III Guerra Mundial se desataría.
Al día siguiente, en Radio Caracas TV, Víctor Saume transmitía el primer cuarto de hora de El show de las 12, desconociendo que Manuel Graterol Santander –Graterolacho-, asistente de Saume, le había preparado una broma de mal gusto: Miguel Toro –locutor de El observador Creole-, leyó por el audio de retorno del estudio una nota, que no estaba saliendo al aire pero así lo parecía, donde aseveraba que el presidente estadounidense había solicitado al Congreso una declaración formal de guerra contra la URSS.
Al escucharla, Saume llamó al Suavecito –Edgar Jiménez-, presentador ocasional del programa, y le encargó terminarlo.
Salió, muy atribulado, de la emisora, y se dirigió a buscar su carro, estacionado al frente. Graterolacho, aterrado ante las posibles consecuencias de su gracejo, lo interceptó antes de irse, y le explicó lo que realmente sucedía.
Que Saume,informado y sensible como lo era, actuara así, abandonando su trabajo para reunirse con los suyos hasta el minuto final, revela el pánico global del momento frente a la amenaza de la desintegración nuclear.
Una condición que se mantendría durante las interminable d la Guerra Fría, y sólo desaparecería con la caída del Muro de Berlín, hace más de dos decenios.
Años después se sabría, gracias a testigos de excepción y desclasificación de papeles confidenciales, que ni los EEUU ni la URSS estaban dispuestos a llegar al día después, y que el único que casi logró hacerlo fue Kennedy, quien, presumiblemente y en razón de que no dominar sún el diabólico ajedrez del chantaje atómico, pagó la imprudencia con su vida. Aonque, según la versión de Lyndon B. Johson, los tiros vinieron de Cuba.
Para los chicos y chicas de entonces, el terror nuclear reultó muy placentero, pues, ante su inminencia se dedicaron ¡A follar, a follar, que el mundo se va a acabar!
También le vino muy bien a los evangélicos. Y mejor aún a los medios, que udieron colmar sus espacios e incrementar sus tirajes y sintonías con sus relatos de ciencia ficción, dramatizados con los kilotones y los horribles efectos colaterales de la radiación en los sobrevivientes.
En su best-séller Estado de Miedo, Michael Crichton destaca que, con la desintegración del Imperio Soviético, también se perdió el temor a la muerte súbita.
Tal pérdida –discurre el autor-, en vez de potenciar la felicidad a escala global, generó una anomia insoportable entre los medios, los políticos y los juristas, pues todos necesitan desesperadamente del terror para incrementar sus audiencias,controlar las masas y enjuiciar a los presuntos culpables de apretar los botones. Anomia que, como ya explicamos en La mentira verde y La mentira blanca, fue reemplazada por el pánico al calentamiento global, porque también la naturaleza humana odia al vacío, y porque todavía Al Quaeda no se había doctorado en terrorismo con las Torres Gemelas.
Crichton avala su aserto con una extensa bibliografía, disponibles para quien la quiera leer en las siguientes páginas: www.giss.nasa.gov/data/update/gistemp/station data, http://cdiac.esd.ornl.gov/ghcn/ghcn/ghcn.htlm, http://earthobservatory.nasa.gov/Observatory/Datasets/tsurf.tovs.html y http://datasystem.earth-kam.ucsd.edu; entre otras.
La información que ellas proveen y que proviene de los albores de la Meteorología, ofrece un panorama diferente a lo que comúnmente se atribuye como la mayor causa del calentamiento, la contaminación ambiental, y apunta hacia milenarios ciclos del planeta, donde se alternan el calentamiento y el enfriamiento como fenómenos naturales
La Teoría del Calentamiento Global (1989) visualiza un final similar al anticipado por los profetas del holocausto atómico. Así surgieron toda clase de OG y ONG, un partido trasnacional –Greenpace-, centenares de miles de metros de videos. Millones de toneladas de papel impreso, y decenas de miles de voluntarios y donantes sobre un tema que se basa, mayoritariamente, en investigaciones tergiversadas, inexactas o incompletas.
Este proceso, desinformativo y colectivo, es liderado por los periodistas, a veces operando como tontos útiles o de mala fe, transformados en quinta plumistas, definición que da el académico Marcelo Alonso a los fablistanes que manipulan, consciente o inconscientemente, la ética de la Comunicación Social.
En este caso pareciera haber caído el ex Vicepresidente Al Gore, cuyo documental fue cuestionado por la falsía de los datos en los cuales se basó el guión, y se pidió a la Academia desposeerlo del Oscar obtenido. El mismo nulo papel que Gore desempeñó a favor de la causa ambientalista cuando le tocó mandar, atribuido por sus fanáticos da la presión de las industrias contaminantes, pudiera se rentenidas, más bien, como un toparse con la verdad verdadera, al reexaminar los planteamientos de su campaña electoral una vez asumida su privilegiada jeraquía.
Nadie puede oponerse a un planeta con una atmósfera y una biosfera libres de tóxicos. hasta donde ello sea práctico y sustentable.
Pero hay que concienciarse que la única polución no es la que se discute en escenarios como los de Copenhagen, sino también lla que difunden las palabras e imágenes irresponsables, y que añaden agobio innecesario a nuestra de por sí ya estresada existencia. El método científico es, por antonomasia, contrario al amarillismo y al fanatismo. Por eso, debemos exigirle al periodismo, hoy más que nunca, luchar contra La mentira mediática.
PS: Aunque el presente texto ya fue publicado, por su actualidad y congruencia con las mentiras denunciadas en los anteriores blogs, lo volvemos a repetir.
Otro PS: Conseguimos algunos errores de tipeo en las verdades editadas, que ya corregimos.
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