La muerte de CAP
No vamos a caer en la tentación de glorificar la figura del difunto, como es característico de la idiosincrasia venezolana. Como lo hace Jaime Escomotú, quien durante la defenestración de Carlos Andrés Pérez no levantó un dedo en su favor, pero ahora se rasga las vestiduras im memoriam como las plañideras.
CAP cometió numerosos errores y, junto a Rafael Caldera, fue solidariamente responsable de que triunfase el asalto al poder perpetrado por el Guasón y sus sicofantes del hamponato. Por omisión, comisión, negligencia, imprudencia, impericia… por lo que fuera, que no es el tema a analizar.
CAP fue la otra cara de la moneda donde se acuña hoy la efigie del Guasón. Inició la hiperkinesia presidencial, el protagonismo tercermundista y la solicitud innecesaria de créditos internacionales. Fue durante la Gran Venezuela que comenzó a perderse la República, pues nadie puede disponer de lo que posee –carro, casa, enciclopedia- hasta la cancelación de la última cuota.
Pero hay diferencias notables entre ambos líderes carismáticos.
CAP siempre fue demócrata. Le entregó elgobierno a Caldera, quien venció a Gonzalo Barrios por menos de 20 mil votos. ¿Se imaginan que algo similar ocurrise con el Guasón?
CAP fue valiente, iba de frente y daba la cara. Nunca se cebó contra sus enemigos derrotados, ni aún en los peores momentos de la lucha antiguerrillera. Optó por la recomendación castiza: Al enemigo, puente de plata. No persiguió a nadie por su ideología, origen, pertenencia a un grupo socioeconómico determinado o ideas, aunque las manifestara en su contra, de la manera más injusta, inapropiada o impertinente. A los comunistas conversos –que saltaron la talanquera por sus propias razones y no por proselitismo- los recibió con los brazos abiertos, y les confió cargos de relevancia durante sus dos mandatos.
Aunque CAP no fuera santo de nuestra devoción, tuvimos la oportunidad de hablar dos veces con él, a fondo, y de tocar algunos temas trascendentales del país. La primera fue en San Juan de Puerto Rico, en 1967, en la tasca El Cid, ubicada en el apartotel Edgewater House, donde residíamos entonces. La segunda, culminada su primera presidencia, en una fiesta de Venevisión, donde muchos invitados le trataban como si fuera portador de la peste bubónica o el sida. Porque es esa la otra especificidad filogenética venezolana: Hacer leña del árbol caído.
La conspiración coprófaga
Desde el punto de vista político y, enfocado más aún, desde la óptica de Acción Democrática, la muerte de CAP, uno de sus líderes fundadores y dos veces Presidente de Venezuela, en estos infaustos tiempos del país, ha debido ser motivo para la movilización opositora. Sin embargo, como observa mi tocayo coriano, el único gobernador que le echó pichón fue César Pérez Vivas, quien, sin ser adeco pero si su paisano, decretó duelo oficial por tres días en el Táchira. Los demás, especialmente los del Nueva Esparta y Zulia –que sí son socialdemócratas- no han dicho ni pío.
¿Y a qué atribuir el silencio en este momento clave?
Los que no cantamos en el coro la oposición tolerada, sabíamos lo que se nos venía encima, más temprano que tarde. Porque el Guasón lo había anunciado con suficiente anticipación.
El Guasón estaba cagado, desde el 2007, y se cagó aún más el 26-S. Los MUD-OS estaban y están cagados de siempre. La simbiosis de las excretas de ambos se convirtieron en matriz de opinión, logrando que el resto de los venezolanos se cagaran de guapos. Puede suene a coprofagia, pero resulta asertividad pura.
La estructura castrocomunista aprobada por la focas no sólo deviene de la voluntad de los Castro Bros yel pánico del Guasón, sino de la conchupancia de los Zapatero, Insulza, Santos y otros personajes que pretenden ser demócratas y defensores de los derechos humanos. De todos los humanos, salvo los de los venezolanos, que pestán en peores condiciones de los ET de Spielberg o los alienígenas de Roswell. La única y honrosa excepción es Sebastián Piñera. ¡Viva Chile, mierda...!
Bueno, no seguimos pues nada ganamos revolviendo más las deposiciones. Como asegura un viejo refrán catalán: Mientras más se revuelve, más hiede.
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